lunes, 7 de septiembre de 2015

Analizando algunas obras de Giorgione


            Giorgione es el nombre con el que se conoce a Giorgio Barbarelli da Castelfranco (1477-1510), un pintor del que se conoce poco y cuya obra con frecuencia resulta difícil de distinguir si es de autoría propia o bien concluida por parte de sus aprendices, entre los que figura el mismísimo Tiziano, ya que murió a la temprana edad de 33 o 38 años a consecuencia de la peste contraída por la mujer que amaba, dejando tras de sí numerosos cuadros a medio acabar y un sinfín de obras de cuestionada autoría. Con todo, legó a sus discípulos la técnica de aplicar los colores sin boceto previo. Este impulso creativo podrá reconocerse más tarde en Tiziano, del que a día de hoy son muchos los profesionales del arte incapaces de distinguir su obra de la de su maestro Giorgione.

       Supongo que algún lector se cuestionará la razón de escoger la obra, hoy día aún dudosa, de este autor desconocido. Pues bien, para mi mezcla como pocos una bella obra y un posible simbolismo semioculto. Y eso me atrae bastante, así que pasemos a ver algunos de sus cuadros.
       Comencemos con “La Vecchia”. Ciertamente no es la mujer más bella pintada por Giorgione pero para mi se trata de un cuadro que poco tiene que envidiar a la mismísima Gioconda de Leonardo Da Vinci en lo andrógino del rostro representado, ya que aceptamos que se trata de una mujer por el título del óleo, pero igual pudiera tratarse de un hombre…

     A pesar de haber sufrido bastante esta pintura con el paso del tiempo, se pueden apreciar bastante bien los finos trazos. La mujer porta una hoja donde puede leerse muy claro “col tempo”. Los entendidos dicen que es “tempo col”, traducible como “con el tiempo”, aludiendo a la pérdida de belleza con el paso del tiempo. Lo que me sorprende de este cuadro es precisamente la obviedad de su mensaje, para un artista que muchos han percibido como autor de obras de oculto simbolismo, porque frecuentemente otros pintores considerados menos “ocultistas” tienden a señalar este mismo mensaje añadiendo una calavera.
     Aún a riesgo de llevar la contraria a todos los críticos de arte que han analizado este cuadro, considero que su significado es sutilmente diferente y claramente más oculto. Es cierto que la mujer sostiene ese papel con la demoledora sentencia, pero no es menos cierto que la mano que la sostiene señala a su corazón. Creo que el autor trata de reflejar en esta obra los estragos que el mal de amores, los constantes desengaños de la vida y otras “heridas del alma”, llamémoslas así, causan en la entereza de una persona, hasta el punto de hacerla envejecer aunque tenga 30 años. En este sentido habría que recordar la letra de una bonita y melancólica canción de Celtas Cortos (La Senda del Tiempo) que decía: “a veces llega un momento en que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente pero con ganas de morir; paseando por la calle todo tiene igual color, siento que algo echo en falta, no se si será el amor. Me despierto por las noches entre una gran confusión, esta gran melancolía está acabando conmigo, siento que me vuelvo loco y me sumerjo en el alcohol, las estrellas de la noche han perdido su esplendor. He buscado en los desiertos de la tierra del dolor y no he hallado más respuesta que espejismos de ilusión, he hablado con las montañas de la desesperación y su respuesta era solo el eco sordo de mi voz”.


     Continuando con los cuadros, el siguiente es el “Concerto Campestre” expuesto en el Louvre (París, Francia), una polémica obra que es atribuida a Giorgione por los críticos de arte especialmente anglosajones, mientras que los italianos se lo atribuyen a Tiziano Vecellio (si bien dentro de estos, hay quién cree que posiblemente fue una obra inacabada del maestro rematada por su alumno aventajado).



     Si miramos el bucólico paisaje con la escena representada, lo primero que llama la atención es lo vestidos que se muestran los hombres dibujados frente a la desnudez de las dos mujeres a las que, por cierto, parecen ignorar. Para mi, el mensaje está claro precisamente por esos dos detalles. Las mujeres representan a las musas grecorromanas. Por eso, la que está de espaldas porta una flauta y mira atenta a los dos trovadores que se afanan por componer una bella melodía. Algo más alejada, otra mujer desnuda echa agua sobre el pilón de una fuente. Claramente se trata de Venus, nacida de las aguas, la diosa de la sensualidad, de lo que se deduce que los dos músicos tratan de cantar al amor y a la belleza (eterno tema de los trovadores medievales). Esta atardeciendo, así que es de suponer que ambos músicos debaten interminables horas sobre lo divino y lo humano del asunto del amor.

   Analicemos ahora el considerado como “el primer paisaje de la historia del arte occidental”, el magnífico cuadro denominado “La tempestad”. Muchos autores consideran que Giorgione trató de simbolizar la dualidad, al representar el hombre-mujer y la ciudad versus campo. La curiosa escena muestra una tormenta sobre una ciudad, mientras una mujer amamanta a un bebé y en la otra orilla del río, un soldado la contempla.

       Es posible. Sin embargo, discrepo con lo relativo al hombre representado. No me parece que se trate de un soldado y me llama la atención que presente una pierna al descubierto y la otra vendada. Me recuerda muchísimo a otro personaje que aparece en este otro cuadro del mismo pintor, a la derecha de la Virgen:


       El cuadro se llama “Virgen con niño, San Antonio y San Roque” y se encuentra expuesto en el Museo de El Prado (Madrid, España). Para variar, algunos lo atribuyen a Tiziano, si bien lo que me interesa es el personaje mencionado, San Roque, al que se rezaba insistentemente para proteger a la población de la peste, enfermedad de la que murió el pintor. De ser cierta mi suposición, el mensaje que “La tempestad” transmitiría sería la llegada de la terrible enfermedad a la ciudad (la tempestad se cierne sobre la población que hasta entonces vivía feliz), asolándola y sin hacer distinciones entre mujeres, hombres, niños o ancianos (representados por la mujer y su hijo lactante, en señal de la prosperidad de la ciudad que pronto se verá asolada).

       Ahora bien, hay algo que me llama poderosamente la atención en las obras de este desconocido pintor y es la repetición de cierto detalle en la vestimenta masculina. No sé si era tendencia entre los aristócratas de su tiempo, y por eso lo refleja, o bien le atribuye un simbolismo que se me escapa. Se trata de los extraños correajes que algunos nobles representados llevan sobre su muslo (concretamente el hombre con bigote y barba junto al niño y el señor maduro que porta una capa, más atrás; así como el personaje a la derecha del cuadro inferior de “la adoración de los magos”, que está junto a un caballo). ¿Qué sentido tenían esas ligaduras?, ¿eran meramente estéticas? (nada acertadas, me parece a mi) ¿o tratan de señalar algo?. 



      Concluiré esta breve revisión de algunos lienzos de Giorgione mostrando un cuadro que considero recoge bastante bien la concepción que en la Edad Media se tenía sobre el mimetismo de Dios con el mismísimo astro rey. Y es que, como ya vimos en otras ocasiones al analizar La Sagrada Familia de Gaudí (aquí) o un cuadro de Durero (aquí), Dios se consideraba el creador del Universo y por  tanto estudiar los objetos creados y su esencia suponía acercarse al Creador. De esta idea nacería la Alquimia, que posteriormente daría paso a las ciencias tales como la Química, Biología, Física, Matemáticas y Astronomía. 

     Precisamente de esta última, posee Giorgione otro original cuadro mostrando diversos aparatos usados para el estudio de los astros, mostrado también en la imagen. Es la idea del Macrocosmos-microcosmos que tanto peso tendrá en la Edad Media y Renacimiento y que puede resumirse muy por encima como del estudio del detalle se podrá llegar a la consideración del conocimiento de la Creación y de la propia esencia divina.




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