Que estamos presenciando un cambio
climático mundial en primera fila, no es algo que a estas alturas discuta ya
nadie. Las evidencias están a nuestro alrededor. Baste comprobar la extensión
de los glaciares con respecto a tres décadas atrás o ver que las nieves
perpetuas del Kilimanjaro, en África, hace ya un par de años que se
derritieron. Los mosquitos-tigre y otras especies antes restringidas a África,
porque en la
Península Ibérica el clima era más frío, son ya especies
comunes en gran parte de nuestro país.
Así las cosas, desde hace unos años
son cada vez más numerosos los científicos internacionales que están
protestando en diversos medios de comunicación, alegando que diferentes
gobiernos o multinacionales están tomando la justicia por su mano, por así
decirlo, rociando en diversos lugares, desde avionetas a gran altura, una
curiosa mezcla química con el fin de combatir el efecto destructivo de los
gases que crean el efecto invernadero en las ciudades de todo el mundo.
“If we ever deploy these technologies it will
be the closest indication yet that we’ve failed as planetary stewards. While it
is clear that temperatures could be reduced during deployment, the misstep is
considerable. Personally, this stuff
terrifies me.”
que puede traducirse como, “Si alguna vez
desplegamos estas tecnologías será la indicación más evidente de que hemos
fallado como administradores planetarios. Aunque está claro que las
temperaturas podrían descender durante este despliegue, es posible dar un paso
en falso. Personalmente, este asunto me aterroriza”. Son las palabras del
doctor Matthew Watson, del Departamento de Ciencias de la Tierra (Geológicas) de la Universidad de Bristol
(UK), que no hacen sino confirmar que efectivamente son muchos los científicos
que están sopesando la viabilidad de rociar desde el espacio nuestra
estratosfera con ciertos compuestos químicos, tales como dióxido de titanio,
óxido de zinc, alúmina, carbonato de calcio o silicio, entre otros elementos,
con el fin de que reaccionen con los aniones y cationes del espacio para dar
lugar a otros compuestos más inocuos y sin esa tendencia a actuar como gases
invernadero.
Esquema
del proyecto de liberar diversos compuestos químicos en la atmósfera
(aerosoles) y en el mar, para disolver las nubes (o "boinas") de contaminación que crean el efecto invernadero.
Tampoco tranquilizan mucho las
palabras de la
World Meteorological Association (Asociación Meteorológica
Mundial) cuando recientemente declaró su portavoz: “In
recent years these has been a decline in the support for weather modification
research, and a tendency to move directly into operational projects”, esto
es, “en los últimos años ha habido un
descenso en el apoyo a la investigación de modificación del clima y una
tendencia a pasar directamente a los proyectos operacionales.” Que en otras
palabras se puede resumir como ‘se acabó el investigar, pasamos a la acción’.
El mencionado Dr. Watson es el
principal investigador del proyecto SPICE (Inyección de partículas en la Estratosfera para la Ingeniería Climática)
en la universidad de Bristol. Dicho proyecto de geoingeniería está financiado
por el Gobierno de los Estados Unidos y cuenta con la colaboración de científicos especialistas en las prestigiosas universidades británicas de
Oxford, Bristol, Cambridge y Edimburgo.
Tras sopesar la idea de la Solar
Radiation
Management, SRM (“gerencia de radiación solar”) consistente en inyectar en
la estratosfera de nuestra atmósfera,
como aerosol, una determinada mezcla química con el objetivo de frenar el
aumento de temperaturas a nivel mundial, puesto que crearían un efecto pantalla
reflejando los rayos del sol para evitar que el porcentaje elegido atraviese
nuestra atmósfera e incida en la corteza terrestre, el investigador principal
del proyecto en Bristol concluyó: “estamos
nadando, creciendo, en un mar de ignorancia, algo que me aterroriza, pero no
hacer nada tampoco es solución. Hasta que no estemos muy afectados por el
cambio climático o por el repentino cambio en nuestras rutinas, en algún
momento tendremos que coger nuestras tecnologías y salir ‘ahí fuera’.” De
hecho, a lo largo del año pasado este investigador publicó junto con otros
colegas el efecto que el polvo volcánico vertido en distintas erupciones
podría tener en la atmósfera, a nivel de cambio climático, con el fin
de establecer si sería factible, y más sano para los seres vivos, reproducir
de manera artificial alguna de estas emisiones volcánicas de partículas y
gases.
El problema es que efectivamente es
como si un niño jugara con una pistola, ya que un mal cálculo, un error fatal o
que simplemente entre en juego una variable no considerada, podría dar al traste
con el equilibrio planetario que hoy día conocemos. De hecho, una erupción
volcánica intensa puede acarrear una vertiginosa caída en las temperaturas de
todo el mundo. Y de hecho, cuando ocurrió la explosión del Krakatoa en Java, ese verano
y el del año siguiente nevó en muchas ciudades europeas, debido a que la gran
nube de polvo y cenizas se había extendido por toda la atmósfera, alcanzando los
27 km de
altura y provocando que una mínima parte de los rayos solares llegara a la
superficie de la corteza terrestre. En la ciudad de Nueva York llegaron a
recogerse pequeñas piedras pómez (cenizas) del Krakatoa en ese fatídico junio de
1883. Muchísimas cosechas se perdieron y la capa de cenizas llegó a precipitar
hasta en los polos. Un mal cálculo podría acarrear el llamado “invierno
nuclear” que dejara grandes hambrunas en todo el planeta, además de generar
catástrofes geológicas como inundaciones, coladas de lodo, nevadas, lluvias
torrenciales, ….
El
megavolcán Krakatoa. En la erupción de 1.883, las aguas subterráneas entraron
en contacto con la cámara magmática, lo que convirtió al volcán en una gran
botella de champán agitada. Acabó explotando por la enorme presión interna,
destruyendo 2/3 de la isla. En el mapa, en sombreado, se señala la extensión de
la isla antes de la explosión.
Ahora bien, para los amantes de las
conspiraciones, no sería la primera vez que deliberadamente se rociara la
atmósfera con sustancias químicas, sin informar a los habitantes que habitan en
esas zonas y que pudieran sufrir algún tipo de reacción al contacto de esas
sustancias, en su piel (alergias, enfermedades, ..) o en el suelo (cosechas). Y
es que llegados a este punto es necesario mencionar a las “chemtrails”, que se
podría traducir como “raíles químicos” o “caminos químicos”, que es como se
denomina a las supuestas marcas dejadas en el cielo por aviones que rocían
ciertos compuestos químicos.
Estas marcas saltaron a las
publicaciones pseudocientíficas de todo el mundo, hace décadas, al tratar de
mostrar cómo tras el paso de determinados aeroplanos sobre cielos nublados, las
nubes se dispersaban volviendo a salir el sol. Posteriormente, estos
investigadores comenzaron a denunciar casos similares, con consecuencias
inversas, es decir, “sembrando” nubes de lluvia. ¿Era todo mera especulación,
una nueva leyenda urbana?. Para muchas personas son muy reales. Y de hecho, el
16 de abril de 2014 un senador italiano, Domenico Scilipoti, del partido
político Forza Italia, fue noticia
internacional por exigir al gobierno de su país que se desclasificaran
documentos sobre las “chemtrails” y otras armas meteorológicas.
No será el único. En año pasado, sin
ir más lejos, se publicaba en los periódicos las denuncias puestas por
meteorólogos españoles en la
Unión Europea, manifestando que el país estaba siendo rociado
para cambiar su clima (ver aquí más información),
señalando a la base militar de San Javier, en Murcia, como uno de los puntos
desde donde despegaban los aviones “fumigadores”.
Sin embargo, algo que parecía ser
mera especulación o leyenda urbana parece estar tomando visos de realidad y, lo
peor, de querer ser llevada a gran escala si consideramos los proyectos tales
como SPICE del Reino Unido y USA, donde están invirtiendo millones de dólares y
del que, de llevarse a cabo, mucho me temo que sólo nos enteraríamos por los
“daños colaterales”. Aunque claro, tampoco podríamos saber que son tales, si
piensan llevar todo esto de una manera tan secreta como lo están haciendo. ¿No
creen que deberían considerar lo que todos nosotros, ciudadanos del planeta por
igual, tuviéramos que decir al respecto?.
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