jueves, 15 de enero de 2015

Robert the Bruce, el verdadero Braveheart de Escocia


        Braveheart ha sido una de las películas más taquilleras de la historia reciente del cine norteamericano y sin embargo los fallos históricos que comete son cuantiosos. Entre ellos, el personaje que es más injustamente tratado en toda la película es Robert Bruce, quién podría verse equivalente a “nuestro” Mio Cid ya que ha protagonizado numerosos cantares de gesta durante la Edad Media, convirtiéndose en un auténtico héroe por méritos propios.

En la película protagonizada por Mel Gibson, el personaje de Robert the Bruce se dibuja como una persona insegura que no duda en traicionar al “patriota” William Wallace a favor de los ingleses, eternos enemigos de los escoceses, para finalmente usar la fama de Wallace para proseguir su guerra contra ellos y ganarse el favor de su pueblo. Nada más lejos de la realidad. De hecho, podríamos decir que la causa de Wallace era precisamente luchar por Robert the Bruce, verdadero descendiente de los reyes de Escocia remontándose hasta David I de Escocia (tataranieto suyo por vía paterna, conde de Carrick por vía materna), quién reclamaba para sí el trono de su pueblo en contra de los intereses ingleses. Por tanto, desconocemos en qué pudieron basarse los guionistas para mostrar un Robert “proinglés”, cuando lo cierto es que siempre peleó contra ellos por hacer de Escocia un reino independiente. 



Es cierto que en el momento de “su presentación en sociedad”, Robert I (junto con su padre) juró lealtad al monarca inglés Eduardo I, pero eso fue un mero trámite administrativo ya que desde el momento en que su padre falleció, Bruce dejó evidente su opinión respecto al yugo inglés. Hasta ese momento, los hombres del padre de Robert pelearon junto con los ingleses contra Juan de Baliol (rey de Escocia desde 1292, en perjuicio del padre de Robert, de linaje real. Tal es así que son numerosas las escaramuzas y batallas en la que participa activamente (de ahí su sobrenombre “el Bravo”, "the brave" en inglés, en gaélico “Robert the Brus”, que pasó a ser Robert Bruce) contra Inglaterra desde 1297, coincidiendo en varias de ellas en el campo de batalla con William Wallace.
Una vez ocurrida la batalla de Falkik, en la cual los ingleses vencieron a los escoceses, Wallace renunció a seguir siendo “Guardián de Escocia”. Entonces el propio Robert the Bruce recogió el testigo (compartido con John Comyn) continuando la guerra contra los ingleses y a la vez contra los escoceses partidarios de Juan de Baliol, con John Comyn a la cabeza. Debido a las desavenencias entre ambos, los dos renunciaron a tal título al año siguiente, continuando sus desavenencias y pugnas por hacerse con el trono escocés. A continuación se muestra un retrato de Robert I y un billete escocés donde también aparece representado.
Dado que ambos candidatos, Robert (por linaje real paterno) y Comyn (por ascendencia celta tradicional) tenían tantos partidarios como retractores, la balanza se inclinó finalmente a favor de Robert cuando el 10 de febrero de 1306 invitó a Comyn para acordar una tregua con él a favor de un enemigo común inglés, terminando la discusión en una pelea de espadas en la iglesia de Geyfriars. Tras herir a su adversario, Robert huyó del lugar. Dos de sus hombres, John Lidsay y Robert de Kirkpatrick acudieron a la iglesia, acabando con la vida de Comyn, lo que le supuso a Robert la excomunión por parte de la Iglesia Católica.  Sin embargo, Robert veía al fin su camino libre de obstáculos, coronándose finalmente rey de Escocia en Scone, sobre la mítica “piedra del Destino”, el 27 de marzo de ese mismo año, 1306.   
Ahora, ya monarca, “sólo” le restaba conseguir un territorio o reino en el que gobernar ya que al enterarse del asesinato de Comyn (sobrino de Baliol, títere inglés) el rey inglés Eduardo I acudió a Escocia al frente de 30.000 soldados, provocando que Robert se viera obligado a huir malherido a Irlanda (a consecuencia de las heridas sufridas en la batalla de Methven, en junio de ese año) mientras los ingleses realizaban una auténtica masacre en tierras escocesas, ahorcando y asesinando a familiares y partidarios de Robert. Además, el monarca inglés se llevó de Scone “La Piedra del Destino” o de la Coronación (cuento su historia en mi obra “Hitler quiere el grial”) a Londres. 
   En la imagen, libro de la época mostrando a Robert junto a segunda esposa y estatua del personaje junto a Stirling castle (o castillo de Stirling).
Sin embargo, entre tanta barbarie, el 7 de julio murió el monarca inglés, de forma que en enero de 1307, ya plenamente repuesto de sus heridas, Robert regresó a Escocia para hacer frente a los ejércitos ingleses dividiendo sus fuerzas en dos, una parte dirigida por él (obteniendo varias victorias en distintas escaramuzas) y otra dirigida por dos de sus hermanos, que tras varios contratiempos fueron capturados y ejecutados por los ingleses como traidores. Finalmente, en 1310, el clero le dio su total apoyo a Robert lo que le convirtió (tras la batalla ganada de Bannockburn, finales de junio de 1314), ahora sí, en monarca del reino independiente de Escocia.
Quince años gozó Robert the Bruce de su reinado, durante los cuales continuó batallando codo con codo con su guerrero más leal, sir James Douglas, hasta que la muerte le sobrevino el 7 de junio de 1329, unos dicen que por causa de la lepra (heredada de su padre) mientras que otros, más malévolos, lo atribuyen a la sífilis.
Forjado en una época de hazañas heroicas guerreras, en su lecho de muerte Robert solicitó a Douglas que tras morir embalsamaran su corazón y su fiel hombre de armas lo llevara a Jerusalén para que permaneciese en los Santos Lugares.