martes, 9 de marzo de 2021

Cuando Dios era mujer

              He querido hacer esta entrada para tratar de hacer un rápido análisis histórico de la cuestión de la mujer en la sociedad. Resulta sumamente esclarecedor y muy del gusto de Freud porque, ¿sabía el lector que en el principio de todas las sociedades culturales, dios era mujer?.

                Es algo lógico, si lo consideramos. El ser humano se encontraba desprotegido, era una especie en desigualdad de condiciones  -carecía de pelo protector contra el clima, no tenía grandes colmillos, ni afiladas garras-, en un mundo extraño con explosiones en los oscuros cielos que se iluminaban durante tales rugidos (tormentas) y capaces de matar a alguien o de incendiar el entorno (rayos), con una vida que pendía de un hilo y que una mala decisión o un aparente descuido podía suponer la muerte (caídas, toparse con un depredador, una herida mal sanada o simplemente morir en el parto) pero que a la vez ofrecía a veces una cara bondadosa (las fuertes lluvias dejaban charcos de agua potable, frutos que comer, cuevas acogedoras en las que guarecerse, fuego con el que cocinar…) así que no tardó en desarrollarse ese culto a una Madre Tierra a veces bondadosa y protectora y otras veces injusta e iracunda. Se vio que la mujer, al estar más rellenita tenía menos problemas para morir en el parto y para dar de mamar a los hijos, así que esa deidad se personificaría en una mujer de curvas generosas.



                Es entonces cuando, por motivos religiosos, las distintas tribus comienzan a reunirse en determinados lugares sagrados para adorar a esta divinidad creadora y pedirle sus favores y clemencia; aparecían los primeros santuarios en enclaves mágicos, generalmente en lugares fértiles, con manantiales cercanos: se genera Göbekli Tepe (Turquía, hace 11.000 años) y los primeros megalitos españoles (8.000-5.000 a.C.). Y se produce algo asombroso: la religión crea la sociedad humana (las tribus dispersas se reúnen para adorar a sus dioses en ciertas fechas).



Vista aérea de Göbekli Tepe (izda), monolito con toro en relieve en Göbekli Tepe (centro) y dolmen de Alberite, en la sierra de Cádiz (dcha).

                Pero el ser humano dejó de ser nómada y comenzó a desarrollar sus dotes de observación de los ciclos naturales, de manera que aprendió poco a poco a domesticar a las plantas (agricultura) y a la fauna (ganadería), construyéndose las primeras ciudades. Surge Çatalhöyük (Turquía, 6.000-5.500 a.C.) y las primeras poblaciones neolíticas peninsulares (ver mi libro Tartessos y su prehistoria) que se extenderán por todo el Mediterráneo, llegando a Malta.

      Las deidades principales continúan siendo femeninas, de generosas caderas y amplios pechos, pero comienza a asociarse su poder con animales que generan un enorme respeto, bien sean leones (como en la diosa turca de Çatalhöyük) o toros (como en la cuenca mediterránea), iniciándose el rito del Rey Sagrado (remito al interesado a mi entrada sobre esta creencia, aquí), valorándose al hombre por su potencial fertilizador (es el caso del idolillo fálico de la malagueña Almargen, en la imagen anterior, o de la cantidad de piedras fálicas tan habituales en Asia, frente al famoso Lingam hindú que por mucho que digan que es fálico, personalmente lo veo como una evidente representación del clítoris de la Diosa Madre (nótese que se representa siempre en el centro de una especie de plato o círculo abierto por un lado).



                Y llegamos al desarrollo de las civilizaciones. En Egipto veremos que es una diosa la que pone paz y orden en las continuas grescas de los dioses hermanos Osiris y Set. Esta diosa, Isis, será precisamente de piel negra y, en su faceta de protectora madre con su hijo Horus, dará pie a las famosas representaciones de la Virgen con el Niño, sedentes, que en la España medieval generará las enigmáticas vírgenes negras, como por ejemplo la llamada “Virgen de la Leche” de Miravalles, en Asturias (s. XI).



Izda: Isis amamantando al niño Horus (Museo Arqueológico del Cairo). Centro: Virgen de la Antigua (s. XIII, catedral de Jaén). Dcha: Virgen de Inodejo (Las Fraguas, Soria, s. XI).

                En lugares tan alejados como Hawai, considerada habitada por navegantes de Polinesia, la deidad más poderosa, creadora del mundo y controladora del extraordinario poder del volcán Kilauea es femenina y se llama Pelé. Los temblores y tsunamis (olas gigantes) generadas por los terremotos los genera cuando mueve caprichosamente sus caderas, bailando. Una creencia muy parecida se da en Japón.



En la India, al comienzo de los tiempos todos los dioses (masculinos) tendrán que luchar contra un ejército de diablos e, incapaces de vencer, en una medida extraordinaria decidirán unir todos sus poderes apareciendo así una diosa, Durga (todos sus brazos son por cada uno de sus poderes) que logrará derrotar a todos los demonios. Será la creadora de todo cuánto existe y será tan protectora como destructora. Así, Durga regirá la vida de todo cuánto existe, desde sus comienzos (nacimiento), hasta su desaparición (muerte).  Y cómo no, a ella se le sacrifican toros en unos ritos que llegarán a Occidente de manos de los legionarios romanos que transmitirán su culto bajo el nombre de Mitra (asociado a cuevas, con manantiales que nacen de ellas, a modo de menstruación de la Madre Tierra y que mal comprendido, se creerá un rito patriarcal cuando en verdad se representa al sacerdote de la Diosa sacrificando a un toro en honor de ella). Para el lector interesado en este rito, le remito a esta entrada



                 De la faceta más iracunda y destructora saldrá, de la frente de Durga, la terrible diosa Kali puesto que para todo renacer es necesaria una destrucción previa. Se la suele representar totalmente negra, con cuatro brazos armados y con un collar de cabezas cortadas (masculinas), fuera de sí, provocativa (la lengua fuera) y en ocasiones, bailando. Esta poderosa deidad se transmitirá a la Grecia clásica (y posteriormente a la Roma Imperial) bajo la representación de la diosa Némesis. De nuevo mal entendida, se considera a Némesis como diosa de la venganza, representándola con los ojos tapados o cargada de flechas, cuando en realidad esta deidad se encarga del fluir del mundo. No se rige por la venganza (que es un sentimiento subjetivo humano), más bien por la búsqueda del equilibrio de las fuerzas naturales siéndole del todo indiferente los seres vivos que se encuentren en el lugar equivocado en un momento inoportuno.

El santuario más sacro de la Diosa Durga posee una cueva de la que nace un arroyo (cuando el devoto entra a tocar las aguas, el sacerdote de Durga le mancha la frente con polvo rojo, sumamente simbólico). Esta diosa suele representarse de piel amarilla o blanca, con diez brazos y montando un león. En su honor se sacrificarán toros y bueyes y curiosamente el mayor santuario ceremonial a esta deidad en el Imperio Romano se encontraba ¿adivinan dónde? Pues en la explanada donde se alza San Pedro del Vaticano. De hecho, hay varios manuscritos que mencionan los restos de este santuario mitraico en los subterráneos de la mayor catedral cristiana del mundo.

Y ahora es cuando ocurre el giro freudiano ya que en el momento en que las civilizaciones están lo suficientemente consolidadas como para poder prescindir de la necesidad de asegurar la protección maternal que garantice la supervivencia del individuo y de los recién nacidos, ganará peso esa faceta caprichosa y destructora de la diosa y es entonces cuando se impone el patriarcado. Llegará de la mano de las religiones monoteístas del Libro: el Islam, el Cristianismo y el Judaísmo. La mujer pasará a quedar relegada tras el marido que la explota, la utiliza y la abandona a su capricho. Entonces, para evitar que la mujer recupere ese lugar divino que poseía, pasará a ser condenada y perseguida: María Magdalena será tildada de prostituta arrepentida y las sacerdotisas matriarcales pasarán a tacharse de brujas, dándose una de los mayores derramamientos de sangre de la historia (especialmente en países como Alemania o Inglaterra).

En esos momentos, los partidarios de estas creencias milenarias (especialmente amparados por el Temple y su simbolismo, ver aquí) pasarán a seguir ritos de apariciones marianas en lugares que eran santuarios matriarcales milenarios con cuevas y arroyos (lo vemos en Fátima, en Covadonga, en San Saturio de Soria, en San Pascual Bailón de Alicante,…) con tradición de vírgenes negras que serán o bien reemplazadas por otras de piel blanca y cabellos dorados, o bien serán tapadas hasta el cuello o incluso blanqueadas a conveniencia.



Izda: la cueva santa de Fátima (Portugal). Centro: la virgen extremeña de Guadalupe (España). Dcha: la Virgen del Rosario de Granada, también llamada la Virgen de Lepanto debido a que el invicto almirante español D. Álvaro de Bazán la llevó en su buque “La Loba” en dicha batalla que evitó el avance de los turcos hacia Occidente.

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