lunes, 8 de septiembre de 2014

Napoleón Bonaparte no fue envenenado

          Nunca deja de sorprenderme lo difícil que resulta, una vez que se ha desvelado un enigma histórico o que cierta idea era falsa, desterrar los falsos mitos asumidos por la opinión pública. Tal es el caso relativo a la muerte del emperador francés Napoleón Bonaparte. Hasta hace unos años se sostenía que fue envenenado con arsénico por parte de sus carceleros, cuando se encontraba desterrado en la isla de Santa Elena, por temor a que pudiera regresar nuevamente al continente europeo y continuar con sus conquistas. Incluso llegaron a señalarse culpables: conspiradores franceses e ingleses.

Un estudio minucioso
         Para tratar de poner fin a esta duda, unos científicos italianos del Instituto Nacional de Física Nuclear tomaron muestras de cabello del emperador francés con el fin de analizar la composición de las mismas. Gracias a que se conservaban distintas muestras clínicas del personaje, tomadas en diferentes momentos de su vida (en Córcega en sus infancia, en Elba cuando estuvo exiliado, el día de su fallecimiento y un día después de fallecido), los científicos que realizaron el estudio analizaron la composición de los cabellos del corso a lo largo de su vida, así como la muestras de personas cercanas a él, concretamente de su hijo, el futuro rey de Roma (tomadas en 1812, 1821 y 1826) y de Josefina (al morir en 1814),  primera esposa de Napoleón. 
      Todas estas pruebas fueron posible gracias a la valiosa contribución de los museos de Roma, Parma y París; puesto que las muestras fueron analizadas mediante métodos no destructivos, concretamente mediante el método de la activación de neutrones.
      A modo de contraste, se analizaron 10 cabellos de personas vivas actuales. Pues bien, los datos que se encontraron, que fueron publicados en la revista científica Il Nuovo Saggiatore (2008) no pudieron resultar más asombrosos.
     Y es que los cabellos de Napoleón presentaban una concentración sumamente alta de arsénico, como ya habían advertido otros científicos que, basándose en ello, especularon sobre el continuo y lento envenenamiento del corso. Ahora bien, debido a que en esta ocasión se habían analizado los cabellos del personaje en distintas etapas de su vida, se pudo comprobar que la concentración del arsénico en los cabellos de Napoleón apenas varió significativamente a lo largo de su vida. También los cabellos de su hijo y de su primera esposa mostraban una composición muy alta de arsénico. Asombroso.
       Lo único que se podía argumentar a partir de estos hechos es que en el siglo XIX los personajes del entorno napoleónico estaban expuestos a unas concentraciones “naturales” de arsénico, consideradas hoy día como tóxicas, al superar en 100 veces las concentraciones de ese componente que existen en los cabellos de cualquiera de nosotros. Y es que. por ejemplo este elemento estaba presente en los tónicos capilares que se usaban en la época, entre otros productos.
    Por tales evidencias, el envenenamiento con arsénico debía descartarse. Pero entonces, ¿de qué murió Napoleón Bonaparte?.

Napoleón ha muerto
     El relevo lo tomó un equipo multinacional y multidisciplinar, teniendo acceso a sus restos. De forma que tras numerosas observaciones, al fin en 2011 se daba término a dos centurias de especulaciones al respecto: el pequeño gran hombre (como alguna vez se autodenominó Charles Chaplin en sus películas) falleció del mismo mal que mató a su padre y al menos a una hermana (Paulina), que fue el cáncer de estómago.
     Lo primero que hicieron los forenses al encontrarse ante los restos mortales del corso fue analizar el corazón, ya que en los envenenamientos por arsénico se da una hemorragia en este órgano vital que no se encontró en el cuerpo del emperador francés. Por ello se abandonaba definitivamente la hipótesis del envenenamiento. Ahora los ojos de los científicos se dirigían al estómago, donde los doctores que analizaron el cuerpo del difunto tras su muerte el 5 de mayo de 1821, ya repararon en una profunda lesión en esa zona estomacal.
       Tras comparar el aspecto de esta zona corporal de Napoleón con la de personas que sufrieron tumores benignos y tumores malignos estomacales, la coincidencia fue clara. Napoleón presentaba un tumor cancerígeno de unos 10 centímetros. Una vez concluido ésto, comenzaron a saltar a la vista nuevas evidencias que respaldaban esa conclusión, tales como la repentina y acentuada pérdida de peso corporal y la presencia de una masa granulosa en el estómago interpretada como una hemorragia gastrointestinal.

Qué causó dicho cáncer
    Ya con estas evidencias en la mano (2011), surgieron nuevas preguntas sobre qué pudo motivar el desarrollo de este cáncer. Se sabe que el conquistador era amigo de comidas ligeras, que solía realizar de pie en un cuarto de hora o veinte minutos. Tanto es así que incluso solía añadir agua al vino para rebajar su graduación.
    Robert Genta, patólogo y profesor de medicina interna de la Universidad de Texas, quien participó en este estudio forense, responde que Napoleón poseía una predisposición genética derivada de su padre, ya que al menos una hermana falleció de lo mismo, si bien hay otros investigadores que sostienen que no puede afirmarse rotundamente que dichas personas fallecieran de lo mismo que el emperador francés, ya que no hay datos que respalden con absoluta firmeza tal afirmación.

Como colofón
     Amiga como soy de las frases célebres de los personajes que han marcado nuestra historia, no me gustaría finalizar esta entrada sobre Napoleón Bonaparte sin recoger aquí las frases de este hombre que más me han gustado y que deseo compartir con los lectores. Son:
- La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo.
- Cada uno de los movimientos de todos los individuos se realizan por tres únicas razones: por honor, por dinero o por amor.
- Hace falta más valor para sufrir que para morir.
- Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado.
- El método más seguro de permanecer pobre es, sin duda, ser una persona franca.
- Cuando quiero que un asunto no se resuelva lo encomiendo a un comité.
- El mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas.
- Antes de pensar en la injuria que hemos recibido, hay que dejar pasar cuando menos una noche.
- A veces una batalla lo decide todo, y a veces la cosa más insignificante decide la suerte de una batalla.
- La victoria pertenece al más perseverante. Con constancia y tenacidad se obtiene lo que se desea; la palabra “imposible” no tiene significado.
- El hombre no tiene amigos: los tiene su felicidad. Nunca sabrás quiénes son tus amigos hasta que caigas en la desgracia.
- Un ejército se mueve por su estómago.
- Sólo el puño de esta espada pertenece a Francia, el filo es mío (con 15 años, en la academia militar).
- El momento más peligroso llega con la victoria.
- Todo ser humano es libre si su libertad no atenta a la de los demás.
- Mi grandeza no reside en no haber caído nunca, sino en haberme levantado siempre.
- La inmortalidad es el recuerdo que uno deja.

Y cómo no, sus últimas palabras: "France, l'armée, Joséphine" (Francia, el ejército, Josefina).

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