miércoles, 2 de septiembre de 2015

Don Santiago Ramón y Cajal, tan genial como enigmático


       Supongo que para muchos españoles la mención de tal nombre les debe sonar vagamente familiar, sin localizarlo muy bien, saber a qué se dedicó o el motivo por el que deberían conocerlo. Pues bien, se sorprenderá el lector al saber que este ilustre hombre fue el depositario del primer premio Nobel español en el ámbito de la Ciencia y no de la Literatura.

             El uno de mayo de 1852 venía al mundo en la pequeña localidad navarra de Petilla de Aragón (para despistar) enclavada en tierras aragonesas, Santiago Ramón y Cajal. De padres oscenses, Santiago dejó pronto la tierra navarra para trasladarse junto con su familia en un largo deambular por tierras aragonesas, debido a que su padre era médico cirujano rural.
            Comenzó su educación en los escolapios de Jaca, siguiendo sus estudios de instituto en Huesca, en medio de la terrible confusión política reinante debido a la instauración de la Primera República, expulsándose a la reina Isabel II. Por entonces, Santiago se mostraba más interesado en desarrollar su facilidad por el dibujo y su afición por la alta montaña de los Pirineos Aragoneses mientras que dentro de las aulas resultaba algo incómodo a los frailes por su negativa a estudiar las cosas de memoria, sin comprenderlas y verles el sentido. Esta actitud le ocasionó varios percances, como cuando en el colegio fue castigado sin recreo. Estando en la penumbra de la clase, contemplando los rayos de luz que entraban, se percató –como más tarde escribiría en sus memorias- de que proyectaban invertida la imagen del exterior. Precisamente este hecho fue trascendental en la historia de la fotografía, que sin embargo le era ajena en esos momentos.
        En la imagen, Santiago de niño junto a su hermano Pedro, sus dos hermanas y su madre.

            En 1870 la familia se traslada a la capital aragonesa, donde Santiago aprovechará para iniciar su carrera universitaria de Medicina, licenciándose en junio de 1873. En esta etapa (1871) sufre el primer revés ya que su hermano pequeño, Pedro, con 17 años y tras haber suspendido una asignatura en el último curso de Bachiller, temiendo la reacción de su padre, huye a Burdeos (Francia) con un amigo a embarcarse como polizón en un barco que marchaba a Uruguay, el Queen, donde son descubiertos y sufren varios duros percances. En la destrozada Uruguay tras la conocida Guerra de la Triple Alianza, Pedro se alista en las fuerzas revolucionarias a las órdenes del coronel Timoteo Aparicio, que sufren numerosos descalabros por parte del ejército gubernamental, llegando a ser herido en una de estas refriegas. Con todo, Pedro está fascinado con la Pampa y goza del reconocimiento del coronel, analfabeto, que lo toma como secretario para que lea y escriba por él. Sin embargo, poco a poco va desilusionándose con el ideal revolucionario acabando por desertar junto con un amigo italiano a lomos del caballo del coronel (y armados con la pistola de éste), siendo apresados y condenados a muerte. Pero por suerte la familia de su compañero de fugas moviliza al cónsul italiano y éste al español, logrando ambos salvar a la pareja que regresa a Europa. Siete años más tarde de haberse fugado de casa, Pedro llega por tren a tierras aragonesas. Agradecido por su fortuna, en una parada técnica se apea de su vagón para rezarle a la Virgen del Pilar y darle las gracias por su protección. De pronto, el tren en el que viajaba descarrila durante sus maniobras (otros escritores dicen que por acción de un explosivo) y fallecen todos los ocupantes del vagón en el que viajaba, salvando nuevamente la vida. Finalmente en 1878 vuelve a contactar con su familia, retomando sus estudios e iniciando la carrera de Medicina, como deseaba su padre. Sin embargo, para entonces Santiago ya se ha licenciado, está realizando el servicio militar obligatorio y, tras presentarse a unas oposiciones del Cuerpo de Sanidad Militar, obtiene el nº 6 de los 100 opositores a las 32 plazas existentes, pasando a ser “médico segundo” (teniente) del regimiento de Burgos que se encuentra defendiendo los Llanos de Urgel de las tropas carlistas.
Santiago, por casualidad, se topa con unos fotógrafos ambulantes y, de nuevo atraído por la fotografía y propiedades de la luz, desarrolla sus propias placas de revelado en tres segundos, frente a los habituales 3 minutos que tardaban las basadas en colodión húmedo. Estamos en 1878 y, aunque a todos sorprende su invento, no logra ningún socio que desee costear y comercializarlo, así que cuando finalmente se decide a hacerlo él mismo y se dirige a la oficina de patentes se encuentra con la desagradable sorpresa de que Thomas Edison lo ha hecho en Estados Unidos siguiendo una técnica similar a la suya.
Además, basándose en las técnicas de emulsión fotográfica desarrolló una idea que perfeccionaba la reproducción sonora de los gramófonos, obteniendo calidades muy superiores a Edison y Bettini, pero nuevamente nadie quiso apostar por sus ideas, abandonándose sus teorías e inventos en este campo.



Santiago posa como médico, en Cuba (1874). Óleo reproduciendo a Santiago trabajando sobre un aparato de microfotografía Koristka. Abajo, el médico junto con su microscopio y biblioteca.

            Mientras tanto, su hermano Pedro ya se ha licenciado con sobresaliente (1881) y ha abierto su consulta tras casarse (1888);  tiene gran afluencia como consulta ginecológica pero no le satisface plenamente, de manera que en 1895 consigue la cátedra de Histología en la universidad de Cádiz, donde desarrollará un avanzado laboratorio para el estudio de la organización cerebral de reptiles y anfibios, a la vez que en 1899 logra la cátedra de Ginecología, en la universidad de Zaragoza donde ya en 1890 había sido nombrado Director de trabajos anatómicos consecuencia de su Tesis “investigación de histología comparada de la visión en diversos vertebrados” (en un artículo del volumen 35, nº 4 de la Revista Española de Patología del 2002, se habla ampliamente de la brillante trayectoria profesional de Pedro, realizado por Juan Andrés de Carlos Segovia y Santiago Ramón y Cajal Agüeras).
            Para entonces, Santiago ya se encuentra muy centrado en el estudio del cerebro humano, realizando ambos publicaciones científicas sobre análisis comparativos de los cerebros humanos y de otras especies animales. Pedro pone a disposición de su hermano toda su completa colección de láminas delgadas y estudios neurológicos del reino animal, que servirán a Santiago para confirmar su Teoría Neuronal y su Ley de Polarización dinámica de dendritas y axones (las partes neuronales que sirven para intercambiar información en el cerebro, entre las distintas neuronas). Así, en 1906 Santiago Ramón y Cajal obtenía el Premio Nobel en Medicina, compartido con el italiano Camillo Golgi, por su aporte a la neurociencia, fundamentalmente al entendimiento en la comunicación neuronal mediante la denominada sinapsis.


En la imagen, fotografía de Pedro Ramón y Cajal. A su lado, instantánea de Santiago Ramón y Cajal recogiendo el Premio Nobel de Medicina por sus investigaciones neuronales en el ser humano.

            Dichas estas breves pinceladas sobre las interesantes biografías de ambos destacados doctores y sobre los que existen miles de libros y publicaciones aunando en ello, me gustaría desviar nuestra atención hacia otros aspectos más desconocidos del ilustre Santiago. Y es que este investigador curioso e incansable, de fructífera obra, a día de hoy muy mutilada y perdida, se interesó notablemente por el mundo de los sueños.
            Estamos ante otro lamentable ejemplo de genio maltratado por los dirigentes y “colegas” de su país, que hace cierta (otra vez) la sentencia de “nadie es profeta en su tierra”. Este sabio incómodo fue profundamente maltratado en sus últimos años, llegándole a denegar una pensión vitalicia para no “sentar un funesto precedente”, de manera que incluso su muerte pasó brevemente mencionada en los periódicos de la época. Por lo mismo, tras su fallecimiento miles de escritos, investigaciones y documentos dejados por el científico fueron destruidos, salvándose los de corte histológico por la reputación, fama y reconocimiento internacional que Santiago supo realizarse. El mayor destrozo al legado de Santiago se produjo en 1936. ¿Por qué?, pues entre otros motivos porque fue un reconocido masón desde 1877, dos años después de su regreso de Cuba, tomando por nombre el del reconocido matemático hispanoárabe Averroes. Los masones fueron condenados y perseguidos por el general y dictador Francisco Franco. El escritor Ricardo Serna sostiene que posiblemente lo que cautivó a Santiago de los masones –en aquel entonces había en España más de 370 logias, siendo el propio presidente del Gobierno, Manuel Ruíz Zorrilla, Gran Maestre de una de ellas- fue el ideal de luchar contra los odios absurdos del ser humano entre ellos mismos, admirando a la naturaleza como representación de la Gran Obra de un Dios arquitecto del Universo, que rige todo por leyes científicas que pueden ser deducidas, comprendidas y en consecuencia, válidas para predecir acontecimientos de nuestro alrededor.
            Entre el legado perdido para siempre, de acuerdo con el investigador Bruno Cardeñosa, figuraban trabajos tan evocadores como “Los sueños y los ensueños o alucinaciones del ensueño” donde concluía postulados que posteriormente alcanzaría el reconocido investigador suizo Carl Gustav Jung y otros avances sobre las propiedades mentales, en una incipiente parapsicología que en aquella época aún andaba en pañales. Santiago había desarrollado su interés y gran parte de sus observaciones como consecuencia de sus labores como médico militar, a la hora de tratar a sus pacientes a pie de campo de batalla.
          Durante los años que permaneció en Valencia, entre 1884 y 1887, Santiago experimentó con diversos aspectos de los poderes de la mente, llegando a asistir a numerosas sesiones de espiritismo y aunque, como hiciera también el afamado mago Harry Houdini, acabara encontrando todos los trucos usados por médiums y adivinadoras, no desistió en sus investigaciones en este campo deseando dar con algo realmente verdadero que se escapara a otras explicaciones más mundanas. Tristemente no sabemos a qué conclusiones llegó, al ser destruida toda su documentación en este asunto. Por su parte, Houdini llegó a decir a su esposa un código que le indicaría que era verdaderamente su espíritu desde el Más Allá, si a través de una médium le decía tal código. Tras fallecer el mago, la esposa realizó cientos de reuniones espiritistas sin que nadie le dijera al código, abandonando hastiada y desengañada.
Con todo, Santiago fue un firme defensor de la hipnosis como técnica para ayudar a pacientes traumatizados a superar sus miedos y vivencias, y experimentó con ello logrando notables recuperaciones y mejoras entre sus pacientes. Décadas más tarde, otros médicos y científicos trabajarían en esta línea llegando a resultados y conclusiones que ya Santiago había enunciado décadas atrás, sin ser escuchado, a pesar de haber publicado en 1889 en la Gaceta Médica Catalana un trabajo recomendando la hipnosis  como anestesia para pacientes antes de su inminente operación, por no contar con efectos secundarios adversos. Sabía de lo que hablaba, no sólo por sus pacientes profesionales, sino porque en 1883 había llegado a aplicar esta técnica a su esposa, durante el parto de su quinto hijo evitándole todo sufrimiento. En 1930 finalizó su voluminoso tratado sobre la hipnosis, hoy perdido (destruido).
También llegó a escribir numerosos cuentos de ciencia-ficción incluso algunos, según decían personajes que los leyeron, recordando vagamente a las obras de Julio Verne al adelantar y predecir objetos tecnológicos futuros. En fin, que tristemente la Guerra Civil también dejó una honda e irreparable herida en la prolífica obra de este genial científico que quizá nunca lleguemos a conocer del todo. Es una pena.


Imagen de una de sus clases sobre anatomía humana, con su reducido y privilegiado grupo de alumnos, en su laboratorio y su firma.


Algunas frases de Santiago Ramón y Cajal:
- Siempre que enseñes, enseña además a dudar de lo que enseñas.
- Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso!. ¿Sugestionar?, ¡qué fácil, rápido y barato!.
- Al carro de la cultura española le falta la rueda de la Ciencia.
- Vivimos en un país en que el talento científico se desconoce a sí mismo.
- O tienes muchas ideas y pocos amigos, o bien tienes pocas ideas y muchos amigos.
- Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas.
- ¿No tienes enemigos?, ¿es que jamás dijiste la verdad o jamás amase la justicia?.
- La verdad es un ácido corrosivo que salpica casi siempre al que la maneja.
- Apártate progresivamente, sin rupturas violentas, del amigo para quien representas un medio en vez de ser un fin.
- Como hay talentos refinados por el estudio, hay tontos entontecidos por desuso.
- Si hay algo en nosotros verdaderamente divino es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, desafiamos la adversidad, reconstruimos el cerebro y nos superamos diariamente.
- El hombre es un ser social cuya inteligencia exige para excitarse el rumor de la colmena.
- En cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas competencias por el dinero.
- Unas veces nos amamos porque nos conocemos, y otras, acaso las más, nos amamos porque nos ignoramos.
- La simpatía es muy frecuentemente un prejuicio sentimental basado en la idea de que la cara es el espejo del alma. Por desgracia, la cara es casi siempre una careta.
- Muchas veces he pensado si el mal no está puesto en el Universo como un tema de trabajo y un incentivo a nuestra curiosidad.


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