martes, 7 de marzo de 2023

Simbología de El Cristal Oscuro (The Dark Crystal, 1982)

            Recuerdo que siendo pequeña, un amigo de mi hermana mayor y vecino nuestro, solía poner la película de personajes animatrónicos “Cristal Oscuro” (1982, dirigida por Jim Henson y Frank Oz) y aunque a ellos les gustaba a mí me daba mucho miedo, así que nunca llegué a ver más de unos pocos minutos.

            Por eso cuando hace unos días vi que la ponían en uno de los canales de televisión, me animé a verla. Y se sorprendió. Aparte de ser una película enteramente realizada por muñecos animatrónicos (o títeres, dicen otros), del equipo de “Barrio Sésamo”, “Dentro del Laberinto” (Labyrinth, 1986, con David Bowie y una joven Jennifer Connelly, dirigida por Jim Henson y George Lucas) e incluso alguno de los personajes de la saga de “La Guerra de las Galaxias” (Star Wars, de George Lucas), lo que más me sorprendió fue el ver su simbología masónica tan descaradamente expuesta a lo largo de toda la película. Podría decirse que era una versión masónica del mítico cuento, ya esotérico medieval, de los caballeros del Rey Arturo y del Grial. De hecho, incluso se permite hacerle un guiño, a los conocedores de la historia (concretamente de la versión realizada por el juglar alemán templario Wolfram von Eschenbach, en el siglo XIII) cuando “la merlina” a la que acude el protagonista en busca de su Grial particular (el fragmento de cristal) le dice algo así como “ahora debes preguntarme por el cristal”, pues recordemos que en el romance templario aludido del templario Eschenbach (quién además de confesarse templario en el prefacio de la obra dice que se inspiró en un manuscrito procedente de la Toledo medieval española), el Rey Pescador agoniza porque el joven buscador del Grial de corazón puro, Parzival, no le hace pregunta alguna sobre el Grial.

            Muy simplificadamente, la película de “El Cristal Oscuro” comienza cuando el maestro de un joven está agonizando en su lecho de muerte y le cuenta que hace milenios, el cristal de la sabiduría que rige su mundo se fragmentó y entonces la raza de sabios místicos y justos, nada belicosos, que habitaban el planeta, los urskeks sufrieron también una división dando lugar cada uno de ellos a un ser belicoso, ambicioso y malo, los skekses (mitad buitre, mitad reptil) y a un ser bonachón y asceta, los místicos. Vivían además otras razas en el planeta tales como los podlings (que vivían en los bosques y que fueron esclavizados por los malvados skekses y de los que, con ayuda del fragmento más grande del cristal, extraían la esencia de estos podlings bebiéndola para mantenerse jóvenes, a modo de “fuente de la juventud”)y los gelflings (un equivalente a los elfos de “El Señor de los Anillos”), que comenzaron a ser masacrados por los skekses para impedir que se cumpliera una profecía que señalaba que así como el cristal se fracturó en una conjunción de los tres soles hacía un milenio, en la siguiente conjunción un gelfling restauraría el cristal devolviéndole el fragmento partido y entonces los skekses y místicos desaparecerían para volver a integrarse en urskeks, reinando eternamente en paz y armonía; pero si no lo lograba, los malvados skekses reinarían de por vida bajo un dominio de oscuridad, crueldad y destrucción.

            Así pues, aquí encontramos el primer elemento templario-masónico: el ciclo cerrado, se inicia con unas circunstancias propicias para una era oscura que desembocará en las mismas condiciones propicias para el restablecimiento del equilibrio y la luz tras un duro y sombrío peregrinaje de enseñanzas; la serpiente que se muerde la cola o la espiral reproducida hasta el aburrimiento en petroglifos, megalitos y culturas ancestrales.

            Pues bien, han pasado mil años desde la rotura del cristal y un joven elfo (o gelfling) que sobrevivió al asesinato de su aldea a manos de los soldados de los skekses (que son escarabajos peloteros como los adorados por los antiguos egipcios), criado y educado por un sabio místico, acude al lecho de éste cuando se está muriendo. Entonces le cuenta que él es el elegido para devolver el fragmento de cristal al trozo más grande y restablecer así el equilibrio en su mundo pero si falla, el mal se adueñará del planeta y será irreversible.

            Si nos fijamos en estos místicos que viven en un pueblo troglodita, entre un círculo de piedras megalíticas y rodeados de espirales por todas partes, hay un detalle que puede pasar desapercibido y que está en el abrigo que viste el moribundo: el ojo masónico-illuminati conocido como “el ojo que todo lo ve”.

El personaje protagonista, Jen (izquierda), no puede dejar de recordarme al Orfeo grecorromano, presentándonoslo como réplica casi exacta de una de las muchas estatuas y representaciones suyas en mosaicos romanos, encontrados en distintos yacimientos romanos. A la derecha, una flecha resalta “el ojo que todo lo ve”, en la túnica del maestro.

             Al morir el maestro místico, simultáneamente fallece en el palacio real el dirigente de los skekses puesto que ambas razas están conectadas y lo que le ocurre a uno de ellos le sucede también a otro de la otra raza.

            Cuando el joven Jen parte en busca del trozo de cristal, que no sabe cómo será ni dónde hallarlo, los diez restantes místicos supervivientes inician su marcha hacia el palacio real, mientras se está produciendo lentamente el alineamiento de los tres soles.

            Jen llega cerca de la morada de una hechicera que curiosamente “se presenta” como las tres Moiras de la mitología griega, encargadas de cortar el hilo de la vida de los mortales, cuando les había llegado su hora (nótese como la maga carece de un ojo, posee otro extraíble y tiene además el tercer ojo en su frente, que según las tradiciones no solo le permite ver el futuro sino también conectarse a la energía del Universo que todo lo une: pasado, presente y futuro, de nuevo otra curiosa conjunción de tres elementos). También Orfeo está relacionado con la muerte pues será uno de los pocos personajes de la mitología grecolatina que viaje al inframundo y rescate el alma de su amada, reviviéndola.

Arriba, dibujo de las tres Moiras en la película de animación de la factoría Disney “Hércules” (1997). Debajo, detalle de “El Cristal Oscuro” (1982) con Jen en una de las salas del observatorio astronómico de la hechicera Aughra.

            

          Todo este pasaje es una condensación del esoterismo templario que luego los masones harían suyos y que los Illuminati también tratarían de adoptar, veamos. Ya he comentado su similitud con las clásicas Moiras grecolatinas. Pero es que a su vez, si la observamos, esta hechicera lleva cuernos de macho cabrío pero es evidentemente una mujer, como evidencian los pezones bien marcados en su túnica roja, estamos por tanto ante un hermafrodita dotado de cuernos de cabra, imagen claramente identificable con el esotérico baphomet:

          Ya he comentado como esta hechicera hace recordar al pasaje de la agonía del Rey Pescador en la mítica Perzival de la saga medieval del Grial (que hacía de los templarios, los custodios de la sagrada piedra, que era en esta versión), pero la película va más allá pues cuando entran en la guarida de la hechicera –de nuevo otra cueva, como los místicos, recordando a la raza de sabios constructores pacíficos, en los mitos celtas de los Tuatha de Danann–, sorprende encontrar no solo artilugios usados por alquimistas, sino una especie de réplica mecánica de distintos astros con sus lunas o satélites correspondientes. Al verlo Jen, la hechicera le dice algo así como “todo lo que está en los cielos está aquí”, lo cual me recordó al instante a una de las máximas del sabio grecoegipcio Hermes Trismegistus, fundador del hermetismo, “como es arriba así es abajo” (en la cueva, bajo tierra, encontramos una réplica del firmamento).

            Por si nos quedaban más dudas, en un momento concreto la hechicera hace una de las consignas masónicas-illuminati satanistas, llevar “el ojo que todo lo ve” al suyo propio, identificándola como Suma Maestra de las enseñanzas herméticas (en la cultura pop actual, son muchos los cantantes que tratan de copiar el gesto, banalizándolo y popularizándolo arrebatándole su verdadero significado, el más clamoroso es el caso de Lady Gaga, pues repite el gesto en casi todos sus video-clips).

     

        La hechicera le muestra a Jen distintos cristales y a él le corresponde saber identificar cuál de ellos es. ¿Cómo lo hace? Por medio de la música, la melodía de las esferas.

        Ya con el verdadero cristal en la mano, y con los ejércitos malvados pisándole los talones, Jen prosigue su viaje, ahora hacia el palacio para reunir los cristales, pero se topa con otra “elfa” (gelfling), que también sobrevivió a la masacre de su raza y fue criada por los podling de los bosques, así que ella puede hablar con los animales (compartir recuerdos con el gelfling mediante telepatía; y volar con alas de mariposa, al ser una hembra gelfling). Por cierto que Kira, como se llama ella, lleva bordado un trébol en su vestido (otra vez el 3).

         Aquí de nuevo, si prestamos atención a los símbolos, vemos un mensaje oculto puesto que el personaje llevará todo el tiempo en su capa un triángulo invertido, con el vértice hacia abajo así que es totalmente opuesto al símbolo fálico de los héroes vigorosos, fornidos y sementales. Esto nos dice que el personaje Jen, como Perzival, no ve materialmente a la mujer con instintos sexuales. Hasta que curiosamente la capturan y él la pierde, entonces ese triángulo desaparece y a partir de entonces solo lleva dos extremos de cuerda para la capucha. Entonces él manifiesta estar enamorado. ¿Casualidad, o no?

          Cuando la pareja parte hacia el palacio para restaurar el cristal, emplean como transporte unos animales que parecen salidos de los cuadros del pintor español Salvador Dalí, con enormes y alargadas patas. Y es que Dalí ya dibujó estos curiosos elefantes en 1944, en 1948 y en otras de sus obras, pues eran uno de sus elementos recurrentes. Si nos fijamos en el animal de El Cristal Oscuro, además de las características patas y aspecto a distancia comparte las grandes orejas de elefante. Pero el director del film dejó claro que ese ser surgió de la mente de uno de sus colaboradores (Brian Froud) cuando vio a uno de los mimos, llamado Robbie Barnett, que durante el rodaje andaba sobre dos zancos…. Y se imaginó uno de los elementos más recurrentes del universo Dalí, con silueta, patas y orejas similares por ver a un payaso caminando sobre dos largos palos, ya… (¿no será más bien que no querían pagar derechos de autor al emplear este animal tan “daliniano”?)


 Centro e izquierda, esquema y escena de la película de 1982. Derecha, elefante pintado por Salvador Dalí en 1948.  

            Finalmente logran unificar el cristal en plena alineación de los tres soles, así que los nueve místicos se fusionan con los nueve malvados volviendo a ser nueve seres de luz y sabios urskeks, en un “tablero” que de nuevo aúna el círculo zodiacal astral, con “el ojo que todo lo ve” masón-illuminati:

 Los momentos finales celebrando la alineación de los tres soles más parece ser un rito esotérico de una secta a puerta cerrada que otra cosa.

            Así que aparte de encontrar una historia paralela con la búsqueda griálica medieval y encontrar simbolismo masónico e illuminati-satanista por doquier, también parece insinuarse una pervivencia del ancestral mito matriarcal (el 3 es recurrente en todo el film, aparte de encontrar que a pesar de casi que todos personajes relevantes son masculinos, los dos seres femeninos que aparecen son con mucho más poderosos que ellos; la hechicera y Kira, la protagonista femenina, ¿reminiscencia de cuando dios era mujer?) 

            Sin embargo, de ser así, el afán de patriarcalizar los mitos religiosos es más que evidente pues será ella la que se sacrifique y renazca y no él, como le correspondería en el completo rito matriarcal, en el papel de Rey Sagrado

            Por todo ello, no deja de resultarme curioso que ahora que hay teorías conspirativas cada vez más recurrentes sobre la compañía Disney, el covid-19, los que manejan los hilos del mundo y todo eso, ahora hayan decidido en Netflix rescatar esta película y hacer con ella una precuela y varios documentales para desarrollar todo el imaginario de la película; un film que a decir verdad, me ha sorprendido por contener tantísimo elemento masónico-illuminati-satanista ante nuestras narices, tan poco sutilmente, lo cual me lleva a plantearme si estaré soñando o viendo más de lo que hay en una simple película aparentemente infantil o adolescente (¿la píldora roja o la píldora azul, Neo?).
 

 

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