Posiblemente sea uno de los libros más influyentes llegados desde
China y es que posee el mérito de haber sido escrito hacia el siglo IV a.C. (entre
400-320 a.C., si bien otros llegan a remontarlo al siglo V a.C.) por el general
Sun Tzu, ya por siempre inmortalizado en su propia obra.
Escrito en
secciones de cañas de bambú, contiene muchísimas claves para salir airoso de
los conflictos que a diario se nos presentan en nuestra existencia, ya que como
el propio general Sun Tzu escribió: “El
arte de la guerra es el arte de la vida”, pero es que a su vez, “El arte de la guerra es el arte del engaño”.
Como es de
suponer, esta obra con tan sugestivo nombre y tan insigne autor pronto fue
incorporada a las distintas academias militares de todo el mundo, siendo además
de obligada lectura para muchas
personas. Sin embargo, a juzgar por muchas opiniones que leo o encuentro
sobre la obra, considero que no ha sido bien comprendida por muchos de sus
lectores. Es por ello que hoy vamos a centrarnos en este trabajo.
Son muchos los
que consideran que “El arte de la guerra” es un manual para aplicar en el campo
de batalla siempre que surge un conflicto de intereses, de manera que la mejor
opción es declarar la guerra al adversario y medir fuerzas puesto que siguiendo los
consejos de este libro se saldrá alegremente vencedor de la contienda.
Aspecto de la obra de Sun Tzu.
Quién así opine (más de los que cabría pensar), o
claramente no ha leído la obra o no ha entendido una sola palabra de ella. En primer lugar, lo primero que el general Sun Tzu deja meridianamente
claro es que llegar a las armas ya supone casi una derrota en la
estrategia, ya que no cesa de insistir en su idea: “la
mejor victoria es vencer sin combatir” y “las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser usadas
cuando no hay otra alternativa”. Precisamente la historia se ha encargado de
mostrarnos una y otra vez que “No hay
ningún país que se haya beneficiado por guerras prolongadas” (como también
mostrará el escritor de la Grecia antigua, Homero, al relatarnos la guerra de Troya que ya
analizamos aquí) ya que “la ira puede convertirse en alegría,
y la cólera puede convertirse en placer, pero una nación jamás puede ser
reconstruida, como una vida no puede volver a nacer.” Es por ello que para
este general chino, la pérdida de tan sólo una vida ya supondría una derrota;
no hablemos de la cantidad de vidas que se pierden en los campos de batalla, sobre
todo de personas jóvenes que tenían todo un futuro por delante.
Es por eso que el
general Sun Tzu siempre apostará por la diplomacia para arreglar los
conflictos mediante ella. ¿Cómo? “llévalos
a un punto del que no puedan salir y morirán antes de poder escapar” y dado
que “Si utilizas al enemigo para derrotar
al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”, podríamos
simplificar la idea del general en el refrán español “por la boca muere el pez”. En otras palabras, en la diplomacia hay
que usar los supuestos puntos fuertes de tu adversario -que en verdad son
terribles debilidades- para derrotarlos mediante tretas en el que ellos mismos terminen dejándose en evidencia (“Si tu
oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle; si es arrogante,
trata de fomentar su egoísmo”). Así, si una persona es vanidosa y se cree
el rey del mundo, no supongas un roquedal en su camino, al contrario, hazte a
un lado discretamente (“be water, my
friend”, que decía Bruce Lee) y
déjale que esa prepotencia e ir por el mundo como elefante en cacharrería, sin
respeto ni cuidado alguno sobre las consecuencias generadas, acabe volviéndose
contra él levantando enemigos a su paso y arrastrando rencores que acabarán por
frenar su marcha y hacerle caer. “Lo
supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle
batalla”.
Ejemplos muy ilustrativos de esta idea los podemos
encontrar en la estrategia del engaño que hicieron los Aliados el Día D y que
ya analizamos aquí o en la treta que se siguió para el
desembarco de Sicilia y que usaron los Aliados manipulando al gobierno
franquista español (analizado aquí),
el engaño del que se valió uno de los mejores espías españoles (visto en su día
aquí) o la estrategia de camuflaje, como
islas, de su Armada por parte de los japoneses (visto aquí).
¿Y por qué esta necesidad de recurrir al engaño?,
pues porque “luchar cara a cara con otros
para conseguir ventajas es lo más arduo del mundo.” Es por ello que este
militar chino aconsejaba encarecidamente que “cuando induces a otros a efectuar una formación mientras (…) permaneces sin forma, estás concentrado
mientras que tu adversario está dividido. (…) Una vez vista la formación del adversario, concentra tus tropas contra
él. Como tu formación no está a la vista, el adversario seguramente dividirá
sus fuerzas (…)”. En otras palabras, que nunca te vean venir, ni sepan de
tus intenciones reales. “Haz que los
adversarios vean como extraordinario lo que es ordinario para ti; haz que vean
como ordinario lo que es extraordinario para ti.”
Esta máxima será prácticamente un mantra en el
comportamiento del magnífico Hernán Cortés, que recurrirá a increíbles argucias
para lograr poner a su favor a los cabecillas de pueblos nativos guerreros
frente a un enemigo común, los sanguinarios aztecas. Entre sus geniales
triquiñuelas se incluirá el llegar a predecir eclipses. ¿¿Asume el lector el
increíble y preciso conocimiento astronómico que ello supone en pleno siglo XVI??
¿Qué general actual o pasado, estando en gran inferioridad numérica de sus
tropas y en terreno hostil y desconocido es capaz de llegar a utilizar su
conocimiento de los cielos para predecir un eclipse y emplearlo a su favor?, es
una acción tan fascinante que el propio dibujante de Tintín llegará a usarlo en
su cómic “El Templo del Sol”, con la salvedad de que Tintín leerá en un periódico el eclipse
que está presto a ocurrir, Cortés lo dedujo por sus propios
medios. Recordemos también la argucia del genial militar español cuando, tras
percatarse del temor que causaban los caballos entre los indígenas, logró
apaciguar a un semental ante los aterrados ojos de los cabecillas nativos (ver
aquí).
Momento en el que Tintín
-personaje inventado por el belga Georges Remi, Hergé- se apropia de la treta
que realmente usó Hernán Cortés en su lucha contra el feroz imperio azteca. En
el comic, Tintín usará la argucia para vencer a los incas que los tenían
prisioneros y prestos para quemarlos vivos como sacrificio al sol. Este imperio
inca en realidad fue vencido por el primo de Cortés, Francisco Pizarro.
Ahora bien, hay
un punto de las enseñanzas del general Sun Tzu que siempre me ha resultado
chocante, por ir contra las consideraciones de la mentalidad de muchos
generales y emperadores del Imperio Romano, relativo a la táctica del sitiado.
Y es que recordemos que el romano fue un imperio que se levantó y se
mantuvo basándose en la fuerza militar. Finalmente acabaría
siendo derrotada por esto mismo, dado que el imperio terminó expandiéndose tantísimo
que el ejército pasó a ser un medio para vivir; ya no había soldados
patrióticos sino meros mercenarios que miraban por su paga y por sacar tajada
de los saqueos de las nuevas conquistas. Conforme la aristocracia y los
gobernadores fueron degenerando –un buen ejemplo es Calígula, cuyo nombre por
el que es conocido es un apodo que significa “botitas”, y también Nerón-, el
ejército se fue descuidando. Acabaría por no recibir su paga y los mercenarios
simplemente se limitarían a tirar las armas y dedicarse a otra cosa, de manera
que el gran imperio militar romano terminó por tener que contratar un ejército
aliado, los Godos, para defender sus fronteras orientales contra los Hunos.
Este ejército, mal pagado y que no tardó en comprender su supremacía militar
frente a sus contratantes, terminó invadiendo Roma para hacerles cumplir los
acuerdos llegados y finalmente el Imperio Romano se desmembraría en dos y
acabaría diluyéndose. Pues bien, como digo, una de las tácticas más empleadas
por el ejército romano era la de emplear el sitiado de una plaza fuerte.
Izda, reconstrucción del sitio
de Alesia, por Uderzo (para Asterix). Dcha, la fortaleza de Masada con la rampa
(señalada) que construyeron los romanos para llegar a ella.
Lo haría el general Plubio Cornelio Escipión Emiliano (llamado “el
africano”, por ser quién derrotó y asoló la otrora gran capital cartaginesa de
Carthago en la actual Túnez) al sitiar la capital de Celtiberia en España (el
sitio de Numancia, 133 a.C.); el emperador y general Julio César en las Galias,
para vencer a Vercingétorix (batalla de Aselia, 52 a.C.); el general Agrippa y
su amigo el emperador Octavio Augusto contra los guerreros cántabros y astures
(sitio de Aracillum, Guerras Cántabras, 29-26 a.C.); contra los rebeldes judíos
por parte del gobernador romano de Judea, Lucio Flavio Silva (Massada, 73-74
d.C.); entre otros sitios que han quedado para la historia.
Pues bien, a este respecto, Sun Tzu opinaba que “la peor táctica es atacar una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como último recurso”. Más tarde explicaría que hacer mártires solo puede dar motivos a tu enemigo (supervivientes o familiares de los caídos) para que la ira se haga mayor y más fuerte, convirtiéndolos en fieros adversarios. “Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la fuerza de tus soldados y tomas a la ligera a tus adversarios, sin valorar su condición, con toda seguridad caerás prisionero.”
Pues bien, a este respecto, Sun Tzu opinaba que “la peor táctica es atacar una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como último recurso”. Más tarde explicaría que hacer mártires solo puede dar motivos a tu enemigo (supervivientes o familiares de los caídos) para que la ira se haga mayor y más fuerte, convirtiéndolos en fieros adversarios. “Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la fuerza de tus soldados y tomas a la ligera a tus adversarios, sin valorar su condición, con toda seguridad caerás prisionero.”
Ahora bien, dicho
todo esto debo admitir que particularmente el general Sun Tzu poseía una
mentalidad que en nada comparto con él pues esa idea de “en la guerra todo
vale” nunca la he aprobado. No creo que el fin justifique los medios y si algo
he admirado siempre de los guerreros de la Grecia clásica y de sus rivales, así
como de Alejandro Magno es que hay unas reglas éticas por encima de todo y unos
valores morales inquebrantables. Recordemos los días que en la guerra de Troya
se concedieron ambos bandos para llorar y dar digna sepultura a sus muertos,
o de cómo Alejandro Magno persiguió sin desfallecer, a los traidores que
asesinaron a su gran rival Darío; por citar dos ejemplos.
En cambio la
mentalidad del general Sun Tzu sí parece estar en línea con la de los generales
del Imperio Romano que no dudaban en utilizar cualquier ardid para lograr sus
objetivos. Entre los miles de ejemplos que nos dejaron, citaré cuando el
general y cónsul Servio Sulpicio Galba acordó la entrega de tierras donde
asentarse a los lusitanos, a cambio de sus armas y cuando estuvieron totalmente
desarmados pasaron a cuchillo a mujeres, niños, ancianos, adolescentes y
hombres maduros. Se cometió tal masacre que Viriato, un joven que logró
salvarse por poco de ésta, juró no volver a fiarse jamás de los romanos
iniciando su alzamiento contra dicho imperio. Su propia muerte es otro ejemplo,
ya que era tal la capacidad estratégica de este caudillo y la lealtad que tenía
de sus hombres y de su tribu que los romanos tuvieron que prometer enormes
sumas de dinero y la concesión de todos sus deseos a los tres hombres cercanos
a Viriato más ambiciosos. Cuando éstos le acuchillaron una noche que dormía y
corrieron a reclamar su recompensa recibieron la famosa respuesta “Roma no paga traidores”, matándolos. Por
no citar las incontables veces que Roma acordaba unas condiciones de paz con
diferentes tribus de toda Europa –generalmente cuando llevaba las de perder– y
no dudaba en romper los pactos unilateralmente una vez que se hubo recuperado,
a pesar de las muertes y destrucciones en ambos bandos que supuso actuar así.
Estatua de Viriato en Zamora (¡qué manía por poner a los pueblos prerromanos en taparrabos!),
con algunos detalles de ésta. Busto en honor a Viriato en Guijo de Santa
Bárbara (Extremadura, España, lugar donde se dice que nació) y conjunto
estatuario en honor al caudillo lusitano en Viseu, Portugal.
Todos estos ejemplos, como digo, encajan bien con
las palabras del general Sun Tzu: “El
supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar” “lo más importante en una operación militar
es la victoria, no la persistencia”. Después de todo, para el general chino el arte de
la guerra se basa en el engaño, siendo sus pilares fundamentales el hacer creer
al oponente que se es más débil (peor armamento y soldados, peores recursos),
que están más alejados, se deben cortar los suministros al enemigo, romper sus
alianzas con otras naciones, dividir a su población generando desconfianzas, a
la vez que se da alas a los defectos del enemigo (prepotencia,
arrogancia, avaricia, desconfianzas, …) para que pierda el norte y se
desoriente viendo falsos enemigos por doquier y dando pasos en falso (“cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados
y no dejándoles respirar”), se le debe confundir y finalmente atacar por
donde menos lo esperan (“si hacemos que
los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes
vencer”). El ataque debe ser rápido y con toda la fuerza que se pueda (“planea silencioso como la noche pero cuando
ejecutes, ataca como un rayo”, “sé
rápido como el trueno que retumba antes de que hayas podido taparte los oídos,
sé veloz como el relámpago que centellea antes de que hayas podido pestañear”).
Pero sobre todo, adáptate a cada enemigo conociendo sus debilidades y flaquezas (“no combatas al enemigo, combate su estrategia”), así como las tuyas propias, objetivamente (“cuando he alcanzado una victoria no vuelvo a utilizar por segunda vez la misma táctica, sino que según las circunstancias, varío mis métodos infinitamente” “Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, sucumbirás en cada batalla”).
Es vital también adaptarse a las circunstancias (“La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia. Si hay medios suficientes, defiende; si hay medios más que suficientes, ataca” “si el enemigo es fuerte y tú débil, retírate temporalmente” “una retirada a tiempo es una batalla ganada”).
Pero sobre todo, adáptate a cada enemigo conociendo sus debilidades y flaquezas (“no combatas al enemigo, combate su estrategia”), así como las tuyas propias, objetivamente (“cuando he alcanzado una victoria no vuelvo a utilizar por segunda vez la misma táctica, sino que según las circunstancias, varío mis métodos infinitamente” “Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, sucumbirás en cada batalla”).
Es vital también adaptarse a las circunstancias (“La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia. Si hay medios suficientes, defiende; si hay medios más que suficientes, ataca” “si el enemigo es fuerte y tú débil, retírate temporalmente” “una retirada a tiempo es una batalla ganada”).
Como digo, "El arte de la guerra" se ha mantenido en valor a lo largo de
los siglos y actualmente tiene versiones aplicadas casi a cualquier ámbito
actual: negocios, amor, internet, … Con todo, sigo chocando
frontalmente contra la falta de ética que parece fomentar Sun Tzu. Yo creo que
es precisamente en las batallas y en la guerra cuando el ser humano tiene que comportarse
con la mayor ética y caballerosidad posible. Pero es que posiblemente mi
mentalidad sea bastante quijotesca en ese sentido, pues como bien consignó por
escrito el genial Cervantes, para mi “un
hombre vale lo que su palabra”, algo que sin duda haría reír al general
chino y menospreciarlo, por verlo débil y predecible.
Añadiré, para cerrar esta entrada, algunas frases célebres sobre la
guerra:
“Solo los muertos han visto el
final de la guerra.” – Platón.
“No tengo miedo de un ejército
de leones guiado por ovejas, tengo miedo de un ejército de ovejas guiado por un
león.” – Alejandro Magno.
“La guerra no determina quién
tiene la razón, sólo quién queda.” – Bertrand Russell.
“Los dos guerreros más
importantes son la paciencia y el tiempo.” – Leo Tolstoy.
“No debes luchar demasiado con
un mismo enemigo o le ensañarás tu arte de la guerra.” – Napoleón
Bonaparte.
“Dios creó la guerra para que
los norteamericanos aprendiesen
geografía.- Mark Twain.
“Ningún bastardo ha ganado jamás
al morir por su país. Ganó por hacer a otro pobre bastardo, morir por el suyo.”
– George S. Patton.
“Ninguna guerra de cualquier
nación y tiempo ha sido declarada por su gente.” – Eugene Debs.
“En la guerra no hay ganadores.”
– Ramman Kenoun.
“Hay causas por las que merece
la pena morir, pero no por las que merece la pena matar.” –Albert Camus.
“Imagina que hay una guerra y no
va nadie.” “La guerra termina…si
quieres”. – John Lennon.
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