“El Jardín de las Delicias” es un cuadro pintado por el holandés Hieronymus Bosch -conocido en España como El Bosco- a finales del siglo XV o en la primera mitad del XVI, ya que los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo al respecto. Desde 1939 se conserva y expone en el museo madrileño de El Prado.
Fue una de las obras preferidas por el monarca Felipe II, conservándose en el enigmático palacio de El Escorial.
A pesar de ser una obra que irracionalmente me produce repulsa y miedo, debo admitir que posee muchos enigmas dentro de la composición. Por ejemplo, seguramente pocas personas saben que este tríptico, cerrado, muestra otra pintura en el reverso de las piezas de madera de roble que tienen dibujadas las secciones correspondientes al paraíso y al infierno, respectivamente. Si se cierra,
está representado en tonalidades grises lo que parece ser el planeta Tierra sin un solo elemento con vida. Por ello son varios los historiadores que se inclinan a pensar que el pintor quiso representar la creación del planeta. Además, junto a una persona arrodillada rezando en la parte superior del cuadro, contiene dos frases, resaltadas mediante elipses rojas por mi, que dicen: (panel izquierdo:) Ipse dixit, et facta su[n]t (panel derecho:) Ipse mandavit, et creata sunt y que se corresponden con los salmos 9-13 del Génesis, pudiéndose traducirse como “Él lo dijo y fue hecho, Él lo mandó y fue creado”.
Fue una de las obras preferidas por el monarca Felipe II, conservándose en el enigmático palacio de El Escorial.
A pesar de ser una obra que irracionalmente me produce repulsa y miedo, debo admitir que posee muchos enigmas dentro de la composición. Por ejemplo, seguramente pocas personas saben que este tríptico, cerrado, muestra otra pintura en el reverso de las piezas de madera de roble que tienen dibujadas las secciones correspondientes al paraíso y al infierno, respectivamente. Si se cierra,
Si abrimos el tríptico, aparecerá el famoso cuadro, compuesto por tres escenas correspondientes al paraíso, al mundo terreno y al infierno. Lo primero que sorprende, es que el paraíso es terriblemente duro, pues en todas partes los animales están acechando o matando a otros; la ley de la selva en toda su crudeza.
La parte mundana está caracterizada por seres humanos que aparecen todos ellos desnudos –a excepción de uno que mira al espectador-, lo que ha llevado a varios autores a considerar que el Bosco pretendía manifestar con ello que nos gobierna la lujuria, pecado que nos conduciría al infierno. No obstante, si miramos en la esquina inferior de esta sección veremos a un personaje –que muchos consideran un autorretrato del pintor y que es el único personaje vestido– acompañado por otras dos personas y señalando un túnel subterráneo que parece ser una salida de escape de ese mundo.
Si observamos con detalle la escena, veremos que la entrada está junto a un pájaro metido en una pecera de cristal abierta superiormente. El ave parece estar hablando a uno de los acompañantes, que atiende ensimismado al animal. ¿Pretendía el Bosco decir que la salida a ese mundo tan lascivo se realizaría mediante el conocimiento del llamado “lenguaje de los pájaros”?.
Esta expresión aludía a un lenguaje esotérico y secreto, empleado frecuentemente por los iniciados. Así, grandes sabios se han dicho conocedores de este lenguaje, entre otros el rey sabio Salomón, Santa Bárbara o San Francisco de Asís. También los alquimistas y cabalistas medievales decían codificar las instrucciones necesarias para llevar a cabo La Gran Obra, en esa extraña lengua también denominada “lengua verde”.
En otro punto del cuadro se encuentra un edificio rosa conformado por lo que parecen ser tubos de laboratorio y libros. Pero es que, además, las aves representadas en esta sección del cuadro resultan ser desproporcionadas con respecto a los seres humanos, a los que alimentan. Finalmente, algo que me ha extrañado siempre es el hecho de que ciertos dibujos se me antojan letras...o tal vez es consecuencia de tal galimatías de figuras que llega a engañar al espectador, viendo más de lo que en realidad hay. En la imagen muestro algunas.
En otra parte del cuadro –la correspondiente al infierno- aparecen dos partituras (una bajo una bandurria y otra en el trasero de un hombre; ¿pretendía el pintor ridiculizar la pieza musical, inmortalizándola curiosamente en su lienzo?). Una de ellas, la figurada en una nalga, ha sido tocada, grabada y subida a internet para aquél que desee escucharla, de manera que aquí se puede oír la composición a piano, mientras que aquí se la reproduce con un arreglo coral (Hieronymus Bosch - The Music Written on This Dude's Butt).
En la imagen se pueden apreciar numerosos instrumentos musicales que el artista ubicó en el infierno. Y como no podía ser de otra forma, en las partituras cada nota tiene la forma de una llama. Por cierto que hay otro curioso detalle ya que para El Bosco, el infierno tenía una parte de fuego (dibujando volcanes y casas incineradas) pero otra parte estaba congelada, pudiéndose distinguir a varios personajes patinando.
Me ha gustado mucho esta entrada. Sabía que el cuadro tenía gran valor simbólico pero desconocía tantos datos concretos como los que informas. Muy curiosa la visión del tríptico cerrado. Por cierto, comparto la sensación de desasosiego y cierta repulsa ante la visión detallada de ciertos ángulos. Muy inyeresante.
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