viernes, 3 de octubre de 2014

Cerdeña, territorio tartesio


     Anteriormente habíamos hablado de la supuesta fundación de la primera ciudad sarda por parte de navegantes tartesios procedentes de la Península Ibérica, mencionada por al menos dos escritores distintos de la antigüedad, cuyas historias resultaban muy parecidas. Hablé de una estela escrita en caracteres similares a los tartesios (también denominado “escritura sublusitana”), que posteriormente tomaron los fenicios, etruscos y otras culturas y que ha sido considerada fenicia, si bien no se ponen de acuerdo los expertos en su traducción. Y mientras unos creen identificar la mención de Tarsis en la epigrafía, otros creen ver la primera denominación de Cerdeña en la historia mediante las letras SRD. Yo abrí la posibilidad de que fuera en realidad un escrito tartesio y no fenicio.
Pues bien, me gustaría remitir al lector a una reseña realizada por un periodista sardo en este enlace. En el texto, escrito en italiano (se entiende relativamente fácil, aunque se puede uno ayudar del traductor google italiano-español), el periodista se cuestiona cómo es posible que, si realmente es una escritura fenicia, sea anterior a las primeras escrituras fenicias halladas en la propia tierra natal de esta cultura, en la antigua Palestina. Esto me lleva a repetir mi eterna duda, ¿se trata realmente de una escritura fenicia?, ¿o la estela que usa caracteres hallados en la escritura tartesia, encontrada entre las ruinas de una ciudad que cronistas de la antigüedad atribuyen a los tartesios, puede ser realmente un escrito tartesio?.
           
Regresando al resumen de la entrada anterior, también mencionamos la presencia de numerosos megalitos llamados nuraghes, si bien habían sido densamente expoliados, desconociéndose ajuares funerarios con restos que pudieran arrojar algo de luz sobre la cultura de los nuraghes. Esto era algo que realmente me apenaba por la cantidad de información indirecta que hubieran podido aportar los ajuares enterrados en estos monumentos...funerarios, iba a decir, si bien tampoco existe consenso entre los arqueólogos respecto al uso de estos torreones. Muchos se decantan por considerarlos defensivos obviamente. Pero para mi esto no era tan obvio, desde que me enteré de la existencia en la isla de un poblado nuraghe –con torreón incluido- construido en el interior de una enorme cueva. ¿Para qué iba uno a construir un torreón defensivo dentro de una cueva que ya de por sí protege?, ¿no tendría más valor estratégico ubicarlo a la entrada del cañón de acceso a la gruta?. Lo que me llevó a considerar la posibilidad de que originariamente se tratara de grandes calendarios astronómicos puesto que todos ellos estaban dotados de canales o túneles alineados con los puntos cardinales. ¿Y si realmente, como nuestros megalitos, originariamente poseyeron un valor astronómico siendo reutilizados posteriormente por otras culturas como monumentos funerarios?.


       Pues bien, la sorpresa vino de mano de la visita de la ciudad púnica, fenicia y romana de Tharros, que por cierto presentaba también un torreón mandado construir por Felipe II para proteger la isla de los ataques de piratas berberiscos, durante la época en que la isla perteneció a la corona española. Esta “torre española” como la llaman, estaba construida sobre un nuraghi de los varios que se conservaban entre las ruinas de Tharros. Según nos contó la guía de Nora, Felipe II mandó construir hasta 80 torreones a lo largo de las costas sardas. En las ruinas de Nora había otra.
Otra referencia curiosa de un blog sardo lo encontramos aquí, donde el autor documenta la existencia de una inscripción egipcia en las costas de las ruinas de Tharros y que según informa, los arqueólogos consideran que es falsa. Adjunto una de sus imágenes en la que se puede distinguir el halcón-Horus.

            Tras visitar las ruinas de Tharros y la bella iglesia que data del s. V, reconstruida en el s. XI, nos dirigimos a la población cercana de Cabras y para nuestra sorpresa, allí había un museo arqueológico (el Giovanni Marongiu) en el que se albergaban grandes tesoros hallados en las ruinas de Tharros. Y allí estaba las evidencias que yo buscaba, cerámicas asociadas al poblado de los nuraghes…e idénticas a las carenadas bruñidas halladas en diversos poblados argáricos, consideradas típicas de esta cultura y bellamente dibujadas por Louis Siret. Es más, varias láminas de las realizadas por Siret en las que se mostraban ajuares con característicos recipientes argáricos y espadas hispanas, bien pudieran igualmente representar los restos del museo de Cabras (con la excepción de la famosa diadema de oro argárica, ausente en Cerdeña…o que pudo ser expoliada). En la imagen se comparan varias cerámicas de Tharros con la gran abundancia de ellas procedentes del sur español, incluyéndose un par de láminas realizadas por Louis Siret.

           Para más datos, el guía que nos acompañó en el museo y que fue sumamente atento y amable, nos informó que en varios lugares megalíticos sardos se habían encontrado betilos oculados, similares a los hallados en Andalucía, Extremadura y sur de Portugal, asociados a dólmenes o a las placas-estelas de guerreros. 
Al hablar con otro guía de un poblado nuraghe del centro-sur de la isla (yacimiento de Barumini), me enteré que en algunos poblados se había encontrado también cerámica campaniforme tardía, habiendo sido las cerámicas campaniformes más antiguas y arcaicas las halladas en Carmo (Carmona, Sevilla), en territorio tartesio, en España, como detallo en mi obra “Tartessos, 12.000 años de historia”.
Por todo ello, para mi quedaba sobradamente claro que, a pesar de expolios y vandalismos, Cerdeña fue mucho antes de la llegada de fenicios, cartagineses y romanos, una colonia tartesia cuyos navegantes llevaron hasta ella la costumbre de construir santuarios megalíticos, la cerámica campaniforme, la argárica, los betilos oculados y las espadas hispánicas. Las evidencias, aunque escasas, estaban en las vitrinas de los museos arqueológicos, en escritos antiguos y en las dataciones de piezas similares, aunque anteriores a las sardas, halladas en el sur de la Península Ibérica. Posteriormente otros pueblos mediterráneos que contactaron con los peninsulares, llegaron hasta Cerdeña siguiendo las rutas establecidas por los iberos (en el sentido de provenientes de la Península Ibérica).


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