domingo, 28 de febrero de 2016

Un lugar sagrado en Cataluña


        Los seguidores de mi blog ya se habrán percatado de mi afición por conocer y profundizar en lugares sagrados que desde hace milenios han sido considerados peculiares por las sucesivas culturas que habitaron en la zona. Ya sea por las características geológicas, o bien por las fuerzas telúricas que allí se manifiestan (que generalmente suelen ir relacionadas, ya que ciertos minerales de las rocas suelen servir como cajas de resonancia para dichas energías naturales liberadas en esos enclaves), como señalaba Juan G. Atienza, suelen acabar acarreando la existencia de ciertas visiones o hechos considerados como milagrosos, o bien “manifestarse las fuerzas malignas”, pero lo que es cierto es que estos lugares no suelen pasar desapercibidos. Y por lo general, el Temple no solía andar lejos.


            Ya mencionamos enclaves curiosos en la Galicia mágica y medieval (aquí), también en la Sintra misteriosa (Portugal) y su vecina extremeña (aquí), sin olvidarnos de la Soria precristiana, medieval abordada aquí y templaria, por citar unos pocos ejemplos. Hoy quiero analizar una zona catalana que ha sido considerada sacra desde hace milenios, concretamente en la provincia de Barcelona, en la comarca de Osona. Me estoy refiriendo a la población de Roda de Ter y sus alrededores mágicos.


 Sant Serni de Tavèrnoles, detalle de algunos de los roquedales pintados y modificados desde épocas prehistóricas en el Paraje Natural de les Guilleries (Savassona).

            Lo primero que sale a recibirnos nada más acceder a la localidad desde la autovía que viene de Vic es una descomunal colina que clama haber estado poblada desde antigua. Una cruz aporta más pistas, como queriendo sacralizar ese extraño paraje despoblado de restos o viviendas. Efectivamente, dice la página web del ayuntamiento de la localidad que ésta remonta sus comienzos a la época ibérica; allá por el siglo VIII a.C., fuertemente amurallada, pasó a ser romanizada siglos más tarde, hasta que la llegada de los godos a Hispania volvería a reconstruir esta vieja y decadente población tan bien abastecida por las aguas del Ter –río sagrado que baña igualmente el paraje donde se encuentra la bella iglesia románica de Santa María de Ripoll-, reconstruyendo también su sistema defensivo.
            Ya en época árabe hay evidencias de nuevas construcciones de fortificaciones cristianas contra los sarracenos. Esto brevemente, en lo tocante a la sucesión de culturas que allí se han instalado.


            Pero lo que realmente me ha cautivado ha sido la similitud que he encontrado, salvando las distancias y peculiaridades históricas, de esta zona con la Meteora de Grecia, pues aquí como allí podemos encontrar bellas iglesias y monasterios medievales asomados a los roquedales de precipicios verticales, sobre la llanura (conocida como “la plana”) por la que se paseará el río Ter dejando una sucesión de meandros en cuyas proximidades se desarrollaran distintos núcleos de población.
            Viniendo desde Vic, antes de llegar a Roda de Ter, veremos a la derecha un cartel señalando el Parador Nacional de Tavèrnoles. Invito a coger esa carretera y seguirla hasta que termine en el bello monasterio de San Pere de Casserres. Se pasará cerca de un antiguo poblado ibero, así como de la población de Savassona, tan rica en leyendas y tradiciones como de megalitos.
            La carretera va ascendiendo y conforme avanzamos en el “sombrero rocoso” que corona esta parte sobre el río Ter comprobaremos que prácticamente en cualquiera de sus salientes hay una iglesia románica. La carretera continúa hasta situarse entre un gran cañón en su parte interna y unas elevadísimas paredes verticales sobre la llanura del Ter, en su parte externa.

Detalle de tumbas antropomorfas visigodas en el poblado ibérico de la Esquerda, de la iglesia de Tabérnolas o Tavèrnoles con atención a su ábside y a la iglesia de similar estilo de Sant Romà, en Vilanova de Sau (frecuentemente bajo las aguas del pantano de Pau).

            Esta zona fue muy cristianizada durante la Edad Media, eliminándose en la medida de lo posible todo rastro pagano. Con todo, a unos 58 km por carretera (antiguamente, campo a través, seguramente no estaría a más de 30 km), en pleno núcleo telúrico volcánico de Olot, hay evidencias de cultos matriarcales muy arraigados en forma de Virgen-trono negra, la Virgen del Tura.

Aunque la iglesia sufrió el destrozo parcial consecuencia de un terremoto, la talla románica sobrevivió. Y si echamos un vistazo a las costumbres de la zona, podremos hacernos una idea de lo profundamente arraigada que estaba la tradición matriarcal milenaria, observando cómo junto a la talla, a principios del siglo pasado aún se ubicaba la talla de un buey, símbolo que clama a voces a los iniciados, de la existencia del culto al Rey Sagrado y que tenía mayores dimensiones que la propia Virgen. Como se aprecia en la imagen, hacia 1944 este buey se fue relegando a un segundo plano (imagen central, la talla se ha cambiado por un animal más pequeño que no hace intención de levantarse) para finalmente desaparecer del rito, actualmente (figura derecha).
            Personalmente, considero que debieron existir más tallas negras, al menos una en la zona de Savassona, por desgracia perdida o destruida por religiosos tan cortos de miras como empeñados en erradicar cultos milenarios a la naturaleza y sus virtudes.

Baldaquino de Sant Serni de Tavèrnoles (s. XIII), “Piedra del Hombre” en el paraje natural próximo a Savassona, donde en una de las rocas hay tallado un ser humano y existe una grieta-cueva que recuerda una vulva (Cova de les Grioteres). ¿Es casualidad que las tradiciones hablaran de mujeres que en noches de Luna Llena frecuentaban esta zona para tener relaciones íntimas con el mismísimo Diablo, al que solían describir con peculiaridades propias del dios griego Pan, de la fertilidad y de la naturaleza?.

            La toponimia popular lo clama a gritos, encontrando una enorme mole rocosa de 15 metros de altura, cerca de Savassona (tomar el camino hacia San Feliuet de Savassona, bella iglesia del s. XI, de una sola nave y ábside aún rectangular) conocida como “piedra del diablo” y que a buen seguro debió ser un altar-santuario ibero, a juzgar por los canales labrados en la roca que servirían para recoger la sangre del animal sacrificado en cántaros rituales y que posiblemente más tarde se esparciría por los campos de labranza para que tomaran la fertilidad del semental sacrificado dando así abundantes cosechas.
Precisamente ese poder revitalizante de las víctimas sacrificadas fue el que llevó a realizar, no lejos de este altar, las tumbas antropomorfas neolíticas excavadas en la propia roca posiblemente con la creencia que dicha sangre ayudaría a los allí enterrados a su paso al Más Allá renaciendo a una nueva vida que les estaría aguardando.
En el mismo paraje destaca otro petroglifo que muestra una figura humana y que se le suele conocer como “Piedra del Hombre” o “Piedra del Niño” y que si se mira con atención veremos que en lugar de falo posee una depresión en la zona del vientre que más interpreto como una figura femenina. Junto a ella, casi borrada y en mayor tamaño (en la imagen he resaltado los contornos), la imagen de un bóvido que encuentra extraordinariamente semejante al conjunto visto antes de la Virgen del Tura, en Olot.


Lo que está claro es que los pueblos prerromanos, los iberos entre ellos, creían en “el bosque animado”, concibiendo la naturaleza como un conjunto de deidades y seres, a veces bonachones y otras veces maléficos, que habitaban en todos los elementos. Esta idea está tan arraigada aún en áreas que no fueron intensamente cristianizadas, como puede ser la cornisa cantábrica, donde aún se sigue manteniendo todo un cosmos de seres mágicos que parecen habitar en sus bosques y parajes naturales. Eso mismo ocurre aquí en Savassona, donde los lugareños aún creen que hay determinados “seres extraños” en los bosques de la zona, existiendo relatos de alaridos, quejidos, susurros e incluso llamas oídas y vistas en las noches de luna clara, en estos parajes. La explicación más sencilla es la del viento atravesando cañaverales, vegetación y posibles fuegos fatuos consecuencia de la combustión del metano producido al descomponerse la materia orgánica, pero con todo considero de una gran riqueza cultural el hecho de que aún hoy día continúen perviviendo este tipo de creencias del animismo milenario que debió darse en toda la Península Ibérica. Tanto es así, que aún hoy es frecuente encontrar en los distintos santuarios marianos, llaveros o colgantes en forma de bellota o vieira con la imagen de la virgen (generalmente talla tipo virgen-trono y negra) en su centro.


Distintos llaveros de vírgenes negras que aún hoy continúan gozando de gran devoción en España, claramente relacionados con cultos matriarcales milenarios:
1. Virgen del Tura (Gerona), 2. Virgen de Loreto (Italia), 3. Virgen del Pilar (Zaragoza), 4. Virgen de Guadalupe (Cáceres), 5. Llavero-rosa que se abre (Santuario San Benito, Sevilla), 6. Llavero-bellota con la Virgen de Guadalupe (Cáceres) y 7. Curioso llavero de la virgen de Regla (Chipiona, Cádiz) junto a la Tau o báculo del Maestre.


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