Nunca deja de
sorprenderme lo difícil que resulta, una vez que se ha desvelado un
enigma histórico o que cierta idea era falsa, desterrar los falsos mitos asumidos por la opinión pública. Tal es el
caso relativo a la muerte del emperador francés Napoleón Bonaparte.
Hasta hace unos años se sostenía que fue envenenado con arsénico
por parte de sus carceleros, cuando se encontraba desterrado en la
isla de Santa Elena, por temor a que pudiera regresar nuevamente al
continente europeo y continuar con sus conquistas. Incluso llegaron a señalarse culpables: conspiradores franceses e ingleses.
Un estudio minucioso
Para tratar de poner fin
a esta duda, unos científicos italianos del Instituto Nacional de
Física Nuclear tomaron muestras de cabello del emperador francés
con el fin de analizar la composición de las mismas. Gracias a que
se conservaban distintas muestras clínicas del personaje, tomadas en diferentes
momentos de su vida (en Córcega en sus infancia, en Elba cuando
estuvo exiliado, el día de su fallecimiento y un día después de
fallecido), los científicos que realizaron el estudio analizaron la
composición de los cabellos del corso a lo largo de su vida, así
como la muestras de personas cercanas a él, concretamente de su hijo, el futuro rey
de Roma (tomadas en 1812, 1821 y 1826) y de Josefina (al morir en
1814), primera esposa de Napoleón.
Todas estas pruebas fueron
posible gracias a la valiosa contribución de los museos de
Roma, Parma y París; puesto que las muestras fueron analizadas
mediante métodos no destructivos, concretamente mediante el método
de la activación de neutrones.
A modo de contraste, se
analizaron 10 cabellos de personas vivas actuales. Pues bien, los
datos que se encontraron, que fueron publicados en la revista científica
Il Nuovo Saggiatore (2008) no pudieron resultar más
asombrosos.
Y es que los cabellos de
Napoleón presentaban una concentración sumamente alta de arsénico,
como ya habían advertido otros científicos que, basándose en ello,
especularon sobre el continuo y lento envenenamiento del corso. Ahora
bien, debido a que en esta ocasión se habían analizado los cabellos
del personaje en distintas etapas de su vida, se pudo comprobar que
la concentración del arsénico en los cabellos de Napoleón apenas
varió significativamente a lo largo de su vida. También los
cabellos de su hijo y de su primera esposa mostraban una composición muy
alta de arsénico. Asombroso.
Lo único que se podía
argumentar a partir de estos hechos es que en el siglo XIX los
personajes del entorno napoleónico estaban expuestos a unas
concentraciones “naturales” de arsénico, consideradas hoy día
como tóxicas, al superar en 100 veces las concentraciones de ese
componente que existen en los cabellos de cualquiera de nosotros. Y es que. por
ejemplo este elemento estaba presente en los tónicos capilares que
se usaban en la época, entre otros productos.
Por tales evidencias, el
envenenamiento con arsénico debía descartarse. Pero entonces, ¿de
qué murió Napoleón Bonaparte?.
Napoleón ha muerto
El relevo lo tomó un
equipo multinacional y multidisciplinar, teniendo acceso a sus
restos. De forma que tras numerosas observaciones, al fin en 2011
se daba término a dos centurias de especulaciones al respecto: el pequeño
gran hombre (como alguna vez se autodenominó Charles Chaplin en sus películas)
falleció del mismo mal que mató a su padre y al menos a una hermana
(Paulina), que fue el cáncer de estómago.
Lo primero que hicieron
los forenses al encontrarse ante los restos mortales del corso fue analizar el corazón, ya que en los envenenamientos
por arsénico se da una hemorragia en este órgano vital que no se encontró
en el cuerpo del emperador francés. Por ello se abandonaba
definitivamente la hipótesis del envenenamiento. Ahora los ojos de
los científicos se dirigían al estómago, donde los doctores que
analizaron el cuerpo del difunto tras su muerte el 5 de mayo de 1821,
ya repararon en una profunda lesión en esa zona estomacal.
Tras comparar el aspecto
de esta zona corporal de Napoleón con la de personas que
sufrieron tumores benignos y tumores malignos estomacales, la
coincidencia fue clara. Napoleón presentaba un tumor cancerígeno de
unos 10 centímetros. Una vez concluido ésto, comenzaron
a saltar a la vista nuevas evidencias que respaldaban esa conclusión,
tales como la repentina y acentuada pérdida de peso corporal y la
presencia de una masa granulosa en el estómago interpretada como una
hemorragia gastrointestinal.
Qué causó dicho
cáncer
Ya con estas evidencias
en la mano (2011), surgieron nuevas preguntas sobre qué pudo motivar
el desarrollo de este cáncer. Se sabe que el conquistador era amigo
de comidas ligeras, que solía realizar de pie en un cuarto de
hora o veinte minutos. Tanto es así que incluso solía añadir agua al vino para
rebajar su graduación.
Robert Genta,
patólogo y profesor de medicina interna de la Universidad de Texas,
quien participó en este estudio forense, responde que Napoleón poseía una
predisposición genética derivada de su padre, ya que al menos una
hermana falleció de lo mismo, si bien hay otros investigadores que
sostienen que no puede afirmarse rotundamente que dichas personas
fallecieran de lo mismo que el emperador francés, ya que no hay datos
que respalden con absoluta firmeza tal afirmación.
Como colofón
Amiga como soy de las
frases célebres de los personajes que han marcado nuestra historia,
no me gustaría finalizar esta entrada sobre Napoleón Bonaparte sin
recoger aquí las frases de este hombre que más me han gustado y que
deseo compartir con los lectores. Son:
- La batalla más
difícil la tengo todos los días conmigo mismo.
- Cada uno de los
movimientos de todos los individuos se realizan por tres únicas
razones: por honor, por dinero o por amor.
- Hace falta más
valor para sufrir que para morir.
- Los sabios son los
que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado.
- El método más
seguro de permanecer pobre es, sin duda, ser una persona franca.
- Cuando quiero que un
asunto no se resuelva lo encomiendo a un comité.
- El mal de la
calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas.
- Antes de pensar en
la injuria que hemos recibido, hay que dejar pasar cuando menos una
noche.
- A veces una batalla
lo decide todo, y a veces la cosa más insignificante decide la
suerte de una batalla.
- La victoria
pertenece al más perseverante. Con constancia y tenacidad se obtiene
lo que se desea; la palabra “imposible” no tiene significado.
- El hombre no tiene
amigos: los tiene su felicidad. Nunca sabrás quiénes son tus amigos
hasta que caigas en la desgracia.
- Un ejército se
mueve por su estómago.
- Sólo el puño de
esta espada pertenece a Francia, el filo es mío (con 15 años,
en la academia militar).
- El momento más
peligroso llega con la victoria.
- Todo ser humano es
libre si su libertad no atenta a la de los demás.
- Mi grandeza no
reside en no haber caído nunca, sino en haberme levantado siempre.
- La inmortalidad es
el recuerdo que uno deja.
Y cómo no, sus últimas
palabras: "France, l'armée, Joséphine" (Francia,
el ejército, Josefina).
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