Hace ya unos
meses que debo esta entrada a uno de los trabajadores del ecomuseo de
Almedinilla (Córdoba, Andalucía). El museo se ubica en un paraje envidiable, en
una antigua almazara o fábrica de aceite de oliva, y la mayor parte de sus fondos procede de dos yacimientos cercanos, el ibero del cercano Cerro de la Cruz y la villa romana de El
Ruedo.
A título de
curiosidad, debo indicar que me sorprendí al encontrar en este museo de Almedinilla
cerámicas similares a las que se exponen en el Museo Arqueológico de Albacete.
La respuesta me la dio nuestro guía cordobés, y es que se trata del mismo pueblo
ibero, de los Bastetanos.
En la imagen
se muestra una comparativa entre cerámicas de Almedinilla (izquierda) y de
Albacete (derecha), con sus característicos semicírculos en rojo a modo
decorativo.
Centrándonos
en el periodo ibero, mientras que aconsejo
encarecidamente el museo de Albacete por las grandes joyas que contiene en estatuaria ibera,
incluyendo muchas del célebre Cerro de los Santos, la visita al museo de
Almedinilla la aconsejo especialmente para lo relativo al aspecto
armamentístico de este pueblo prerromano.
Así, en la imagen del museo de Almedinilla
observamos el busto de una estatua de un guerrero ibero junto a las armas
inservibles de su ajuar funerario. Junto a esto, la imagen un poco borrosa de
la reconstrucción de una casa bastetana.
Aunque soy
consciente de que esta entrada contiene varias imágenes, merece la pena poner
la siguiente en la que se muestran parte de las numerosas joyas albergadas en
el museo de Albacete.
Pero regresando a tierras cordobesas, aún
siendo entonces territorio del mismo pueblo ibero que habitaba parte de
Albacete, me centraré en el segundo piso del museo de Almedinilla donde se
observa una rareza que la arqueología nos ha proporcionado. Se trata de una de
las estatuas halladas en la villa romana de El Ruedo (siglo I-IV d.C.), construcción
que como es habitual se disponía alrededor de un patio central con fuente y
mosaicos. No lejos de ella se excavó una necrópolis con más de 400 tumbas que
hablan de la relevancia que debió tener este recinto. Pues bien, la sorpresa
llegó cuando en una de las estancias, cuyas paredes estaban decoradas por
flores de adormidera, se encontró una bella estatua en bronce del dios del
sueño Hypnos (también conocido como Somnus, en latín), hijo de la Noche (Nobe) y hermano de
Tanatos, la Muerte. En
la mano izquierda portaba una flor de adormidera mientras que con su derecha
extendía el tupido y oscuro manto de la noche. Por eso esta deidad del sueño
solía relacionarse con las artes de la adivinación y de la medicina (en la
misma sala donde estaba la estatua se encontró instrumental médico).
Así las
cosas, uno de los carteles informativos del museo de Almedinilla se cuestiona
si tal vez estamos ante un Sanatorio del Sueño de la Antigüedad. ¿Se usaba
esta sala a modo de los orientales fumaderos de opio, para relajarse
consumiendo adormidera y permitirse divagar, tal vez adentrándose en sueños
adivinatorios?.
A modo de
curiosidad, nuestro guía nos comentó que cierta vez acudieron una pareja de
policías para llevarse la estatua al Museo Arqueológico Nacional de Madrid como
les habían encargado. Sin embargo, por más que buscaron no dieron con ella y
desistieron. ¿Dónde estaba la estatua? Pues ni más ni menos que escondida
debajo de la cama del alcalde, que no quería que la estatua abandonara la
localidad (logrando su objetivo).
Además de esta
estatua, se encontraron otras, tanto de bronce como de piedra, siendo notable que todos los bustos femeninos romanos encontrados muestran delicados peinados.
Merece la pena una visita al museo y de paso visitar ambos yacimientos (ibero y romano) en un marco que aún conserva cierta atmósfera antigua de paraje sagrado. Así, al irme se me antojó hacer la imagen con la que cierro esta entrada y que muestra lo que para mi es un claro monte sagrado que seguramente fue adorado desde el Neolítico. El cartel con el emotivo nombre de Bracana señala en su dirección un nombre con cierta fuerza que evoca a antiguos dioses ¿o no?. Como tampoco podía estar ausente en todo culto matriarcal a la Madre Tierra, el agua hace acto de presencia en forma de manantial. Y potente tuvo que ser para dar nombre a la localidad cercana, mediante el nombre de Fuente Grande.
Finalmente, no
me gustaría concluir este texto sin agradecer las atenciones recibidas por
parte del personal de ambos museos arqueológicos, de Albacete y de Almedinilla,
así como a la encargada del yacimiento de El Ruedo por permitirnos estar un
tiempo extra en el museo (y al guía, por no tener reparos en continuar con sus
explicaciones y resolviendo mis dudas aún fuera del horario de visitas). Muchas
gracias.
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