Es conocido el patológico complejo de
inferioridad de los británicos en el
afán de querer mostrarse como la raza elegida en lo concerniente a saberes
ocultos, Baste observar la cantidad inusitada de libros de autores ingleses dedicados
a manipular datos históricos, restos arquitectónicos e incluso sacarse de la
chistera documentos falsos con el fin de “demostrar” que los últimos templarios
huyeron a Escocia, para continuar allí como tales una vez que la Orden fue
extinguida, aunque ninguna evidencia respalde tal supuesto, ignorando así los
documentos oficiales y originales que muestran que los miles de templarios que
estaban entonces instalados en diversas encomiendas de la Península Ibérica se
limitaron a cambiar el nombre de la Orden y su hábito (similar al templario,
pero con una cruz ligeramente distinta y de otro color), pudiendo proseguir con
libertad todas sus actividades, en todos los reinos cristianos españoles
medievales, de modo que aquí sí deben encontrarse los verdaderos herederos del
Temple, Los británicos inventaron leyendas que dicen que José de Arimatea
estuvo en Glastonbury, donde dejó su báculo, transformado en planta de flores
de dos colores, y el santo Grial, de nuevo sin nada que respalde tales
creencias y haciendo caso omiso del Grial de Valencia, el mejor documentado de
toda la cristiandad, avalado por especialistas como auténtico recipiente
palestino del siglo Id.C., y habiendo sido reconocido por el Vaticano como
auténtico, de forma que un Papa, al menos, ha oficiado misa con el Sagrado
Cáliz de Valencia.
Así,
encontramos cómo Dan Brown en su “Código
Da Vinci” se limita a copiar todas las ideas ya establecidas en Gran
Bretaña sobre la Orden de Sión, templarios, linaje real sagrado y Grial en
Rosslyn (Edimburgo, Escocia), llegando a aventurar que la presencia de mazorcas,
talladas a modo decorativo en la iglesia supuestamente templaria, evidenciaba
que los templarios conocían América y de allí extraían plata. Por supuesto nada
hay que respalde estas afirmaciones, ni tan siquiera que la iglesia escocesa
perteneciera al Temple; y en lo relativo a las mazorcas de maíz, todos los numerosos
libros ingleses que mantienen y engordan estas ideas evitan reparar en que ´la
construcción de esta iglesia se concluyó al menos una década después de que
naves de la Corona Española llegaran a América, en 1492.
Detalle de
las supuestas mazorcas de maíz americano labrado en el interior de la capilla
de Rosslyn, Escocia, que numerosos autores británicos muestran como evidencia
de una ruta templaria entre Escocia y Norteamérica para obtener oro y plata.
De igual manera, los masones
–ingleses- no han dudado en falsificar documentos (ya reconocidos como tales,
falsos) para demostrar que la masonería se creó en Inglaterra, a través de los
últimos templarios allí huidos y que a su vez protegían saberes del mismísimo
Egipto faraónico, todo ello sin una sola evidencia histórica que lo respalde,
nuevamente.

Aleister
Crowley, el depravado “mago” inglés miembro del Golden Down, cofundador de la
Astrum Argentum y Ordo Templi Orientis, fue uno de los más destacados
“esotéricos” británicos, gran impulsor de las ideas de ser protectores de
antiguos conocimientos mágicos del Temple, de los maestros constructores y de los
sacerdotes del Egipto faraónico. Empleó e ideó una parafernalia y ceremonias
que aún hoy se siguen empleando en distintas logias.
Para
no perder las “buenas costumbres”, de nuevo volvieron a hacer lo mismo en lo
relativo a los saberes druídicos, correspondientes a los conocimientos que
tenían los curanderos o druidas celtas, que los propios cronistas romanos
consignaron por escrito lo esotérico de sus saberes, hasta el punto que sólo se
transmitían de manera oral. Por ello, los conocimientos druídicos se perdieron
irremediablemente cuando se romanizaron los pueblos celtas de Britania, Galia y
norte de España, en muchos casos exterminando pueblos enteros en duras batallas.
Pues bien, a día de hoy, en Gran Bretaña existen distintas logias druídicas que
se dicen guardianas de los saberes druidas, remontándose a 1979 la creación de las
más antiguas; sus adeptos desfilan en sus ceremonias disfrazados a modo de
Panoramix, el druida de los cómics del genial Uderzo en pleno siglo XX. Y es
que no existe ningún documento de antes del cambio de era que nos muestre el
aspecto que presentaba un auténtico druida, si es que tenían una vestimenta o
fachada estereotipada.

Una buena
ocasión para ver toda la parafernalia exhibida por los nuevos druidas es
cualquiera de los solsticios, en el monumento de Stonehenge (sur de
Inglaterra). Allí acuden estas logias con sus miembros vestidos con sus mejores
galas, pues poseen grados, ceremonias, … y todos ellos creen realmente en la
veracidad de lo que están haciendo y en lo que se están instruyendo, no son
representaciones teatrales.
El problema es que
verdaderamente llegan a creer todo esto pues basta echar una ojeada a los
últimos años de la Segunda Guerra Mundial para comprobar cómo en Gran Bretaña
había una serie de magos que se dedicaban a realizar ceremonias para tratar de
influir en el clima o en los acontecimientos, a fin de ir ganando batalla a
batalla a los nazis. Hay varios libros centrados en este tipo de guerra mágica
que se libró desde Inglaterra, por muy irracional que nos suele hoy día.
De igual modo, ahora existe una corriente
similar que pretende rescatar la figura de las brujas históricas, en su mayoría
mujeres (aunque también había hombres), con frecuencia viudas o de baja condición
social, marginadas en su sociedad y por ello aquejadas de alguna enfermedad o
aspecto que se mostraba externamente y creaba desprecio entre otras gentes más
pudientes, no dudando en acusarlas de echar mal de ojo y causar enfermedades a
personas, animales e incluso a cultivos. Pues bien, pretenden reinventarlas
como poderosas mujeres conocedoras de los poderes curativos (o no) de las
plantas y de saberes astronómicos, y más, para empoderarlas y crear, como no,
logias de estas nuevas brujas reinventadas, que poco o nada tenían que ver con
las auténticas mujeres marginadas condenadas a muerte por miles en Inglaterra y
norte de Europa, instaurando ahora una nueva corriente de “brujas buenas”, con
celebraciones y ritos inventados.

Así, en esta
nueva religión inventada, la Wicca, encontramos elementos tomados de distintos
yacimientos celtas (laberintos, trisqueles y trisquetas, lauburus,…) o no (el
indalo de Almería, España, tomado de una pintura rupestre de arte esquemático,
reemplazando a una mujer de generosas curvas por el hombre original; distintos
canecillos sexuales de iglesias románicas del norte de España, etc).
No
es nueva esta extraña costumbre británica de considerarse miembros de órdenes
secretas con conocimientos antiguos. De hecho, podríamos mencionar a un curioso
personaje, Dorothy Louis Eady (1904-1981), más conocida como Omm Seti, que se
creía una reencarnación viviente de una antigua sacerdotisa egipcia y sostuvo
toda su vida que era amante del faraón Seti I, quién se le presentaba en su
alcoba por las noches para entregarse a desenfrenadas y lujuriosas noches.
Estamos en la época muy cercana a la
Segunda Guerra Mundial, con Agatha Christie
y otros aristócratas ingleses visitando –y expoliando- Egipto. De hecho, Dorothy participó en reconstrucciones
de ruinas faraónicas como el templo de
Osiris en Abydos, trabajando para el Departamento de Antigüedades Egipcias por traer
recomendaciones de ciertos egiptólogos
del Museo Británico, siendo la primera mujer en trabajar en ese departamento.
¿Se imaginan qué pasaría si una española se presentara en Atenas diciendo que
era la reencarnación de una antigua sacerdotisa griega y que le dejaran
reconstruir la Acrópolis tal como ella la conocía, pues todas las noches se le
presentaba cierto rey griego en su alcoba para tener relaciones sexuales y
hablar de distintos aspectos de su mandato? Las risas llegarían hasta el otro
lado del Mediterráneo, supongo. Pero eran otros tiempos.
Pero
retomando el hilo conductor de esta entrada, es sabido que el famoso escritor
escocés Arthur Conan Doyle fue un asiduo participante en sesiones espiritistas,
gastando grandes sumas monetarias en médiums y demás embaucadores que le
ofrecieran contactar con sus familiares fallecidos. Y parece ser que la
escritora de novelas románticas, Jane Austen, también sintió curiosidad por
asuntos extraños y concretamente, de brujería.
¿En
qué me baso para esta idea? En evidencias dejadas por la propia escritora.
Recordemos uno de sus libros más conocidos, “Orgullo y Prejuicio”, llevado a la
gran pantalla como película y también como serie, más recientemente. Veamos los
nombres de la pareja protagonista: él se llama Fitzwilliam Darcy, y ella,
Elizabeth Bennet.
Carátulas de
la serie de la BBC, de 1995 (izquierda) y de la película de 2005 (derecha).
Hasta
aquí nada extraño, pero trasladémonos a la Essex (Inglaterra), del siglo XVI.
Allí existía una aldea conocida como San Osyth, donde las hambrunas
consecuencia de un enfriamiento climático, hacían estragos entre la gente de
baja condición social, que eran habitualmente supersticiosos y temerosos de
Dios. Una mala combinación que hacía a estos incultos ciudadanos marionetas en
manos de los párrocos, que no dudaban en atemorizar todos los días a sus
feligreses con que el diablo se encontraba al acecho sin descanso. Debido a
asuntos sociales mal solucionados en el pasado, así como a la envidia de
relativamente buenas cosechas o partos por parte de los animales de granja de
unos, frente a otros no tan afortunados, no tardaron en saltar las acusaciones
de males de ojo, hechizos para estropear determinadas cosechas, etc. Así que
para cuándo intervinieron las autoridades, hacia 1582, ya se elevaban a 13
mujeres las condenadas por brujas, así como algún que otro hombre. Recordemos
que Inglaterra posee junto con Alemania el triste récord de más asesinatos a
ciudadanos acusados de brujería, tras duras sesiones de torturas en las que las
personas desgraciadas sometidas a ellas terminaban delatando a otras supuestas
brujas o hechiceros, bien por deseo de concluir sus tormentos con cierta
venganza hacia los que les habían acusado, o bien admitiendo todo lo que los
torturadores deseaban oír y acabar con su sufrimiento,
El
lugar empleado como cárcel y lugar de tortura (conocido como The Cage, “la
Caja”) es una casa que sigue en pie, desde 2004, acondicionada para explotar
todo el asunto de brujería y que pasa por ser una de las casas más embrujadas
de Inglaterra.
En 2019
saltó a varios periódicos de todo el mundo la venta de esta propiedad, que
sigue explotándose dentro del turismo paranormal, aportando buenos beneficios
tanto su visita como la pernoctación en una de las casas más embrujadas de
Inglaterra.
Finalmente
estas “brujas de Osyth” fueron encontradas culpables y ahorcadas públicamente.
De entre ellas destaca la curandera local y matrona, Ursula Kemp, acusada de
emplear junto con su amiga Alice Newman, a sus demonios familiares para causar
enfermedades a sus vecinos.
Pues
bien, el juez que realizó estos juicios y levantó acta de todas las sesiones,
se llamaba Brian Darcy. Para que
Kemp confesara, el magistrado Darcy prometió clemencia a la mujer si ésta
confesaba los hechos sucedidos. Ursula relató cómo había aplicado las pócimas
que conocía para curar supuestamente a dos niños a los que se la acusaba de
haber matado. Suponiendo que Darcy no aplicaría la pena de muerte, Ursula
confesó que en la preparación de las pócimas le ayudó una amiga y aprendiza
suya llamada Elizabeth Bennett, a la
que pedía también clemencia. Para entonces todo el pueblo y otros cercanos, desde
los que algunos ciudadanos habían acudido en busca de Kemp y su ayudante
Bennett en busca de “medicamentos” para solucionar ciertos problemas,
comenzaron a alzar acusaciones cada vez más graves. Para entonces, ya se contaba
con 14 presuntas brujas. Éstas fueron juzgadas por Darcy en Chelmsford. Sin
embargo, Darcy terminó por condenarlas a la horca como cabecillas, junto con
otras once mujeres, en parte por las confesiones del hijo de ocho años de Kemp,
acusándolas de verles hacer brebajes, decirse entre sí que mandaban males de
ojo ciertos vecinos, etc.
Las trece brujas de St Osyth
(catorce juzgadas, acusadas de brujería, en Chelmsford) fueron Ursula Kemp,
Elizabeth Bennett, Alice Newman, Alice Hunt, Margery Semmon, Joan Pechey, Agnes
Glascock, Cicely Celles, Joan Turner, Elizabeth Eustace, Anis Herd, Alice
Manfield, Margaret Grevell y Anne Swallow. Una de ellas fue absuelta, Kemp y
Bennett fueron consideradas las cabecillas del aquelarre y ahorcadas como tal.
Del resto, no queda claro quiénes fallecieron en The Cage, en prisión (a
consecuencia de las torturas sufridas) y cuáles fueron ajusticiadas
públicamente en la horca.
La cuestión es, ¿fue casualidad
que Jane Austen usara como personajes principales de su novela “Orgullo y
Prejuicio” a un hombre muy influyente en la sociedad, apellidado Darcy, y a una
mujer independiente y decidida, llamada Elisabeth Bennett, coincidiendo así con
estos tristes hechos de brujería ocurridos en el condado de Essex, cerca de
Londres, y con los dos personajes citados jugando un papel destacado en esta
lamentable historia?
Para los que efectivamente se
inclinan a considerar que todo es una simple coincidencia, añadiré otros datos
más a tener en cuenta: en “Orgullo y Prejuicio”, los Bennett vivían en
Longbourn, una finca cercana al ficticio pueblo de Meryton (que se cree
inspirado en el real Hertford o Ware) y perteneciente al verdadero condado de
Hertfordshire.
Pues bien, sepa el lector que
Hertfordshire (donde habitaban los Bennett de la novela de Jane Austen) y Essex
(donde ocurrieron los trágicos acontecimientos de las “brujas de St Osyth”, en
1582) son condados vecinos del sureste de Inglaterra, de modo que entre ambas
localidades (donde habitaba la imaginaria Elisabeth Bennett de Jane Austen y
donde vivió la verdadera Elisabeth Bennett ejecutada por orden del juez Darcy)
no habrá más de 30-50 kilómetros de distancia, que en carruaje de la época de
Austen podría representar un viaje de medio día, más o menos, a trote normal.
La Mansión
Chatsworth House, citada en “Orgullo y Prejuicio”, fue usada como
representación de la vivienda de los Darcy, en el film de 2005.
En lo que respecta a los Darcy,
Austen los ubica en la propiedad de Pemberley, también ficticia, del condado real
de Derbyshire, en el norte de Inglaterra. En cierto momento de la novela, se
menciona que Elisabeth Bennett y sus tíos tenían intención de visitar la
mansión de Chatsworth House, lo que ha llevado a algunos a identificarla con la
imaginaria Pemberley e incluso en la célebre película de 2005, Chatsworth se
graba como la propiedad Pemberley, de los Darcy. El personaje de Austen,
Fitzwilliam Darcy, es representado como un aristócrata cultivado, sumamente
rico, sobrio en su aspecto y severo en sus juicios. Por su parte, el juez
auténtico Brian Darcy provenía de una influyente familia conocida por su
riqueza y poder en diversas regiones de Inglaterra. Aunque Brian no alcanzó el
mismo nivel de prominencia que algunos de sus parientes, su linaje le otorgó
una posición privilegiada en la sociedad. Casado con Bridget Corbett, hija del
aristócrata John Corbett de Sprowston (Norfolk), el matrimonio tuvo tres hijos
y cuatro hijas y forjó firmes alianzas entre dos de las familias más
influyentes de la región.
En 1582, Brian Darcy residía en
St Osyth y ejercía como magistrado local cuando varios vecinos se presentaron
ante él para denunciar de brujería a Ursula Kemp; especialmente enfática fue
Grace Thurlow, quién culpó a Kemp tanto de la muerte de su hija como de su cojera.
Brian Darcy se implicó personalmente en este espinoso asunto donde se enredaban
cuestiones mal resueltas (conflictos personales), estructuras de poder local,
supersticiones y asuntos religiosos, recopilando pruebas y efectuando
confesiones privadas (a la propia Kemp, prometiéndole ser indulgente, gracias a
lo cual logró que implicara a Elisabeth Bennett).
El resultado fue, lo hemos
visto, la muerte de trece personas de la localidad, lo que convirtió este
episodio en uno de los más notorios de la caza de brujas de la Inglaterra
Isabelina. Darcy, por su parte, parece que obtuvo gran prestigio con el caso,
pues en 1585 (tan solo tres años después de las ejecuciones, incluyendo la de
Elisabeth Bennett), fue nombrado sheriff de Essex, cargo que desempeñaría
solamente por dos años, al fallecer en 1587. Hoy se cuestiona si Darcy pudo ver
en la cuestión de las brujas, una oportunidad para escalar política y
socialmente.
Izquierda,
Ursula Kemp fue denunciada por su propio hijo de 8 años de tener demonios
familiares dentro del cuerpo de animales a los que alimentaba a cambio de dañar
a las personas que ella les indicara. Derecha, una placa en The Cage señala que
el lugar fue usado como prisión en los juicios de las brujas de St Osyth.
Este asunto de las brujas de St
Osyth fue tan notable que es difícil pensar que Jane Austen no lo hubiese
llegado a conocer. Se sabe que escribió la novela “Orgullo y prejuicio”,
publicada en 1813, en su hogar familiar de Steventon, un pequeño pueblo en Hampshire
donde su padre ejercía como párroco. En esta vivienda (Steventon Rectory, o
Rectoría Steventon) compuso el primer borrador, llamado “Primeras Impresiones”
(First Impressions, en 1796, con 21
años). Siendo como era hija de un párroco, es lógico suponer que conociera los
principales juicios sobre brujería de Inglaterra.
Tras la muerte de su padre,
Jane Austen se mudó a Chawton Cottage en 1809, junto con su madre, su hermana
Cassandra y una amiga de la familia, remodelando allí el manuscrito de la novela.
Ambas viviendas se encuentran en el condado de Hampshire, unos 170 kilómetros
al norte de Essex, dónde tuvieron lugar los acontecimientos de brujería de St
Osyth.