Tordesillas
es un pueblo de la provincia de Valladolid, a orillas del río Duero y situado a
algo menos de 30 km de la capital de la provincia, en dirección suroeste. Su
población en 2017 no llegaba a los 9 000 habitantes.
No
siempre perteneció a la provincia de Valladolid, pues en el siglo XII
pertenecía a Palencia, con el nombre de Oterdesilla y fue sobre 1350 cuando,
tras una división administrativa de las cortes de Castilla, pasó a Valladolid.
Su origen no está claro. Muchos historiadores señalan que nació como una
fortificación en alto (uno de tantos “castros” de las Mesetas) ya que está
situada a una altura superior a los 700 m, como Zamora o Simancas, para
controlar la frontera. Tampoco hay datos de la fecha cierta de ese origen.
Reconstrucción del túmulo
megalítico de los Zumacales (Simancas), hallado fortuitamente hacia la 1980 por
un labriego cuando su tractor levantó uno de los grandes bloques calizos. Avisadas
las autoridades, en la cámara circular central de 5,20 metros de diámetro, se
hallaron los restos de 22 individuos de aproximadamente el IV milenio anterior
al cambio de era, con las típicas puntas de sílex y un par de “ídolos-espátula”
curiosamente tallados en huesos radio humanos (¿de sacerdotes? ¿o de reyezuelos
de la tribu?, recordemos que en el Egipto faraónico y entre culturas mesoamericanas,
los dirigentes eran considerados dioses). Todo el conjunto tumular alcanzaba un
diámetro de 30 metros, con 6 metros de corredor interior y un volumen de unos
1.500 metros cúbicos. Intensamente expoliado, actualmente queda muy como del
yacimiento sagrado que en su día fue.
Con
restos dispersos de milenios anteriores, el origen de Tordesillas se tiende a
situar en el siglo V a.C., correspondiendo con la datación genérica de los asentamientos
celtiberos que se han descubierto en sus alrededores. Tampoco hay certeza sobre
la procedencia de su nombre. Algunos lo sitúan en la época romana, cuando el
fundador de la ciudad, Quinto Cecilio Metelo, quiso honrar al dictador Lucio
Cornelio Sila y construyó en el año 63 a.C. una torre que llamó Torre de Sila
(Turris Syllae), hoy Torreón de las Acercas, de donde pudo provenir su nombre.
De esta torre queda muy poco, sólo una parte que engrosa las murallas. Otros
historiadores señalan su procedencia como derivada del caudillo árabe que la
conquistó durante la época musulmana del siglo VIII, Thor Shilah. Pero no hay
nada definitivo al respecto, pues hay otras teorías. Muchos historiadores se
decantan porque su nombre nació en la edad media, cuando en el 909 aparece un
documento del rey Alfonso III en el que manifiesta su deseo de permutar esta
ciudad con los árabes y le asigna el nombre de Autero de Sella, derivando ese
nombre en Oterdesiella u Otordesilla.
Bello puente medieval, sobre el
Duero (izquierda, imagen de época del siglo pasado).
Es
un pueblo castellano como otros, si bien destaca más aquí la
característica monumental, como recuerdo
de su historia noble. Esta localidad fue el señorío de famosas mujeres
relacionadas con los reyes. Desde reinas, como María de Portugal, hija de Alfonso IV de Portugal, que casó en Alfaiates
(Portugal) en 1328 con su primo Alfonso XI “el Justiciero”, de Castilla y a la
que su hijo Pedro I regaló la villa. También Juana
Manuel de Villena, señora del Señorío de Vizcaya y de Escalona y Peñafiel,
hermana de Fernando Manuel de Villena, duque de Villena, y biznieta del rey de
León y Castilla, Fernando III “el Santo”,
que fue reina consorte tras la boda en Sevilla con Enrique II de Castilla,
“Enrique de Trastámara”, el 27 de julio de 1350. Otra dama ilustre por estos
lares fue Leonor de Aragón, hija de Pedro IV “el Ceremonioso”, rey de Aragón, que fue primera esposa de Juan
I de Castilla, hijo de Enrique II, con el que contrajo matrimonio en 1375 en
Soria, en el Convento de San
Francisco. O Beatriz de Portugal, segunda esposa de Juan I, con el que contrajo
matrimonio en Badajoz en 1383. También la reina Juana I de Castilla, “Juana la Loca”, hija de los Reyes Católicos,
fue recluida allí en 1509 de forma permanente hasta que murió en 1555. Ya mucho
antes otras mujeres de alta estirpe habían vivido y gobernado allí, como Leonor de Guzmán, noble castellana de
Sevilla, amante del rey Alfonso XI y madre del rey Enrique II, primer monarca
de la Casa de Trastámara, o como María
de Padilla, amante del rey Pedro I, a quien le entregó la villa en 1357,
tras la muerte de su madre, María de Portugal.
Todos
estos nobles la engrandecieron y embellecieron. De entonces data su plaza
principal, el Monasterio de Santa Clara con su iglesia gótica, la Iglesia de San Antolín y otros palacios. Pero
nada de eso justifica que esa localidad se conozca en todas las ciudades
importantes de Iberoamérica ni que su escudo exhiba los títulos de «Muy ilustre, antigua, coronada, leal y
nobilísima villa». Para encontrar el
motivo de su fama habría que trasladarse al año 1494, fecha en que españoles
(entonces castellanos) y portugueses,
las dos potencias marítimas de entonces, se repartieron el mundo.
Ermita de Ntra. Sra. De las
Angustias, tan típico en su estructura en los pueblos de “Castilla La Vieja”
(en Soria reciben el nombre de “Humilladeros”, por aquello de ser en estos
caminos del Vía Crucis donde era común ver a los devotos poniendo rodilla en
tierra en cada cuenta de su rosario). A la derecha, retablo de la Virgen con el
Niño, en la iglesia-museo de San Antolín, obra de Alejo de Vahía (esculturas) y
Maestro de Portillo (pinturas), dos de los artistas más afamados de Castilla y
León en el siglo XVI. Valladolid, por entonces Corte Real, tuvo a los mejores
artistas, entre los que se encontraron Diego de Riaño, cuya obra fue modificada
–no sin polémica- por un joven Juan de Herrera, posteriormente conocido como “el
arquitecto de El Escorial” (para más detalles, recomiendo mi obra “Diego de
Riaño, el hijo de la viuda”).
El
12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón, nombrado Almirante de la Mar Océana por
los Reyes Católicos, descubre el Nuevo Mundo. Para defender la soberanía
española de los territorios descubiertos, los reyes Isabel y Fernando acuden al
Papa Alejandro VI, el valenciano Rodrigo Borgia, al que los Reyes Católicos
conocían bien por haberse realizado favores mutuos. El Papa expone cuatro Bulas,
“Bulas Alejandrinas”, en las que ordena que todas las tierras que estén al
oeste del meridiano (semicircunferencias imaginarias que pasan por los polos
terrestres norte y sur) que está a 100
leguas, aproximadamente 483 km, al oeste de las Azores y de Cabo Verde,
pertenecen a Castilla, amenazando con la
excomunión a aquellos que lo cruzaran sin el permiso de los reyes castellanos. Esta
decisión favorable a los castellanos no gustó a Juan II de Portugal, ya que
excluía a los portugueses de cualquier empresa en el Nuevo Mundo. Provocó
tensiones en la relación de ambos países
y empezaron a sonar aires de guerra. Los Reyes Católicos habían finalizado la
reconquista de España y tenían otras prioridades, pensando en recomponer el
reino y preparar un ejército único que dependiera de la corona, por lo que no
les interesaba iniciar un conflicto armado con Portugal. De ahí que eligieran en
Tordesillas, localidad cercana a Portugal y a su capital, dos palacios unidos
de los siglos XV y XVI, “Casas del Tratado de Tordesillas”, para pactar un
acuerdo con el rey portugués. La elección de esta localidad fue bien recibida
por los portugueses, ya que Tordesillas estuvo vinculado por tradiciones
históricas a ese país. En el siglo XIV,
la reina María de Portugal, entonces infanta Beatriz de Portugal, estuvo
viviendo en este lugar.
El denominado “Planisferio de
Cantino” (Alberto Cantino, su autor), de 1502 (Biblioteca Stense, Módena,
Italia) muestra claramente la “partición” establecida por el Tratado de
Tordesillas, con los reinos de Portugal y Castilla (España) repartiéndose las
nuevas tierras americanas.
Fue un proceso largo de negociación
y debate. Aunque el acuerdo se alcanzó entre mayo y junio de 1494, la duración
de las negociaciones llegó al año. El motivo de la negociación nació ya a la vuelta
del primer viaje al Nuevo Mundo. Cuando Colón arribó a Lisboa navegaba en el
barco de Alonso Pinzón, en “la Pinta”, ya que “la Santa María” había encallado en una tormenta y tuvo que
socorrerle Pinzón. Aunque la expedición
la patrocinaban los Reyes Católicos, fue Juan II de Portugal el primero en
enterarse del descubrimiento del Nuevo Mundo, antes de que Martín Alonso Pinzón
se las ingeniara para escapar de Lisboa y llegar a las costas españolas, desde
donde informó del descubrimiento a los Reyes Católicos, que estaban en
Barcelona. Esto permitió a los Reyes Católicos adelantarse a Juan II para
solicitarle al papa Alejandro VI la propiedad de las tierras descubiertas. Por
la situación de las islas descubiertas en ese viaje, el rey de Portugal pensaba
que esas tierras le pertenecían, de acuerdo con el Tratado de Alcáçovas de
1479, firmado por Alfonso V de Portugal y los Reyes Católicos, cuando la
separación entre la zona española y la portuguesa no venia señalada por un meridiano,
sino por un paralelo, línea imaginaria perpendicular a los meridianos. El
paralelo elegido estaba al sur del archipiélago canario. Hay que señalar que
los portugueses tampoco quedaron satisfechos con aquél tratado, ya que el
archipiélago canario -en Tenerife estaban por entonces los portugueses- y el
archipiélago portugués de Las Azores caían del lado español.
Tras la intervención de Papa, la
primera bula que emitió el 4 de mayo de 1493, bula “Inter Caetera”, anulaba los
acuerdos del tratado de Alcáçovas. Las bulas papales dividieron el
mundo por meridianos y no por paralelos que, aún preservando las colonias
portuguesas en África, ponía muy difícil la navegación de los portugueses hacia
Cabo Verde. Aunque el meridiano estaba a algo más de 500 km al oeste de este
archipiélago, las corrientes marinas hacían que para una navegación fácil tuvieran
que invadir la zona castellana. Esta no aceptación portuguesa hizo que, aunque
ninguno de los dos países quería la guerra, ambos prepararan sus armadas, obligando
con ello a negociar. Para esta negociación, los Reyes Católicos ordenaron a
Colón que zarpara nuevamente hacia el Nuevo Mundo para obtener información que
ayudara a las negociaciones entre portugueses y castellanos. En septiembre de
1493, en plena intensidad de las negociaciones, Colón iniciaba su segundo
viaje.
En medio de
las reuniones de septiembre de 1493, Colón zarpó a su segunda travesía,
comprometiéndose con sus reyes a enviar información que ayudara a la
negociación en curso. En abril de 1494, el almirante mandaba un mapa de sus
descubrimientos en el que, para garantizar el dominio español de las tierras
descubiertas en el Nuevo Mundo, alteró sus coordenadas, haciendo que las islas
descubiertas estuvieran en el mismo paralelo que las Canarias por lo que, de
acuerdo con el Tratado de Alcáçovas, pertenecían a España. Colón no sabía que
Juan II había aceptado la propuesta de Alejandro VI. Cuando este mapa llegó a
Tordesillas tranquilizó las reclamaciones del rey portugués, al creer que las
tierras descubiertas por Colón quedaban en la zona española, de acuerdo también
con el Tratado de Alcáçovas. Sin embargo, para no cerrar la posibilidad de
descubrir nuevas tierras al oeste, Juan II solo pidió que la línea del
meridiano fuese desplazada 1 900 km al oeste de Cabo Verde para favorecer la
navegación portuguesa por África. Esto no repercutía en las posesiones españolas
en el Atlántico. De hecho, Portugal no puso reparo alguno cuando una armada
española, mandada por Alonso Fernández de Lugo, conquistó Tenerife (1494-969),
isla que utilizaban los portugueses como base para sus rutas africanas,
uniéndola así a las islas de Gran Canaria que ya habían sido conquistadas por “los
tres Juanes”, Juan Rejón, el Obispo Juan de Frías y el Deán Juan Bermúdez, entre1478-83,
completando así la conquista del archipiélago canario.
Casas del Tratado de Tordesillas, con escudos
heráldicos tallados en la fachada. Estatua de la reina Juana La Loca (con la
corona de Castilla en sus manos, referencia a las peleas que se dieron entre su
padre Fernando el Católico y su esposo Felipe el Hermoso por hacerse con el
trono, que ya vimos en esta entrada, aquí)
con la iglesia de San Antolín al fondo. A la derecha, las distintas variaciones
a “la frontera” portuguesa-española fijada por el Tratado de Tordesillas.
Posiblemente
los Reyes Católicos no debían haber aceptado esa nueva modificación de la orden
papal propuesta por Portugal, pero era cierto que el mapa de Colón no mostraba
tierra alguna en el lado portugués del meridiano. Nadie conocía en ese momento
que en esa nueva división, el meridiano cruzaba una parte de Brasil. También es
cierto que el rey portugués ofreció a los castellanos territorios en la entrada
al Mediterráneo, como Ceuta, puerta del Mediterráneo, que era portuguesa desde
1415, y no hay que olvidar los intereses que tenía Fernando el Católico
(Fernando I de Aragón) en ese mar. Conviene recordar que ya con Pedro III “el
Grande” de Aragón, en 1282, tras los enfrentamientos con los franceses y el
papado, Aragón abrió sus puertas al Mediterráneo, consiguiendo asentarse en
diferentes lugares, como Sicilia, por lo que fue excomulgado. Reyes posteriores
fueron ampliando estas posesiones.
En este
aspecto conviene señalar que Aragón tenía sus costas en ese mar. Su territorio
ocupaba prácticamente toda la frontera pirenaica, limitando por el noroeste con
el pequeño reino de Navarra, que ocupaba una pequeña parte de la frontera
pirenaica en el extremo oeste, y por el sur con el reino de Murcia, ya que Jaime
I, “el Conquistador”, había anexionado Valencia (toda la actual Comunidad y una
parte de la murciana) entre 1242 y 1245. Todo el oeste de Aragón limitaba con
el reino de Castilla. Este mismo rey conquistó Mallorca y se la cedió a su hijo
Jaime II, rey de Mallorca. Jaime II “el Justo” inició en 1326 un año antes de
su muerte la conquista de Cerdeña, que terminó el rey Alfonso IV “el Benigno”,
que además conquistó los Ducados de Atenas y Neopatria en Grecia, en 1381, que
después perdiera su hijo Juan I “el Cazador” en 1388. En 1443, Alfonso II “el
Magnánimo” conquistó el reino de Nápoles, que iba desde Roma hasta la punta sur
en el estrecho de Mesina. Todo lo anterior, justificaba el gran interés de
Fernando I “el Católico” por el Mediterráneo. No obstante, molestó a la corona
española que en 1500 el marino portugués Pedro Álvares Cabral se arrogara el
descubrimiento de Brasil y lo reclamara para su rey. Años antes habían tocado
tierra allí tres expediciones españolas, la de Vicente Yañez Pinzón, la de Diego
de Lepe y la de Alonso Vélez de Mendoza. En aras de ese equilibrio
proporcionado por el Tratado de Tordesillas y evitando conflictos, Brasil fue
la única nación de habla portuguesa en el continente americano.
¿Está ustes seguro que la españoles llegaron a Brazil antes que os portugueses? Todo mondo reconoce a Álvarez Cabral como seu descubridor.
ResponderEliminarBuenas tardes, Martihno, gracias por su comentario pero como ese tema ya fue debatido en otro momento, permítame que le remita a dicha entrada cuya dirección es http://valeriaardante.blogspot.com.es/2017/07/un-recuerdo-otros-navegantes.html
EliminarUn saludo.