sábado, 26 de abril de 2014

La concurrida fragua de Vulcano


     Uno de los cuadros más recurrentes en la temática mitológica europea de entre los siglos XVI y XVIII es el que refleja la fragua de Vulcano. La escena viene a ser la misma, variando los personajes que intervienen. 
      Así, en la obra de Diego Velázquez (España), Tintoretto (Italia), Bassano (Viena), Tempesta (Caprarola, Italia) y Gunderlach (Budapest, Hungría); junto al herrero Vulcano –el Hefestos griego-
y varios aprendices suyos figura el dios Apolo –Helios griego- contándoles sus problemas conyugales, conocedor del adulterio de su esposa Venus con Marte, dios de la guerra.
    Son numerosas las interpretaciones que se han hecho de esta obra de Velázquez. Bien es cierto, como recuerda Escardiel González Estévez, que en la época del pintor, la iglesia católica prohibía representar dioses paganos, a no ser que se pretendiera una enseñanza moralista. 
   Con este enfoque, Apolo era el dios tenido como máximo ideal de belleza masculino y en su equivalente al Helios griego, era un dios de luz, de sabiduría y pureza. Por el contrario, Hefestos o Vulcano era un ser deforme, cornudo y cojo que vivía entre carbón y escorias, entre fraguas. Por tanto podría interpretarse el cuadro como una alegoría del conocimiento que vence a la oscuridad, y, más en la línea de la predicación católica, un dios solar –que puede ser identificado con Jesucristo sin ningún problema– venciendo a las artes oscuras. 
   No obstante, en el cuadro de Velázquez, todos los herreros muestran limpios sus cuerpos y no se observa ninguna deformidad en ellos. No ocurre así con el cuadro de Bassano, que es más oscuro y contrasta las vestimentas roídas de los herreros y de Venus con la pulcritud del Apolo niño que juega con un perro (las alas a sus espaldas permite distinguirlo como dios solar). Similar imagen es repetida por el sevillano Juan de la Cueva (1543-1612) y el flamenco Teniers el Viejo (1582-1646), en cuyo lienzo aparece Vulcano sin ayudantes.
    Otros artistas -entre los que se encuentra Giovanni Battista Tiepolo- se decantaron por representar a Venus, esposa de Apolo, visitando a Vulcano en su fragua para pedirle que realice las armas que dará a Eneas, el troyano que logrará llegar al Lacio y fundar un reino del que saldrá el futuro imperio romano. 
    Precisamente en la obra de Tiopolo se insinúa la malformación del herrero, al dibujar una muleta en el suelo junto a él mismo, que aparece de espaldas, sentado y con pelo canoso. 
     Incluso la diosa Tetis (Nereida, en griego) visitará la fragua para solicitar al dios de la metalurgia las armas para Aquiles, hijo de ésta. Como se observa en la imagen en la que Tetis, acompañada de un joven Apolo con alas y otros niños, pide ayuda al viejo Vulcano mientras como fondo aparece el Etna en plena erupción. 
    Por su parte, el artista flamenco Dirck van Baburen (1623) muestra al dios Mercurio (El Hermes griego) visitando al herrero, mientras éste encadena a Prometeo por haber proporcionado el fuego a los humanos. 
    Y es que la fragua, lugar de trabajo de Vulcano, está tan concurrida debido a que este dios es la única divinidad que no mora en el Monte Olimpo, a pesar de ser indispensable para elaborar los rayos de Zeus así como de casi todas las armas divinas.
  También es el único dios masculino que nació sin participación de hombre alguno, debido a que Hera, su madre, cansada de las continuas infidelidades de su esposo Zeus, decidió autofecundarse. 
   En la Grecia clásica existían distintas leyendas sobre Hefestos. Unas decían que, al nacer feo y cojo, su madre lo expulsó del Olimpo. Otras relataban que, siendo pequeño, durante una riña conyugal del matrimonio Hera-Zeus, el pequeño Vulcano se puso de parte de su madre y Zeus le expulsó del Olimpo. Tras todo un interminable día de caída, tocó con sus huesos en la isla de Lemnos. Como consecuencia del impacto, sobrevivió pero quedó deforme y cojo. Por vergüenza de su aspecto se retiró a trabajar la forja, para lo que tenía sobradas dotes, ubicándose generalmente su emplazamiento bajo el siciliano volcán Etna. 
    Otras leyendas contaban que el rey de los dioses, Zeus, en un cruel gesto, casó al deforme Vulcano con la apuesta Afrodita (Venus griega) cuyos amores con Marte (el Ares griego) fueron del conocimiento de todos, excepto del marido herrero, siendo continuo motivo de mofa por ello. 
    Hay leyendas que cuentan que el herrero pilló a su esposa en el dormitorio con su amante y tras colocar una malla rodeándolos, llamó a todos los dioses para que observasen a los amantes pillados en delito, siendo mayores las burlas. Incluso en la Iliada, Homero escribió cómo el torpe andar del herrero era motivo de risas crueles, entre las demás debilidades. Por todo ello, Vulcano prefirió retirarse a un lugar a salvo de las miradas de curiosos y de dioses que aún así, mal que les costara reconocerlo, admiraban su trabajo.

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