miércoles, 18 de marzo de 2015

El enigma de los griegos en España


         
         En una entrada anterior (ésta) comentaba las conclusiones de distintas investigaciones que han llevado a plantearse nuevamente pilares que creíamos tener asentados sobre la evolución humana y que se tambalean en parte. Ojo, en ningún caso trato con ello de echar tierra sobre la Teoría de la Evolución, que creo sin dudas, ya que el Creacionismo me parece simplemente de tiempos medievales. Mi objetivo es tan solo señalar aquellos puntos críticos que creo necesario replantearse para poder despejar las dudas transformándolos en nuevas certezas. Pues bien, ahora le toca el turno a los vestigios de la Grecia clásica en suelo peninsular ibérico.
          Hace unos meses comentábamos en otra entrada (aquí) algunas dudas que existen sobre si los griegos pudieron o no viajar al norte de Europa. Dependiendo de los investigadores que escuchemos, la respuesta será afirmativa o no. No obstante, ¿qué pasaría si les dijera que entre la comunidad arqueológica española y de unos años a esta parte, incluso se está planteando si los griegos pisaron o no la Península Ibérica?.
      Pues sí. Como lo oyen (o leen). Sé que desde hace bastantes años los diversos arqueólogos y académicos europeos defendían la fundación de determinadas colonias griegas y que posteriormente, por conflicto con los fenicios, parte de la Península Ibérica les fue vetada. Las colonias que antes eran griegas, pasaron a ser fenicias y más tarde cartaginesas, para ser finalmente romanas.
        En la imagen se comparan dos mapas, el superior, con las ideas que se sostenían hace unos años e incluso décadas atrás, y el inferior, mostrando las teorías actuales.

        Como permite ver la imagen, actualmente se considera que, de haber una colonia griega en la Península Ibérica,  posiblemente fuera la ciudad de Emporion, en Cataluña. Todos los demás yacimientos considerados griegos, actualmente son estimados como autóctonos (nativos ibéricos) o colonias fenicias donde llegaban elementos griegos traídos por comerciantes, posiblemente fenicios. 

       No obstante, tampoco se descarta que en algunos casos pudiera darse algún barrio griego dentro de estas ciudades, a la manera de los barrios italianos o chinos en las actuales ciudades de Nueva York, Los Ángeles o Francia, por citar algunas; o como ocurriera con las juderías en las ciudades medievales peninsulares.

      Este cambio de opinión está fundado en los escasos hallazgos plenamente griegos realizados en las distintas excavaciones arqueológicas españolas, en las que aparecen materiales griegos esporádicos, rodeados de otros más numerosos plenamente ibéricos o fenicios. De ahí que se sospeche que pudieran ser de manufactura griega pero importados por otros pueblos comerciantes. En otros casos, existen ligeras sospechas de manufactura ibérica imitando otros objetos plenamente griegos, más escasos (y por tanto más caros y difíciles de obtener). No es la única posibilidad, ya que en las costas granadinas y malagueñas es frecuente encontrar objetos auténticamente egipcios, o bien imitaciones de éstos, tales como escarabeos o alabastrones.
        En la imagen se muestran distintos alabastrones de tipología egipcia procedentes de Almuñecar (antigua Sexi, s. VII a.C.), Granada, con un detalle de los cartuchos faraónicos. Debajo, anillo egipcio hallado en sedimentos del Guadalhorce (Málaga), otro en oro procedente de Huelva, otro en bronce hallado en un yacimiento fenicio malagueño, dos escarabeos procedentes del yacimiento ibero-romano de Cástulo (Jaén) y un anillo-escarabeo en plata encontrado entre los restos de un barco fenicio hundido en Mazarrón (Murcia, del que se habló aquí).



            Así las cosas, ¿realmente es cierto que los griegos nunca pisaron la Península Ibérica, o quizás lo hicieron en un número muy reducido?. Y, ¿cómo encaja en estas nuevas ideas las numerosas tradiciones orales de varios pueblos peninsulares que consideran al fundador, de origen griego?. Tal es el caso, por ejemplo, de la ciudad de Pontevedra, que remonta su origen a la llegada de varios guerreros griegos, Eneas entre ellos, poco después de la caída de Troya.
 




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