martes, 12 de mayo de 2020

Ignacio María de Álava y Sáenz de Navarrete, en el podio de grandes navegantes españoles


          En la anterior entrada ya anunciábamos mi intención de hablar sobre este navegante, idea que gustó a varios comentaristas a los que pedí paciencia. Pues bien, como lo prometido es deuda, pasemos ya ha hablar de él, no prolonguemos la demora.

Este insigne navegante español, que fue el décimocuarto Capitán General de la historia de la Real Armada Española, nació un 24 de octubre de 1750 en Vitoria; provenía de una familia de hidalgos, su padre fue D. Gaspar de Álava y Aranguren, maestre de Campo, comisario y diputado general de la provincia de Álava, y su madre, Dña. Joaquina Sáenz de Navarrete, natural de Elciego (Álava). Tras realizar sus primeros estudios en el Seminario de Nobles de Vergara ingresó en 1766 como guardiamarina en la Armada, en cuyo asiento acreditó la hidalguía de sus cuatro abuelos. Sus primeros destinos fueron en los navíos “Terrible”, “San Pedro de Alcántara” y la fragata “Venus”, navegando frecuentemente por el Mediterráneo y el Atlántico y realizando un difícil viaje a las Filipinas, que saldó con brillantez. A su vuelta, en 1778 asciende a teniente de navío y toma el mando del jabeque “San Luis”, donde comienza a demostrar sus indudables cualidades innatas, a la vez que se inicia en experiencias necesarias para forjar su carácter militar, participando en numerosos combates contra buques berberiscos. Más tarde siguió acumulando experiencia y demostrando su maestría en los nuevos cambios de destino. Navegó en los navíos “Santísima Trinidad”, “Santa Isabel”, “Rayo” y en la fragata “Gertrudis”. Como comandante de la corbeta “Rosas” participa en enero de 1779, ya en plena Guerra de Independencia norteamericana, a las órdenes del Teniente General, el sevillano Don Luis de Córdova y Córdova, caballero de la Orden de Calatrava y marino que también llegó a Capitán General (2º), que, al mando del navío de cuatro puentes y 146 cañones “Santísima Trinidad”, mandaba una escuadra que ayudaba a Francia contra Inglaterra por los pactos de familia, lo que hizo que Felipe V también le declarara la guerra, y lo hizo atacando en el Canal de la Mancha junto a una escuadra francesa, a la real armada inglesa, que enviaba suministros y ayuda al ejército colonial inglés, logrando encerrar en sus puertos a los buques ingleses, tras hundirles varios barcos y apresarles el navío “Ardient”, de 74 cañones.


La guerra contra Inglaterra pasa por diversas alternativas. El 14 de enero de 1780, la escuadra inglesa del almirante Rodney derrota frente a las costas portuguesas a la española de Álava, bajo el mando del marino coruñés D. Juan de Lángara y Huarte, marino que también llegó a Capitán General (8º), que con una flota de 11 navíos y 2 fragatas intentaba que la flota británica, compuesta por 21 navíos y 10 fragatas, no abastecieran Gibraltar. Esta derrota fue dolorosa, porque perdimos 5 navíos, 4 apresados (“Diligente”, “Monarca”, “San Justo” y “San Julián”) y uno hundido (“Santo Domingo”), si bien se dio una curiosa anécdota en este enfrentamiento, cuando uno de los barcos apresados por los ingleses, el “San Julián”, quedó tan destrozado en la batalla que, cuando lo ocuparon los ingleses, no pudieron enderezar el rumbo hacia Gibraltar. Pidieron entonces ayuda a los prisioneros supervivientes españoles, que aceptaron ayudarles y evitar el hundimiento siempre que los ingleses también se sintieran prisioneros; al aceptar los británicos estas condiciones, se dio el caso de que el buque español entrara en el puerto de Cádiz llevando prisioneros a los vencedores ingleses. Curiosidades de la Historia. Cabe mencionar que el heroísmo mostrado por Lángara, que recibió tres heridas graves, le valió tras la derrota el ascenso a Teniente General. (Quizás habría que hacerle un hueco en el blog a este gran marino, porque fue un gran impulsor de la ciencia y el arte de navegar, y en la Escuela Naval, se formó un número importante de grandes marinos a su sombra).
Ese mismo año, el 9 de agosto en el Cabo de Santa María, una expedición de la Armada española mandada por el sevillano Don Luis de Córdova y Córdova, siendo segundo jefe el bilbaíno Don José de Mazarredo Salazar, otro marino que llegó a Capitán General y primer militar español que derrotara en Cádiz con lanchas torpederas a una armada del almirante inglés Horacio Nelson, (algún día habrá que escribir su verdadera biografía), victoria en la que participó brillantemente Álava, se enfrentó de nuevo a una doble expedición inglesa, un convoy de 55 barcos que llevaba refuerzos y suministros a las tropas coloniales inglesas que luchaban en Norteamérica y en la India, obteniendo la mayor victoria naval española sobre los ingleses, y ellos la peor derrota de su historia Pero rápidamente fue ocultada, tanto para ellos como para los propios españoles, posiblemente para no enfadar al aliado francés, que apenas tuvo protagonismo en la batalla. En ella los españoles capturaron 36 barcos con armamento y provisiones y hundieron al resto de la flota inglesa; tres naves capturadas se integraron en nuestra armada con los nombres de “Colón”, “Santa Balbina” y “Santa Paula”. En el enfrentamiento, la Armada española estaba formada por 31 barcos españoles y 6 franceses.

Al año siguiente, a principios de 1781, Álava, ya como capitán de fragata, participa al mando de la fragata “Rosa” en una flota española que saliendo de Cádiz se une a otra francesa para conquistar Menorca a los ingleses. Al año siguiente, al mando de la “Santa Bárbara” participa en el bloqueo y en el intento de conquista de Gibraltar, operación que fue un fracaso, al fallar la cadena de barcas explosivas al prenderse fuego por efecto de las “balas rojas”, aunque su actuación fue muy brillante. En el combate naval posterior librado en el Estrecho en octubre de 1782 contra la flota inglesa del almirante Howe, bajo el mando de De Córdova, fue herido en la acción y obtuvo el ascenso a capitán de navío por méritos de guerra, otorgandósele el mando de la fragata “Sabina”.
En 1787 lo ascienden a mayor general de la <escuadra de evoluciones>, al mando del General don Juan de Lángara. Los dos juntos realizaron en la fragata “Rosa” la campaña de ese año. Tras desempeñar el mismo puesto en el departamento de Cartagena, en junio de 1790  acude a Liorna, en la escuadra del Marqués del Socorro, para recoger al Príncipe de Parma y llevarlo a Madrid. En febrero de 1791 acudió en misión de socorro como comandante del navío “San Francisco de Paula” a la plaza de Orán, atacada por los árabes. Fue ascendido a brigadier en marzo de 1792 y destinado, como mayor general, a la escuadra del General Lángara, mandada entonces por el general Don Francisco de Borja, al que Álava sustituyó en el mando por su edad avanzada, al frente de 20 navíos. Ya ese año la convulsión que se vivía en Europa con la Revolución Francesa hace que Carlos IV se plantee romper lazos con Francia, sobre todo tras el ajusticiamiento del último rey francés Luis XVI, lo que suponía un peligro para la monarquía española que la hizo mantenerse neutral en las guerras francesas europeas, hasta que la Convención republicana francesa, que no logra sumar España a sus intereses, decide declararle la guerra. Carlos IV se alía con Inglaterra tras declarar a su vez la guerra a Francia, y la escuadra del general Lángara, en la que estaba Álava, se une en diciembre de 1793, a la escuadra inglesa del almirante Lord Hood para atacar el puerto, la fortaleza y el arsenal de la plaza francesa de Tolón. Tras la conquista, destruyeron en el puerto a la mayor parte de la escuadra naval francesa, que no pudo salir del puerto y presentar batalla. Los franceses contraatacaron a la orden del general Dugommier, y utilizando una buena distribución de las baterías de artillería de los fuertes franceses, rechazaron el ataque aliado anglo-hispano, destacando la labor de un joven comandante de artillería llamado Napoleón Bonaparte. El general Álava consigue sacar de aquel infierno a todos los españoles utilizando una brillante táctica, siendo el último en retirarse, al mando de la fragata “Florentina” y llevando con él a los últimos defensores españoles. Tras su brillante actuación, en 1794 fue ascendido a jefe de escuadra, y al año siguiente mandó una escuadra al frente de su navío “Montañés” acompañado por otro navío, el “Europa”, las fragatas “Fama”, “Pilar” y “Lucia” más la urca “Aurora”, con la orden de dar la vuelta al mundo. Partió de Cádiz el 30 de noviembre de 1794, bordeó América, visitando La Plata, El Callao y Lima y penetró en el Pacífico, visitando las Marianas y Manila, donde estableció el Apostadero de Marina. Cartografió y modificó muchos accidentes hidrográficos en las cartas marinas españolas de aquellos parajes, lo que le llevó un largo tiempo de estancia en las posesiones españolas de aquella zona. A su vuelta, salió de Manila el 7 de enero de 1803, volteó el Cabo de Buena Esperanza y llegó a Cádiz el 15 de mayo de 1803, presentando una memoria detallada de su expedición. Antes de llegar ya había sido ascendido a teniente general. Final del formulario
En su retorno e España, al poco se produce una nueva declaración de guerra a los ingleses, motivada por el ataque inglés el 9 de agosto de 1804, sin que mediara declaración de guerra alguna, a 4 fragatas al mando de Don José de Bustamante, que transportaban pertenencias personales por lo que iban sin la dotación completa de armamento completo para la lucha. Los ingleses capturaron 3 de ellas y la tercera explotó al disparar contra la santabárbara, muriendo todos sus ocupantes, entre los que estaban la esposa y seis de los hijos del mayor general de la Armada Don Diego Alvear.
En 1796 España sigue la política del inepto y afrancesado Godoy, que había alcanzado la Secretaría de Estado al cesar Carlos IV al brillante e innovador Conde de Floridablanca, Don José Moñino y Redondo, Secretario de Estado con Carlos III. Godoy intentó que España volviera a la neutralidad, pero firmó en 1795 el funesto y humillante <Tratado de San Ildefonso>, que rompió lazos con Inglaterra. A Álava se le otorgó el mando de la escuadra de apostadero en Cádiz, pasando a ser segundo jefe de la escuadra española de Gravina cuando en dicho puerto entró la armada combinada franco-española, y en ese cargo enarboló su enseña en el navío “Santa Ana” , buque insignia mandado por el capitán de navío Don José de Gardoqui. Aunque Álava mandaba la vanguardia, al romperse la línea por la estúpida e inepta orden del mediocre almirante francés Villeneuve, al mando de la escuadra franco-española, quedó en retaguardia, entrando de lleno en el combate. Fue herido tres veces de gravedad durante la batalla; también cayó el capitán Gardoqui y cuando lo capitaneaba Don Francisco Riquelme tuvo que rendir el barco, tras mantener el ataque contra tres barcos ingleses. Después de la rendición, Álava fue protagonista de una “anécdota simpática” con los ingleses. Tras esa batalla desigual de su barco, provocada por la absurda orden del francés Villeneuve de atacar en línea horizontal a los británicos teniendo el viento en contra, por lo que era difícil mantener la distancia entre barcos, lo que aprovechó Nelson para entrar con su escuadra en dos líneas perpendiculares contra el centro de la línea que formaba la armada franco-española, los barcos aliados que quedaron en el centro se vieron rodeados de barcos ingleses y sin ayuda, ya que, al estar los barcos aliados en línea y distantes de ellos no participaron en la batalla, al ser arrastrados lejos de ella por los vientos. Fue tan inútil la estrategia de almirante francés que la batalla duró algo más de 8 horas. Mientras los barcos españoles alejados intentaban modificar su rumbo para volver a la batalla 5 barcos franceses huyeron hacia Francia, repitiendo lo que hizo el mismo Villeneuve en 1793 cuando se enfrentó a Nelson en la batalla del Nilo (ver artículo sobre Churruca aquí). Los barcos aliados que quedaron en el centro se tuvieron que batir en franca inferioridad en la relación de un barco aliado contra al menos 3 ingleses. Tras ese fuerte y desigual enfrentamiento, el “Santa Ana”, en cuya enfermería permanecía Álava, cayó en manos británicas, haciendo prisioneros a los supervivientes e intentando llevarlos a Gibraltar justo cuando volvían los barcos españoles desplazados por el temporal, que atacaron a los buques ingleses que lo escoltaban y rescataron después al “Santa Ana”, haciendo que los guardianes ingleses fueran ahora los prisioneros y los prisioneros españoles sus vigilantes, llevando el barco a Cádiz. Álava iniciaba la recuperación de sus graves heridas cuando le llegó una reclamación del almirante británico Cuthbert Collingwood, señalando que Álava era su prisionero por haberse rendido. Álava le contestó que “Cuando el oficial al mando, Francisco Riquelme, rindió el buque, él estaba sin conocimiento y que por tanto no se había rendido; y que su sable y espada, símbolos de sus servicios, estaban todos en su poder”. El inglés continuó insistiendo con sus cartas hasta que, tras demostrar Álava que estaba herido, cortésmente reconoció el inglés que llevaba razón el general español, aceptando los derechos del herido de guerra, diciendo que "Álava había corrido la suerte de los prisioneros de guerra heridos de una plaza, que el enemigo tiene que evacuar por fuerza." Por sus méritos en Trafalgar le otorgaron a Álava la gran cruz de la Orden de Carlos III.

Ya repuesto de sus heridas le otorgaron el mando de los restos de la escuadra española, sucediendo al almirante Don Federico Gravina, muerto en la batalla. Al mando del “Príncipe de Asturias”, barco insignia de su predecesor, consiguió preparar venciendo muchas dificultades, una armada formada por 8 navíos, varias fragatas y buques menores, a fin de poder de atacar a los barcos ingleses que osaran acercarse a las costas gaditanas, y en 1807 fue nombrado vocal del Almirantazgo
Durante la Guerra de Independencia combatió al nuevo enemigo francés desde Cádiz, adonde se trasladó tras unirse al levantamiento del 2 de mayo, para tomar el mando de todos los buques que pudieran armarse y liderar la defensa de la isla gaditana. Después, en 1810, fue nombrado comandante general del Apostadero de La Habana, con el título de capitán general. En 1812 se le nombró capitán general del departamento de Cádiz, dejando un buen recuerdo de su administración en La Habana. 


 En 1814 es nombrado de nuevo miembro del Consejo Supremo del Almirantazgo bajo la presidencia del infante Don Antonio y elevado al grado de Capitán General de la Real Armada. En febrero de 1817, se le nombró decano del Consejo del Almirantazgo, en el que estuvo sólo dos meses por su mala salud, que le obligó a solicitar traslado al favorable clima de Chiclana de la Frontera, donde falleció en mayo de ese mismo año. Fue uno de los primeros marinos enterrados en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, lo que se hizo con todos los honores en 1870.


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Antes de terminar esta entrada y dado que a nuestros políticos (principalmente Ministro de Cultura) parecen hacer oídos sordos a este tipo de atropellos que considero que habría que ponerle freno, emplearé mi web para hacer una denuncia popular a un nuevo atropello a la Historia de España con mayúsculas y es que hace un par de días puse la televisión a mediodía y al hacer zapping me topé en el Canal de Historia un documental hablando de la caída de Constantinopla a mano de los otomanos y cómo éstos se extendieron por Europa Oriental (ahora viene lo bueno) hasta que los caballeros de Malta en dicha isla y en amplia minoría derrotaron estrepitosamente a los otomanos frenando su avance en Europa. Por supuesto, nada se dijo sobre que dicha orden se fundara gracias al emperador español que les donó la isla a cambio de la entrega anual de un halcón, ni que los primeros Grandes Maestres de la Orden de Malta fueran españoles. Todos los caballeros que se nombraron llevaban apellidos ingleses mientras las imágenes mostraban detalles de la isla con una cabina británica u otros detalles "british". Y desde luego, que se coman de una manera tan rastrera la colosal hazaña española que realmente frenó a los otomanos en la Gran Batalla de Lepanto, con D. Juan de Austria, D. Álvaro de Bazán, D. Miguel de Cervantes y otros muchísimos insignes españoles que arriesgaron sus vidas y embarcaciones por frenar el avance turco por Europa permitiéndonos seguir con nuestra forma de vida....eso no tiene nombre. En verdad considero que merecían denuncias públicas ante quién correspondiera exigiendo una pública rectificación, corrección de las mentiras por omisión y obligación de que se emitiera repetidas veces y en el horario de mayor audiencia el documental corregido. Este tipo de dejaciones hacen que cada vez España sea menos valorada y que los libros de historia universal borren la verdadera historia para elaborar una historia manipulada. Ya dije yo que desde el Brexit iba a ser la tónica la realización de documentales y películas USA-UK ensalzando el imperio inventado...pero no de manera tan abierta, con mentiras tan falsas y con el consentimiento de los propios españoles. Lo dicho...tenemos lo que nos merecemos.


20 comentarios:

  1. Muy interesante artículo sobre tan admirado marino, pero me ha confundido cuando habla que durante la guerra de independencia americana la flota franco-española frenó en el Canal de la Mancha a la británica, impidiendo que enviaran suministros y refuerzos a las tropas invasoras en norteamérica. ¿No sería más fácil salir esa flota británica desde un puerto atlántico como Bristol o Liverpol esquivando al enemigo? Admirable trabajo

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    1. Gracias por su comentario, Sra Helena. El que los barcos ingleses partieran o estuvieran en el Canal de la Mancha y no al lado oeste de la isla se debe a una estrategia perfectamente diseñada por el Conde de Floridablanca. Inglaterra utilizaba su flota naval para aislar los puertos norteamericanos y evitar que los rebeldes patriotas recibieran provisiones, por lo que propuso una flota franco-española con el objetivo de invadir Inglaterra por el Canal; eso hizo que la mayor parte de la flota inglesa retornara en defensa de sus costas, y fue a esa flota a la que vencieron los aliados en el Canal de la Mancha. La que quedó en Norteamérica se encargaron de neutralizarla los barcos españoles y alejarla de las colonias suyas en América. Un saludo.

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  2. Un trabajo muy interesante sobre Don Ignacio, aunque desconociamos la batalla del Cabo de Santa Maria y nos enfada que esa batalla haya quedado en el olvido. Este pais no tiene solución, nunca dejaremos de ser acomplejados cainitas y admiradores de los mentirosos. Nuestra sincera enhorabuena por recuperar hazañas del olvido.

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    1. Gracias por su comentario, Sr Buruaga y hago mía su opinión en todo lo que dice. En línea con su pensamiento expreso el mío al final de mi trabajo. Un saludo.

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  3. He disfrutado con su artículo, merecía que el Capitán General Álava tener también una referencia en su blog,fue uno de los grandes, también creo que debería pensar también en abrirle un hueco en su blog a otro gran marino, a mi paisano D. Francisco de Asedo y Bustamante que como capitán de navío también combatió en Trafalgar, comandando el navío y dejando su pabellón muy alto. Creo que debería haberse encargado de rehacer la armada españolas tras esa batalla, ya que Álava estuvo mucho tiempo convaleciente de sus graves heridas y siendo Bustamante un experimentado marino ¿no cree que se hubiera ganado un tiempo interesante en las defensas de las costas andaluzas?. Saludos.

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    1. Gracias por su comentario, Sra. Gutiérrez. Estoy de acuerdo con Vd en que el marino cántabro D. Francisco de Acedo y Bustamante, Caballero de la Orden de Santiago, era un gran navegante, como demostró en la conquista de Pensacola siguiendo la estela de D. Bernardo de Gálvez (ver las dos entradas que hice en honor a Bernardo de Gálvez) o enfrentándose brillantemente a la armada británica en el Canal de la Mancha a la orden del almirante D. Luís de Córdova; su pericia la demostró en las Antillas, en 1781, cuando haciendo labores de vigilancia de las costas españolas con su fragata O se encontró con dos fragatas de guerra inglesas, hundiendo a una y apresando a la otra, que llevó a La Habana; y otras hazañas más que lo convirtieron en un oficial intrépido y experimentado. Seguro que hubiera sustituido brillantemente a Ávila a la hora de reconstruir la flota española si no hubiera muerto valientemente en Trafalgar dos años antes. Pero comparto con Vd mi admiración por tan admirable marino. Un saludo.

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  4. Una biografía muy completa y admirable del Almirante Álava. Recoge Ud hechos muy importantes en la historia de España que vivió ese marino, explorador, científico y cartógrafo. Me alegra que guarde en su web esas brillantes gestas; le ha faltado algunos remates, pero debo evaluarla como muy positiva. Buen trabajo.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. De la Concha, le agradezco su palabras y me gustaría confesarle que celebro que le guste mi web, ya que en parte es mérito suyo pues tal vez el saber que Vd andará pendiente de cuánto comparto me hace andar contrastando cada dato en al menos dos fuentes distintas; tal como dice una frase que me encanta: "trabaja hasta que tus ídolos se conviertan en tus rivales". Superado este momento de debilidad, estoy conforme con Vd en que de este gran marino se podría decir muchísimo más, pero no olvide que mis artículos son sólo informativos. Saludos.

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  5. No estar conforme con datos de la battle de Cabo de Santa María, it is impossible que los spanish supieran trayecto y no tener en cuenta que lo convoy of reinforcement ships sempre tener escolta armada y poco spanish ships para flota ingles mas mayor. Pensar que exagera molto. Debe leer más y decir verdad.

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    1. Gracias por su comentario, Sr Obligue y lamento que ejerza Vd de inglés en el sentido más profundo del término. Sobre la batalla del Cabo de Santa María son muchos los datos recabados para realizar mi artículo, que también están a su alcance en Internet, o en libros especializados. Ese es el problema que tienen los británicos: acostumbran a mentir tanto cuando hablan de su “imperio” que se creen que es verdad, pero afortunadamente ya pasó el tiempo en que la única historia real era la que ustedes o sus “primos” contaban ¡Es que el mundo se ha hecho más libre y objetivo! Con respecto a la mencionada batalla, lleva Vd razón al decir que las expediciones británicas iban acompañadas de una fuerte flota inglesa de barcos de guerra, y así salió este convoy. El problema es que la isla estaba acosada por la flota franco-española, con riesgo de invasión, así que, cuando llegaron a la altura de Finisterre, la mitad de la flota de guerra británica volvió al Canal para defender la isla de un posible ataque enemigo. Tampoco debe olvidar que en ese tiempo el Secretario de Estado Español, el conde de Floridablanca, era quien llevaba toda la política exterior española y se decía que era el hombre con la mejor red de espías por toda Europa, lo que le hacía aplicar políticas certeras; fue esa red la que hizo llegar a Floridablanca la ruta de la expedición, de forma que la flota española la esperaba más abajo y contando con el factor sorpresa, barrió a la expedición inglesa. Eso puede comprobarlo en cualquier divulgación seria en Internet (excepto documentales de Canal Historia que incluso ignoran Lepanto...). Aunque acepte que no se lo crea, yo nunca falto a la verdad bien documentada, porque viendo lo visto no es rentable hacerlo; sólo es cuestión de tiempo que la realidad prevalezca y ese tiempo ya es hoy, para los que la quieran buscar, claro. ¡Valor y al toro!, como decimos en España. Un saludo.

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  6. Muy buen trabajo Valeria sobre el Almirante Álava. Nos ha blindado usted un buen debate para la tarde. Una pregunta, ¿al Secretario de Estado, Conde de Floriblanca lo cesó Carlos IV?
    Jamás tuvimos un político de esa envergadura. Nuestra enhorabuena.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. De la Seca. Estoy de acuerdo con Vd en que Floridablanca ha sido uno de los mejores Secretarios de Estado que han existido en España; si durante la Revolución Francesa lo hubiéramos tenido a él, otro gallo nos hubiera cantado. Ocupó sus múltiples cargos durante el reinado del gran rey Carlos III y cuando le sucedió el inútil y pazguato Carlos IV, aún le mantuvo en el cargo (en algo tuvo que acertar), por lo que estuvo en el periodo de 1777 a 1792. Le tocó vivir toda la independencia norteamericana. Fue cesado cuando avanzó la revolución francesa pues no era favorable a una coalición con los franceses y prefería mantener acuerdos con los ingleses, pero las injerencias del afrancesado Godoy, coaligado con el Conde de Aranda (Pedro Pablo Abarca de Bolea), simpatizantes ambos de una unión con los franceses, consiguieron poner al pueblo madrileño en su contra con acusaciones de corrupción y abuso de autoridad. Crearon un clima tan adverso que sufrió un atentado el 28 de junio de 1790 y cesado dos años después por Carlos IV fue apresado y encarcelado en Pamplona, mientras el Conde de Aranda, ya en su cargo, iniciaba su nefasto mandato. Fue liberado dos años después, en 1974, por Godoy, el amante de la reina Mª Luisa de Parma, encargado de los asuntos de Estado ante la nulidad de su esposo el rey. Godoy desplazó de su cargo a Aranda y permitió a Floridablanca retirarse de la política y marcharse a Murcia, su ciudad natal. Saludos.

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  7. Un buen resumen del hacer del gran Capitán General. Una pregunta Valeria ¿En Tolón intervino la flota española hundiendo barcos franceses?. Ha logrado un buen debate y más aun si nos habla sobre la verdad de Nelson. Nuestras felicitaciones.

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    1. Gracias por su comentario Sr. Uribe. España participó con Inglaterra en el ataque a Tolón, donde estaba la mayor parte de la flota francesa. Se comenta que los hundimientos más numerosos de barcos franceses los hicieron los ingleses, mucho más interesados en ello, incluso hubo ciertos reproches de ellos hacia los españoles de que no se emplearan a fondo en la incursión. De hecho, los pocos barcos franceses que se salvaron en el puerto y los que estaban en los astilleros a medio construir deberían haber sido eliminados por España, pero no fue así; parece que el almirante español De Córdova ya suponía que más adelante les podrían ser útiles cuando tuvieran enfrente a los ingleses. Sobre escribir la verdadera historia de Nelson, es un proyecto que siempre tuve en mente desarrollar, por lo que le ruego paciencia. Saludos.

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  8. Valeria, ¿Menorca era inglesa o francesa? Hermosa la orla de los héroes de Trafalgar que preside su trabajo sobre Don Ignacio. Interesante el tema a tratar. Nuestras felicitaciones

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    1. Gracias por su comentario Sr. Benítez, le respondo, Menorca era inglesa, la conquistamos con la ayuda de los franceses y fue posiblemente el único beneficio que obtuvimos de nuestro acuerdo con Francia. Un saludo.

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  9. Valería, ¿porqué fue tan humillante el tratado de San Idelfonso?¿Tanto perjudicó los intereses españoles?. Nos alegra pensar en tener una biografía verdadera del Sr Nelson lejos de las patrañas nacionalistas isleñas, le animamos a que la escriba, sería un gran debate. Un trabajo muy interesante.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Aróstegui. Para explicarle las consecuencias nefastas para España del Tratado de San Idelfonso debo señalarle antes los antecedentes. Tras la muerte en la guillotina del rey francés Luis XVI y la negativa de la monárquica España a coaligarse con la republicana Francia, los franceses nos declararon la guerra, lo que hizo que tras hacer España lo mismo, aceptara la coalición con Inglaterra. Debe pensar que a quién más le interesaba este acuerdo era al inglés, ya que ese país no disponía de una infantería de tierra tan bien preparada y operativa como para mantener una guerra en Europa y menos enfrentarse sola a Francia. Inglaterra tenía una gran flota –como isla había apostado por ello– y sólo había dos países que podían inquietarle en el mar, España y Francia, por lo que contar con la ayuda de España podía, por un lado, desnivelar la balanza en el mar a su favor, ya que con la ayuda de la flota española podría eliminar (como ocurrió en Tolón) a la mayor parte de la flota francesa, de forma que descartaba el riesgo de una posible invasión a su país al no disponer de la flota necesaria para ello, y por otro lado, disponía de un aliado con una infantería potente y experimentada capaz de enfrentarse a la francesa. Cuando al Conde de Aranda -que había sustituido al de Floridablanca cesado- le sustituyó el favorito de la Reina, D. Manuel Godoy, joven brigadier guapo y ambicioso, que en algo más de un año ascendió a teniente general y primer Secretario de Estado, acaparando por favor de la reina catorce títulos de nobleza, además de generalísimo del ejército y almirante general, pretendió volver nuevamente a la neutralidad, cosa inútil en medio de la pugna entre Inglaterra y Francia. Entonces el afrancesado Godoy eligió como aliado a Francia, un país con una flota disminuida; y para evitar el enfrentamiento con el ejército francés en la frontera pirenaica firmó en 1796 el tratado de San Idelfonso, que suponía una dependencia servil a Francia. España entregaba la flota a Napoleón, que la necesitaba para atacar a Inglaterra, y Francia controló el comercio español, lo que supuso la ruina para la hacienda pública española. A cambio, los franceses se comprometían a recuperar Gibraltar, aceptando para ello España que el ejército francés entrara en la península para atacar Gibraltar y Portugal, aliado inglés. No hace falta que le cuente lo que vino después; fue el comienzo del fin del Imperio Español. A partir de entonces la política española quedó subordinada a Francia, con la amenaza constante de invasión en el caso de que España se opusiese a sus deseos. Ahora el enemigo era Inglaterra, un país con 11 millones de habitantes, una potente marina con 200 navíos y 400 fragatas y un ejército con 140.000 hombres, aunque el 70% estaba en las colonias de ultramar. España en cambio disponía de una flota de 46 navíos, 52 fragatas, 25 corbetas y alrededor de 150 unidades menores, que no estaba mal, pero sí su efectividad; la baja moral de sus dotaciones (escasamente pagadas y con retraso de varios meses) y en número insuficiente, no era una apuesta segura para enfrentarse a Inglaterra, como lo denunciaría el almirante Mazarredo. No fue una decisión acertada cambiar de bando. Claro que dudo mucho que Inglaterra, como aliado y con Gibraltar en su poder, no hubiera actuado tal vez peor, posiblemente acaparando Andalucía occidental o Galicia de cara a su potencial valor geoestratégico de cara a las rutas con América. Un saludo.

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  10. Trabajo interesante el que ha elaborado del gran capitán general Álava, hermosa la placa homenaje a los héroes de Trafalgar y hermoso la foto del homenaje en el Panteón de los Marinos Ilustres presidido por nuestro almirante. Pero tenemos una pregunta, ¿no intervino el gran almirante Mazarredo en Trafalgar? Saludos

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    1. Gracias por su comentario Sr. Asensi y paso a contestar a su pregunta para lo que debo justificarle el devenir de tan gran personaje. El almirante bilbaíno Don José de Mazarredo Salazar, que muchos consideran el mejor marino español de su época, y que con él al mando de la Escuadra Naval Española no creen que se hubieran perdido las batallas de San Vicente y Trafalgar, llegó a ser en 1779 Mayor General (equivalente hoy a Jefe del Estado Mayor). Ya antes había sido Director de la Escuela Naval y había intervenido brillantemente en la creación del Atlas Marítimo de la Península Ibérica y publicado un libro sobre Instrucciones de Señales Navales. Como militar tuvo intervenciones importantes; participó brillantemente en la escuadra del Almirante D. Luís de Córdova en la que se apresaron al oeste del Cabo de Santa María, cerca de Las Azores, un convoy de 55 barcos ingleses con 80.000 mosquetes, varios cientos de cañones, toneladas de pólvora y más de un millón de libras esterlinas en oro y plata. Tuvo una brillante intervención ante el mando cuando evitó que una gran escuadra hispano-francesa, compuesta por veintiocho navíos y cuatro fragatas españolas así como treinta y ocho navíos y veinte fragatas francesas, que escoltaban un rico convoy de ciento treinta velas, mandada por el general francés conde d’Estaing, contra el voto de Mazarredo siguiera una trayectoria equivocada rumbo a la perdición que, finalmente pudo subsanar, logrando que arribase la flota a Cádiz pocos días después de su salida ante la amenaza de un fuerte temporal por la zona, propuesta que previamente había deducido el español. En 1789 fue ascendido a teniente general y estuvo alternado estudios militares (redactó Las Ordenanzas Militares), auxiliado por su inseparable compañero, el entonces capitán de navío D. Antonio de Escaño, que sí peleó en Trafalgar, con intervenciones navales. Frente al generalísimo Godoy, hizo un estudio específico del estado actual de nuestra escuadra naval, elevando un informe en el que hablaba del malestar de los tripulantes de los barcos, que no cobraban, y de la falta de personal de marinería. En 1787 contabilizaba un total de 53.610 marineros cuando lo que realmente se necesitaban era 89.350 hombres. Señalaba en su informe que el adiestramiento de la marinería era muy inferior a la de los ingleses y que los barcos estaban mal dotados y necesitaban de reformas urgentes. Esas críticas justas le valieron que le quitaran el mando de la flota y lo relegaran a Jefe del destacamento de Cádiz, sustituyéndolo por un oficial coruñés menos experimentado, el matemático y cartógrafo Don Juan de Lángara, al que ordenaron llevar la flota desde Cartagena a Cádiz, y que para salvar un temporal dejó las lanchas patrulleras en Cádiz y avanzó con la escuadra, sin orden de combate, hacia el Cabo San Vicente; allí fue atacado por sorpresa por la armada inglesa por Jervis y Nelson durante las noches del 4 de julio de 1797, hundiendo cuatro barcos españoles. Resarcido de la sorpresa con varias pérdidas resguardó en Cádiz; el gran desconcierto en el puerto lo aprovechó Nelson, al frente de su flota para rematar la faena y Mazarredo, al mando de las lanchas patrulleras, atacó a la flota de Nelson, derrotándola, dañando varios barcos y haciéndola huir. Eso le valió el nombramiento de Capitán General del Departamento Naval de Cádiz. Pero ante la docilidad que el gobierno español iba mostrando con Francia, que pretendía llevarse a su país la flota del Ferrol, Mazarredo volvió a la insumisión y fue retirado del mando de Cádiz, destinándolo a Bilbao. Durante Trafalgar el gran marino realizaba labores de intendencia en el interior, llegando a ser en 1808 Director General de la Armada con José Bonaparte y consiguiendo que la flota española de El Ferrol permaneciera en aquel puerto y no se mandara a Francia. En 1812 volvió a Madrid donde murió de gota. Fue otra esperanza perdida para España. Un saludo.

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