Hay determinados hechos de la
vida cotidiana de la
Antigüedad que frecuentemente olvidamos y que hoy me gustaría
recordar. Posiblemente después de su lectura veamos otras civilizaciones menos
“incivilizadas” de lo que el inconsciente colectivo tiende a pensar.
Habitaciones bellamente decoradas: durante el Imperio Romano, ya en
el siglo I d.C., las habitaciones de las casas de la aristocracia eran
acogedoras salas con telas de calidad, tales como sedas, algodón, linos o
terciopelos en forma de cortinas, cojines, telas como separadoras de ambientes,
…
Además, contaban con pinturas murales
asombrosas, como los frescos que se conservan en Pompeya (primera fila, en la imagen), así como los suelos se
mostraban decorados con complicadísimos y asombrosos mosaicos (los dos laterales de la fila inferior son de la palentina villa de la Olmeda). En las zonas del
imperio cuya climatología poseía periodos fríos, las salas principales
del hogar donde más tiempo se pasaba estaban equipadas además con calefacción
del tipo “gloria”, consistente en pequeñas losas de barro bajo las que se hacía
circular agua muy caliente que calentaba a su vez las baldosas del suelo y
éstas el aire de la sala.
Cristales desde antes de nuestra era: una idea falsa que sigue
manteniéndose de manera errónea es que casas, castillos y otras construcciones,
a pesar de la mala climatología que pudieran tener, carecían de cristales. Nada
más lejos de la realidad. Se sabe que algunos pueblos prerromanos ya usaban
grandes láminas de yeso selenítico transparente (como se observa en la imagen) que
en la práctica se comportaban como los vidrios de sílice, tan comunes en
nuestras ventanas actuales. Los romanos adoptaron esa costumbre y precisamente
por la gran demanda que tenían, la zona romanizada de Sorbas (Almería) mantuvo
una muy rentable industria que proporcionaba cristales, a los que por cierto denominaban lapis specularis, a todos los puntos del
imperio. Lo mismo
ocurrió en Torrejoncillo del Rey (Cuenca) donde se hallaba una gran veta de
selenita explotada por los romanos y de cuya mina se observa una imagen.
Hay
que destacar que antes de los romanos ya se asentaron en esta zona almeriense de
extracción de los antiguos vidrios de cristales, fenicios y griegos. Hoy día el
karst de yesos de Sorbas no sólo es un espacio protegido sino que además se
pueden realizar interesantes visitas guiadas. Lo mismo ocurre con la mina de la Mora en Torrejoncillo del Rey
(Cuenca).
Es
de suponer que esta costumbre pervivió en época goda, árabe y cristiana. Posiblemente
las vidrieras de muchas iglesias medievales de nuestro país estuvieran formadas
por esta selenita. En la imagen se muestra el precioso rosetón de la catedral
de Cuenca, con forma de cruz paté camuflada (usada por el Temple y por sus
órdenes filiales como la de Alcántara y Calatrava, entre otras), junto a la que
aparece una mujer portando una copa.
A este respecto,
me sorprendió que en una visita al monasterio de Obarra (Huesca), al ser
preguntada la guía sobre el juego de luz que ocurre durante el solsticio de verano, dijera
que en la Edad Media
estaba distorsionado porque usaban como cristal una lámina de alabastro que difuminaba
el efecto. Dudo mucho que unos maestros constructores capaces de jugar con la
orientación y construcción, fueran capaces de hacer que el día del solsticio un
rayo de sol a primera hora y luego de luna incidiera limpiamente sobre el altar
(donde creo que tuvo que haber una estatua de virgen-trono que se iluminaba) y
luego con toda la torpeza del mundo añadieran un material que distorsionara el
efecto creado.
Retretes similares a los nuestros desde la época griega: se han
encontrado retretes como nuestros w.c., ya en plena Grecia clásica. En la
colosal ciudad de Éfeso (en la actual Turquía), donde estaba la segunda
biblioteca más grande de la antigüedad, tras la de Alejandría, se han excavado
varios recintos públicos en los que adosados a las paredes había una especie de
banco alargado con agujeros centrales que eran retretes de mármol, bajo los que
constantemente fluía el agua que salía a través de un alcantarillado idéntico
al que tenemos en nuestras poblaciones actuales. En el centro de la sala se estima
que había un quemador de hierbas aromáticas y aceites para camuflar olores desagradables. Algunos arqueólogos
creen que se usaban pequeñas piezas de algodón o de otros vegetales a modo de
papel higiénico,ya que éste como tal fue inventado en China.
Un retrete individual similar ubicado en una pequeña
habitación lateral aireada y dotada con un lavabo, puede observarse en el bello
castillo de Loarre (Huesca), datable en el s. XII, aunque realizado sobre otros anteriores, que
sirvió como fondo a las primeras escenas de El
Reino de los Cielos de Ridley Scout. También contemporáneo a él es el preservado
en el castillo de San Javier (Navarra).
En
la imagen se recoge una imagen del retrete de Loarre junto a una bella imagen
del castillo y bajo ellas, los retretes públicos de Éfeso junto a una
reconstrucción del aspecto que alguno de estos retretes públicos comunes en las ciudades del imperio tuvo que tener en su día.
Escritura antes de los fenicios: en el museo de Huelva se conservan
distintas piezas del IV-III milenio a.C., que presentan caracteres similares a
los que al menos un milenio más tarde usarían fenicios, griegos y etruscos en
sus escritos más antiguos y arcaicos preservados. Aún así, a día de hoy son
muchos los que continúan manteniendo que a pesar de haber ya escritos en el III
milenio a.C. con iguales caracteres, los habitantes de la Península Ibérica
tuvieron que esperar a que arribaran a sus costas los fenicios para que les
enseñaran a escribir en el primer milenio a.C., insisto, con similares
caracteres a los que ya usaban distintos pueblos peninsulares dos milenios
antes. Absurdo.
Modas por temporadas: la similitud con nosotros es tal, que incluso
se sabe, por las estatuas que nos han llegado, que en la Grecia clásica y sobre todo
en la Roma
imperial las mujeres cambiaban de tendencias de peinado por temporadas, como
hoy día se hace en lo relativo a la ropa. Posiblemente ocurriera igual en las
prendas pero por desgracia son pocas las telas que nos han llegado.
Paso al camión de los bomberos: por crónicas de la época sabemos
que Trajano, el primer emperador romano de procedencia hispana, introdujo en
Roma los carros de bomberos que actuaban como los actuales camiones. Equipados
de un gran depósito de agua, mangueras y bombas de presión, acudían a apagar
los fuegos que se detectaban en la gran capital. Se desconoce si Trajano importó en la capital del imperio un servicio que ya era habitual en su tierra (donde estaba el pueblo ibero de los turdetanos, recordemos, descendientes de los tartesios). Pero no es lo único de lo que
nos hablan los escritos ya que a modo de curiosidad dejaron registrado que
ambos emperadores romanos sevillanos, Adriano y Trajano (naturales de Itálica, la Santiponce romana)
hablaban de una manera tan peculiar con un zezeo y seseo tan curioso que a
menudo eran la mofa del Senado y de la corte, por lo cual Adriano no gustaba de
pasar grandes temporadas en la ciudad eterna.
Y
en fin, estos son únicamente unos pocos elementos de la vida cotidiana, de los
tantos que las evidencias arqueológicas nos muestran y a los que por alguna
extraña razón nos negamos a admitir que su existencia sea tan temprana. La lista de todos
ellos sería interminable. Pero yo me pregunto, ¿qué nos ocurre? ¿Apenas
pisamos los museos y ruinas donde asomarnos al pasado de nuestro país? ¿O es
que acaso entramos en estos recintos con los ojos cerrados?.
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