Aunque mucho
se ha dicho de los descubridores y exploradores españoles en el Nuevo Mundo,
los Conquistadores, y casi todo falso o dicho con muy mala intención (generalmente,
si viene de mano de anglosajones), existe cierto aspecto sobre el que hasta hoy
suele pasarse de puntillas dado el gran peso que la comunidad hebrea tiene en
el mundo anglosajón y que hoy vamos a analizar brevemente.
De Cristóbal Colón actualmente se ha dicho y escrito prácticamente todo
lo que puede dar de sí este personaje, por lo cual han sido varios los autores
que a lo largo de este tiempo han venido señalándolo como judío, algo que no me
extraña en absoluto viendo que procedía de una familia de mercaderes con cierta
relevancia, que poseía suficientes contactos –fundamentalmente de ricos
comerciantes judíos- como para permitirse sufragar con aportaciones económicas hebreas
su osada empresa, y que poseía un gran conocimiento de las Escrituras,
mitologías grecorromanas paganas, además de saber escribir y leer en varias
lenguas. Mal que nos pese, los cristianos de la época eran en su gran mayoría
analfabetos (salvo si eran frailes o monjas).
Cristóbal Colón planificó su primer viaje al Nuevo
Mundo desde el Monasterio de la Rábida (Palos de la Frontera, Huelva), en
tierras de la entonces Orden Monástico-Militar de Calatrava, fundada en Soria
por el Temple, como muestro en mi libro “Jesús y otras sombras templarias”,
tomo I. Dicho monasterio custodia una virgen negra de la tipología de la Virgen
del Rocío, hallada no muy lejos de aquí (sobre estas tallas, ver aquí).
Por mucho que se enfatice la limpieza étnica que acometieron los Reyes
Católicos en 1492 exigiendo la reconversión de la población judía al catolicismo
(pasando a denominarse “marranos”) o bien obligándolos a abandonar la España de
entonces, dejando atrás todas sus posesiones; lo cierto es que similar conducta
se llevó a cabo un siglo antes en el Reino Unido, y poco después, en Portugal.
Por cierto, tampoco es cierto que se les denominara desdeñosamente “marranos”
(término por el que también se denomina del cerdo, animal), sino que las
connotaciones despectivas de este apelativo vinieron siglos más tarde, con el
resurgir del odio del Judaísmo que llegó de la mano del panfleto “Los Protocolos
de los Sabios de Sión” que recorrió la Francia revolucionaria, la Rusia de los últimos
zares y que desembocó en “la conspiración judeomasónica” que se veía por
doquier, o como la expresión “mala calaña eres” (existe un pueblo que se llama
Calaña), o “eres un vándalo” (aludiendo a la fama de salvajes que arrasan todo
a su paso que se fue labrando siglos más tarde, sobre el pueblo godo de los
Vándalos, que finalmente pasaron al norte de África tras asentarse en la
Península Ibérica de los siglos IV-VIII, los Visigodos).
Existe cierto consenso en admitir que Cristóbal Colón fue un marrano o
judío converso y que se rodeó de ellos en todo momento. De nuevo debemos aclarar
lo falso de una idea que se viene sosteniendo cada día con más fuerza por parte
del mundo anglosajón y es el hacer ver como dignos herederos de los templarios
perseguidos o bien a los escoceses, o bien a los portugueses, cuando lo cierto
es que con datos en la mano y archivos de época incluidos, hubo legión de
templarios que huyeron a los reinos de España pasando aquí a conformar diversas
órdenes monástico-militares que ya existían, como es el caso de la Orden de
Santiago, o bien fundando nuevas (orden de Calatrava, en el reino de Castilla;
orden de Alcántara en el reino de León; orden de Montesa, en el reino de Aragón-Valencia;
entre otras), a las que los reyes de turno no dudaban en hacer generosas
donaciones en agradecimiento de su importante colaboración en la Reconquista,
pues recordemos que el Temple nació en Tierra Santa para defender a los
peregrinos cristianos en su visita a los Santos Lugares. Así por ejemplo, se da
el hecho de que cuando el Papa español Benedicto XIII, popularmente conocido
como Papa Luna, por ser de dicha familia aragonesa (elegido en 1394 Santo
Pontífice, por 20 votos a favor, de los 21 totales) fue usurpado de sus
funciones por interés del rey francés que no podía manejar al Papado a su
antojo, al ser ahora el Papa español y provocando que llegasen a coexistir tres
Papas -Benedicto XIII, el elegido por “el Vaticano de entonces”, que se
encontraba desplazado en Avignon en 1394; Gregorio XII, elegido por los cardenales
de Roma en 1406 y que terminaría renunciando a su cargo; y Juan XXIII, elegido por los cardenales
de Roma en 1410-, sitiando por tierra y
mar allí donde el llamado Papa Luna se alojase; finalmente la Orden de Montesa
le terminará regalando uno de sus bastiones más estratégicos, el castillo de Peñíscola,
donde el Papa Luna se hará fuerte y vivirá el resto de sus días firmando
documentos como el auténtico Papa de la Iglesia Vaticana.
Estatua de Benedicto XIII
ante los muros del castillo de Peñíscola, lugar donde se grabaría parte de la
película “El Cid”, con Sofía Loren y Charlton Heston.
Tampoco será casual que Cristóbal Colón prepare
su viaje a América en tierras de la Orden de Calatrava, fundada por templarios
y engrosada también por templarios huidos tras la disolución de la Orden debido
a la ambición del rey francés Felipe IV el
Hermoso (que nada tiene que ver con el rey Felipe el Hermoso esposo de la reina Juana, hija de los Reyes Católicos).
En el monasterio de la Rábida, Cristóbal Colón se entrevistó con fray Juan
Pérez de Marchina y Garci Fernández, ambos conversos; también fue aquí donde le
presentarían a los hermanos Pinzones, fundamentales para el viaje del
Descubrimiento y de los que también se sospecha que pudieran ser conversos, al
ser referidos en documentos de la época con un apelativo también usado para
referirse a Cristóbal Colón, “ginoveses”, ya que el apellido de Pinzón (un tipo
de pájaro, recordemos que entre los conversos era frecuente adoptar como
apellido un oficio, Escribano por ejemplo, un árbol –Perales, Pino, etc- o una
flor –Rosales, Clavel, etc-; tal vez también un ave) lo adoptaron al asentarse
en Palos, procedentes de Asturias o de Aragón, no se sabe bien. Muchos creen
que en realidad se apellidaban Martín (curiosamente, otro ave se conoce como “Martín
pescador” y los Pinzones se dedicaban al comercio marítimo). Ellos ayudarían a
enrolar a gran parte de la tripulación de la que se cree que los puestos de
responsabilidad los ocuparon judíos conversos de familias aristocráticas o
relevantes, mientras que al menos dos tercios del resto de la tripulación eran
igualmente judíos más o menos conversos. Martín Alonso Pinzón fue el capitán de
la Pinta, mientras que su hermano,
Vicente Yánez Pinzón, hacía lo propio en la
Niña. Además, convencieron a los hermanos Niño, naturales del cercano
pueblo de Moguer, para capitanear la Santa
María (propiedad de Juan de la Cosa) por Pedro Alonso Niño y cuya
tripulación estaba constituida, un tercio de ellas, por marineros del pueblo
natal de los Niño.
Estatua de los hermanos
Pinzones, en la calle de Yánez Pinzón, en Palos de la Frontera. Tras ella está
la llamada “fontanilla” (donde los barcos que zarparon hacia América llenaron
sus barriles de agua) y la iglesia de San Jorge Mártir, donde rezaron los
Pinzones antes de embarcarse en el primer viaje a América. A la derecha, detalle de un mapa de la época del Descubrimiento donde aparece el puerto de Palos.
Pues bien, la presencia judía en estas órdenes militares
que gozaban de gran prestigio y reconocimiento, era considerable, por lo cual todo
el afán de atribuir a la sociedad española un antijudaísmo acentuado es mera
falacia. Tal es así que basta observar los diferentes escudos heráldicos de
destacadas familias de la época para ver en ellos ballestas (Ballesteros),
perales o rosales (otra referencia a familias judías), medias lunas, estrellas
e incluso la misma estrella de David. Este hecho casa mal con una persecución
visceral que se empeñan en atribuir a las sociedades españolas, diría yo….
Incluso a día de hoy aún se conservan en algunos portales de casas solariegas,
vestigios de haber albergado un cartucho con dos versículos de la Torá, que era
práctica habitual entre las familias hebreas. Insisto, que estos elementos que
evidencian familias judías en ese hogar, hayan sobrevivido desde la Edad Media
hasta hoy encaja mal con una persecución sanguinaria a los hebreos. No digo que
no ocurriesen asesinatos de judíos, pero no estaba tras ellos un odio racista
sino mera codicia (muchos caballeros europeos iban a España a hacer su
particular cruzada contra el infiel, arrasando a su antojo juderías y morerías
para robar y violar a su gusto, algo que motivo no pocas expulsiones por parte
de monarcas de los reinos de España, perdiendo soldados entre sus tropas que
tanta falta le hacían en plena Reconquista) o hambre (recordemos las tremendas
hambrunas que motivaban dejar todo y embarcarse hacia América en busca de
comida y tierras, acudiendo a los puertos andaluces vividores y buscavidas de
todos los rincones de Europa).
Detalle de la mezuzá (como
se denomina a este cartucho conteniendo parte de la Torá, como protección del
hogar; Mezuzah) en la puerta de una casa de Cáceres (izquierda), Gerona
(centro) y la soriana Berlanga de Duero (derecha), localidad natal de fray
Tomás de Berlanga, quién dio con precisión matemática las coordenadas de las
islas Galápagos (Ecuador), a las que también él les dio dicho nombre, en el
siglo XVI.
Regresando a Cristóbal Colón, muchos son los
detalles destacados de su conducta en vida que para diversos autores delatan
claramente su condición de judío converso, encabezados por la propia fecha
escogida para su partida hacia el Nuevo Mundo, el dos de agosto de 1492 que
coincide con la fecha hebrea de Tishá Be Av o destrucción de los dos templos de
Jerusalén. Parece ser que el almirante deseaba partir en tal fecha que la
consideraba de buen augurio dado que entre sus objetivos estaba el dar con un
lugar con tal riqueza que permitiera acometerse la reconstrucción del templo,
alzándose el Tercer Templo, además de lograr dinero suficiente como para
sufragar un poderoso ejército cristiano que permitiera conquistar la Santa
Ciudad. Recordemos que los Reyes Católicos contaban entre sus títulos con el de
monarcas de Jerusalén, título heredado por nuestros reyes actuales y de hecho
Felipe VI es actualmente Rey de Jerusalén, entre sus muchos títulos.
Recordemos también que entre las cartas que
Colón intercambia con los Reyes Católicos deja entrever que una de sus misiones
era buscar y dar con los templarios huidos, para convencerlos de emprender la
definitiva Cruzada y tomar Jerusalén.
Sin embargo, tal fue la oposición que los
judíos y conversos que formaban las tripulaciones de las tres naves colombinas,
para el primer viaje, que se negaban a zarpar en una fecha tan nefasta que Cristóbal
Colón se vio obligado a hacerlo al día siguiente.
Con todo, uno de los aspectos que más me llama
la atención de este personaje se encuentra en su firma.
Firmas de Cristóbal Colón
(izda y centro) y de su hijo Hernando (derecha).
En Cristóbal, destaca el empleo de las
referencias a Jesús (X), María (M) y José (Y), que sería una trinidad sacra (la
Sagrada Familia), así como otra trinidad representada por las “s”. Si
superponemos a un triángulo superior (las “eses” de arriba), otro inferior
hacia abajo (alarga a propósito la X y “cola” de Y de Yosua) obtendremos la
cruz de David hebrea. También los garabatos en forma de globos que rubrica
Hernando, principalmente el de la izquierda, parece representar una estrella de
seis puntas. Y esto es simplemente con una primera observación.
No serán los únicos judíos en marchar a América,
dado que si tenemos en cuenta las expediciones de Hernando de Soto (ya tratadas
aquí),
sorprende encontrar en las piedras que dejaron labradas por parte de sus
hombres, símbolos recurrentes en el Camino de Santiago español, posteriormente
empleados por masones.
Pero si hay un judío por
excelencia entre los Conquistadores españoles, ese es sin duda uno que fue tan
sabida su condición de converso que incluso en la actualidad pervive la
reminiscencia de esos comentarios, siendo empleados con malicia por parte de
los partidarios a engrosar la leyenda negra contra el Imperio Español. Así, los
comentarios que le señalaban como marrano (esto es, converso), pasaron a
sustituirse maliciosamente por el apelativo de porquero (criador de puercos,
marranos o cerdos) desprestigiando así su condición de ser un noble versado en
las Ciencias y el Comercio, a ser un inculto criador de cerdos. Me estoy
refiriendo a Francisco Pizarro, conquistador del Imperio Inca, casado con una
princesa inca a la que no dudó en traer a su palacio en Trujillo y hacerla
dueña y señora de su fortuna. Por cierto que en ciertas casas de la judería de su
ciudad natal, Trujillo (España) aún se conservan las marcas donde hubo una
mezuzá, en su día.
Recordemos que este
personaje, Francisco Pizarro, ni mucho menos fue un pordiosero que vivía entre
los cerdos, lleno de barro y excrementos, como se ha querido hacer ver; recibió
una educación sumamente selecta llegando a estar bajo las órdenes del mismísimo
Gran Capitán, Gonzalo Fernández de
Córdoba, uno de los mejores militares del Imperio Español, en Italia; solo así
se entiende cómo unos pocos puñados de españoles pudieron lograr derrotar al
sanguinario Imperio Inca, responsable de la muerte de otros grupos étnicos como
por ejemplo el pueblo Chimú, los constructores de las bellas ruinas de
Chan-Chan, la ciudad de arena. Pizarro fue hermano de Gonzalo de Pizarro (ver
aquí) y primo, además, de otro gran estratega sin igual, Hernán Cortés (ver aquí)
. Así pues, es muy posible que gran parte de los Descubridores, Conquistadores
y exploradores españoles que mostraron América al mundo occidental, instaurando
rutas comerciales y contribuyendo a ampliar los conocimientos –no en vano, el primer
viaje de Colón a América supone el fin de la Edad Media, en los libros de
Historia- fueran judíos conversos; muchos de estos exploradores ya los citamos
aquí.
El Imperio Inca se fundó
sobre la sangre de diferencias etnias o grupos indígenas que fueron
conquistados, subordinados y en ocasiones exterminados por ellos. Un grupo de
españoles, con Francisco Pizarro al frente, doblegaron a los incas con apoyo de
los indígenas que se oponían a ellos pero que eran incapaces de alzarse contra los
incas por temor a ser aniquilados; los incas, como los aztecas, practicaban los
sacrificios humanos.
Y es que insisto, si algo caracterizó a las
sociedades de las Españas medievales, exclusiva de ellas, fue el extraordinario
sincretismo que se dio en las esferas cultas de las ciudades, de ancestrales conocimientos
paganos, cristianos, hebreos, árabes e incluso asiáticos (sirios, del Próximo Oriente y de
las Filipinas) y que permitió que la España de entonces fuera la antorcha de
conocimiento que durante varios siglos sirvió para asentar las bases de las
Ciencias posteriores, cuando contemporáneos de estos hombres en lugares como
París, Londres o Frankfurt aún estaban fuertemente influenciados por
supercherías, temores ancestrales, una serie de supersticiones y estrictas creencias
religiosas, y viviendo inmersos en sociedades muy poco higiénicas, sin apenas
empedrados, sistemas de alcantarillado, y conviviendo con animales de granja en
sus propias casas. Este sincretismo fue un poderoso imán para los iniciados templarios, quienes no dudaron en asentar sus encomiendas junto a estos lugares de conocimiento tan peculiar, bebiendo de él, protegiéndolo y fomentándolo, codificándolo en parte en las caprichosas decoraciones de sus iglesias y ermitas.
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