domingo, 18 de enero de 2015

El gran secreto que Aristóteles transmitió a Alejandro Magno


       Es sabido que el gran conquistador Alejandro Magno tuvo como maestro destacado al filósofo griego Aristóteles. Éste, entre otras enseñanzas, le reveló un poderoso secreto que haría invencible a su joven y ambicioso pupilo, así como a sus ejércitos.

       En la antigüedad, y aún hoy día, se sigue creyendo en encantamientos, mal de ojo y otros hechizos que pueden ir envenenando el alma de aquellos que los padecen. Incluso el genial pintor aragonés Francisco de Goya llegó a titular a una de sus obras: “el sueño de la razón produce monstruos”, algo que sin duda padeció el personaje más célebre de Miguel de Cervantes Saavedra, el Quijote.
     Estos enemigos “del alma” solían ser más temidos por los ejércitos que los enemigos del campo de batalla ya que con frecuencia eran más difíciles de combatir y generaban más daño, tanto a la víctima, como a su entorno.
      Por eso, cierto día del año 325 a.C., el sabio Aristóteles desveló a su pupilo más aventajado un remedio muy eficaz en la lucha para curar tanto las heridas físicas del campo de batalla como las heridas del espíritu.
    “Acércate, Alexandro, tengo algo que mostrarte”, le dijo el sabio, tras escuchar los miedos que el joven conquistador tenía a los enemigos del alma. Y cuál fue la sorpresa del macedonio al encontrarse observando una extraña planta con apariencia de miles de colas de lagartijas.

En la imagen se puede ver (de izquierda a derecha) una mata de Aloe socotrina, una hoja partida de aloe con su gel característico y una maceta de Aloe drzewiasty.

Alejandro Magno se llegó a plantear si su maestro había perdido la razón pero, como respuesta a sus dudas, Aristóteles insistió al macedonio para que conquistara cuánto antes la isla de Socotra, ubicada al este de África. ¿La razón?: “el ejército que domine esa isla será invencible”. Y así hizo el conquistador. La isla estaba llena de estas extrañas plantas. Al partir sus hojas se encontraba una casi transparente savia o gel carnoso que curaba con gran eficacia las heridas de todo tipo de la piel (llagas, infecciones, eccemas, quemaduras, cortes,..). Pero eso no era todo porque igual de importante, o más, es que esta planta curaba igualmente las llagas del espíritu, expulsando todos los males al ingerir ese jugo con efecto purgante. A pesar de existir numerosas variedades (se conocen más de doscientas especies distintas), el más eficaz como purgante era precisamente el de Socotra o Socrotora (Aloe socotrina), como había experimentado y analizado Aristóteles durante varios años.
        Pero no fue únicamente Alejandro Magno quién gozó de las propiedades de esta planta ya que muchos afirman que este jugo de las carnosas hojas de aloe se encontraba entre los numerosos secretos de tocador de la famosa reina de Egipto, Cleopatra, a quién otorgaba una piel digna de admiración.
        Y es que, de acuerdo con varios historiadores, ya en el papiro de Ebers (en la imagen) se menciona el jugo de esta planta entre las distintas drogas y fármacos consumidos en Egipto hacia el 1.500 a.C.


       En la imagen (de izquierda a derecha), busto de Alejandro Magno, representación de Cleopatra y el papiro Ebers, uno de los documentos más antiguos de farmacopea conocidos.
        Hay quién defiende que el Aloe vera era tan usado por los árabes para combatir heridas y usarlo como laxante suave que plantaron miles de plantas en la Península Ibérica, introduciendo así su uso en la Europa cristiana. Esa idea se defiende en la siguiente web centrada en los bellos jardines de Al-Ándalus, aquí.


       En la imagen, fresco pompeyano reproduciendo el momento descrito en la Eneida donde el médico Lapix atiende las heridas del troyano Eneas. Junto a él, vista del “patio de yeso” del Real Alcázar de Sevilla, residencia andalusí.
        Actualmente, el aloe vera se utiliza cada vez más en cosmética y productos de parafarmacia y farmacia. Análisis químicos efectuados en los últimos años han puesto de evidencia que determinados componentes del jugo de aloe tienen efectos sedantes y bactericidas. Así, concretamente la enzima bradykininase tiene un efecto anulador de la bradicina (un compuesto que tenemos en nuestro organismo y que genera dolor), mientras que el lactato de magnesio combate el ardor o picazón.


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