En el último siglo, el yacimiento burgalés de Atapuerca se ha hecho un reconocido hueco en la historia de la evolución humana por la calidad y cantidad de restos que se han preservado en el interior de numerosas galerías y simas de tipo kárstico. Ha proporcionado restos de Homo sapiens, de Homo neanderthalensis, material lítico usado por ellos y, lo fundamental, un nuevo eslabón al que se le llamó Homo antecessor, datado en el 700.000 años antes de nuestra era. A propósito de esto, nuevas revisiones de los estratos que contenían los huesos de esta nueva especie han llevado a retrasarla hasta el 900.000 a.C.
Sin la más mínima intención de arrojar sombra sobre el gran y relevante yacimiento de Atapuerca, existe un yacimiento mucho más antiguo en la vecina provincia de Soria. Se trata de Torralba y Ambrona, donde se ha excavado una auténtica ventana al pasado del Pleistoceno, cuando la zona de la actual Medinaceli era un enorme cenagal donde quedaba atrapado todo tipo de animales, atrayendo a carnívoros, entre los que se encontraban distintos grupos de humanos. Existe un museo que posee una parte consistente en el antiguo lecho pantanoso cubierto por todo tipo de huesos de antiguos uros o toros gigantes, colmillos y huesos de elefante, ciervos, etc. De hecho, a media colina, cerca del museo de Ambrona se encuentra una maqueta a escala de un Palaeoloxodon antiquus, un pariente sin pelo de los lanudos mamuts, cuyos huesos son muy abundantes en toda la zona, en sedimentos que van del 800.000 al 70.000 a.C. Restos suyos se encuentran igualmente expuestos en el museo de ciencias (Museo de Historia Natural) de Madrid.
Ya el famoso antropólogo Richard Leakey habló con detalle de este yacimiento, que ha aportado numeroso material lítico usado por el hombre, que se remonta a 1,5 millones de años de antigüedad. Sin embargo, los restos humanos de Homo sapiens continúan resistiéndose a los paleoarqueólogos, que siguen buscándolos incesantemente. El día que uno de estos huesos aparezca, será el resto encontrado de ser humano más antiguo en todo el continente europeo.
De la misma relevancia son los restos humanos encontrados en otro yacimiento singular español, esta vez ubicado en la depresión de Guadix-Baza (Granada). Me estoy refiriendo a Venta Micena y al conocido “hombre de Orce”, cuya parte ósea craneal hallada mantuvo a su descubridor, Josep Gibert i Clols, en una batalla continua hasta su fallecimiento en 2007, ya que otros científicos, tanto españoles como extranjeros, sostenían equivocadamente que los restos pertenecían a un équido. Hoy no sólo se ha demostrado que Gibert estaba en lo cierto sino que nuevos hallazgos humanos han respaldado sus hipótesis. Pues bien, estos restos humanos granadinos poseen una edad de 1,4-1,2 millones de años, o tal vez más. Pero, a pesar de su importancia, esto no es lo más relevante del yacimiento. Aunque no se trate de restos de nuestra especie, para muchos científicos especialistas en mamíferos, este lugar fosilífero es inigualable en lo que respecta a la numerosa fauna fósil preservada, con diferentes especies conservadas de diversos linajes que permiten estimar la evolución sufrida por los elefantes o por los caballos, entre otros animales.
Tal es su riqueza paleontológica que en unos escasos 16 km cuadrados se ha registrado la mayor concentración de huesos de mamíferos de todos los yacimientos cuaternarios de Euroasia conocidos hasta la fecha. Y es que hace aprox. 1.400.000 años la hoy árida zona era entonces un enorme lago rodeado de elevadas montañas, en un ecosistema muy similar al que actualmente se observa en Kenia. De hecho, el registro fósil ha proporcionado huesos de elefantes, caballos, hipopótamos, hienas, lobos, conejos, tigres dientes de sable, ciervos, búfalos...y como no, de seres humanos cuya presencia está atestiguada por restos líticos y por material óseo.
Se han obtenido restos de más de dieciocho especies extintas de grandes mamíferos en Venta Micena, que es únicamente un yacimiento de los numerosos que existen en la zona. Por ello, la relevancia de este área es increíble, no sólo en lo que respecta al ser humano sino también en lo que nos permite conocer de la evolución de otras muchas especies de mamíferos que en su día existieron. Insisto, no pretendo con esto quitar importancia a la zona paleontológica de Atapuerca sino todo lo contrario, destacar el increíble potencial que la Península Ibérica posee, tanto para llegar a conocer más sobre el pasado del ser humano una vez que abandonó África, como para comprender las sucesivas etapas seguidas por otras muchas especies con las que convivió el género Homo.
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