Siguiendo con la estela de la Armada
Invencible y la cantidad de mentiras que se han venido sosteniendo sobre ella,
sobre el monarca español Felipe II y
sobre otros aspectos relacionados con el Imperio Español durante su reinado, hoy
hablaré de otro personaje singular cuya figura y presencia en la corte de
Felipe II por tantísimo tiempo habría bastado para evidenciar los intereses
ocultos que hubo en el afán de representar al monarca como un beato extremo que
rozaba lo enfermizo. En mi última entrada centrada en el simbolismo de El
Escorial, la residencia de Felipe II y la información tan pagana que desprende
al “buen entendedor”(leer aquí),
me centré en algunas pinturas de la biblioteca del Palacio del Escorial.
Continuando con esa idea, hoy me centraré en la atrayente figura de otro gran
hombre, Benito Arias Montano, uno de los eruditos más importantes del siglo
XVI, que fue capellán de rey Felipe II, sacerdote, humanista, biólogo,
hebraísta y escritor, al que se debe, por ende, la gran recopilación de textos
de la biblioteca del Escorial, única en su género. Quizás la característica más
polémica de este personaje fue su afición y dominio de lo esotérico, de las
ciencias ocultas, cuyo saber pudo poner al servicio de su rey en no pocas
ocasiones.
Vino al mundo en 1527 en la localidad de Fregenal de la Sierra, cuando pertenecía a Sevilla. De hecho este intelectual siempre se sintió sevillano. Sus padres procedían de una familia hidalga, venido a menos, aunque su padre ocupaba el puesto de Notario del Santo Oficio. Desde muy niño, sus padres le iniciaron en la religión, correspondiéndole al párroco de Fregenal el instruirlo en la escritura y en la lectura. Cuando cumplió 19 años se desplazó a Sevilla para realizar estudios de gramática, lingüística, filosofía y retórica, que amplia cuatro años después en la Universidad de Alcalá de Henares, donde además se forma en filología bíblica. Estudia Teología y se dedica al estudio de las lenguas semíticas (árabe y hebreo), las clásicas (latín y griego) y la exégesis, pero tiene también tiempo para escribir poesía. En 1552 obtuvo el título de Bachiller en Arte. Trabajó con pasión en los campos de la lingüística, la biología, la filosofía y la poesía, lo que le llevó a convertirse en 1552 en el primer poeta laureado por la Universidad de Alcalá.
Fregenal de la Sierra, tierra de templarios, calatravos y conquistadores destila creencias milenarias por cara poro de su tierra. En el centro, imagen de la dehesa extremeña en el sitio arqueológico de la ciudad romana de Nertóbriga (asentada sobre otras anteriores). A la derecha, un menhir fálico junto a un túmulo, uno de tantos monumentos megalíticos que abundan por esta comarca.
Inició después los estudios religiosos, llegando a ordenarse sacerdote, tras lo cual se retiró a la Peña de Alájar, un peñón que emerge frente a la localidad homónima en donde Arias alcanzaba fácilmente la serenidad. Este picacho constituye un importante centro telúrico, siendo un centro de fuerza y energía tan potente como fueron los lugares donde se levantaron la Alhambra, la catedral de Santiago de Compostela, el palacio del Escorial o la ermita de El Rocío, por citar sólo algunos de los sitios de energía telúrica que abundan en la geografía peninsular hispánica. Allí pasó unos años, estudiando en profundidad las Sagradas Escrituras. Realizó algunos comentarios a las mismas por los que fue reclamado en 1559 por la Inquisición, logrando salir sin cargos del proceso.
La denominada “Peña de Arias Montano” es un macizo rocoso calizo que, como buen sistema kárstico, posee un sinfín de galerías y cuevas en las que solían retirarse a meditar los ascetas para dedicarse a la vida contemplativa durante la etapa goda y árabe (Reconquista). Por las características del terreno, geografía y estructura (numerosos riachuelos subterráneos de aguas de infiltración en movimiento y muchas fallas geológicas) el lugar emana una considerable fuerza telúrica que propiciaba esas meditaciones trascendentales.
Pronto, Benito Arias Montano adquirió una gran fama de teólogo, lo que le facilitó su entrada en 1560 en la Orden de Santiago, en el convento de San Marcos de León. La calidad de sus escritos y debates hace que dos años después Martín Pérez de Ayala, Obispo de Segovia, se lo lleve con él para participar en el Concilio de Trento, donde se distinguió por la profundidad de sus debates sobre la eucaristía y el matrimonio basándose exclusivamente en textos bíblicos y donde obtuvo un notable éxito por su brillante erudición. Tras volver a España realiza un estudio sobre los doce profetas menores, como Josué, Isaías y los Jueces, que tuvo gran repercusión mediática. Conforme a la verdad hebraica, también realizó una versión latina poética de los Salmos que consiguió editar años después, en 1572, ya en Amberes. Entre ellos, tradujo al latín y al castellano el Cantar de los Cantares, libro no exento de polémica por la erótica que desprende, en opinión de muchos investigadores.
Retrato de Benito Arias Montano llevando los ropajes de la Orden de Santiago (Museo del Prado, Madrid) y una de sus obras.
Felipe II lo nombró su capellán en 1566 y fue consejero privado del rey para los polémicos asuntos de Flandes. En este sentido, a su mesurada opinión parece deberse la destitución del duque de Alba y su política represiva en el pueblo flamenco. Más tarde fue consejero del rey para los asuntos portugueses, hasta la anexión de Portugal en 1581. Dos años después pide a su rey consejo sobre la propuesta de Cristóbal Plantino de escribir en Amberes su Biblia Políglota, conocida como “Biblia Regia”, en la que se introducían algunas innovaciones con respecto a la "Biblia Políglota Complutense" y mucho más con "la Vulgata", que hicieron levantar los recelos de la Inquisición. Marchó a Amberes acompañando al Duque de Alba. Su trabajo con la Biblia Políglota fue muy intenso. Se basó en los textos sagrados, que tradujo directamente del hebreo. La revisó al completo, profundizando en determinados contenidos, Sanctes Pagnino, Masorah, los idiotismos hebreos, el lenguaje arcaico, la cronología, la geografía de Palestina o la arquitectura e indumentaria de los judíos, entre otros aspectos. Tras sus correcciones se permitió que finalmente fuera editada en 1572 en Amberes. Ya en 1568, el propio Felipe II le había designado responsable de la Biblia quinquelingüe (latín, griego, hebreo, caldeo y siríaco) de Amberes, que publicó en la imprenta de Plantino.
En Amberes gozó con el trabajo y la amistad de Cristóbal Plantino. Allí se movió en círculos heterodoxos en donde se podía analizar sin peligro la reforma luterana. Se acercó a la figura de Erasmo de Róterdam, obteniendo unos conocimientos imposibles de obtener en la España peninsular del momento, lejos del control de la Inquisición. Gracias a Plantino formó parte de la “Familia del Amor”, sociedad secreta nacida en Alejandría en el s.III a.c. de la que también formaban parte Antonio Vivaldi y el Greco. En ella se trataba la relación de Dios y el hombre sin pasar por la Iglesia. Estudiaba una espiritualidad sin intermediarios ni ritos. Esta experiencia fue lo que más añoró al volver al lado de Felipe II en 1576. Estuvo en Flandes desde 1568 hasta 1575. En ese intervalo hizo dos viajes a Roma, uno en 1572 para obtener del Papa la aprobación de la Biblia Políglota y otro en 1575 para defenderse de las acusaciones de sus enemigos, acerca de la ortodoxia de la Biblia Políglota. El problema radicaba en que la Vulgata, según la tradición, había sido inspirada a san Jerónimo por Dios y era la única versión aceptada por la Iglesia y Montano no era todo lo ortodoxo que se debía esperar de él con esa versión latina de la Biblia. Como buen hebraísta, bebía demasiado de las fuentes hebreas y citaba con frecuencia esas fuentes, por lo que fue acusado por la Inquisición de no respetar la edición canónica de la Biblia.
Hay varios aspectos que sorprenden de las pinturas de El Greco (algunos que no repetiré ya los analizamos aquí), como por ejemplo que representara a los santos por pares (algo que recuerda a los Cátaros quemados en la hoguera herejes, por la Inquisición romana en Francia, promulgando una Cruzada para matarlos, desde el Vaticano) discutiendo entre sí sobre filosofía y divinidad en la más pura esencia de la Grecia Clásica; o que “olvidara” añadir la orla de santidad a la sagrada familia como puede apreciarte entre otros cuadros, en su “Natividad”.
Una vez en España y por encargo de Felipe II, en 1577 fue nombrado bibliotecario de la Gran Real Biblioteca de El Escorial, a la que había enviado gran cantidad de libros desde Amberes. Arias la organizó, catalogando y dividiendo sus fondos. Permaneció feliz en ella durante siete fructíferos años, rodeado de libros clásicos de los filósofos griegos, de tratados de astrología, incluso de libros prohibidos por la Inquisición que conocía por los comentarios que había escuchado a su padre. Trabajó bastante durante esos años. Escribió en 1593 nueve tomos de “Antigüedades Judías”, tradujo al latín el famoso Itinerario del viajero hispano-hebreo Benjamín de Tudela, realizó variados análisis escritos sobre los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, tratados teológicos, filosóficos y científicos, así como gran número de traducciones del hebreo y un gran número de poesías, en latín y castellano, durante su amistad con el poeta Francisco de Aldana, quien escribió la “Epístola a Arias Montano”. Muy importante fue su “Historia Natural”, obra de gran valor científico donde hace una exhaustiva clasificación de los seres vivos, muy anterior a los estudios de Linneo, considerado el padre de la taxonomía moderna. Interesantes son también sus esfuerzos para editar y divulgar las obras de grandes escritores contemporáneos, entre ellos Fray Luis de León.
Uno de los aspectos que más llama la atención a los visitantes de la maravillosa biblioteca de El Escorial es una “manía” del propio Arias Montano: pintar el lado opuesto al canto de los libros, con oro y ponerlos en las estanterías mostrando ese lado en lugar del lomo con el título y nombre del autor de la obra. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que para Benito nos encontrábamos en el Templo del Saber, al más puro estilo de la Grecia clásica y por tanto las obras debían fundirse con estructura como un todo, sin destacar, sino añadiendo más luz y brillo inmaculado al Saber en sí, sin prejuicios de ningún tipo. Aparte, él llevaba una cuidada y detallada relación de las obras que se hallaban en cada estantería pudiendo localizar cualquiera de ellos en pocos segundos.
En 1584 se retiró a Sevilla, tras rechazar un obispado y otras dignidades eclesiásticas que el rey le ofrecía. Una cuidadosa observación de los hechos revelará que Benito no paraba de chocar contra la inflexible Iglesia Católica, que no cesaba en su afán de tratar de obtener su cabeza por sus comentarios sobre la Biblia y sobre la supuesta y prescindible intervención de terceros para interpretar las Escrituras (no sólo volvía a los párrocos inservibles sino que no paraba de criticar la opulencia de los obispos y dignatarios católicos frente al pueblo que pasaba mil penurias, era en su mayoría analfabeta y temerosa de la ira de Dios y encima debía dar limosnas). A todo ello se sumaban los numerosos rumores sobre las prácticas alquimistas del bibliotecario en los laboratorios de El Escorial. Finalmente la Inquisición cargó duramente contra él, salvándose por la intervención del monarca a favor de él. Vuelve a Alájar, a la peña que lleva su nombre. Se la cedió su padrino, Gaspar de Alcocer. Sentía una irresistible atracción por esa peña, en la que se sentía feliz y notaba una sensación de bienestar y espiritualidad grandes. Decía sentir allí cómo su espíritu se reforzaba y como algo dentro de él crecía hasta el punto de sentirse capaz de todo. Amplió la pequeña ermita, construyó la fuente y el acceso por el arco con espadaña, que posteriormente se resintió en el terremoto de Lisboa.
Hasta allí acudiría en varias ocasiones el mismísimo Felipe II a pasar unos días en su compañía y pedirle consejo en numerosos asuntos. Hoy el lugar está protegido y lleva el nombre del erudito. Junto a la iglesia se conservan dos garitas donde normalmente meditaba. También construyó un arco renacentista que daba paso a la casa donde vivía y al jardín que ordenó construir. También solía visitar las diferentes cuevas de la zona, sobre todo la llamada "el abrigo de la silla del rey", cueva natural en la que sentía las fuerzas telúricas ocasionadas por los ríos subterráneos. También solía habitar "la gruta del palacio oscuro", que tenía dos grandes salas. En la zona había más de 42 cuevas, de las cuales disponía libremente para su meditación. Sus vecinos del pueblo de Alájar, a los pies de la gran peña, lo tenían por un santón curandero. Allí recibía visitas de gentes poderosas que buscaban sus consejos. Tras desaparecer la orden de Santiago, a la que pertenecía, se le arrebataron todas sus posesiones Como dato curioso de la estancia de Arias Montano en Sevilla, hay que mencionar su fina observación de los fenómenos fonéticos, pues, por primera vez en la historia, da cuenta de la evolución del “ceceo” y “seseo” andaluces. Murió, cansado y enfermo, en Sevilla en 1598 a los 71 años de edad. Está enterrado en el pabellón de Hombres Ilustres de la ciudad hispalense.
En la Peña de Alájar donde habitaba y oraba, Arias Montano hizo erigir dos pirámides en agradecimiento a su monarca y amigo, por acercarse hasta ese apartado lugar a estar con él unas horas. Una placa lo recuerda. Abajo a la derecha, detalle de su tumba en el Panteón de los Hombres Ilustres de Sevilla.
Américo Castro le adjudicó un origen judeoconverso y Marcelino Menéndez Pelayo le calificó de "gran filósofo, eminente escriturario, sabio humanista y dulcísimo poeta". Entre sus hábitos sobresalía la austeridad, la parquedad en las comidas, el poco tiempo destinado al sueño y la constante dedicación al estudio.
Sus principales obras de carácter religioso, los Comentarios a los cuatro evangelios y Comentarios a los doce profetas, entre ellas, se incluyeron en el Índice de Libros Prohibidos por la Inquisición ocho años después de su muerte, con el curioso epígrafe “donec corrigantum”, que significa hasta que sean corregidos. Sus adversarios y acusadores inquisitoriales dijeron de él que “era un buen teólogo pero mal gramático“, a lo que Arias Montano replicó “es un reproche que yo no podría hacer a ninguno de ellos, no puedo decir de ninguno: sabe más gramática que yo“.
Lope de Vega (que iba como uno de los soldados en un buque de la Armada Invencible, huyendo de un lío de faldas con una mujer casada) le dedicó a Benito Arias Montano unos versos que fueron su epitafio:
Aquí Montano reposa,
de la Biblia sacra un sol,
un Gerónimo español,
y un David en verso y prosa.
No se acabará jamás,
aunque en estas losas cupo;
que si muchas lenguas supo,
son las que le alaban más.
Y como hemos puesto un poema, no quisiera terminar esta entrada sin cederle la palabra al propio Benito Arias Montano para que su voz, a través de los siglos, se vuelva a hacer oír de nuevo, en forma de soneto:
-¿Qué es esto Entendimiento?-
¿Qué revuelta
te hace disparar de tu carrera,
que aquello do menor razón se espera
te vas desatinando a rienda suelta?
.
Solías tú correr, parar, dar vuelta,
movido de la mano más certera
de la razón, llevando por bandera
la vela que el sentido al viento suelta.
.
Desesperado de mi luz avara,
que, cuando más pensaba ir atinando,
muy más sin tino y ciego me llevaba,
.
Sentí, sin sentir cómo, otra tan clara
que aquella que primero me guiaba
me va tiniebla oscura remedando.
* * * *
Me gustaría compartir con los lectores dos anécdotas curiosas de la actualidad reciente: la primera, hablando de un monarca llamado Felipe, ha tenido lugar en Davos (Suiza), este miércoles 25 de enero de 2018. Durante una de las conferencias de la Organización el Foro económico mundial, nuestro rey Felipe VI se encontraba atendiendo en primera fila, cuando oyó un fuerte ruido a su espalda encontrando al Ministro de Asuntos Exteriores español, de 62 años, Alfonso Dastis, caído en el suelo como consecuencia de un leve desmayo. Acudió a socorrerlo, junto con otros de los allí presentes, desanudándole la corbata y los botones superiores de la camisa y haciendo porque no perdiera la conciencia mientras llegaban los médicos. El rey, ocurrente e irónico, le dijo para animarlo: “no te preocupes que el debate (que estaban oyendo) ya ha terminado”.
La segunda anécdota -y la calificó así porque sorprende lo fácilmente que se ven partidos de fútbol y baloncesto en televisión y lo complicadísimo que es dar con su actuación de escasos 6 minutos de duración- es la sexta medalla de oro que nuestro posiblemente mejor patinador artístico de la historia, Javier Fernández, se ha ganado logrando ser por sexta vez el mejor patinador artístico de Europa. La gesta no pudo hacerse en mejor lugar: Rusia, donde este tipo de patinaje y la danza ha alcanzado los niveles más asombrosos y refinados. La añadirá a sus dos medallas de oro mundiales, ganadas en 2015 y 2016. Por ello, dejaré su actuación en el que interpretaba a nuestro internacional don Quijote cervantino.
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