Estamos en una situación política
confusa, con una crisis mal llevada de refugiados que huyen de las barbaries de
la guerra (sirios) o de sanguinarias persecuciones (kurdos), con una situación
económica que no acaba de recuperarse y con atentados yihadistas azotando
Europa (matizaba un experto militar en este tipo de terrorismo que no es que el
yihadismo se esté radicalizando, sino que radicales europeos se están
islamizando, o usando esta religión como pretexto para dar salida a su anarquía
y ansias destructoras), Asia (Pakistán) …pero aún con todo, me gustaría hacer
una abstracción de todo este caos social y centrarnos por unos momentos en otro
ciclo vital superior, el de la Naturaleza, ya que nuevamente llegó la
primavera.
Sé que para algunas personas, “con
la que está cayendo”, que yo me ponga a hablar de la primavera les puede
resultar incluso frívolo pero es que, al margen de todos estos sinsabores que
nos llegan desde los medios de comunicación, los rayos del Sol comienzan a
aportar más calor, el día va ganando a razón de tres minutos por jornada a la
noche, las flores comienzan a proliferar y es posible escuchar a las atareadas
abejas (que tan al borde de desaparecer estuvieron, por ataques de parásitos diversos y la llegada
de otra especie de avispa alóctona) zumbando en torno a la vegetación.
Cedamos la palabra al arte,
especialmente a la pintura, para permitir recrearnos en esta explosión de
vida y color que ocurre a nuestro alrededor cada año por estas fechas. Es por
ello que abriré “mi galería” con la obra de Pierre-Auguste Cot (1837-1889),
quién no duda en mostrar a la primavera como una joven que flirtea tímidamente,
iluminada por los primeros calurosos rayos del sol que se abren camino entre la
oscura y húmeda espesura.
Lo mismo puede decirse de la obra del
húngaro Ignac Ujvary (1860-1927), mostrando a un grupo de muchachas celebrando
la llegada de esta estación, iluminadas por rayos del sol matutinos que
desperezan los rastros de una fría noche:
En este sentido es mucho más simbólica
la “alegoría de la primavera” pintada por el hermético Sandro Botticelli en 1480-1482,
mostrando a una fecunda primavera (la Flora griega) que va diseminando
exuberante vegetación a su paso, junto a las Tres Gracias -o los tres aspectos
de la milenaria Madre Tierra- Voluptas (Voluptuosidad), Pulcritudo (Belleza) y
Castitas (Castidad), danzando en un círculo órfico, iniciático, a imitación de
los ciclos vitales de muerte, nacimiento y por tanto fecundidad. Junto a ellas,
el Hermes griego -deidad del conocimiento “hermético”, llamado así en honor a
él, reservado a los iniciados y siendo por tanto venerado por sofistas,
alquimistas y cabalistas- que eleva su famoso caduceo hacia un árbol frutal,
transmitiéndole así esa energía vital que será objeto de muchos iniciáticos, que
desesperadamente buscaron el ansiado elixir de la vida, representado en la
mitología griega por diversos frutos de oro, como las manzanas del conocimiento que
Heracles fue a buscar al Jardín de las Hespérides en los confines del mundo
conocido.
En el centro del lienzo se encuentra
Venus Pandemos, en la visión platónica de la diosa como dualidad cósmica y
sobre ella Eros, energía que impulsa todo el ciclo vital de fecundidad,
muerte y resurrección.
Más me desconcierta la pareja a la
derecha del cuadro pues, mientras que para todos los académicos y expertos en
arte es el dios Eolos de los vientos impulsando a Cloris, personalmente disiento de dicha
interpretación. Para mi se trata del dios Hades, del mundo ultraterreno
(muerte), devolviendo a Kore o Perséfone al mundo terrenal. Recordemos que Hades
queda tan prendado de la joven e inocente Perséfone que decide raptarla y
llevarla con él por unos meses al inframundo, correspondiendo así con el
invierno, que es cuando parece que la naturaleza muere, para devolverla al mundo
terreno en el equinoccio de primavera, cuando la flora y fauna revive,
cambiando de estación y alargándose los días (las horas de luz).
Esta explosión de vida queda bien
reflejada en el óleo de la pintora actual, Purificación Retamero Fernández:
Por cierto que un amigo de la
familia, Luis Gómez, me comentó cuando era pequeña que las amapolas -flores que
me encantan, por la alegría que aportan al paisaje- son indicadoras de suelos
pobres y escasamente fértiles. No se puede tener todo.
Dicha estación también aparece mostrada,
de manera más sosegada y relajante, por el inconfundible Claude Monet (1840-1926), en su “consagración
de la primavera”:
Salvador Dalí parece haberse
inspirado igualmente en la luz primaveral cuando realizó dos bellas pinturas de
su inconfundible mundo creativo mental.
Representa gigantes mariposas –anunciadoras de la llegada de la primavera- a modo de las
aspas de los molinos cervantinos, contra los que se dirige el Quijote. Similares
mariposas, lanza en mano y cielos que muestran aires de cambio de estación, los
encontramos en otra obra del genial pintor catalán que representa un bergantín
español... impulsado por el aletear de numerosas mariposas.
También Vicent Van Gogh representó
la primavera, a su modo tormentoso, en su “rama de almendro en flor” (1890), que
realizó para su sobrino.
Más confortable resulta la luz de
los cuadros de Joaquín Sorolla (1863-1923), aunque por el atuendo de los
personajes se intuya aún cierto frescor en el ambiente.
Y su bello retrato a un meditativo
Antonio García en la playa.
Hola. muchas gracias por incluir mi obra en tus comentarios.
ResponderEliminarEn adelante seguire tu pagina y te animo a que veas tambien mis novedades, un abrazo
Buenas tardes, Purificación, es un placer saludarte. Encontré la fotografía de tu cuadro en uno de mis paseos sin rumbo por la red y me encantó por su pureza y luminosidad. Así que no pude por menos que compartirlo con los lectores. Visitaré encantada tus novedades, sin duda. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHola Valeria: sin duda internet, nos ofrce muchas posibilidades , entre ellas conectar con gente de sensibilidades parecidas que de otro modo, nunca conoceriamos, ha sido un placer encontrarte, un abrazo
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