lunes, 16 de noviembre de 2015

El peculiar latín hispánico o latinum obscurum


        Reconozco que una de las cosas que más gracia me ha hecho fue leer cómo los cronistas latinos recogían el peculiar ceceo del emperador sevillano Adriano, en su pronunciación del latín. Tan motivo de chanza fue, que algún historiador incluso justificaba sus continuas ausencias de Roma para acudir a distintos campos de batalla por todo el Imperio Romano, precisamente para evitar esos rumores y sonrisas que se originaban cada vez que hablaba.

             La anécdota fue difundida por Rafael Lapesa, autor de “Historia de la Lengua Española”, donde recogía las palabras del cronista latino Espartiano referente al discurso que dio el entonces cuestor Adriano, motivando las risas de los senadores por el latín tan ceceante que utilizaba el hispano. Lo curioso es que Adriano procedía de noble cuna y había recibido una preparación envidiable, muy poco frecuente entre los jóvenes del siglo II d.C. Así pues, no podía atribuirse su pronunciación a la incultura. De hecho, en mi libro “Tartessos, 12.000 años de historia” recojo también ciertos escritos de cronistas latinos y griegos que me inducen a pensar que ya los tartesios ceceaban.

Busto del emperador Adriano, nacido en Itálica (Santiponce, Sevilla, España) y el famoso “Hadrian’s wall” o “Muro de Adriano”, el conjunto de fortines mandado construir por el emperador como frontera del Imperio Romano frente a los pictos escoceses (del que ya hablamos al tratar las películas de Centurión y la Última Legión, aquí).

            A día de hoy los andaluces siguen hablando el castellano con ese característico ceceo tan reconocible. Pero, ¿qué diría el lector si le dijera que Adriano no era el único hispano que tenía esa peculiar manera de pronunciar el latín?.
            Lo más curioso es que en esta ocasión son historiadores y arqueólogos de la Universidad de Valencia los que desde abril de este año se encuentran analizando seriamente este hecho, al observar una serie de piezas arqueológicas que presentan un latín…cuando menos, extraño.
            Pero quizás antes de acudir a las evidencias arqueológicas sigamos con las escritas, ya que un tal Virgilio de Córdoba recogió en sus crónicas que en la Bética se hablaba dos “latines”, el más noble era el “latinum circa rumancum” (el estándar, el propiamente itálico o romano) y el “latinum osbscurum” que venía a ser una jerga o corrupción local del anterior y que, ya en plena Edad Media, únicamente entendían algunos “locales” y ciertos clérigos. Pero no queda aquí la cosa ya que, si atendemos a Menéndez Pidal, encontraremos que incluso el califa cordobés Abderramán III solía bromear con su grupo de consejeros de una manera que intercalaba frases de este “latín oscuro” componiendo rimas. A esta lengua romance hispánica la llamaban en Al-Andalus “aljamia”.

¿Bromeaba el pelirrojo Abderramán III intercalando versos en un latín hispanizado, como sostenía Menéndez Pidal?. Cuadro de Dionís Baixeras “Hasday Ibn Shaprut en la Corte de Abderramán III” (1885).

            Vistas estas referencias históricas, prestemos ahora atención a las evidencias arqueológicas. Y es que como señalé anteriormente, ciertos investigadores de la universidad de Valencia se han sorprendido al encontrar un graffiti escrito en un latín “algo diferente” en una pieza de cerámica Terra Sigillata. Lo curioso es que este tipo de cerámica tan refinada solía ser una pieza cara generalmente reservada a la élite romana. ¿Era un caso de vandalismo?, ¿algo único y puntual?. La sorpresa llegó cuando se vio que ciertamente este latín “corrupto” o hispanizado parecía ser más común y extendido de lo que cabía esperar. Ante lo cual me pregunto, ¿estamos ante una evidencia de ese “latinum osbscurum” al que aludió el Virgilio cordobés?.


            Tanto Joseph Montesinos como Xaverio Ballester, dos de los destacados investigadores que están desarrollando este original estudio, esperan poder encontrar giros o expresiones propias de regionalismos peninsulares ya que, como afirman, estas epigrafías latinas difieren bastante del latín formar usado en las estelas funerarias. Así, son estos graffitis los que posiblemente contribuyan a ayudarnos a entender la evolución de las lenguas latinas y romances en la Península Ibérica.
            Así las cosas, el análisis implicará el estudio de todos los restos de terra sigillata encontrados en diversos yacimientos con presencia romana, ubicados cronológicamente entre los siglos I a.C. y III d.C. Será interesante prestar atención de las conclusiones de este estudio.
            No envidio a los investigadores. La tarea es ingente pues no sólo deben limitarse a las grandes urbes interconectadas por calzadas romanas (mapa superior de la imagen), sino cada uno de los yacimientos con restos romanos que a lo largo de cuatro o cinco siglos fueron surgiendo en el solar hispano. Baste como muestra el mapa inferior, únicamente referido al Valle del Guadalquivir. Si lo extrapolamos a toda la Península Ibérica y suponemos un único graffiti para cada yacimiento, van a estar atareados por bastantes años, a mi entender. Para agrandar las imágenes, picar sobre ellas.

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