Se sabe
que tras la caída del imperio romano a manos de los godos, estos
pueblos se instalaron primero en suelo de la actual Francia y
posteriormente en la Península Ibérica, donde constituyeron un reino
que perpetuó las tradiciones romanas hasta la entrada de los
musulmanes en el 711.
Lo que
puede que mucha gente desconozca es que la caída de Roma ante las
hordas godas se debe al incumplimiento de la palabra dada por los
dirigentes de Roma al pueblo Godo que, si bien se ha tratado de
encasillar como un pueblo de bárbaros aculturados, lo cierto es que
en muchos aspectos eran bastante más civilizados que los propios romanos.
Pues
bien, cuando las tropas godas entraron en la Península Ibérica,
rápidamente se separaron según sus distintas etnias. Así,
mientras los Suevos se ubicaron en las tierras de la actual Galicia y
norte de Portugal, los Vándalos y Alanos se dirigieron hacia el sur.
De hecho, hay autores que consideran que la denominación de
“Andalucía” derive de “Vandalucia” o tierra ocupada por los
Vándalos. Posteriormente éstos pasarán a África, quedando casi
toda Andalucía en manos de los Bizantinos.
Empujados
por el avance de los terribles Hunos, estos pueblos godos se dirigieron
hacia el Oeste, de manera que mientras en las islas Británicas se
asentaron los Sajones y los Anglos (de donde deriva que a los
ingleses se les denomine “anglosajones”), a la antigua Hispania
llegaron numerosos pueblos que pronto comenzaron, primero con
alianzas y posteriormente con batallas, a hacerse con el dominio
sobre los demás, si bien nunca llegaron a tener la idea de Imperio o
Península como unidad territorial.
Finalmente
los Visigodos y los Francos lograron vencer a los otros grupos, bien
dominándolos o bien expulsándolos al otro lado del Estrecho de
Gibraltar.
Simplificado
así el ajedrez de las tribus en el suelo peninsular, pronto quedaron
dos grandes fuerzas: los Francos y los Visigodos. La primera zona
“fronteriza” entre ellos sería la zona vasca de la actual Vitoria
donde, según un texto de esta época: “Anno V Tiberii, qui est
Leovegildi XIII annus, [...] Leovegildus rex partem Vasconiae occupat
et civitatem, quae Victoriacum nuncupatur, condidit.” Narra la
fundación de la ciudad “Victoriacum” por parte del rey visigodo
Leovigildo en el 581. ¿Era esta ciudad la Vitoria visigoda?.
Parecería, por su similitud toponímica, sin embargo hay otros
escritos de época goda que parecen afirmar lo contrario al señalar
que en un primer momento, mientras que los Francos se quedaron en la
zona Vasconiae (actuales País Vasco y Cantabria), los
Visigodos quedarían al sur de esta zona de cordilleras.
Por otro
lado, no lejos de Vitoria se encuentra la población “Vitoriano”,
que pudiera ser esta “Victoriacum” o Victoriaco, junto al monte
Gorbea. La respuesta casi definitiva, como no podía ser de otra
manera, vino de mano de las evidencias arqueológicas ya que en los
alrededores de la actual ciudad de Vitoria se han hallado numerosos
restos típicamente francos, lo que confirmaría que eran tierras
ocupadas por ellos y no por los Visigodos, que finalmente terminarían
por hacerse con el dominio total de la Península ibérica.
Detalle
de la necrópolis de Aldaieta (Nanclares de Gamboa), que proporcionó
restos francos tales como vistosas hebillas o un colgante realizado
con un canino (colmillo) de un oso.
En este
complicado panorama, con los Visigodos, más numerosos, dispersándose
por todo el suelo peninsular a excepción de la cornisa cantábrica,
los Francos volvieron a repetir el golpe de efecto que tanto
beneficio les otorgó en suelo galo (logrando apoyos que les llevaron a
la victoria sobre los visigodos en la batalla de Vouillé, el año
507, provocando que sus rivales cruzaran los Pirineos), los bautizos
católicos y abrazar esta religión muy asentada entre la
aristocracia hispanorromana, frente al arrianismo de los Visigodos
( cristianos, pero no católicos).
Esta estrategia les hizo ganar ciertas cotas de poder con respecto a la población de la Península Ibérica, al levantar nuevas iglesias católicas, tales como la primitiva iglesia sobre la que se alzaría más tarde la catedral de Santa María de Vitoria. El grueso del pueblo Franco quedará al otro lado de los Pirineos; de uno de sus generales, Meroveo, descenderán los Merovingios de los que ya hablamos aquí y que algunos autores como Dan Brown tratarán de enlazarlos con el linaje de Jesucristo.
Esta estrategia les hizo ganar ciertas cotas de poder con respecto a la población de la Península Ibérica, al levantar nuevas iglesias católicas, tales como la primitiva iglesia sobre la que se alzaría más tarde la catedral de Santa María de Vitoria. El grueso del pueblo Franco quedará al otro lado de los Pirineos; de uno de sus generales, Meroveo, descenderán los Merovingios de los que ya hablamos aquí y que algunos autores como Dan Brown tratarán de enlazarlos con el linaje de Jesucristo.
Los Visigodos ocuparán prácticamente toda la Península Ibérica,
estableciendo la capital en Toletum (Toledo). Ambos poderosos pueblos
-Visigodos y Francos primero, luego Merovingios- establecerán
alianzas puntuales selladas en ocasiones con matrimonios (por tanto,
hubo merovingios en suelo hispano).
Mapa
mostrando la evolución de los pueblos Godos en la Península
Ibérica. En la Cornisa Cantábrica desde Galicia hasta Andorra
estarían los distintos pueblos Godos (Suevos, Francos y Visigodos)
asentados temporalmente, si bien las rebeliones fueron algo
constante. En la imagen, restos francos en una iglesia de Nanclares
de Gamboa (País Vasco).
Sin
embargo, los pueblos de la cornisa cantábrica y parte de Aquitania
(las llamadas “Vascongadas”) no estaban por la labor de ser
sometidos y así, desde las campañas del rey Requiario (Suevo), en
448, hasta el visigodo Wamba (680), las rebeliones de estos pueblos
contra los Godos que realizaron numerosas campañas de castigo,
fueron algo habitual en las crónicas. De hecho, continuarían hasta
la invasión de los musulmanes de la Península Ibérica, con las
tropas de Carlomagno (rey franco), realizando expediciones de castigo
para vengar la muerte de su sobrino Roldán, cuando los Vascones
atacaron las tropas francas que regresaban tras intentar atacar la
ciudad de Zaragoza, en manos de los musulmanes.
La Península Ibérica, a su vez, fue tomada por los musulmanes
aprovechando que el rey visigodo Rodrigo (de cuyo parentesco con don
Pelayo ya se trató aquí) se encontraba con sus huestes luchando contra los Vascones.
Pintura
de la batalla de Guadalete realizada por Marcelino de Unceta, con el
rey visigodo cordobés Rodrigo en primer término (izda), inspirado
en las pinturas medievales francas basadas en la muerte de Roldán
(dcha).
Un
aspecto muy relevante y apenas analizado por nuestros académicos, es
el aporte que estos pueblos Godos tuvieron en la formación del
pueblo hispano ya que muchos aspectos y tradiciones que se atribuyen
a otras culturas procedieron de ellos. De hecho en mi trabajo Jesús
y otras sombras templarias, tomo I analizo parte de este legaado,
aún muy vivo, en la provincia de Soria. Y es que a día de hoy aún
no acierto a comprender el motivo por el que parece existir cierto
rechazo a este grupo de pueblos germánicos y de la zona de los
Balcanes cuando, como digo, estaban mucho más avanzados en ciertos
aspectos que el Imperio Romano en su último siglo de vida. Sin ir
más lejos, nuestros ropajes actuales (pantalón, camisetas, botas,…)
derivan de ellos. De hecho, si consideramos la imagen de un caballero medieval,
todo en ella fue tomado de los godos, desde su vestuario, armamento,
hasta los estribos, bridas, cota de malla y otros “avances” de
ese tiempo.
Eso sí,
la imagen de Ivanhoe ante un castillo de construcción típica del
siglo XVI si no más moderna, no tiene desperdicio (claro que al
menos no metieron vicuñas o llamas, como en la película de Troya,
ni los personajes llevan vaqueros o relojes de pulsera como en
Galdiator, …).
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