miércoles, 30 de enero de 2019

Las especias y las grandes gestas

                Con el paso de los años me he ido sorprendiendo de cómo los grandes ideales, sublimes, que pensé alumbraron para conseguir grandes empresas a través de grandes gestas y a costa de enormes sacrificios, han ido derivando hacia una realidad más tangible y miserable: la posesión de la riqueza. La  realidad transforma mitos en basura y todas aquellas historias de honor, lealtad y fe que admiramos en nuestra juventud se mueven en su mayoría por codicia y ansia de poder, y de esto no se salva ni la religión; se podría decir en justicia que hoy hasta los cielos están contaminados. Ese ha sido el objetivo de las diversas religiones y de los diversos y fluctuantes imperios, y el precio de disponer de un mundo mejor generalmente ha enmascarado cualquier bajeza o felonía en aras de un beneficio. Más o menos como hace Hollywood con las gestas anglosajonas, lo que no lograron en la vida real lo consiguieron en el celuloide. Es la magia del cine, que permite salir victorioso de terribles derrotas, o transformar reinas enanas y malvadas, o piratas sanguinarios y despiadados, en buenas mujeres que podrían optar al título de Miss Universo o en almirantes que llegaron a obtener los mayores títulos nobiliarios de la corona. La mentira ha sido una moneda de cambio tan usada a lo largo de los siglos que es sin duda la gran realidad que ha perdurado a lo largo del tiempo. De un tiempo durante el cual el hombre ha realizado grandes logros y avances en pos de la salvación de la Humanidad o de una religión. Sirvan como clamorosos ejemplos la conquista de los Santos Lugares o el ataque despiadado a un país que es un “peligro” para la Humanidad por la posesión, que se ha demostrado falsa, de armas químicas.

                A lo largo de la Historia han sido muchos los objetos y materiales que se han buscado para lograr más poder. Generalmente, en la Historia Antigua y Moderna esos productos se han identificado con hermosos metales como oro, plata y platino o con piedras cristalinas como diamantes, esmeraldas, rubíes... Pero también otros productos vinculados al consumo y conservación de alimentos han supuesto una fuente enorme de riqueza, sobre todo la sal y las especias. Sin duda, la búsqueda y comercio de las especias fue el motor que más tiempo movió al mundo y lo hizo más grande. Se sabe que en el Egipto de los faraones o en la Grecia Clásica se hacían expediciones para lograr estos productos que transforman en gozo una de las pasiones más importantes del hombre: la comida. El gran Alejandro usó de ciertas especias transportadas desde la India para sus fiestas y orgias. De forma escrita se reconoce en Roma el gusto por el sabor picante de las comidas o el empleo de salsas que las condimentaban y que se traían de la otra esquina del imperio, así como el uso de paliativos del dolor o búsqueda de placeres a través de drogas, sobre todo derivados de la adormidera, en la vida cotidiana de la clase superior que solía venir de Oriente.

A lo largo de todo el litoral andaluz proliferaron numerosas factorías de Garum, una salsa realizada con salazones que cautivó a todo el mundo antiguo, especialmente en la capital del Imperio Romano. Por desgracia la receta terminó por perderse, consecuencia del afán destructivo de las sucesivas y numerosas invasiones que ocurrieron en el solar hispano En la imagen, la factoría de la hermosa ciudad de Baelo Claudia, cerca de Tarifa (Cádiz).

                Ya a partir de entonces cualquier  cronista de lo cotidiano constataba que ningún país o región de Occidente renunciaba a disponer en sus cocinas de estas especias que daban un sabor más agradable a los guisos de castillos y mansiones. De pronto, las especias de Oriente se convirtieron en un producto con un valor tan reconocido que quien disponía de ellas era considerado una personalidad con poder en su sociedad. El pueblo llano, con ausencia de riqueza, debía mantenerse con comidas sosas e insípidas de poca variedad, que despreciaban los nobles. Hubo que esperar hasta el siglo XVI para que del Nuevo Mundo llegara una variedad más extensa de productos alimentarios asequibles para ese pueblo llano, como maíz, patatas, tomates…pero no tenían acceso o desconocían el azúcar para endulzar, o el limón para agriar. Aún no tenían acceso ni al café ni al té, que eran productos reservados sólo para príncipes y nobles. Estos productos ganaron más importancia cuando en el Medievo se descubre la planta de la pimienta de Oriente y sus milagros. Un solo grano de pimienta puede hacer más apetecible una comida y si se dispone además de canela, nuez moscada o jengibre resulta que cualquier plato insípido se transforma en un sabor que alegra el paladar. Es el poder de las especias, que se utilizan de la forma más variada posible para endulzar la vida de los poderosos. En la comida, en la bebida, incluyendo jengibre a la cerveza y canela y otras especias al vino, añadiendo fuerza y mayor placer a su libación. A partir de entonces sólo se considera apetecible un manjar cuando está bien aderezado. Y no es la única vía de disfrute de productos procedentes de Oriente: el cuidado corporal, especialmente femenino, y el uso de cremas y perfumes de Arabia como el almizcle, el aceite de rosas, los tejidos elaborados con seda china, la orfebrería y joyería realizadas con perlas de Ceilán, las piedras preciosas de la India o los diamantes de Narzingar, rápidamente abren un comercio muy rentable para mucha gente, gentes que gracias a su comercio se hacen ricas y poderosas. La propagación de la religión dio un empuje mayor a este tipo de comercio, ya que el gran número de iglesias que consumía incienso supuso un aumento considerable del comercio de esta especia.
                El aumento del consumo de especias supuso una provechosa ruta de riqueza para muchos países y estados ya que las especias se transportaban siguiendo una ruta por tierra desde la India que llegaba a Arabia y desde allí era transportada por tierra y por mar por diferentes caminos. Este comercio cambió la labor que habían realizado los boticarios preparando pócimas de diferentes vegetales o animales para distintas dolencias o enfermedades, de manera que para la población no era eficaz ningún mejunje o bálsamo si en su envoltorio no aparecían las palabras “arabicum” o “indicum”. Esto hizo que se elevaran los precios, y los beneficios, de estos productos y se potenciara aún más la importación. Durante toda la Edad Media y hasta el siglo XVIII los productos de procedencia oriental estaban muy demandados, dándoles a los usuarios la categoría de clase superior refinada. Francia se convirtió en el país que más demanda realizaba de estos productos, lo que producía un sobrecoste elevado.
                 Al comienzo del primer milenio, la pimienta se contaba grano a grano y su valor por peso era equivalente al de la plata, sustituyéndola muchas veces en el pago para la compra de bienes, haciendas e incluso derechos de ciudadanía. La quina, la canela, el jengibre y el alcanfor se pagaban en peso a precio semejante al oro. Y el viaje de estas especias de oriente a occidente estaba salpicado de sucesos e historias, lo que encarecía el coste. Lo que se pagaba en oriente por una tonelada de las diferentes especias era lo que se pagaba en occidente por una cucharita pequeña de ese producto. Por lo que en oriente valía una miseria, en occidente se  pagaba mucho más que el precio del oro. Lo que hizo que se multiplicara el número de caravanas de camellos cargadas de estos productos que desde oriente llegaban a Arabia o a Egipto, tras meses de viaje y fatigas en los que tenían que soportar ataques de bandidos o de beduinos para después negociar con los otros ladrones oficiales: los mercaderes, que tenían que pagar a los emires y sultanes de los países por donde pasaban, como Arabia, Egipto o Siria.

               Sin embargo, el encuentro con los mayores usureros se producía una vez que llegaban a Alejandría a través del Nilo. La flota veneciana, que desde la caída de Bizancio se había adueñado del Mediterráneo, transportaba a coste desorbitado cada expedición a la zona alemana, donde alemanes, ingleses y flamencos la adquirían en subasta. Por fin, después de diferentes tratos de intermediarios y almacenistas, llegaban las especias a los tenderos que las vendían a los consumidores. Durante la toma de Granada en 1492, los judíos sefarditas, antes de ser expulsados por los Reyes Católicos, comentaban que las especias indias pasaban al menos por doce manos antes de llegar al consumidor en Europa. Cada “mano” se llevaba su beneficio y encarecía el producto, tanto, que aunque se perdiesen cuatro de cinco naves de transporte de especias – como pudo comprobar la expedición de Magallanes/Elcano –  la nave restante, si viene bien cargada de especias aunque sea pequeña, cubre con creces la pérdida de las otras naves.


          Una bolsita de pimienta valía en el Medievo más que la vida de un hombre. Los palacios de Venecia y muchos otros de distintos países se pagaron con los beneficios de las especias y esta riqueza hizo que genoveses, franceses y españoles miraran con cierta envidia a Venecia, en el preciso momento en que los árabes iniciaron su “guerra santa” cortando toda conexión de Oriente con Occidente. 
         El verdadero origen de las Cruzadas no fue la reconquista de los lugares santos cristianos a los árabes, sino volver a abrir el tráfico de la ruta de las especias. De hecho fue la primera vez que reinos enemigos y enfrentados se unen para esa tarea, que conducía finalmente a volver a disfrutar de la riqueza de las especias. Sin embargo el objetivo no se logró porque las intervenciones militares europeas no lograron derrotar a los árabes y el Islam siguió controlando esos accesos. En consecuencia, los países con costas en el Atlántico pensaron en abrir otra ruta marítima por ese océano. Y aquí saltó la sorpresa. 
          Un país pequeño, insignificante entonces, como Portugal, salta de pronto al primer plano. No estaba en su mejor momento ya que aún le quedaban secuela de la larga lucha para liberarse de los musulmanes. Estaba en una esquina de Europa, todas sus fronteras las tenía con España, un país hermano en la religión, más grande y más fuerte, un país que gobernado por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón también estaba sumido en la reconquista de sus territorios a los musulmanes, aunque la Corona de Aragón ya había logrado algunas conquistas en el Mar Mediterráneo, por lo que la expansión de ese país pequeño y pobre sólo podría hacerse por mar, a pesar de que los mapas de Ptolomeo, los únicos creíbles en la Edad Media y que estaban totalmente avalados por el Papa,  señalaban que el Atlántico era un desierto de agua intransitable y que era imposible navegar por las costas africanas más allá del Ecuador, ya que en esa zona el Sol cae verticalmente y se alcanza una temperatura tan caliente que en ella no pueden sobrevivir plantas ni persona alguna. Además de que África era una tierra de desiertos inmensos, inhabitados, donde la vida se creía imposible.


                No obstante, en aquella época accede al trono de Portugal, Enrique “el navegante”, hijo del monarca con la mayor fortuna de Portugal, Juan I “el grande”, y sobrino de un rey inglés.  Intervino en 1412 en una expedición militar contra los moros de Ceuta –fue lo más lejos que navegó en su vida-  y era un enamorado del mar. Conocía las crónicas de Estrabón y Herodoto que decían que en tiempo de los faraones una expedición marítima de fenicios bajó por el Mar Rojo y al cabo de dos años cruzó las columnas de Hércules. Estos datos le hicieron dudar de las hipótesis ptolemaicas y empezó a creer en la posibilidad de llegar a las especias de Oriente bajando por la costa africana. Se retiró en 1416, durante 10 años, al Cabo Sagres y allí recibió y estudió a toda persona o escrito que pudiera aportarle algo que potenciara su teoría de circunnavegar África. Tras recibir mucha información al respecto, comienza a preparar dicho viaje, creando una escuela naval en aquel promontorio de antiguas leyendas junto con varios astilleros y arsenales. Hoy queda muy poco de su escuela, sólo unos viejos muros, tras el ataque y destrucción realizados por el pirata inglés Sir Francis Drake. D.Enrique fomentó el arte de la construcción naval. Sabía que con los barcos primitivos, de pequeño tamaño,  no podían llegar muy lejos. Construye naos a partir de las cocas medievales que tenían un solo palo, colocándoles uno o dos palos más y pudiendo transportar más de 100Tm,  lo que les permite navegar en el océano con tiempo adverso. Fue en esa escuela donde se formaron los navegantes lusos, comenzando pronto las expediciones. En la navegación el timonel iba acompañado de un astrólogo que sabía leer cielos y mapas. Fue tal el avance luso que el papa Martín V, don Juan II de Castilla y Enrique V de Inglaterra quisieron comprarle los conocimientos de navegación. Las naos comenzaron sus viajes lentamente. Al principio se dedicaron al tráfico de marfil y de esclavos negros para venderlos en Lisboa. En 50 años no llegaron ni al Ecuador.
                Durante siglos se pensaba que más allá del Cabo Nun (Cabo Chaunar) situado al sur de Marruecos, comenzaba la oscuridad. D. Enrique, en 1441envió a su escudero Gil Eannes en una expedición que recorrió las costas del Sahara y llegó a Cabo Blanco. En 1443 Nuño Tristán descubre la isla de Arguín, al oeste de Mauritania; en 1445 Juan Fernández llega a Sudán, siendo el primer europeo que explora África; en 1457 Cadamosto y Molle descubrían Gambia y el año de la muerte del rey D. Enrique, en 1460, Diego Gómez descubre Cabo Verde. Estos éxitos no se frenaron con el fallecimiento del monarca, ya en sus corazones había calado la leyenda:”Navigare necesse est, vivere non est necesse”.

                El acceso al trono de Juan II potencia la era de los descubrimientos portugueses. En 1471 se llega al Ecuador y en 1486 se confirma la profecía de D. Enrique cuando Bartolomeo Díaz alcanza el sur de África. Sin embargo, al girar el Cabo de Buena Esperanza, un fuerte temporal le obliga a volver perdiendo la oportunidad de llegar a la India. Lo que sí consigue Vasco de Gama, logrando la admiración de una Europa cuyos países se desgarraban en guerras. Ya para entonces, la pequeña Portugal había conquistado una extensión de territorios más grande que la que tuvo el imperio romano. Un país con no más de un millón y medio de habitantes dominaba la ruta africana a la India. Vasco de Gama se convirtió en el mejor navegante luso y participó en varias batallas por los diferentes países africanos por los que pasó. En esa gran empresa le acompañó un capitán intrépido: Fernando de Magallanes. Viajó varias veces mandando un barco a la India, lo que echa por tierra la acusación de que era poco experimentado. Sólo ocurrió que sus logros fueron absorbidos por el gran Vasco de Gama, héroe indiscutible para los lusitanos, en la época en la que Portugal era la primera nación de Europa y estaba protegida por el Papa. Tan seguro estaba Portugal de esa ruta que los reyes portugueses desoyeron otras posibilidades de llegar a las especias viajando hacia el oeste, denegando la propuesta de Cristóbal Colón, otro distinguido navegante por el Mediterráneo,  que le llevó a Granada a entrevistarse con la reina Isabel, comenzando así la aventura y la gesta americana. Por su parte, muchos navegantes de la escuela de Sagres que no se sentían reconocidos por su rey marcharon al país vecino, que comenzaba las expediciones por el Atlántico hacia occidente, buscando mayor consideración. Fue el caso de Fernando de Magallanes, que el 20 de septiembre de 1519 capitaneó una expedición marítima financiada por el rey español Carlos I para buscar, junto a Juan Sebastián Elcano, un paso en el Nuevo Mundo, descubierto por Colón en 1492 (recordemos, tratando de llegar a las Indias "por el otro lado" dado que se desconocía la existencia del continente americano y al ser el mundo redondo, era de esperar alcanzar "las Indias" tanto desde el este como del oeste), para llegar a las especias de la India y que acabó realizando la primera vuelta al mundo. Las grandes gestas de los navegantes se iniciaron sin lugar a dudas por lograr las riquezas de las especias.



6 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho su artículo, Valeria, es sorprendente como desmonta las grandes cualidades humanas y los grandes engaños que presidieron las grandes gestas y recogieron los libros de historia. Mi enhorabuena.

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    1. Gracias por su comentario, Helena. La verdad es que lo que mueve el mundo nada tiene que ver con el ideal, la fraternidad o lo divino. Desgraciadamente en el aspecto global todo lo mueve la diosa riqueza. Un saludo.

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  2. Me ha gustado mucho su trabajo, da una explicación muy creible del motor que mueve al mundo en todas sus facetas e imperios. Me ha agradado que haya reconocido a mi pais como el pionero de las extediciones oceánicas. Trabajo correcto y verídico. Muy interesante. Saludos

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Mendes. Me satisface que le haya agradado mi artículo y lo que se señala de Portugal. Al César lo que es del César… Un saludo.

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  3. He leido con atención su entrada y me parece que no es justo que de mayor relevancia a las expedioiones portuguesas que a las españolas, las nuestras fueron muchísimas más y llegamos más lejos. Recuerde que Magallanes y Elcano dieron la primera y la segunda vuelta al mundo. Sobre su análisis de los motivos que las impulsaron me parecen explicitos y correctos. Nos ha gustado. Saludos.

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    1. Gracias por su comentario, Sra. Gutiérrez, y lamento que se haya llevado esa impresión en lo referente a la mayor o menor relevancia de las expediciones de ambos países peninsulares, porque no era esa mi intención. Como comprobará no hablo para nada de ello, sólo menciono el hecho histórico de que nuestros vecinos portuguesas fueron los que iniciaron las expediciones oceánicas. Por supuesto que fueron muchas más las nuestras así como las distancias recorridas por nuestros galeones. No hace falta señalar que ir al Nuevo Mundo en el siglo XIV era algo normal en nuestros viajes, o mencionar el trayecto, también normal, de los galeones de Manila, después del tornaviaje de Urdaneta, sin contar el trayecto que hizo Alejandro Malaspina, entre tantos, o las dos vueltas al mundo que Vd señala. Sólo que percibo en su descripción un pequeño error, Magallanes-Elcano sólo intervinieron en la primera vuelta: salieron en septiembre de 1519 desde Sanlúcar de Barrameda con 5 barcos y Magallanes murió en abril de 1521 en Filipinas, continuando la expedición Elcano, que llegó en septiembre de 1522 con “La Victoria” cargada de especias a Sanlúcar con 12 hombres; 5 hombres más de esa expedición, que navegaban en la “Trinidad”, llegaron a España en 1525. Y la segunda vuelta la mandaba García Jofre de Loaisa, que salió de La Coruña en julio de 1525 con 7 barcos; cierto que uno de ellos, el “Sancti Spiritus”, iba al mando de Juan Sebastián Elcano como piloto mayor, pero murió antes de llegar a las Molucas el 6 de Agosto, seis días después de Loaisa. Fue un viaje terrible; de los 450 hombres que componían la expedición inicial sólo volvieron a España (por Lisboa) 24, a mediados de 1536, entre los que iba el gran Andrés de Urdaneta, que después diseñara el viaje de Acapulco a Manila y su vuelta a Acapulco. Un saludo.

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