viernes, 25 de marzo de 2016

La increíble necrópolis de Carmona


            Reconozco que la cultura de Tartessos me ha intrigado siempre, pues considero que está aún muy mal comprendida, ya que se resiente de la gran cantidad de prejuicios y complejos que arrastran nuestros académicos, desde varias décadas e incluso desde siglos atrás.

            Son pocos los yacimientos actuales en los que se puede percibir la cultura tartésica tal cual. Ya visité Setefilla, la población minera de Munda (Villanueva del Río y Minas) y como no había acertado a atisbar nada de la grandeza de esta civilización, decidí que tal vez se preservaría mejor en los vestigios de las necrópolis tartésicas. Y así fue cómo terminé visitando los restos de la antigua Carmo, tartésica primero, turdetana más tarde, y finalmente romana. Actualmente se la conoce por el nombre de Carmona.
            Sé que parte de sus murallas eran plenamente tartésicas, pero me dirigí decidida a la necrópolis, en la que se preservaba una parte de dicha cultura. Y la visita no me defraudó en absoluto.

             La necrópolis o “ciudad de los muertos”, que es su significado original, se localiza cerca del anfiteatro romano (o más propiamente dicho, los latinos ubicaron su anfiteatro en el área donde el pueblo prerromano había ubicado su cementerio).
            Se encontró a finales del siglo XIX, sufriendo excavaciones incontroladas por parte de aficionados a la arqueología y de todo aquél que veía en estas excavaciones un lucrativo modo de hacer dinero fácil. Alertados, el historiador Juan Fernández López y el arqueólogo británico Jorge Bonsor avisaron a las autoridades del expolio, reclamando la protección de esta necrópolis. Pero como las labores de protección iban despacio, Jorge Bonsor y Luis Reyes “Calabazo”  decidieron finalmente comprar con su propio dinero los terrenos del Campo de los Olivos y del Campo de las Canteras, donde se encontraba la necrópolis, para evitar más saqueos e iniciar una campaña de excavación arqueológica que permitiera sacar a la luz el pasado de aquella noble ciudad. A continuación se muestra a ambos hombres, que no dudaron en sacrificar parte de su riqueza para proteger el patrimonio de Carmona. Quisiera aprovechar para agradecer al personal del Museo del Conjunto Arqueológico de Carmona su predisposición, información y autorización de uso de las imágenes tomadas en el recinto.


            No contentos con su labor, Bonsor y Reyes echan a andar la Sociedad Arqueológica de Carmona, así como el primer museo de estas características abierto in situ en España, en 1887.


Izquierda: un joven Juan Fernández López (de oscuro) consultando una duda a Luis Reyes “Calabazo” durante las excavaciones. Derecha: “Calabazo” excavando una tumba entre bloques de piedra en la zona de los Alcores, en 1900. Inferior: delimitando la zona del anfiteatro, antes de iniciar las excavaciones. Imágenes del Archivo General de Andalucía.

            La de Carmona confieso que es, junto con la de Pamukkale (Turquía), las dos necrópolis que más me han impresionado de los más de 33 países que he pateado hasta la fecha. La de Turquía, por la belleza de sus “bañeras” naturales, creadas de manera natural por las peculiaridades hidrotermales de la zona, que cautivaron igualmente al imperio Romano; la de Carmona, porque simplemente uno no se imagina lo que le aguarda allí. El lugar es mágico; percibes la razón por la que tartesios y otras culturas desearon dormir allí el sueño eterno.
             Estuve en Malta, deseando encontrarme con la magia megalítica y encontré un país vendido al mundo anglosajón, cargado de monumentos inconfundibles del Imperio Español, mutilados para arrancar los escudos heráldicos y poner en su lugar otros ajenos (el colmo,  la casa-palacio del primer maestre de la Orden de Malta, español, del que se había eliminado todo rastro –eso sí, tras conocerla “popularmente” como la casa del Inquisidor, aunque nunca lo fue ni desempeñó tal función– y en cuyo salón principal un enorme retrato de la reina inglesa Isabel II lo preside todo); una isla que recordaba una gigantesca escombrera y donde todos sus monumentos mostraban claras evidencias de manipulación posterior, ubicando aquí y allá bloques que nunca fueron en esos lugares ni en esos emplazamientos (basta observar imágenes en blanco y negro de antaño, para comprobarlo). Simplemente me defraudó como pocos lugares lo han hecho.
             Pues bien, quién me iba a decir que esa magia megalítica la iba a encontrar en solar hispano, en el corazón del valle del Guadalquivir, en antiguo terreno tartesio. Y es que hay determinadas tumbas en Carmona que encierran en su seno toda la magia y misterio de las enormes y milenarias piedras. Los propios arqueólogos no se atreven bien a datar esas estructuras ciclópeas que, aunque presentan restos de sus últimos moradores, de época romana, no esconden indicios de que posiblemente se remonten varios milenios a ellos, en su construcción (hacia el III milenio a.C.).

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Y razones no les faltan para ser tan precavidos, pues en el Aljarafe sevillano y en el Gandul (Alcalá de Guadaíra) existen numerosos y bellos ejemplos de dólmenes. Así que no es nada aventurado suponer que aquí los hubo. Como digo, no hay más que perderse por esta necrópolis para encontrarlos a raudales. Posiblemente, por su magnificencia y energías, no tardaron en ser reutilizados por otras culturas posteriores, que los transformaron a su gusto, labrando hornacinas, arcos y escaleras en la pared rocosa.  
De acuerdo con los datos facilitados por los arqueólogos, se han distinguido varias etapas de ocupación en esta necrópolis. La primera (si prescindimos de la cultura megalítica) se atribuye a los tartesios, que realizaban tumbas de incineración más bien simples, haciendo una pequeña habitación en la roca, donde se depositaba la urna con las cenizas y algunas pertenencias a modo de ajuar funerario. Más tarde, la habitación se iba agrandando, añadiéndose en las paredes nichos labrados en la roca, así como escaleras de acceso.



Ya en plena época romana, se construyen verdaderos mausoleos subterráneos. Ahora bien, hay algo que no debemos olvidar, y es un rasgo que remarcaron los propios cronistas latinos al hablar de la Baética. Decían que sus habitantes se encontraban tan civilizados que pronto se les denominó “togati” por la rapidez con la que asimilaron la cultura del Imperio Romano y se adaptaron a sus costumbres. Posiblemente, creo yo, porque muchos aspectos de la cultura itálica ya estaban presenten en la cultura tartésica y turdetana, por lo que no hubo tanto choque cultural entre estos pueblos y el imperio Romano como sí se dio entre los de influencia y origen celta de las Mesetas, Galicia y Lusitania (hoy Portugal). En Carmona, aunque la cultura de ese momento era puramente romana, las gentes eran en su mayoría autóctonas de la Bética y, muy posiblemente, atesoraban un bagaje cultural con un acentuado poso matriarcal, megalítico. De hecho, aún aflora a día de hoy, en las creencias y cultos marianos tan abundantes en toda Andalucía.

Las tumbas cada vez se van haciendo más elaboradas, en época romana.

Regresando a la necrópolis romana de Carmona, estos ritos matriarcales megalíticos se dejan ver en la decoración, aún ocre, de muchas tumbas, como también ocurría en varios megalitos y restos óseos neolíticos, que parecían estar decorados con esa pintura en un afán de rememorar la fuerza vital de la sangre, el fluido de la vida. También se evidencia en la tendencia rupestre de construir las tumbas como un regreso al vientre rocoso de la Madre Tierra. Otro hecho curioso es la tendencia a compartir con esta Madre Tierra parte del banquete funeral (representado en una pintura mural, en otra de estas tumbas), existiendo canales labrados y otros elementos para derramar parte de la bebida, así como parte de las viandas.

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Pero lo que más ha llamado la atención de académicos y arqueólogos es la presencia en la necrópolis de Carmona de elementos que parecen mostrar el arraigo de creencias orientales. Tal es el caso de la célebre “tumba del elefante”, en cuyo interior se encontró la célebre estatua que se encuentra en el Museo, junto a la necrópolis.
            Se considera que en esta tumba se llevaban a cabo ritos de renacimiento y ultratumba, en honor a la diosa frigia Cibeles, curiosamente adorada desde el Neolítico en Anatolia (Turquía) como Madre Tierra, y al dios Attis, también frigio, amante de Cibeles, que en un arranque de ira se automutiló quedando como eunuco. Al morir desangrado, Cibeles, cautivado por la belleza del joven, lo hizo renacer. Las fiestas en honor al renacimiento de Attis se celebraban en el equinoccio de primavera, cuando la naturaleza renace tras la aparente muerte invernal, cada año.
             En el museo se exponen elementos encontrados en el interior de estas tumbas, que son realmente asombrosos, desde delicadas cajitas-urna funerarias y elaboradas columnas, hasta estatuas de los fallecidos sumamente realistas.


            El aspecto que debió poseer esta ciudad romana debió ser tal, que los visigodos continuaron usándola, manteniendo su aspecto original y reconstruyendo aquellas partes que habían sufrido desperfectos durante la época de conflictos entre los hispanorromanos y los recién llegados godos, hacia mediados del siglo V d.C. En la imagen que sigue se muestran distintas estimaciones del aspecto que debieron presentar dos de las puertas de acceso de Carmo, una de las calles de la necrópolis, con distintos mausoleos sucediéndose, y la tumba de Servilia (en el siglo I a.C.).



3 comentarios:

  1. Interesante y trabajado artículo, Valeria. He aprendido con él y pronto realizaremos una visita a ese lugar, siguiendo sus directrices. Lo que si me gustaria comentar es lo que señala de Malta, en la línea con su anterior trabajo. Peor que los acomplejados y fuleros ingleses son sus esclavos admiradores como esa insihificante y desagradecida isla que cita. Una pena.

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  2. He visitado con la familia estas vacaciones Carmona y me ha sorprendido leer su escrito, está claro que una investigadora ve mas allá de uno que no lo es. Lo que si he entendido completamente es lo que dice de Malta. El verano pasado la visitamos y adelantamos nuestra salida por el grado de indignación que nos iba produciendo esos hijos de la Gran Bretaña. Sus mentiras y su desagradecimiento a los que hicieron tanto por ella en el pasado raya el crimen. ¡¡ Vaya si han asimilado correctamente la falsedad y el cinismo inglés !!. Buenos alumnos en ocultar la verdad.

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  3. Hola, parece que hay consenso en el tema de Malta: una vergüenza (¡y en pleno siglo XXI, Era de las Comunicaciones!).
    Sr. Uribe, no sabe la satisfacción que me produce que mis entradas sirvan para estimular sus visitas.
    Sr. Ortíz, siento que no haya disfrutado como yo lo hice de mi visita. Probablemente fuera porque cuando yo estuve, fue primera hora y tuve todo el yacimiento para mi solita. ¡Todo un lujo!. No sólo era mágico el lugar, sino el juego de luces que se fue dando mientras levantaba el día. En días festivos se acumula a veces demasiada gente y prisas, y eso no ayuda.
    Un saludo a ambos.

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