jueves, 19 de noviembre de 2015

La primera frontera entre francos y visigodos

         Se sabe que tras la caída del imperio romano a manos de los godos, estos pueblos se instalaron primero en suelo de la actual Francia y posteriormente en la Península Ibérica, donde constituyeron un reino que perpetuó las tradiciones romanas hasta la entrada de los musulmanes en el 711.
          Lo que puede que mucha gente desconozca es que la caída de Roma ante las hordas godas se debe al incumplimiento de la palabra dada por los dirigentes de Roma al pueblo Godo que, si bien se ha tratado de encasillar como un pueblo de bárbaros aculturados, lo cierto es que en muchos aspectos eran bastante más civilizados que los propios romanos.

        Pues bien, cuando las tropas godas entraron en la Península Ibérica, rápidamente se separaron según sus distintas etnias. Así, mientras los Suevos se ubicaron en las tierras de la actual Galicia y norte de Portugal, los Vándalos y Alanos se dirigieron hacia el sur. De hecho, hay autores que consideran que la denominación de “Andalucía” derive de “Vandalucia” o tierra ocupada por los Vándalos. Posteriormente éstos pasarán a África, quedando casi toda Andalucía en manos de los Bizantinos.


        Empujados por el avance de los terribles Hunos, estos pueblos godos se dirigieron hacia el Oeste, de manera que mientras en las islas Británicas se asentaron los Sajones y los Anglos (de donde deriva que a los ingleses se les denomine “anglosajones”), a la antigua Hispania llegaron numerosos pueblos que pronto comenzaron, primero con alianzas y posteriormente con batallas, a hacerse con el dominio sobre los demás, si bien nunca llegaron a tener la idea de Imperio o Península como unidad territorial.
       Finalmente los Visigodos y los Francos lograron vencer a los otros grupos, bien dominándolos o bien expulsándolos al otro lado del Estrecho de Gibraltar.
       Simplificado así el ajedrez de las tribus en el suelo peninsular, pronto quedaron dos grandes fuerzas: los Francos y los Visigodos. La primera zona “fronteriza” entre ellos sería la zona vasca de la actual Vitoria donde, según un texto de esta época: “Anno V Tiberii, qui est Leovegildi XIII annus, [...] Leovegildus rex partem Vasconiae occupat et civitatem, quae Victoriacum nuncupatur, condidit.” Narra la fundación de la ciudad “Victoriacum” por parte del rey visigodo Leovigildo en el 581. ¿Era esta ciudad la Vitoria visigoda?. Parecería, por su similitud toponímica, sin embargo hay otros escritos de época goda que parecen afirmar lo contrario al señalar que en un primer momento, mientras que los Francos se quedaron en la zona Vasconiae (actuales País Vasco y Cantabria), los Visigodos quedarían al sur de esta zona de cordilleras.
      Por otro lado, no lejos de Vitoria se encuentra la población “Vitoriano”, que pudiera ser esta “Victoriacum” o Victoriaco, junto al monte Gorbea. La respuesta casi definitiva, como no podía ser de otra manera, vino de mano de las evidencias arqueológicas ya que en los alrededores de la actual ciudad de Vitoria se han hallado numerosos restos típicamente francos, lo que confirmaría que eran tierras ocupadas por ellos y no por los Visigodos, que finalmente terminarían por hacerse con el dominio total de la Península ibérica.


Detalle de la necrópolis de Aldaieta (Nanclares de Gamboa), que proporcionó restos francos tales como vistosas hebillas o un colgante realizado con un canino (colmillo) de un oso.

       En este complicado panorama, con los Visigodos, más numerosos, dispersándose por todo el suelo peninsular a excepción de la cornisa cantábrica, los Francos volvieron a repetir el golpe de efecto que tanto beneficio les otorgó en suelo galo (logrando apoyos que les llevaron a la victoria sobre los visigodos en la batalla de Vouillé, el año 507, provocando que sus rivales cruzaran los Pirineos), los bautizos católicos y abrazar esta religión muy asentada entre la aristocracia hispanorromana, frente al arrianismo de los Visigodos ( cristianos, pero no católicos).
      Esta estrategia les hizo ganar ciertas cotas de poder con respecto a la población de la Península Ibérica, al levantar nuevas iglesias católicas, tales como la primitiva iglesia sobre la que se alzaría más tarde la catedral de Santa María de Vitoria. El grueso del pueblo Franco quedará al otro lado de los Pirineos; de uno de sus generales, Meroveo, descenderán los Merovingios de los que ya hablamos aquí y que algunos autores como Dan Brown tratarán de enlazarlos con el linaje de Jesucristo.
Los Visigodos ocuparán prácticamente toda la Península Ibérica, estableciendo la capital en Toletum (Toledo). Ambos poderosos pueblos -Visigodos y Francos primero, luego Merovingios- establecerán alianzas puntuales selladas en ocasiones con matrimonios (por tanto, hubo merovingios en suelo hispano).


Mapa mostrando la evolución de los pueblos Godos en la Península Ibérica. En la Cornisa Cantábrica desde Galicia hasta Andorra estarían los distintos pueblos Godos (Suevos, Francos y Visigodos) asentados temporalmente, si bien las rebeliones fueron algo constante. En la imagen, restos francos en una iglesia de Nanclares de Gamboa (País Vasco).

      Sin embargo, los pueblos de la cornisa cantábrica y parte de Aquitania (las llamadas “Vascongadas”) no estaban por la labor de ser sometidos y así, desde las campañas del rey Requiario (Suevo), en 448, hasta el visigodo Wamba (680), las rebeliones de estos pueblos contra los Godos que realizaron numerosas campañas de castigo, fueron algo habitual en las crónicas. De hecho, continuarían hasta la invasión de los musulmanes de la Península Ibérica, con las tropas de Carlomagno (rey franco), realizando expediciones de castigo para vengar la muerte de su sobrino Roldán, cuando los Vascones atacaron las tropas francas que regresaban tras intentar atacar la ciudad de Zaragoza, en manos de los musulmanes.
     La Península Ibérica, a su vez, fue tomada por los musulmanes aprovechando que el rey visigodo Rodrigo (de cuyo parentesco con don Pelayo ya se trató aquí) se encontraba con sus huestes luchando contra los Vascones.


Pintura de la batalla de Guadalete realizada por Marcelino de Unceta, con el rey visigodo cordobés Rodrigo en primer término (izda), inspirado en las pinturas medievales francas basadas en la muerte de Roldán (dcha).

       Un aspecto muy relevante y apenas analizado por nuestros académicos, es el aporte que estos pueblos Godos tuvieron en la formación del pueblo hispano ya que muchos aspectos y tradiciones que se atribuyen a otras culturas procedieron de ellos. De hecho en mi trabajo Jesús y otras sombras templarias, tomo I analizo parte de este legaado, aún muy vivo, en la provincia de Soria. Y es que a día de hoy aún no acierto a comprender el motivo por el que parece existir cierto rechazo a este grupo de pueblos germánicos y de la zona de los Balcanes cuando, como digo, estaban mucho más avanzados en ciertos aspectos que el Imperio Romano en su último siglo de vida. Sin ir más lejos, nuestros ropajes actuales (pantalón, camisetas, botas,…) derivan de ellos. De hecho, si consideramos la imagen de un caballero medieval, todo en ella fue tomado de los godos, desde su vestuario, armamento, hasta los estribos, bridas, cota de malla y otros “avances” de ese tiempo.


Eso sí, la imagen de Ivanhoe ante un castillo de construcción típica del siglo XVI si no más moderna, no tiene desperdicio (claro que al menos no metieron vicuñas o llamas, como en la película de Troya, ni los personajes llevan vaqueros o relojes de pulsera como en Galdiator, …).

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