domingo, 19 de octubre de 2014

Misterioso y prodigioso Salvador Dalí


       No creo ser osada si digo que Salvador Dalí ha sido por muchas cosas un pintor revolucionario y que ha sabido plasmar figuras que tal vez formaban parte del inconsciente colectivo del que hablaba Jung, por aquello de que determinados cuadros del pintor nos sonaban familiares y han quedado para siempre formando parte de esas imágenes conocidas por todos. Los famosos relojes blandos (La persistencia de la memoria), los alargados elefantes (los elefantes), la mujer contemplando el mar (muchacha en la ventana),… 


Con todo, algo que me atrapa del genial pintor es lo que se viene en llamar por los especialistas en arte como imágenes dobles o paranoicas. El mismo artista, Salvador Dalí, las explicaba como «la representación de un objeto que, sin la menor modificación figurativa o anatómica, es al mismo tiempo la representación de otro sujeto absolutamente diferente». Es una técnica que usa en su obra L'homme invisible (El hombre invisible, 1929-1932), Endless Enigma (Enigma sin fin, 1938), Gala en esferas o su peculiar representación de El Quijote que ya usé en otra entrada y en el que el propio Quijote y su escudero Sancho son usados para crear el rostro del primero. 
Pero como sabéis que no paro de fijarme en detalles curiosos que encuentro por doquier, también en los trabajos de Dalí encuentro muchas cosas interesantes. Por ejemplo, ¿qué tenían los curiosos elefantes alargados en la mente del pintor para ser una figura recurrente en varias obras suyas? En la imagen se muestran, de izquierda a derecha, los cuadros Los elefantes (1948), Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar (1944) y La tentación de San Antonio (1946).

De acuerdo con algunos autores, para Dalí los elefantes representaban la fuerza y un gran deseo sexual. Sus largas piernas simbolizaban lo lento que llegaban y por eso explican por qué el pintor pusiera la representación de uno de estos elefantes ante su puerta ya que le recordaba todo lo que tuvo que esperar para lograr tener a Gala, el amor de su vida, junto a él. También en el cuadro de La tentación de San Antonio estos animales llevan sobre sus espaldas mujeres desnudas y otros símbolos no sólo lujuria si no también de avaricia.
¿Sabía el lector que  Dalí también realizó una representación de La Última Cena, en 1955, que está  actualmente en the Nacional Gallery of Art de Washington? Y para seros sincera, creo que estamos ante la representación más magistral que nunca he visto de la máxima francmasónica del Gran Arquitecto del Universo o Dios para ellos. Si contemplamos el lienzo en detalle (he resaltado algunas cosas), veremos que las matemáticas que rigen la naturaleza presiden también el cuadro. Así, encontramos cuatro poliedros coronando el cuadro sobre los que se superpone un cuerpo masculino con un río en su pecho, el río de la vida y de la sabiduría. Ninguno de los apóstoles muestra su rostro y por los pliegues de la vestimenta, estos aparecen representados por hexágonos y otros poliedros perfectos. 
Un curioso detalle, no hay coronas de santidad en todo el cuadro. Otro, en lugar de un lujoso cáliz, Dalí –que se declaró siempre un amante de los detalles dorados y del lujo- optó por poner un humilde vaso de cristal. Un tercer detalle es que no se representan caracteres relativos a los apóstoles, tales como “el discípulo amado” -generalmente representado por un imberbe san Juan que apoya su cabeza en el pecho de Jesús- o el traidor Judas.
Si vemos los cuatro poliedros y completamos la figura, comprobaremos que Dalí ubicó la cena en el interior de un dodecaedro, es decir un poliedro regular formado por doce caras (¿por eso los discípulos tienen por cara una figura geométrica?). Únicamente se muestran cuatro grandes caras de este dodecaedro. Curiosamente para la escuela Pitagórica de la Grecia Clásica, el dodecaedro representaba al mundo, al estar conformado por 4 elementos (tierra, agua, aire y fuego) que a su vez daban lugar a los cuatro estados de la materia (sólido, líquido, gaseoso y fundido, distinto del líquido al ser más denso y plástico).
Pues bien, las matemáticas nos han enseñado que al unir los centros de las caras de un dodecaedro se obtienen tres rectángulos con el número aúreo como proporción. ¿Trataba Dalí de hacer reparar al espectador de su obra en dicha proporción aúrea al representar triángulos a ambos lados de Jesús?.
Está claro que para los Pitagóricos las matemáticas gobernaban el mundo y posiblemente Dalí compartió bastantes ideas pitagóricas. De hecho, siempre que he contemplado el precioso cuadro de Gala en esferas no he podido evitar acordarme de la bella idea pitagórica de la melodía de las esferas que no podemos escuchar al nacer, ya acostumbrados a ese ruido de fondo.
Se sorprenderá el lector al saber que posiblemente el hombre más influyente de todo su tiempo en el medievo europeo, Bernardo de Claraval, quién redactó la regla del Temple y fue responsable de varias Cruzadas, llegó a dejar por escrito que «Dios es longitud, anchura, altura y profundidad. » Entre otros grandes personajes, Johannes Kepler (1571-1630), el considerado como fundador de la óptica y astronomía física moderna, escribió en su obra Astronomis Nova de Motibus (1607): «El objetivo principal de todas las investigaciones sobre el mundo exterior debe ser descubrir el orden racional y la armonía que ha impuesta por Dios en él, por ello nos ha revelado el lenguaje de las matemáticas», igualmente «La geometría es un coeterno reflejo de la mente de Dios


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