Serán posiblemente
muchos los españoles que se sorprenderán al leer el título de esta entrada. Es
para mí un verdadero placer seguir investigando y sorprendiéndome con el cúmulo
de gestas que nuestro pueblo realizó a lo largo de casi cuatro siglos de
descubrimientos, exploraciones, conquistas o expediciones en tantos y tan
diversos lugares. Gran parte de estas actuaciones han sido reiteradamente
desconocidas por nuestra historia oficial, lo que lamentablemente sigue
ocurriendo en la actualidad. Pretendo aportar mi grano de arena para subsanar
este olvido y enmendar errores frecuentes en guiones de grandes producciones
del cine, siempre anglófilo, de Hollywood, que hemos consumido con fruición.
Hasta hemos llegado a admirar a heroicos personajes realizando hazañas que no
les correspondían. No es cuestión de jactarnos con nuestra historia, sino de honrar
y sacar del olvido a aquellos que hicieron grande nuestro país. Porque el
pueblo que olvida su historia está condenado a penar y a actuar como segundón
en el panorama mundial.
España
siempre fue un país puntero que consiguió el imperio más grande de la historia
y el más duradero en la época moderna. Fuimos un pueblo incontestable, temido y
casi imbatido en nuestra época de auge, siglos XVI, XVII y gran parte del
XVIII. Incluso en la decadencia, nuestros antepasados hicieron gestas que los países
más avanzados del mundo actual no llegaron a igualar.
Los imperios
no duran eternamente. Todos han tenido su ciclo. Nuestra decadencia comenzó con
la invasión napoleónica, ya que el desajuste que se produjo al tener que emplear
ejército y recursos para luchar contra el inglés cuando éramos aliados del
francés, y luego para echar al francés, hizo que no pudiéramos atender a la
independencia del vasto territorio americano, cansado de unos gobernadores y
virreyes inútiles y abusivos. La independencia de América dejó prácticamente
aisladas nuestras posesiones de Filipinas. En 1811 salió el último galeón de
Manila (llamado Rey Fernando) rumbo a
Acapulco y desde allí, en 1815, a Cádiz. Era la última muestra de un comercio
espléndido que, sin disponer de los puertos españoles americanos, ya no era tan
rentable para España. Las posesiones españolas de Filipinas quedaban muy lejos
y al no disponer de América había que mandar las expediciones a través del Cabo
de Buena Esperanza africano. Sin América, el gobierno español comenzó a
plantearse si merecía la pena mantener su presencia en un archipiélago tan
lejano cuando se había perdido la exclusividad en el comercio. Ya había
importantes competidores como Inglaterra, Japón China, EEUU, Francia y
Alemania, por lo que las ganancias que España podía obtener no cubrían los
costes de mantener allí un ejército y un gobierno. Se intentó acercar Filipinas
a España mandando la flota por el Canal de Suez recién abierto (1869). De hecho,
España intentó comprar en 1863, al Jeque Alí Tabar de Arabia, unos terrenos para
fijar una base en la distancia intermedia entre España y Filipinas, pero los
partidos políticos no apoyaron la gestión. Por ello, durante mucho tiempo
Filipinas se mantuvo española gracias a los esfuerzos de los residentes
españoles, ya que desde la metrópoli no llegaba el dinero suficiente. No
obstante, el ejército español que allí había era un ejército experimentado y
estable, con una buena cadena de mando. Precisamente de allí salió la expedición
que da nombre a este artículo.
Marcha de las tropas, previamente desembarcadas de reconocibles buques españoles como los mostrados en la lámina que los inmortalizó en aguas vietnamitas.
La Conchinchina
era el sur del actual Vietnam y era un camino común para el paso de los portugueses
hacia China y Japón. Toda esta ruta asiática fue muy visitada por misioneros
españoles y portugueses, sobre todo jesuitas, que habían extendiendo el
catolicismo por aquellos países, Desde 1787, Francia, que tenía interés en esa
zona, había llegado a un acuerdo militar con el reino de Annam en el que le
facilitaba barcos y armamento a cambio de que le cediera territorios, libertad
religiosa y posible ayuda en caso de conflictos, como el que había estallado
contra China, la llamada segunda” guerra del opio” (1856-60) en la que tenía
como aliado a Inglaterra. En 1857 el obispo español Díaz Sanjurjo fue apresado
y martirizado hasta su muerte, a la que siguió una gran persecución a los
cristianos por el ejército annamita que masacró a más de 10.000 fieles, así
como al obispo Melchor de San Pedro. Francia que estaba en plena guerra del
opio no tenía un ejército operativo para enviar a la Conchinchina, por lo que
pidió ayuda a España.
La situación
en España hacia la mitad del siglo XIX era muy caótica y complicada. La
política del general O´Donnell en el reinado de Isabel II era compleja y
descontrolada en exceso. Como muestra, cabe señalar que entre 1843 - cuando Isabel
II accede a la mayoría de edad- y 1868 hubo nada menos que 33 gobiernos en
España, alguno de ellos tan breves – caso de Cleonard (1849) que duró 28 horas
– que era imposible llevar una política coherente. Si a este dato se añade que
hubo más de trescientos intentos golpistas militares y que en un año (1843)
hubo más de doscientos fusilamientos, podemos tener una idea de la situación
del país. Lo sorprendente es que durante esa época de anarquía España tuviera
brillantes actuaciones en el exterior, a pesar de que no controlaba el país.
Dejando aparte la mala intervención española en la guerra del Callao (1865-66),
importante en la independencia americana, España tuvo intervenciones brillantes,
como la de 1847 en Portugal para frenar la rebelión contra la reina María de la
Gloria. También la intervención, dos años más tarde, en Italia para ayudar al
papa Pío IX o la intervención en el norte de África de 1859 que finalizó con el
Tratado de Tetuán. Sigo con la expedición del General Prim a México, en 1859,
para ayudar al emperador Maximiliano,
solicitada por Napoleón III, y la expedición de 1861 para recuperar la isla de
Santo Domingo. Se añaden la mencionada de Conchinchina de 1858 a 1863, y
algunas otras, como bien describe Laorden Jiménez. En aquellos años, España,
con Inglaterra y Francia, eran los principales protagonistas internacionales.
Había otro gigante al que se temía, EEUU, pero entonces estaba inmerso en su
guerra civil (1860-1864). Poco después comenzarían sus problemas con España.
Los escritos de los misioneros españoles Fray Gabriel Quiroga de San Antonio y Fray Diego Aduarte describiendo las tierras y gentes vietnamitas han sido traducidos a diversos idiomas.
A principios
de diciembre de 1857, Francia pidió
ayuda a España para intervenir en la Conchinchina. Francia había enviado al almirante Rigault de
Genoully al frente de una flota naval para neutralizar y presionar al rey
annamita. Bombardeó las defensas de Tourance y realizó un desembarco, pero en
la playa acabó su avance. El 25 de ese mes, España respondió afirmativamente, a
pesar del informe del capitán general de
Filipinas, Fernando de Norzagaray, de 25 de marzo de 1859, en el que señalaba
que para esa guerra el ejército español necesitaría de refuerzos y pertrechos
no disponibles en el archipiélago. Haciendo caso omiso, el gobierno de Madrid
ordenó que se trasladara a Conchinchina una expedición al mando del
coronel Bernardo Ruíz de Lanzarote, que debía ponerse a la orden del almirante
francés, integrada por tres barcos de guerra a los que posteriormente se sumaron cinco
fragatas más con municiones, artillería y pertrechos, 1600 soldados españoles de
infantería, zapadores y artilleros a la orden directa del brillante y
experimentado teniente coronel Carlos
Palanca y Gutiérrez. El acuerdo que España pactó con Francia para
intervenir fue un tratado de total incompetencia. El territorio conquistado
pasaba a Francia. De hecho, una vez iniciada la guerra, el gobierno de Madrid
fue continuamente perdiendo interés por ella. En esta guerra, que duró de 1858
a 1863, se luchó en los mismos lugares en los que un siglo después pelearon los
norteamericanos, con la diferencia que los españoles ganaron las batallas. Hubo
también otras diferencias entre la intervención española junto al aliado
francés y la de los estadounidenses del siglo pasado. El enemigo era el mismo,
pero cuando luchamos allí no había tanta tecnología, por lo que para vencer
hacía falta mucha más arrojo personal ya que todas las confrontaciones acababan
en un combate cuerpo a cuerpo. En estos duros y crueles combates, los españoles
ganaron siempre, allí donde los norteamericanos, mejor dotados, perderían.
La guerra se
inició por parte española, el 13 de septiembre, con la llegada a la bahía de Tourance,
y el posterior desembarco, del grueso de la
fuerza española, integrada por un millar de hombres del Regimiento 3 de Infantería
de Fernando VII, al mando del coronel Ruiz de Lanzarote y con su segundo, el
teniente coronel Palanca Gutiérrez, que desenclavó al ejército francés atascado
en la playa. El ejército español estaba
integrado en su mayoría por tagalos filipinos, formidables guerreros que
aguantaban perfectamente los rigores del clima y el tipo de guerra que los annamitas
utilizaban. Bien dirigida por brillantes y experimentados oficiales españoles, esa fuerza expedicionaria era realmente
temible. Por ello, no era de extrañar que el peso de la campaña en el interior
lo llevara el ejército español. La toma de Tourance era clave para la
entrada por tierra a ese país o por el río, con lanchas de poco calado. Fue una
batalla espantosa en la que las tropas hispano-francesas se enfrentaron a un
recinto amurallado defendido por ocho mil annamitas con gran dotación de
artillería comprada ¡a los franceses! Tras su conquista y sin tener aseguradas
las defensas, el almirante francés, sin consultar con el mando español, ordena
atacar Saigón, una ciudadela amurallada de 500 metros de lado defendida por dos
fuertes. Tras un intenso bombardeo de los fuertes y la ciudadela por la marina,
la infantería entra en la ciudadela, entablándose una durísima lucha cuerpo a
cuerpo, en la que salen victoriosos los aliados, por no decir los españoles, ya
que ellos iban en la punta de lanza y llevaron el peso de la batalla. Se logró
un gran botín que, deslealmente, el almirante francés no repartió con los
españoles, lo que supuso las duras quejas del teniente coronel Palanca.
La guerra comienza a extenderse a los puertos
costeros, por lo que la corte de Hue hace llegar un mensaje para firmar un
acuerdo con los españoles. El gobierno español
permitió al coronel Ruiz de Lanzarote que negociara con el gobierno annamita, pero teniendo
en cuenta que España no quería territorios en aquella zona, que exigía que sus
misioneros realizaran su labor con seguridad, y que tendría que recibir las mismas ventajas comerciales que Francia.
Comienzan las negociaciones y no hay acuerdo con Francia, que oculta muy bien
sus intenciones. El teniente coronel Palanca viaja a Madrid para
informar al Ministro de la Guerra sobre la situación en ese lejano país y para
recibir instrucciones. Vuelve como coronel sustituyendo a Ruíz de Lanzarote
–que había sido ascendido por méritos de guerra y vuelto a España- y cuando
llega a la Conchinchina se encuentra con una situación deplorable. El almirante
francés, creyendo que la guerra estaba ganada, abandona Tourance sin consultar
con el mando español, ordena que las tropas españolas no acuarteladas salieran
de la Conchinchina y declara Saigón territorio francés. Palanca se encuentra con
que nuevamente el ejército annamita había vuelto a la guerra, al interpretar
como victoria la retirada aliada de Touranne. Ceden las líneas aliadas, y se
encuentra a Saigón, defendida por sólo unos
doscientos soldados españoles abandonados a su suerte por las autoridades de
Filipinas que recibían orden de Madrid, que estaban siendo acosados por
millares de enemigos. Palanca vuelve a pasar al ataque. Con un ejército agotado,
con mucho ardor, el arrojo propio de nuestra tropa y a la bayoneta, conquistan
la estratégica pagoda de Clocheron, en las afueras de Saigón. En ella, el capitán Ignacio
Fernández y Fernández, al frente de cuatro oficiales y un centenar de soldados
hizo una heroica defensa que frenó el ataque enemigo y dio tiempo a que Palanca
reagrupara el ejército y le enviara refuerzos que le permitieron atacar a
bayoneta y dejar el camino sembrado de cadáveres
annamitas. Se había salvado Saigón. La guerra se extiende por todo el
territorio y los annamitas utilizan la guerra de guerrillas, que tan mal iba a
los franceses y que tan bien conocían los españoles. Ocurren grandes heroicidades españolas, como las de Tonkin, Ki-Hoa, Bien-Hoa, Myt-Ho, Go-Cong, Vinh-Luong, entre otros lugares. Prácticamente todo el verano lo pasaron el coronel Palanca y su tropa peleando en las insanas
marismas, en una guerra que realmente no iba con ellos. Al final, Palanca
solicita que Tonkin pase a la corona española, cediendo Saigón a los franceses.
Pero esa petición no la respalda Madrid, que no quiere extender sus posesiones
más allá de las Filipinas. Se recrudece la guerra y Palanca pide envío de
refuerzos para la defensa de los territorios conquistados y para continuar el
ataque, refuerzos que no le envían ni los franceses ni Madrid. La guerra del
opio en China acaba y parte de los soldados franceses vuelven a la Conchinchina
para continuar la guerra. Se empieza a hablar de un nuevo tratado, mientras se
acuerdan lentamente las condiciones. La guerra continúa y el coronel Palanca, con su cada vez más disminuido ejército, seguía batallando
y conquistando, dando brillo y peso al nombre de España por si en un futuro se
ordenara desde Madrid alguna incursión en el continente asiático.
En junio de
1862 se firma el tratado de paz, actuando el coronel Palanca como representante
de España, junto al almirante francés Bonard, en la firma. En ese tratado se
consiguió la libertad de religión, puertos francos en la zona, aceptación de la
ocupación francesa de algunas zonas y mucho honor y reconocimiento para España.
Después, en agosto de 1863, España recibiría cuarenta
millones de reales, que era la mitad de la compensación económica gastada. El
1 de abril de 1863, la expedición española volvía a Manila, con un coronel
Palanca desengañado y cansado que había escrito cartas a todos los estamentos
políticos de Madrid, por las que nunca mostraron el menor interés. A su vuelta
a Madrid fue recibido por la reina. Ascendido a Brigadier por méritos de
guerra, lo destinan por poco tiempo a la Capitanía General de Canarias. En 1864
interviene en la reconquista de Santo Domingo y después asume brevemente el
mando de Mindanao (Filipinas). Vuelve a Madrid, pero el gobierno de turno lo
cree sospechoso de intervenir en un golpe militar y lo deportan a Gran Canaria
donde es perseguido como rebelde hasta 1866, año en el que accede el general Prim
a Ministro de la Guerra, lo rehabilita y lo asciende a Mariscal de Campo y Jefe
militar de Cartagena. Varios son las jefaturas que va teniendo (Puerto Rico,
Cuba, Canarias, Burgos, Mallorca) hasta que un informe sobre su memorial
militar, en 1874, con Alfonso XII, hace que se le destierre a Italia, en donde
se agrava la disentería, enfermedad que arrastraba desde sus años coloniales,
por lo que vuelve a morir a Madrid en
junio de 1876. Su viuda Beatriz pidió una pensión que le fue denegada. Una vez
más el gobierno dio “la talla” ante otro hijo ilustre.
El General
Jefe del Estado Mayor del Ejército, Luis
Alejandre Sintes, escribió en 2003 un
bello epitafio a su historia: “España
perdió a un soldado valiente, sacrificado, leal y nada conformista, a quien le
tocó vivir tiempos difíciles, tiempos en que tuvo que sufrir injustamente los
avatares e incertidumbre de una política errática, fluctuante y traicionera”.
Me ha sorprendido Ud. No conocía la profundidad de la intervención que tuvo España en la Conchinchina, ni los problemas políticos que lo rodeaban. Ha puesto Ud. dobre la mesa un suculento debate para el fin de semana. Espléndido.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. De la Seca. Me agrada haberles dado tema para un buen debate. Saludos.
EliminarUn artículo muy interesante. Desconocia las hazañas españolas por Vietnan y ha hecho usted una descripción muy correcta de la intervención y de la situación. Enhorabuena por su arículo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Rodríguez. Celebro que le haya gustado mi artículo. Un saludo.
EliminarUn trabajo muy atractivo que ha valido para enterarnos de la intervención española en la Conchinchina. Lo desconociamos, solo comentarios. Un análisis riguroso. ¿Sólo sacamos dinero de la intervención?. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr Arístides, efectivamente sólo sacamos cuarenta millones de reales y mucho honor, pero a cambio perdimos hombres valientes. Después de la independencia de la América latina, a España prácticamente no le interesaban ya las posesiones de ultramar y así, de una o de otra forma, las fue vendiendo. Así ocurrió con la entrega y venta a EEUU de Las Filipinas, junto con Cuba y Puerto Rico (por esta isla no hubo batalla) por 20 millones de dólares en 1898. En 1899 vendió a Alemania, por 25 millones de pesetas, parte de las islas Marianas, las islas Marshall, las Carolinas y las Palaos, con el consiguiente enfado norteamericano, ya que ellos querían ser el gallo en el corral llamado Pacífico. Y así ocurrió con otras islas del Pacífico, de limitado interés para España sin América. Un saludo.
EliminarDesconocia al Coronel Palanca y Gutiérrez. ¿Intervino este militar en la reconquista de La Española?. Muy admirable trabajo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Juan de Dios y respondo a su pregunta. Efectivamente D. Carlos Palanca intervino en la reconquista de La Española (Santo Domingo) en 1864, donde intervino notablemente. Un saludo.
EliminarMe ha puesto al día con la intervención española en la Conchinchina. Casi no la conocía y era un tema que quería profundizar. ¿El coronel Carlos Palanca era un militar hispano?. Brillante artículo.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sra. Helena y le respondo. D. Carlos Palanca era un militar español de pura cepa. Su historia militar la comenzó en diferentes regimientos militares como los de Navarra, de Granaderos, de Soria y de Lorca, entre otros. Ya de oficial intervino en Albacete para evitar el levantamiento del regimiento de Valencia. Después luchó contra los bandoleros de Sierra Morena, en Jaén, y contra los contrabandistas y piratas en el Mediterráneo, en Mazarrón. Se enfrentó a los militares que se levantaron contra Narváez en Madrid y también en Sevilla, por lo que consiguió los correspondientes ascensos y la concesión de dos cruces de San Fernando. Tras intervenir en Portugal, marchó a Filipinas donde ocupó la comandancia militar de varias provincias y donde nació su hijo Carlos Palanca y Cañas, que llegó a Teniente General (máxima graduación en el ejército de Tierra). Intervino, como ya hemos visto, en la Conchinchina y ya en mi artículo puede seguir, de forma resumida, los pasos que dio tras la retirada de Conchinchina. Fue un soldado fiel al Gobierno constitucional, aunque lamentó y criticó en una memoria escrita las decisiones que se tomaron en Asia, lo que le valió persecución, algún consejo de guerra y destierro. Un militar leal e intachable. Un saludo.
EliminarAunque ha sido un trabajo muy bien elaborado creo que debería haberle dado más importancia a la intervención de Ruíz de Lanzarote. Suyo fue el mérito de descongestionar la guerra con la toma de Tourance. Comparto con Sintes el epitafio del Coronel Palanca, pero recuerde que intervino bajo el mando del entonces coronel Ruíz. No obstante, nos parece un artículo aceptable. Un buen trabajo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. De la Concha. Contesto a su sugerencia. Si le he dedicado más importancia al teniente coronel Palanca que al coronel Ruiz es porque entiendo que prácticamente correspondió a Palanca tomar casi todas las decisiones en la Conchinchina. D. Bernardo Ruiz iba efectivamente como jefe de operaciones y desembarcó con el teniente coronel Palanca en las playas de Tourance, pero mientras que Ruíz ordenaba tácticas, Palanca iba en la vanguardia del ataque. Fue Palanca quien asaltó los muros de Tourance al frente de sus soldados. De hecho, el mismo Ruíz lo reconoció cuando lo envió a Madrid a reclamar ayuda. Por otro lado, cuando Palanca volvió a Saigón, ya como jefe absoluto, las decisiones adoptadas por el almirante francés Rigault, que hicieron que el enemigo recuperara gran parte del territorio perdido, obligaron al coronel Palanca a “empezar” nuevamente la batalla y fue quien la zanjó con victoria. Las últimas conquistas las hizo con menos de medio centenar de soldados españoles. Pienso que fue casi completamente suyo el mérito de la victoria. Saludos.
EliminarOtra vez nos sorprende. Va a ser un buen debate. Con hombres como Palanca y Ruíz es una desgracia mayor que hayamos tenido esos gobiernos. Una verdadera lástima. Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr Osorio. Comparto completamente su opinión, un saludo.
Eliminar¡Vaya con los franceses!. ¿Tenía algún compromiso España con ellos o simplemente nos limitabamos a hacer el indio?.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Benítez. Paso a responder su pregunta. El que acompañásemos a los franceses en la Conchinchina se debió al “pacto de familia” que existía entre las dos familias borbones, aunque no descarto que eso conllevara hacer lo segundo que señala. Un saludo.
EliminarUn buen trabajo. Me ha completado la información sobre esa guerra. Se lo agradezco.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Barro. Me satisface haberle facilitado información. Un saludo.
EliminarValeria, la intervención de España en la Conchinchina ¿fue antes o después de su participación en la primera guerra del opio de China?. ¿También en ella su aliado francés se portó igual de bien?. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sra. Gutiérrez. La intervención de España en la Conchinchina coincidió con la “segunda guerra del opio” que, como en la primera, intervinieron como aliados franceses e ingleses (no españoles). Un saludo.
EliminarSeñala que general Prim ayudo a Maximiliano ¿contra los texanos estadounidenses? ¿donde fue ayudo?
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Stevens. Por petición del emperador Napoleón III los españoles ayudaron a Maximiliano contra los revolucionarios mexicanos. La intervención española nada tuvo que ver con el conflicto estadounidense-mexicano. Un saludo.
EliminarNo me ha quedado muy claro cuando señala que no hubo batalla en la entrega de Puerto Rico a EEUU, ¿quiere decir que no había ejército español en Puerto Rico?
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr. Padilla. Cuando señalo que no hubo batalla fue porque tras los primeros rifirrafes entre los norteamericanos y los españoles, la balanza estaba a favor de los españoles. La guerra comenzó con un bombardeo del almirante Sampson el 12 de mayo de 1898 a San Juan, después hubo varios intentos de desembarco norteamericanos que fueron repelidos por los españoles. La primera posible victoria que tuvieron los norteamericanos se produjo el 22 de junio, cuando la flota norteamericana (USS San Pablo) hundió al crucero español Isabel II y al contratorpedero “Terror”. Pero no eran batallas auténticas, eran simplemente encuentros o incidentes, porque días después , el 30 de junio, en la batalla de Manzanillo, cuando la flota estadounidense intentó hundir a la flota española dentro del puerto, la flotilla ligera española que allí había, constituida por las lanchas cañoneras “La Estrella” y “Guantánamo”, y los cañoneros “Delgado Parejo”, el “Guardián” y “Cuba española” y el viejo pontón “María”, aprovechando su mejor movilidad, desarbolaron a los cruceros norteamericanos “Hornet”, “Hits” y “Wompatuk” e hicieron huir a la flota norteamericana. El 1 de julio estas patrulleras españolas hicieron huir, tras recibir varios impactos, a dos barcos cruceros auxiliares que volvían para hacer un reconocimiento. Los norteamericanos estaban realmente preocupados por la defensa que hacían los españoles, quienes preparaban una auténtica batalla. El 11 de agosto en Mayagüez tropas norteamericanas habían desembarcado allí y se encontraban totalmente rodeadas por los españoles, que tenían una posición superior. No hubo batalla porque los españoles no atacaron. Hoy se reconoce que desde Madrid se ordenó al ejército español en Puerto Rico que no presentara batalla y que se retirara. Todo hace pensar que la isla ya estaba vendida. Un saludo.
EliminarDesconocia totalmente la intervención de España en Vietnan y eso que me sorprendió mucho ver una tumba de un oficial español en un templo de Saigon. Ahora ya tengo una explicación.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sra. Navas. Me agrada haberle sido útil. Un saludo.
EliminarUna pregunta que ha surgido ¿qué porcentaje de mandos y soldados eran españoles de Europa?. Gracias
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr. Uribe. Las tropas españolas europeas que pelearon en la Conchinchina estaban integradas por mandos españoles a nivel de oficiales, algo más de un 10% de suboficiales y tropa, sobre todos artilleros. Saludos.
EliminarNo tenía ni idea que los españoles pelearon en Vietnam, pero con mala compañía y otra vez nos la jugaron los franceses. ¿Ha hecho Francia algo bueno por nosotros?
ResponderEliminarGracias por su comentario Sra. Sarmiento. Lo cierto es que no recuerdo mucha ayuda operativa de Francia a España. Posiblemente en la toma de Menorca. Sin embargo, su alianza fue la principal causa del hundimiento del Imperio Español. Un saludo.
EliminarLa Memoria Militar que escribió el Mariscal Palanca y que le costó el destierro ¿recogía alguna crítica contra el gobierno? ¿sabría usted donde encontrarlo?. Gracias.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Parra. La Memoria o Reseña que el Mariscal Palanca realizó de su intervención en la Conchinchina hablaba del posible apoyo y ayuda que el gobierno de Madrid “le prestó”. No dijo nada que no fuese cierto, pero estaba claro que, tal como se había comportado el gobierno español, sus comentarios no iban a gustar, como así ocurrió. Si desea leer la Reseña del gran militar, bastante completa, puede hacerlo en el libro de la Editorial Miraguano Ediciones, titulado: “Reseña histórica de la expedición de Conchinchina” por el Mariscal de Campo Carlos Palanca Gutiérrez. Edición Ángel Luis Encinas Moral. Un saludo.
EliminarValeria, la actuación del Mariscal D. Carlos Palanca que le costó el castigo y el destierro en 1874 a Italia ¿fue tras una charla dada en la Escuela Naval de Cartagena?.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Peña. No me consta que el Mariscal de Campo Palanca fuera desterrado por una charla en la Escuela Naval de Cartagena. Si la hubo, fue un punto más a tener en cuenta por el gobierno para sancionarlo, pero el motivo mayor fue la publicación de la Reseña de la Guerra de Conchinchina que publicó en 1874, como le señalo al Sr. Parra. Un saludo.
EliminarYo pienso que no es justo que valore negativamente al ejército francés por quedarse con la tajado de la Conchinchina cuando solo hizo lo que pactó con el gobierno español. Eso en mi pensamiento.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Alain. Estoy de acuerdo con Vd. en que Francia obtuvo lo que negoció con el gobierno de Madrid, del que no tengo, ni mucho menos, una valoración positiva, más bien muy al contrario. Si ha observado que haya podido tener una opinión negativa con Francia en este conflicto, créame que lo lamento, porque en esta ocasión no es su país el que me ha podido decepcionar, ya que no tengo ningún dato que me confirme que la forma de actuar que el ejército francés utilizó en Conchinchina fuera ordenada desde París. La valoración negativa que hago es de otro almirante francés. En este caso el almirante Rigault de Genoully. Estará Vd. de acuerdo conmigo que no es normal que ese almirante aproveche que no hubiera jefe superior español en Conchinchina –el coronel-jefe Bernardo Ruíz de Lanzarote había vuelto a Filipinas para ser ascendido y su segundo en mando, el teniente-coronel Carlos Palanca Gutiérrez estaba informando, protestando y pidiendo refuerzos en Madrid- para, por su cuenta, ordenar a las tropas españolas que defendían posiciones, que se fueran a Filipinas y sin consultar con ningún mando español entregó Tourance y su bahía, que se había tomado gracias a esos dos mandos españoles ausentes. Había costado muchas vidas españolas y francesas hacerlo y, lo que fue peor, esa desafortunada decisión hizo que los annamitas, que estaban tranquilos y hasta desmoralizados, volvieran a la batalla, reconquistando el terreno que duramente ganaron los aliados. ¿Se ha preguntado a quienes les tocó volver a conquistarlo, o cuanto esfuerzo y vidas costó? Pues yo se lo digo. Tuvieron que llevar nuevamente la iniciativa los españoles, el ejercito del coronel Palanca ¿Cuánto esfuerzo? Pues muchísimo más que al principio, ya que el almirante francés, ordenando que se fueran los españoles no acuartelados había reducido el ejercito de Palanca a menos de la mitad. ¿Y cuántos muertos? Muchísimos. Españoles y franceses. Por dos grandes ciudades que ya habían sido conquistadas y por las que no tenían que haberse gastado más vidas aliadas, y quede claro que no reprocho que las armas enemigas que mataron a los soldados aliados hispano-franceses fuese armamento francés vendido por Francia a Conchinchina ¿Cree Vd. que expongo motivos suficientes para valorar negativamente a los mandos franceses? Y conste que tampoco hablo del parcial reparto de botín que hizo el almirante. Todo el botín de Saigón, a pesar de que el que entró a la cabeza de su ejército fue Palanca, y que a su vuelta no cayó Saigón gracias a las gestas heroicas de soldados españoles en la Pagoda de Clocheron, todo el botín, como digo, se lo quedó el almirante francés y sus huestes. Esto se repitió en muchos lugares, a pesar de que en el interior fue el ejército español el que llevó todo el peso de la batalla, porque dicen que estaba más acostumbrado a ese tipo de terreno. ¿Sabe en que ganamos más los españoles que los franceses en aquella alianza? También se lo digo: en muertos. Si cree que no tengo motivos para valorar negativamente al aliado francés le ruego que me lo justifique con actos y datos. Tenga la seguridad que de ser así le pediré públicas disculpas. Un saludo.
Eliminar¿El Brigadier Palanca fue jefe de la guardia real de Isabel II? ¿Era madrileño?. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sra Rosana. Efectivamente el militar Palanca fue jefe en la Guardia Real, no como brigadier, sino como capitán. Ese excelente militar no fue madrileño, nació en Valencia en 1819 y murió en Madrid en 1876. Un saludo.
EliminarExcelente y valiente respuesta, Valeria.
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