Reconozco que una de las cosas
que más gracia me ha hecho fue leer cómo los cronistas
latinos recogían el peculiar ceceo del emperador sevillano Adriano, en su
pronunciación del latín. Tan motivo de chanza fue, que algún historiador incluso
justificaba sus continuas ausencias de Roma para acudir a distintos campos de
batalla por todo el Imperio Romano, precisamente para evitar esos rumores y
sonrisas que se originaban cada vez que hablaba.
La
anécdota fue difundida por Rafael Lapesa, autor de “Historia de la Lengua Española”,
donde recogía las palabras del cronista latino Espartiano referente al discurso
que dio el entonces cuestor Adriano, motivando las risas de los senadores por
el latín tan ceceante que utilizaba el hispano. Lo curioso es que Adriano procedía
de noble cuna y había recibido una preparación envidiable, muy poco frecuente
entre los jóvenes del siglo II d.C. Así pues, no podía atribuirse su
pronunciación a la incultura. De hecho, en mi libro “Tartessos, 12.000 años de historia” recojo también ciertos escritos
de cronistas latinos y griegos que me inducen a pensar que ya los tartesios
ceceaban.
Busto del emperador
Adriano, nacido en Itálica (Santiponce, Sevilla, España) y el famoso “Hadrian’s
wall” o “Muro de Adriano”, el conjunto de fortines mandado construir por el
emperador como frontera del Imperio Romano frente a los pictos escoceses (del que ya
hablamos al tratar las películas de Centurión y la Última Legión, aquí).
A
día de hoy los andaluces siguen hablando el castellano con ese característico
ceceo tan reconocible. Pero, ¿qué diría el lector si le dijera que Adriano no
era el único hispano que tenía esa peculiar manera de pronunciar el latín?.
Lo
más curioso es que en esta ocasión son historiadores y arqueólogos de la Universidad de Valencia
los que desde abril de este año se encuentran analizando seriamente este hecho,
al observar una serie de piezas arqueológicas que presentan un latín…cuando
menos, extraño.
Pero
quizás antes de acudir a las evidencias arqueológicas sigamos con las escritas,
ya que un tal Virgilio de Córdoba recogió en sus crónicas que en la Bética se hablaba dos
“latines”, el más noble era el “latinum
circa rumancum” (el estándar, el propiamente itálico o romano) y el “latinum osbscurum” que venía a ser una
jerga o corrupción local del anterior y que, ya en plena Edad Media, únicamente
entendían algunos “locales” y ciertos clérigos. Pero no queda aquí la cosa ya
que, si atendemos a Menéndez Pidal, encontraremos que incluso el califa cordobés
Abderramán III solía bromear con su grupo de consejeros de una manera que
intercalaba frases de este “latín oscuro” componiendo rimas. A esta lengua
romance hispánica la llamaban en Al-Andalus “aljamia”.
¿Bromeaba el pelirrojo
Abderramán III intercalando versos en un latín hispanizado, como sostenía
Menéndez Pidal?. Cuadro de Dionís Baixeras “Hasday
Ibn Shaprut en la Corte
de Abderramán III” (1885).
Vistas
estas referencias históricas, prestemos ahora atención a las evidencias
arqueológicas. Y es que como señalé anteriormente, ciertos investigadores de la
universidad de Valencia se han sorprendido al encontrar un graffiti escrito en
un latín “algo diferente” en una pieza de cerámica Terra Sigillata. Lo curioso
es que este tipo de cerámica tan refinada solía ser una pieza cara generalmente
reservada a la élite romana. ¿Era un caso de vandalismo?, ¿algo único y
puntual?. La sorpresa llegó cuando se vio que ciertamente este latín “corrupto”
o hispanizado parecía ser más común y extendido de lo que cabía
esperar. Ante lo cual me pregunto, ¿estamos ante una evidencia de ese “latinum osbscurum” al que aludió el
Virgilio cordobés?.
Tanto
Joseph Montesinos como Xaverio Ballester, dos de los destacados investigadores
que están desarrollando este original estudio, esperan poder encontrar giros o
expresiones propias de regionalismos peninsulares ya que, como afirman, estas
epigrafías latinas difieren bastante del latín formar usado en las estelas
funerarias. Así, son estos graffitis los que posiblemente contribuyan a
ayudarnos a entender la evolución de las lenguas latinas y romances en la Península Ibérica.
Así
las cosas, el análisis implicará el estudio de todos los restos de terra sigillata encontrados en diversos
yacimientos con presencia romana, ubicados cronológicamente entre los siglos I
a.C. y III d.C. Será interesante prestar atención de las conclusiones de este
estudio.
No
envidio a los investigadores. La tarea es ingente pues no sólo deben limitarse
a las grandes urbes interconectadas por calzadas romanas (mapa superior de la
imagen), sino cada uno de los yacimientos con restos romanos que a lo largo de
cuatro o cinco siglos fueron surgiendo en el solar hispano. Baste como muestra
el mapa inferior, únicamente referido al Valle del Guadalquivir. Si lo extrapolamos
a toda la Península Ibérica
y suponemos un único graffiti para cada yacimiento, van a estar atareados por
bastantes años, a mi entender. Para agrandar las imágenes, picar sobre ellas.
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Gracias por el interés.
ResponderEliminarJosep Montesinos