Cuando hablé de la Expedición Malaspina, en los comentarios hubo lectores que se interesaron por las labores
“colaterales” llevadas a cabo en este viaje y relativas a descubrimientos
científicos. Estos comentarios me hicieron recordar el trabajo posiblemente
ignorado, olvidado o simplemente desconocido, del sevillano don Nicolás Monardes
Alfaro y que creo que es de justicia rescatar del olvido. A él dedico la
entrada de hoy.
Se
desconoce a ciencia cierta la fecha de nacimiento de este ilustre científico,
Nicolás de Monardes, estimándose en 1493. Desde muy joven se sintió llamado
para ejercer la profesión de medicina, desplazándose a la insigne facultad de
Alcalá de Henares –fundada por el cardenal Cisneros- para iniciar sus estudios,
que concluyeron en la universidad de su ciudad natal, Sevilla, en 1547.
En
Sevilla comenzó su labor como médico, adquiriendo gran fama en pocos años. Pero
quizás el aspecto que más deseo resaltar de este personaje es su gran interés
por las aplicaciones farmacológicas de los raros ejemplares que llegaban desde
las Américas a bordo de los barcos de las Indias. Por esta curiosa inclinación,
desde muy pronto comenzó a realizar su elaborado herbolario y fue tal su
interés que incluso llegó a arriesgar parte de su patrimonio económico en una
industria basada precisamente en el cultivo y fabricación de medicamentos a
partir de plantas que eran prácticamente desconocidas en Europa. Muchas de
ellas, de hecho, comenzaron a ser conocidas precisamente de manos de Nicolás de
Monardes y sus medicamentos. Como vemos, fue todo un adelantado a su tiempo,
colaborando con el avance de la medicina en toda Europa gracias a su ingente
labor. (Para agrandar las imágenes, picar sobre ellas.)
No
sólo se dedicó a recatalogar y corregir descripciones o análisis erróneos
realizados sobre las nuevas plantas que llegaban de América o de Asia (por
ejemplo, el árbol de la canela,
el de la zarzaparrilla y el de la pimienta y sus variedades, entre otras), sino
que describió concienzuda y meticulosamente muchísimas nuevas especies, con una
seriedad y objetividad científica tales que durante muchos siglos posteriores a su
muerte aún se usaban sus publicaciones como referencia. Así, por ejemplo, la
primera lámina que detalla aspectos botánicos de la planta del tabaco figura en
sus libros (en la imagen inferior). Pero también de la planta del maíz, del
tomate (mencionado por primera vez por el explorador Bernal Díaz del Castillo),
de la piña tropical, del cardo santo, del cacahuete o de la coca (en la imagen
superior).
Monardes
tuvo amistad con poderosos y prestigiosos aristócratas del panorama nacional
entre los que figuraba, por ejemplo, el militar, poeta e historiador Gonzalo
Argote de Molina (quién entre otras cosas repelió un ataque de Drake a Gran Canaria,
en 1595). Dicen que en 1570 el monarca Felipe II visitó al militar en su casa
de Sevilla, siendo además buen amigo del consejero real y bibliotecario de El
Escorial, Arias Montano.
Gonzalo Argote
de Molina llegó a actuar como editor de algunas obras de Nicolás de Monardes,
contribuyendo así a la difusión de los importantes estudios del prestigioso
médico. Igualmente puso a su disposición diversos especimenes que formaban
parte de la ingente colección del militar, entre ellos, un ejemplar disecado de armadillo, que fue estudiado y descrito por el médico sevillano.
En la imagen,
reconstrucción de la sala de la residencia del médico donde llevaba a cabo sus
estudios. Bajo ella, detalle del cuadro “El Puerto de Indias” (s. XVI) que
recoge la llegada de la Flota
de Indias a la ciudad de Sevilla y los cañonazos de saludo, de rigor. A su
lado, retrato realizado por Francisco Pacheco del militar Gonzalo Argote de
Molina hacia 1599.
A
los trabajos de Nicolás de Monardes, además del conocimiento de numerosas
plantas americanas a toda Europa (como por ejemplo, la batata, el cacahuete, el
tomate, la coca, el cannabis, la piña, el cacao o el tabaco), se debe el
estudio y conocimiento del Sasafrán (género Sassafras)
nombre dado por el sevillano que, además de estudiar el género, observó cómo había
especies de éste tanto en América (en el este de Norteamérica) como en Asia. De
la corteza de este árbol se extraía un colorante amarillo, además de usarse
para fabricar repelentes de mosquitos y como saborizante de ciertas cervezas.
Entre sus usos farmacológicos destacaba el de antiséptico para ojos, resfriados
y boca. Recientemente, en Norteamérica se está experimentando con un activo de
esta planta, el safrol, para combatir ciertos cánceres.
También
dio a conocer en Europa el llamado “bálsamo de Tolú” que le llegó procedente de
la actual Colombia, extraído de la corteza del Myroxilon toluifera, de donde derivaba su nombre y aunque los
aborígenes lo usaban para embalsamar, Monardes pronto supo ver sus
aplicaciones en la perfumería, si bien destacaba sobre todo por sus
aplicaciones médicas (antiséptico, expectorante, enfermedades dérmicas,
enfermedades venéreas, diarreas, tuberculosis, asma, cicatrizante, etc). El
estudio farmacológico de muchas plantas de la Nueva España (América) fue en
ocasiones complementado por los rigurosos análisis botánicos del médico,
botánico y ornitólogo Francisco Hernández de Toledo.
Otra de las
fuentes de material para las investigaciones de Nicolás de Monardes procedía
del militar Gonzalo Fernández de Oviedo, autor de la obra “Sumario de la Natural Historia
de las Indias” (1526) entregada (y dedicada) al emperador Carlos I, padre
de Felipe II, en cuyos 86 capítulos relataba aspectos de la fauna, flora y
minería de América. Este libro (en la imagen, con la rúbrica del militar) fue
tan sólo una breve síntesis de la colosal obra realizada por Fdez de Oviedo, que sólo
fue publicada entre 1851 y 1855 por empeño de la Real Academia de la Historia, conformando
cuatro amplios volúmenes revisados por el historiador José Amador de los Ríos,
bajo el nombre de “Historia General y
Natural de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano”.
En la imagen,
recogiéndo el “bálsamo de Tolú” en San Salvador y cuyas propiedades
medicinales fueron estudiadas por primera vez por Nicolás Monardes. A su lado,
detalle de la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo, y lo mismo de Francisco
Hernández de Toledo. La copiosa obra de este último fue publicada en inglés en
el año 2000 por la editorial Stanford University Press, respetando la obra
original y ocupando más de 400 páginas en dos tomos complementarios: “The Mexican Treasury: the Writtings of Dr.
Francisco Hernández” (“El tesoro
mexicano: los escritos del Dr. Francisco Hernández”) y “Searching for the Secrets of Nature: The
Life and Works of Dr. Francisco Hernández” (“Búsqueda de los secretos de la Naturaleza: vida y obra del Dr. Francisco
Hernández”).
Entre
la amplia obra dejada por Nicolás Monardes destaca por su importancia “Historia medicinal de las cosas que se traen
de nuestras Indias Occidentales” y que en realidad es un compendio de tres
obras del médico sevillano: “Dos libros,
el uno que trata de todas las cosas que se traen de nuestras Indias
Occidentales, que sirven al uso de la medicina y el otro que trata de la piedra
bezaar, y de la yerva escuerçonera” (1569) y “Segunda parte del libro de las cosas que se traen de nuestras Indias
Occidentales, que sirven al uso de la medicina; do se trata del tabaco, y de la
sassafras, y del carlo sancto, y de
otras muchas yervas y plantas, simientes, y licores que agora nuevamente
han venido de aquellas partes, de grandes virtudes y maravillosos effectos”
(1571). Estas obras además se enriquecieron con su libro publicado en 1574
titulado: “Primera, segunda y tercera
partes de la historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias
Occidentales, que sirven en medicina; Tratado de la piedra bezaar, y dela yerva
escuerçonera; Diálogo de las grandezas
del hierro, y de sus virtudes medicinales; Tratado de la nieve, y del beuer
frío.” Previamente, en 1540, ya había consignado por escrito algunas
propiedades farmacológicas de las rosáceas y cítricos en su obra “De Rosa et partibus eius”.
Además de todo
ello, Nicolás Monardes también sacó tiempo para estudiar el aporte de los
médicos árabes y grecolatinos y el uso de tales lenguajes en la Medicina europea,
estableciendo equivalencias de ciertos términos. Sus conclusiones al respecto
conformaban su obra “De Secanda Vena in
pleunti Inter Grecos et Arabes Concordia”.
Este médico
sevillano también tiene el mérito de haber sido el primer científico en reparar
en el fenómeno de la fluorescencia, al estudiar cocciones de Lignum nephriticum que describió en su
libro publicado en 1565, “Historia
Medicinal” reeditado en 1580.
Nicolás Monardes fallecería un 10 de octubre de 1588, el mismo año que ocurrió el incidente de la Armada Invencible y Richard Drake conoció la humillante derrota en La Coruña y más tarde en Lisboa. Monardes legó una obra ciertamente novedosa y muy valiosa. Por todo ello,
creo que era de justicia recordarlo.
Precioso y elaborado trabajo el suyo, Valeria. Lo he leído con el agrado y la satisfacción que da el ver que hay escritores que rescatan del olvido a hombres que dieron y trajeron cultura al imperio. Así se podrá neutralizar la fama de salvaje e inculto que la leyenda negra creada por los bastardos enemigos nos dieron. Brillante trabajo.
ResponderEliminarBuenos días Antonio, gracias por sus palabras. Ciertamente hay tantísimas figuras españolas que hicieron tanto y se adelantaron tantísimo a su época con sus trabajos, aunque desgraciadamente apenas se les menciona en los libros de texto o se adjudican sus investigaciones a autores de otras nacionalidades y tiempos posteriores, que tengo que refrenarme para no aburrir con ello a los lectores del blog. Con todo, sí le adelanto que poseo un listado de investigadores tan interesantes como Monardes, a los que iré dando salida en el blog. Un saludo.
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