miércoles, 14 de diciembre de 2016

La Biblioteca de Alejandría. Orígenes del conocimiento

Podría decirse que la historia de la cultura y de la Ciencia se inició hace casi 2300 años en una bella ciudad del norte de Egipto, en el enorme centro de estudio y experimentación que fue la Biblioteca de Alejandría. Se cree que empezó a funcionar en el año 331 a.C., poco después de la fundación de esta metrópoli por Alejandro Magno. Este gran conquistador siempre potenció el respeto por todas las culturas y animó la búsqueda sin prejuicios del conocimiento. La ciudad estaba construida de forma grandiosa, para ser el centro del comercio, la cultura y el saber en el mundo conocido. Tenía amplias y enormes avenidas de treinta metros de ancho, adornadas con bellas construcciones y elegantes estatuas. Allí descansaría Alejandro y era el lugar idóneo para guardar su monumental tumba. Su puerto era un prodigio vigilado por un gran Faro que era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Pero, sin lugar a dudas, la mayor maravilla era la Biblioteca con su amplio museo. En ella las mejores mentes de la antigüedad colocaron las bases de las matemáticas, la astronomía, la física, la biología, la medicina, la geografía, la literatura, la filosofía, la ingeniería, … Fue el lugar donde pensadores y científicos estudiaron por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento del mundo, teniendo a su disposición colecciones científicas y laboratorios que les permitían continuar investigando, labor que alternaban con la impartición de enseñanza.

 

Posible aspecto del conjunto de la biblioteca de Alejandría (es de suponer que los alrededores estarían algo más urbanizados). Recuerde el lector que la imagen se agranda si se pica sobre ella.

La Biblioteca fue construida y mantenida por la dinastía Ptolemeica, descendiente del antiguo general griego de Alejandro, Ptolomeo, que heredó las tierras egipcias del imperio de Alejandro Magno y que gobernó con el nombre de Ptolomeo I Sóter. Tanto él como sus descendientes potenciaron el saber y la investigación, ideando una gran biblioteca que ofreciera un ambiente apropiado de trabajo e investigación para que allí acudieran las mejores mentes de entonces. Se sabe que la biblioteca disponía de diez grandes salas de investigación, cada una de especialidad diferente, en medio de un espacio abierto con fuentes y jardines botánicos, con un zoo, un observatorio, salas de disección y grandes salas en las que se exponían enseñanzas y experiencias y en las que se debatían libremente las ideas.
El tesoro de la biblioteca era su colección de escritos. Los directores investigaban todas las culturas y lenguajes del mundo, incluso enviaban representantes al exterior a comprar bibliotecas enteras. Los reyes ptolomeicos dedicaron gran parte de su riqueza a la compra de escritos griegos, de África, Persia, India, Israel y otras partes del mundo conocido. Llegaron a crear un cuerpo de vigilancia en los puertos, llamado “policía de los barcos”, cuyo objetivo era registrar todos los buques de comercio que llegaban al puerto, buscando “libros” que confiscaban y que, una vez copiados, se devolvían a sus propietarios con un pequeño obsequio o dinero. Es difícil señalar el número de escritos que se guardaron allí, pero se cree que la biblioteca poseyó una cifra cercana al millón de “libros”, siendo la mayoría un rollo de papiro escrito a mano. El objetivo de esta admirable generación era guardar todas las obras de la inteligencia, la creatividad y el pensamiento humano, de todas las épocas y países, para legar al futuro una colección inmortal. Desde su creación en el siglo tercero a. de C. hasta que se destruyó, a principios del siglo V d. de C., fue el cerebro y la inteligencia del mundo antiguo. Con ella prosperó Alejandría, la mayor metrópoli de aquella época. Era una ciudad abierta donde gente de todos los países acudían para vivir, comerciar, estudiar y aprender. Todos los días llegaban allí  mercaderes judíos, soldados macedonios y, más tarde, romanos, sacerdotes egipcios, marineros fenicios, aristócratas griegos, estudiosos y turistas de todos los países del mundo conocido para intercambiar mercancías e ideas. Fue probablemente allí donde la palabra cosmopolita consiguió tener un sentido auténtico, el de ciudadano, no de una sola nación, sino del Cosmos (Carl Sagan).


El genio, la ciencia y la erudición florecían en aquel lugar, de la mano de grandes pensadores. Zenòdoto de Efeso, primer director de la Biblioteca (325-260 a.C.) estudió y clasificó los poemas homéricos en 24 libros. Una de sus obras fue la discusión de todas las leyendas de Homero. Eratóstenes de Cirene (276-195 a.C.), que sustituyó al segundo director de la Biblioteca, Apolonio de Rodas (296-216 a.C., autor del poema épico La Argonáutica), demostró que la Tierra era redonda y calculó su circunferencia (ver Johannes Kepler aquí). Lo sustituyó Calímaco de Cirene (310-240 a.C.) que realizó un catálogo bibliográfico de los clásicos más eminentes que había en la biblioteca que ocupó 120 papiros, sentando las bases para los estudios bibliográficos. Beroso el Caldeo (350-270 a.C) escribió en tres volúmenes una Historia del Mundo señalando que desde la Creación hasta el Diluvio pasaron 432.000 años, cien veces más que lo manifestado en el Antiguo Testamento. Demetrio de Falero (348-282 a.C.) dirigió un equipo para traducir al griego escritos importantes. A él se debe que haya llegado a nuestros días La Biblia. Herófilo de Calcedonia (335-280 a.C) realizó disecciones anátómicas de cadáveres en público, por lo que se le considera el primer anatomista. Descubrió la disposición de los vasos del cerebro, las meninges, los plexos coroídeos y el cuarto ventrículo, así como la sincronía entre los latidos del corazón y el pulso. Señaló la diferencia entre arterias y venas y afirmó que la inteligencia residía en el cerebro y no en el corazón. El matemático griego Euclides (330-275 a.C) sistematizó brillantemente la geometría en 13 libros en los que recoge técnicas geométricas que hoy se consideran ejemplo de ecuaciones lineales y cuadráticas, así como cuestiones numéricas como las propiedades fundamentales de la teoría de los números (divisibilidad y números primos, entre otras). Su geometría estuvo vigente a lo largo de veinte siglos. Aristarco de Samos (310-230 a.C.) propuso el modelo heliocéntrico del universo conocido, colocando al Sol, y no a la Tierra, en el centro. A pesar de ser correcto, la Iglesia eligió el modelo de Claudio Tolomeo (100-168 d.C) que recuperaba y desarrollaba el modelo de Hiparco de Samos (siglo II a.C), que colocaba a la Tierra en el centro (modelo geocéntrico) y que estuvo vigente más de 1500 años. Erasístrato de Ceos (304-250 a.C.) descubrió las estructuras del cerebro, los hemisferios cerebrales y el cerebelo, describiendo su papel en la coordinación motora. Señaló que los nervios convergen hacia el sistema nervioso central y estudió la relación existente entre el número de circunvoluciones de la corteza cerebral y el nivel de inteligencia entre las diferentes especies de animales.
            Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C), el más grande matemático de la antigüedad, estudió el empuje de los líquidos y los identificó en función de su peso, construyó numerosas máquinas para elevar agua en las regiones donde no llegaba el agua del Nilo y hasta construyó espejos que utilizó para defender Siracusa contra las naves romanas, a las que prendió fuego. Fue el mayor genio mecánico hasta Leonardo de Vinci.  Apolonio de Perga (262-170 a.C.), conocido como el Gran Geómetra, estudió y desarrolló las secciones cónicas, dando nombre a la elipse, parábola e hipérbola, curvas que actualmente siguen en sus órbitas los planetas, cometas y estrellas.  Hiparco de Nicea (190-120 a.C) hizo el mapa de las constelaciones, estudió el brillo de las estrellas y calculó la distancia de la Tierra a la Luna.  Dionisio de Tracia (170-90 a.C), en su obra principal Gramática, hizo un estudio sistemático de la estructura del lenguaje y definió las partes del discurso; dividió la gramática en seis partes: lectura llana, exégesis de los textos, exégesis de las palabras, etimología, paradigmas de la flexión y crítica textual. Herón de Alejandría (10-70 d.C) en sus tres papiros de La Mecánica estudió las máquinas simples y la composición de los movimientos. Se le considera el inventor de cajas de engranajes y aparatos de vapor. Su libro Autómata es la primera obra que trata sobre robots. Galeno de Pérgamo (130-216 d.C.) fue pionero en la observación científica de los fenómenos fisiológicos y realizó disecciones que le permitieron profundizar en la medicina. Demostró que las arterias no llevaban aire, como se creía, sino sangre. Escribió más de 300 libros de Anatomía de los que hoy quedan algo menos de 150.

Escenas de la película “Ágora”. Hipatia observando el atardecer desde el Ágora, contemplando la ciudad presidida por su mítico faro. Actualmente el único faro de la antigüedad que sigue en pie y en pleno uso es La Torre de Hércules (La Coruña, Galicia, España, ver aquí).

Entre estos grandes pensadores hubo una mujer, Hipatia (370-415 d.C.), matemática, filosofa y astrónoma. Se cree que fue la última luz y directora de la biblioteca, siendo su martirio la antesala de la destrucción definitiva de la biblioteca. Vivió en una época en la que las mujeres eran tratadas como objetos en propiedad y sin embargo ella se movió libremente. La ciudad vivía bajo dominio romano y había graves tensiones. La creciente Iglesia cristiana era cada vez más poderosa y quería eliminar la influencia y cultura paganas de las que consideraban representante a Hipatia. Por ello y por su estrecha amistad con el gobernador romano estaba en el punto de mira de las críticas y ataques de Cirilo, arzobispo de Alejandría. Un día que iba a su trabajo fue asaltada por una turba de seguidores de Cirilo que la desollaron con conchas marinas, quemaron después sus  restos y destruyeron sus obras. Cirilo fue nombrado santo.
Si bien, esta versión no es del todo definitiva ya que hay bibliografías que señalan que Cirilo había fallecido dos años antes, sí es cierto que forma parte del santoral de la Iglesia. La verdad es que hay una nebulosa en lo referente a la destrucción de la Biblioteca. Varias versiones no la asocian a Hipatia. El gran desastre final de la Biblioteca se produce en fechas aún indeterminadas. Hay constancia, lo refiere Tito Livio, de que en el 47 a.C., cuando César acude a Alejandría en auxilio de Cleopatra, se produce el gran incendio del puerto de Alejandría, quemándose no menos de 40 000 libros almacenados en el puerto para su clasificación o posible traslado a Roma. Se sabe que a lo largo de los siglos III y IV d.C, hubo diferentes niveles de destrucción de la Biblioteca, en el año 273 d.C., cuando el emperador Aureliano tomó y saqueó Alejandría, o en el 297 d.C. cuando Diocleciano volvió a tomarla. También hay constancia de que hubo un hurto masivo de libros de la Biblioteca cuando Teodosio el Grande, en 391, ordena al patriarca cristiano de Alejandría, Teófilo (tío de Cirilo), la destrucción de los templos paganos. Sin consenso entre los historiadores, todo parece apuntar a que tras la gran destrucción siguió funcionando una segunda Biblioteca, reducida a menor espacio y fondos, que se ubicaría en el sótano llamado Serapeo y que dirigiría Hipatia. Tras su muerte fue  sucesivamente expoliada hasta que el caudillo árabe Omar ordenase en el siglo VII su definitiva destrucción.

Uno de los varios cuadros realizados para representar lo que debió ser la destrucción de la mítica biblioteca de Alejandría (en llamas, a la derecha).

            Pero la pregunta importante es ¿por qué se destruyó la Biblioteca, la gran fuente del progreso y del saber, iniciando con ello mil años de tinieblas hasta que Colón y Copérnico, entre otros, redescubrieran lo que allí se hizo? Posiblemente, porque al conocimiento que allí había sólo accedía una minoría privilegiada. La población desconocía los grandes descubrimientos que allí se hacían, les benefició poco. Los científicos jamás entendieron el potencial de las máquinas y el saber para mejorar la calidad de vida de la gente y los grandes logros intelectuales no tuvieron aplicaciones prácticas inmediatas. No hubo contrapartidas a la incultura, la esclavitud, el pesimismo y la superstición. Por ello, cuando la chusma quemó definitivamente la Biblioteca no hubo nadie para detenerla. Su gloria era solamente un recuerdo lejano. Del inicio de  la aventura intelectual que nos ha llevado al espacio no queda nada, sólo un sótano oscuro del Serapeo, el anexo de la biblioteca. La pérdida fue incalculable. No tenemos una idea exacta de todo lo que había allí, solo conocemos una pequeña fracción de la que deducimos que la desaparición de la Biblioteca de Alejandría fue el desastre cultural más terrible de la humanidad.

Dicho esto, creo que mucho se ha escrito ya sobre la Biblioteca de Alejandría y muy poco o nada sobre otra gran biblioteca de la antigüedad, igualmente desaparecida y muy poco analizada por los historiadores: la gran biblioteca de Éfeso, en la bella y señorial ciudad homónima ubicada hoy en Turquía y edificada en el 110 d.C. para custodiar más de 12.000 rollos pero también para servir de tumba a Tiberio Julio Celso Polemeano, viejo cónsul y gobernador romano de Asia (promotor de la obra). ¿Quién la destruyó? Los atrevidos señalan con el dedo acusador a las invasiones godas, en el año 263 d.C. pero ¿por qué?, resulta curioso que las mismas invasiones respetaran edificios del saber en Roma y destruyeran bibliotecas en las provincias.

Detalle de la fachada de la biblioteca de la ciudad de Éfeso, lo único que queda. Relieve de la diosa Atenea Nike victoriosa y fotografía del magnífico anfiteatro.

8 comentarios:

  1. Admirable trabajo. Sorprende que todo sea un viaje al pasado. No sabía que hubiera tantas cosas descubiertas mucho antes de la Iglesia. Enhorabuena.

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  2. Me ha dejado sorprendido con la lectura de su artículo sobre la Biblioteca de Alejandría. No sabia que todo eso existiera de forma tan planificada y ordenada. Eso era realmente cultura y calidad de vida. Trabajo muy interesante.

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  3. He disfrutado con su trabajo. Ha completado el conocimiento que tenía sobre la Biblioteca de Alejandría. Un trabajo muy trabajado y conciso. Saludos.

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  4. No me ha quedado muy claro si la biblioteca se destruyó tras la muerte de Hipatia o fue más posterior.

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  5. Gracias por sus palabras, Sra. Fernández, Sr. Esteban y Sra. Artiles, celebro que hayan disfrutado del texto. Es realmente apasionante (y algo triste, a la vez) comprobar que no existe nada nuevo bajo el sol (o muy poquito). Un saludo.

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  6. Lorente,no hay una respuesta exacta a su pregunta, ya que hablamos de una época muy lejana y en parte olvidada. Cierto es que la Biblioteca sufrió varios incendios, cada vez que se producía una invasión importante, Alejandría y sus tesoros ardían. De hecho, se cree que Hipatia trabajaba en una parte, ya disminuida, el Serapeo, de la antigua Biblioteca, porque el resto estaba destruido. Está claro que el final definitivo ocurrió, como señalo en el artículo, mucho más tarde que la muerte de Hipatia, en el siglo VII a manos de Omar. Un saludo.

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  7. A mí también me gustó. Muchas gracias.

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    1. Gracias por sus palabras, Sr. Ferney, celebro que haya sido de su agrado. Parece que la Antigüedad, después de todo, no era tan retrasada ni tan distinta al mundo actual. Un saludo.

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