lunes, 8 de agosto de 2016

De los ejércitos perdidos

         Es un hecho constatado que a los seres humanos nos gusta el misterio y todo lo relacionado con extrañas desapariciones y el mundo de los espíritus. En este sentido, los relatos que quizás más atraigan tienen que ver con ejércitos perdidos, contando con gran número de soldados y de los que nunca más se supo.


            El ejemplo más representativo es sin duda el del ejército de Cambises II, al que ya dedicamos en su día una entrada y que aún hoy parece sin haber recibido plena aceptación los indicios que parecen querer haber dado con el paradero de estos soldados (ver aquí para obtener información más detallada).

Reconstrucción del aspecto que pudo mostrar el persa Cambises II, a partir del relieve de su padre, Ciro II. Restos de lo que se cree fue su perdido ejército, aniquilado por una tormenta de arena.


            Otro de estos ejércitos perdidos es sin duda el regimiento Norfolk. Para atender a su historia debemos trasportarnos a la Primera Guerra Mundial, a esa tierra a caballo entre dos mundos, Asia y Europa, que es Turquía.
            Batalla de los Dardanelos (en el mundo anglosajón), también conocida como Batalla de Gallipoli o Galípoli, por darse en dicha península turca. Agosto de 1915. El imperio ruso necesita ayuda urgentemente para evitar que los imperios que le rodean (el austrohúngaro, el alemán y el otomano) le acaben estrangulando, pues apenas le quedan ya suministros (ni alimentos ni armamento). Para ello, los aliados de los rusos (Francia, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, principalmente) ven vital tomar el control de la zona turca que da acceso a los estrechos del Bósforo.
La idea de Winston Churchill era tomar la zona estratégica de los Dardanelos (que conecta el Mediterráneo Oriental con el Mar Negro) para así lograr un acceso al imperio ruso seguro, pudiéndolo abastecer armamentísticamente de manera efectiva para que se impusiera a sus enemigos. Además serviría para exportar de tierras rusas la suficiente cantidad de cereales y otros productos alimenticios como para impulsar al rublo en el mercado internacional. Al reforzarse así a este potente aliado (que sin duda sabría recompensar a las naciones que la liberaron), países como Rumanía y Bulgaria darían un giro en sus preferencias, debilitando poco a poco a los países que luchaban contra los rusos, invirtiendo así la situación que se vivía en esos momentos.

En rojo, las tropas británicas, irlandesas y ANZAC (australianas y neozelandesas), en lila (violeta), las francesas y en verde se marcan las otomanas.

            En febrero las baterías de los buques franceses e ingleses trataron de arrasar los fuertes otomanos que defendían la entrada del estrecho de Dardanelos, sin embargo estaba tan bien protegido el paso –con redes antisubmarinos y minas a distintas alturas colocadas en el mar– que fue imposible acercarse lo suficiente como para lograr daños serios en los fortines. Así las cosas, no quedaba más salida que el desembarco de tropas para tratar de hacer por tierra la labor encomendada a los destructores por mar.

Desembarco de tropas francesas en Lemnos (izda). Soldados ANZAC (australianos y neozelandeses) en la playa de Ari Burnu (dcha).

            En abril de 1915, las tropas británicas desembarcaron en el Cabo Helles, avanzando hacia Krithia (en la península de Gallipoli), mientras las tropas francesas hacían lo propio en Kurn Kale y las Anzac tocaban tierra en Ari Burnu. Sin embargo, el tiempo era decisivo y los mandos de estas tropas optaron por desembarcar todos los suministros y equipamientos en las playas, sin avanzar hasta que no estuviera todo perfectamente descargado y listo para ser operativo. ¿La consecuencia de esta decisión? Nefasta. Los soldados otomanos contaron con el tiempo suficiente para rearmarse, replegarse y una vez recuperados de los ataques sufridos, acorralar a las fuerzas enemigas en las líneas costeras de sus correspondientes lugares de desembarco.

Soldados franceses en las trincheras necesarias para repeler el ataque de los enemigos posicionados en posiciones superiores (izda). Imagen de una barca portando al regimiento de fusileros de Lancashire, U.K. (centro). Soldados otomanos apostados en las colinas que rodean las playas, fotografiados por un corresponsal alemán (dcha).

            Como supondrá el lector, las pérdidas humanas se contaron por miles, estimándose en más de 250.000 las bajas aliadas, a las que unir las otomanas. El problema es que un tercio de la flota fue hundido por minas submarinas, al tratar de avanzar en una primera fase, a través del estrecho de Dardanelos. Para expertos en la Primera Guerra Mundial, lo correcto habría sido abortar el proyecto, pero los mandos británicos presionaron al advertir que una retirada tras el primer intento habría dado aires al fuego enemigo, provocando un contraataque sumamente virulento. Por ello finalmente se produjeron los desembarcos, dejando a miles de inexpertos jóvenes soldados acorralados entre las colinas costeras donde se apostaron los otomanos y la árida playa turca sometida a altas temperaturas en pleno verano, sin manantiales de agua dulce. Por ello gran cantidad de las bajas fueron producidas por enfermedades, heridas infectadas consecuencia del calor y de las duras condiciones en las trincheras, apiñados, así como de las picaduras de insectos.

El destructor francés Bouvet alcanzado por una mina submarina en el estrecho de Dardanelos (izda) y las tropas ANZAC desembarcando bajo fuego enemigo.

            En estas duras condiciones es cuando se produce el extraño incidente del regimiento Norfolk británico. El 21 de agosto, las tropas conjuntas de Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda avanzan con el fin de tomar un punto elevado en la bahía de Suyla.
Veintidós soldados pertenecientes al Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Nueva Zelanda contarían cómo observaron la formación de una densa nube de niebla, hacia media mañana, que fue descendiendo hasta cubrir la zona elevada y el curso seco de un río que transitaba a los pies de la colina y que pretendían tomar. Para su sorpresa, observaron a refuerzos británicos –el regimiento Norfolk– avanzando por el lecho de dicho río para tratar de sumarse a las tropas australianas y neozelandesas. Se internaron en la niebla … y desaparecieron. Una vez que el último soldado, que cerraba la formación de 267 hombres, se internó en la densa nube, la niebla comenzó a perder densidad elevándose y desapareciendo -según los asombrados observadores, en dirección opuesta a la del viento que soplaba en esos momentos-
Tres de estos soldados volverán a confirmar sus observaciones, en una celebración en honor a aquellas tropas. ¿Fue cierto ese extraño relato?, ¿de qué extraña niebla se trataba, capaz de avanzar en contra de los vientos predominantes y de hacer desaparecer a casi trescientos soldados?. ¿Se inspiraría en este relato el director John Carpenter cuando grabó su genial “The Fog”, “La Niebla”, en 1980?.
 


            Hasta aquí los relatos misteriosos, pero haciendo honor a la verdad, los tres “testigos” incurrieron en varios errores cincuenta años después de lo ocurrido. Así, mientras unos hablaban de la pérdida de todo un regimiento, los datos oficiales de la Primera Guerra Mundial constatan la pérdida de únicamente el quinto batallón de Norfolk, puesto que el resto de los soldados perecieron en un ataque de los otomanos aquel día.
            Incluso las fechas tampoco coinciden puesto que mientras los testigos hablan del 21de agosto, el batallón de Norfolk se da por perdido el 12 de agosto, a cinco kilómetros de la posición en que aseguran los neozelandeses que fueron “abducidos” por la niebla.  
            Así las cosas, oficialmente se considera que una vez se recuperaron los restos de 122 soldados de este batallón, en 1919, es posible que los otros 145 cuerpos no fueran hallados por distintos motivos, todos ellos naturales, como que sobrevivieran lo suficiente como para ocultarse en otra zona donde morirían tiempo después (sin ser buscados en tal lugar), fueran víctimas del ataque de distintos animales de la zona o los propios otomanos les quitaran a los cadáveres las armas, prendas de ropa y otros objetos, impidiéndose su reconocimiento.

Fotografía del Quinto Batallón del Regimiento Real Norfolk.

4 comentarios:

  1. Conociamos la historia del regimiento de Nolfolk, aunque no teniamos tan seguro su final. Su trabajo ha sido muy interesante para dar luz a ese final. Buen trabajo.

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  2. Interesante análisis el que realiza sobre la batalla de la peninsula de Callipoli. Da una buena descripción de lo ocurrido que se acerca mucho a lo que pensamos. Un artículo muy descriptivo.

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  3. Me ha gustado su publicación, Valeria. Así como la comparación que hace con la película de "La Niebla" de Carpenter; comparación muy descriptiva. ¿cree usted que hubo alguna situación paranormal?. Buenas gráficas y fotografias.

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  4. Muchas gracias por sus comentarios, señores De la Seca y Uribe. Rosanna, gracias por sus palabras. Creo que las extrañas circunstancias a las que aludieron los tres militares neozelandeses supervivientes pudieron darse verdaderamente para ellos. Me refiero a que, según la bibliografía que he consultado, eran soldados muy jovencitos que venían de un ambiente muy distinto al de la árida Turquía que se encontraron (baste comparar los exteriores de la saga del Señor de los Anillos rodada con Nueva Zelanda, con nuestras playas levantinas o andaluzas, por ejemplo, para comprenderlo). Es por ello que para estos jóvenes sometidos a durísimas y estresantes condiciones en el campo de batalla, la formación repentina de niebla y su desaparición, u otros factores ambientales pudieron parecerles sumamente extraños. La mente suele jugar malas pasadas. Lamentablemente, las evidencias mostraron los restos de numerosos soldados pertenecientes al supuesto regimiento perdido y aunque 145 miembros de éste permanezcan aún oficialmente desaparecidos, mucho me temo que sufrieron la misma suerte que sus compañeros. Saludos.

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