martes, 7 de marzo de 2017

El Arte de la Guerra


                Posiblemente sea uno de los libros más influyentes llegados desde China y es que posee el mérito de haber sido escrito hacia el siglo IV a.C. (entre 400-320 a.C., si bien otros llegan a remontarlo al siglo V a.C.) por el general Sun Tzu, ya por siempre inmortalizado en su propia obra.
                Escrito en secciones de cañas de bambú, contiene muchísimas claves para salir airoso de los conflictos que a diario se nos presentan en nuestra existencia, ya que como el propio general Sun Tzu escribió: “El arte de la guerra es el arte de la vida”, pero es que a su vez, “El arte de la guerra es el arte del engaño”.
                Como es de suponer, esta obra con tan sugestivo nombre y tan insigne autor pronto fue incorporada a las distintas academias militares de todo el mundo, siendo además de  obligada lectura para muchas personas. Sin embargo, a juzgar por muchas opiniones que leo o encuentro sobre la obra, considero que no ha sido bien comprendida por muchos de sus lectores. Es por ello que hoy vamos a centrarnos en este trabajo.


                Son muchos los que consideran que “El arte de la guerra” es un manual para aplicar en el campo de batalla siempre que surge un conflicto de intereses, de manera que la mejor opción es declarar la guerra al adversario y medir fuerzas puesto que siguiendo los consejos de este libro se saldrá alegremente vencedor de la contienda.


Aspecto de la obra de Sun Tzu.

                Quién así opine (más de los que cabría pensar), o claramente no ha leído la obra o no ha entendido una sola palabra de ella. En primer lugar, lo primero que el general Sun Tzu deja meridianamente claro es que llegar a las armas ya supone casi una derrota en la estrategia, ya que no cesa de insistir en su idea: “la mejor victoria es vencer sin combatir” y “las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser usadas cuando no hay otra alternativa”. Precisamente la historia se ha encargado de mostrarnos una y otra vez que “No hay ningún país que se haya beneficiado por guerras prolongadas” (como también mostrará el escritor de la Grecia antigua, Homero,  al relatarnos la guerra de Troya que ya analizamos aquí) ya que “la ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer, pero una nación jamás puede ser reconstruida, como una vida no puede volver a nacer.” Es por ello que para este general chino, la pérdida de tan sólo una vida ya supondría una derrota; no hablemos de la cantidad de vidas que se pierden en los campos de batalla, sobre todo de personas jóvenes que tenían todo un futuro por delante.
                Es por eso que el general Sun Tzu siempre apostará por la diplomacia para arreglar los conflictos mediante ella. ¿Cómo? “llévalos a un punto del que no puedan salir y morirán antes de poder escapar” y dado que “Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”, podríamos simplificar la idea del general en el refrán español “por la boca muere el pez”. En otras palabras, en la diplomacia hay que usar los supuestos puntos fuertes de tu adversario -que en verdad son terribles debilidades- para derrotarlos mediante tretas en el que ellos mismos terminen dejándose en evidencia (“Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle; si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo”). Así, si una persona es vanidosa y se cree el rey del mundo, no supongas un roquedal en su camino, al contrario, hazte a un lado discretamente (“be water, my friend”, que decía Bruce Lee)  y déjale que esa prepotencia e ir por el mundo como elefante en cacharrería, sin respeto ni cuidado alguno sobre las consecuencias generadas, acabe volviéndose contra él levantando enemigos a su paso y arrastrando rencores que acabarán por frenar su marcha y hacerle caer. “Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla”.


Ejemplos muy ilustrativos de esta idea los podemos encontrar en la estrategia del engaño que hicieron los Aliados el Día D y que ya analizamos aquí o en la treta que se siguió para el desembarco de Sicilia y que usaron los Aliados manipulando al gobierno franquista español (analizado aquí), el engaño del que se valió uno de los mejores espías españoles (visto en su día aquí) o la estrategia de camuflaje, como islas, de su Armada por parte de los japoneses (visto aquí).
¿Y por qué esta necesidad de recurrir al engaño?, pues porque “luchar cara a cara con otros para conseguir ventajas es lo más arduo del mundo.” Es por ello que este militar chino aconsejaba encarecidamente que “cuando induces a otros a efectuar una formación mientras (…) permaneces sin forma, estás concentrado mientras que tu adversario está dividido. (…) Una vez vista la formación del adversario, concentra tus tropas contra él. Como tu formación no está a la vista, el adversario seguramente dividirá sus fuerzas (…)”. En otras palabras, que nunca te vean venir, ni sepan de tus intenciones reales. “Haz que los adversarios vean como extraordinario lo que es ordinario para ti; haz que vean como ordinario lo que es extraordinario para ti.”
Esta máxima será prácticamente un mantra en el comportamiento del magnífico Hernán Cortés, que recurrirá a increíbles argucias para lograr poner a su favor a los cabecillas de pueblos nativos guerreros frente a un enemigo común, los sanguinarios aztecas. Entre sus geniales triquiñuelas se incluirá el llegar a predecir eclipses. ¿¿Asume el lector el increíble y preciso conocimiento astronómico que ello supone en pleno siglo XVI?? ¿Qué general actual o pasado, estando en gran inferioridad numérica de sus tropas y en terreno hostil y desconocido es capaz de llegar a utilizar su conocimiento de los cielos para predecir un eclipse y emplearlo a su favor?, es una acción tan fascinante que el propio dibujante de Tintín llegará a usarlo en su cómic “El Templo del Sol”, con la salvedad de que Tintín leerá en un periódico el eclipse que está presto a ocurrir, Cortés lo dedujo por sus propios medios. Recordemos también la argucia del genial militar español cuando, tras percatarse del temor que causaban los caballos entre los indígenas, logró apaciguar a un semental ante los aterrados ojos de los cabecillas nativos (ver aquí).


Momento en el que Tintín -personaje inventado por el belga Georges Remi, Hergé- se apropia de la treta que realmente usó Hernán Cortés en su lucha contra el feroz imperio azteca. En el comic, Tintín usará la argucia para vencer a los incas que los tenían prisioneros y prestos para quemarlos vivos como sacrificio al sol. Este imperio inca en realidad fue vencido por el primo de Cortés, Francisco Pizarro.

                Ahora bien, hay un punto de las enseñanzas del general Sun Tzu que siempre me ha resultado chocante, por ir contra las consideraciones de la mentalidad de muchos generales y emperadores del Imperio Romano, relativo a la táctica del sitiado. Y es que recordemos que el romano fue un imperio que se levantó y se mantuvo basándose en la fuerza militar. Finalmente acabaría siendo derrotada por esto mismo, dado que el imperio terminó expandiéndose tantísimo que el ejército pasó a ser un medio para vivir; ya no había soldados patrióticos sino meros mercenarios que miraban por su paga y por sacar tajada de los saqueos de las nuevas conquistas. Conforme la aristocracia y los gobernadores fueron degenerando –un buen ejemplo es Calígula, cuyo nombre por el que es conocido es un apodo que significa “botitas”, y también Nerón-, el ejército se fue descuidando. Acabaría por no recibir su paga y los mercenarios simplemente se limitarían a tirar las armas y dedicarse a otra cosa, de manera que el gran imperio militar romano terminó por tener que contratar un ejército aliado, los Godos, para defender sus fronteras orientales contra los Hunos. Este ejército, mal pagado y que no tardó en comprender su supremacía militar frente a sus contratantes, terminó invadiendo Roma para hacerles cumplir los acuerdos llegados y finalmente el Imperio Romano se desmembraría en dos y acabaría diluyéndose. Pues bien, como digo, una de las tácticas más empleadas por el ejército romano era la de emplear el sitiado de una plaza fuerte.


Izda, reconstrucción del sitio de Alesia, por Uderzo (para Asterix). Dcha, la fortaleza de Masada con la rampa (señalada) que construyeron los romanos para llegar a ella.

           Lo haría el general Plubio Cornelio Escipión Emiliano (llamado “el africano”, por ser quién derrotó y asoló la otrora gran capital cartaginesa de Carthago en la actual Túnez) al sitiar la capital de Celtiberia en España (el sitio de Numancia, 133 a.C.); el emperador y general Julio César en las Galias, para vencer a Vercingétorix (batalla de Aselia, 52 a.C.); el general Agrippa y su amigo el emperador Octavio Augusto contra los guerreros cántabros y astures (sitio de Aracillum, Guerras Cántabras, 29-26 a.C.); contra los rebeldes judíos por parte del gobernador romano de Judea, Lucio Flavio Silva (Massada, 73-74 d.C.); entre otros sitios que han quedado para la historia.
          Pues bien, a este respecto, Sun Tzu opinaba que “la peor táctica es atacar una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como último recurso”. Más tarde explicaría que hacer mártires solo puede dar motivos a tu enemigo (supervivientes o familiares de los caídos) para que la ira se haga mayor y más fuerte, convirtiéndolos en fieros adversarios. “Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la fuerza de tus soldados y tomas a la ligera a tus adversarios, sin valorar su condición, con toda seguridad caerás prisionero.
                Ahora bien, dicho todo esto debo admitir que particularmente el general Sun Tzu poseía una mentalidad que en nada comparto con él pues esa idea de “en la guerra todo vale” nunca la he aprobado. No creo que el fin justifique los medios y si algo he admirado siempre de los guerreros de la Grecia clásica y de sus rivales, así como de Alejandro Magno es que hay unas reglas éticas por encima de todo y unos valores morales inquebrantables. Recordemos los días que en la guerra de Troya se concedieron ambos bandos para llorar y dar digna sepultura a sus muertos, o de cómo Alejandro Magno persiguió sin desfallecer, a los traidores que asesinaron a su gran rival Darío; por citar dos ejemplos.
                En cambio la mentalidad del general Sun Tzu sí parece estar en línea con la de los generales del Imperio Romano que no dudaban en utilizar cualquier ardid para lograr sus objetivos. Entre los miles de ejemplos que nos dejaron, citaré cuando el general y cónsul Servio Sulpicio Galba acordó la entrega de tierras donde asentarse a los lusitanos, a cambio de sus armas y cuando estuvieron totalmente desarmados pasaron a cuchillo a mujeres, niños, ancianos, adolescentes y hombres maduros. Se cometió tal masacre que Viriato, un joven que logró salvarse por poco de ésta, juró no volver a fiarse jamás de los romanos iniciando su alzamiento contra dicho imperio. Su propia muerte es otro ejemplo, ya que era tal la capacidad estratégica de este caudillo y la lealtad que tenía de sus hombres y de su tribu que los romanos tuvieron que prometer enormes sumas de dinero y la concesión de todos sus deseos a los tres hombres cercanos a Viriato más ambiciosos. Cuando éstos le acuchillaron una noche que dormía y corrieron a reclamar su recompensa recibieron la famosa respuesta “Roma no paga traidores”, matándolos. Por no citar las incontables veces que Roma acordaba unas condiciones de paz con diferentes tribus de toda Europa –generalmente cuando llevaba las de perder– y no dudaba en romper los pactos unilateralmente una vez que se hubo recuperado, a pesar de las muertes y destrucciones en ambos bandos que supuso actuar así.


Estatua de Viriato en Zamora (¡qué manía por poner a los pueblos prerromanos en taparrabos!), con algunos detalles de ésta. Busto en honor a Viriato en Guijo de Santa Bárbara (Extremadura, España, lugar donde se dice que nació) y conjunto estatuario en honor al caudillo lusitano en Viseu, Portugal.

Todos estos ejemplos, como digo, encajan bien con las palabras del general Sun Tzu: “El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar” “lo más importante en una operación militar es la victoria, no la persistencia”. Después de todo, para el general chino el arte de la guerra se basa en el engaño, siendo sus pilares fundamentales el hacer creer al oponente que se es más débil (peor armamento y soldados, peores recursos), que están más alejados, se deben cortar los suministros al enemigo, romper sus alianzas con otras naciones, dividir a su población generando desconfianzas, a la vez que se da alas a los defectos del enemigo (prepotencia, arrogancia, avaricia, desconfianzas, …) para que pierda el norte y se desoriente viendo falsos enemigos por doquier y dando pasos en falso (“cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar”), se le debe confundir y finalmente atacar por donde menos lo esperan (“si hacemos que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer”). El ataque debe ser rápido y con toda la fuerza que se pueda (“planea silencioso como la noche pero cuando ejecutes, ataca como un rayo”, “sé rápido como el trueno que retumba antes de que hayas podido taparte los oídos, sé veloz como el relámpago que centellea antes de que hayas podido pestañear”).
Pero sobre todo, adáptate a cada enemigo conociendo sus debilidades y flaquezas (“no combatas al enemigo, combate su estrategia”), así como las tuyas propias, objetivamente (“cuando he alcanzado una victoria no vuelvo a utilizar por segunda vez la misma táctica, sino que según las circunstancias, varío mis métodos infinitamente” “Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, sucumbirás en cada batalla”).
Es vital también adaptarse a las circunstancias (“La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia. Si hay medios suficientes, defiende; si hay medios más que suficientes, ataca” “si el enemigo es fuerte y tú débil, retírate temporalmente” “una retirada a tiempo es una batalla ganada”).
Como digo, "El arte de la guerra" se ha mantenido en valor a lo largo de los siglos y actualmente tiene versiones aplicadas casi a cualquier ámbito actual: negocios, amor, internet, … Con todo, sigo chocando frontalmente contra la falta de ética que parece fomentar Sun Tzu. Yo creo que es precisamente en las batallas y en la guerra cuando el ser humano tiene que comportarse con la mayor ética y caballerosidad posible. Pero es que posiblemente mi mentalidad sea bastante quijotesca en ese sentido, pues como bien consignó por escrito el genial Cervantes, para mi “un hombre vale lo que su palabra”, algo que sin duda haría reír al general chino y menospreciarlo, por verlo débil y predecible.


Añadiré, para cerrar esta entrada, algunas frases célebres sobre la guerra:
Solo los muertos han visto el final de la guerra.” – Platón.
No tengo miedo de un ejército de leones guiado por ovejas, tengo miedo de un ejército de ovejas guiado por un león.” – Alejandro Magno.
La guerra no determina quién tiene la razón, sólo quién queda.” – Bertrand Russell.
Los dos guerreros más importantes son la paciencia y el tiempo.” – Leo Tolstoy.
No debes luchar demasiado con un mismo enemigo o le ensañarás tu arte de la guerra.” – Napoleón Bonaparte.
Dios creó la guerra para que los norteamericanos aprendiesen geografía.- Mark Twain.
Ningún bastardo ha ganado jamás al morir por su país. Ganó por hacer a otro pobre bastardo, morir por el suyo.” – George S. Patton.
Ninguna guerra de cualquier nación y tiempo ha sido declarada por su gente.” – Eugene Debs.
En la guerra no hay ganadores.” – Ramman Kenoun.
Hay causas por las que merece la pena morir, pero no por las que merece la pena matar.” –Albert Camus.
Imagina que hay una guerra y no va nadie.” “La guerra termina…si quieres”. – John Lennon.


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