sábado, 23 de mayo de 2020

Los descubridores judíos de América


       Aunque mucho se ha dicho de los descubridores y exploradores españoles en el Nuevo Mundo, los Conquistadores, y casi todo falso o dicho con muy mala intención (generalmente, si viene de mano de anglosajones), existe cierto aspecto sobre el que hasta hoy suele pasarse de puntillas dado el gran peso que la comunidad hebrea tiene en el mundo anglosajón y que hoy vamos a analizar brevemente.

De Cristóbal Colón actualmente se ha dicho y escrito prácticamente todo lo que puede dar de sí este personaje, por lo cual han sido varios los autores que a lo largo de este tiempo han venido señalándolo como judío, algo que no me extraña en absoluto viendo que procedía de una familia de mercaderes con cierta relevancia, que poseía suficientes contactos –fundamentalmente de ricos comerciantes judíos- como para permitirse sufragar con aportaciones económicas hebreas su osada empresa, y que poseía un gran conocimiento de las Escrituras, mitologías grecorromanas paganas, además de saber escribir y leer en varias lenguas. Mal que nos pese, los cristianos de la época eran en su gran mayoría analfabetos (salvo si eran frailes o monjas).

Cristóbal Colón planificó su primer viaje al Nuevo Mundo desde el Monasterio de la Rábida (Palos de la Frontera, Huelva), en tierras de la entonces Orden Monástico-Militar de Calatrava, fundada en Soria por el Temple, como muestro en mi libro “Jesús y otras sombras templarias”, tomo I. Dicho monasterio custodia una virgen negra de la tipología de la Virgen del Rocío, hallada no muy lejos de aquí (sobre estas tallas, ver aquí).

Por mucho que se enfatice la limpieza étnica que acometieron los Reyes Católicos en 1492 exigiendo la reconversión de la población judía al catolicismo (pasando a denominarse “marranos”) o bien obligándolos a abandonar la España de entonces, dejando atrás todas sus posesiones; lo cierto es que similar conducta se llevó a cabo un siglo antes en el Reino Unido, y poco después, en Portugal. Por cierto, tampoco es cierto que se les denominara desdeñosamente “marranos” (término por el que también se denomina del cerdo, animal), sino que las connotaciones despectivas de este apelativo vinieron siglos más tarde, con el resurgir del odio del Judaísmo que llegó de la mano del panfleto “Los Protocolos de los Sabios de Sión” que recorrió la Francia revolucionaria, la Rusia de los últimos zares y que desembocó en “la conspiración judeomasónica” que se veía por doquier, o como la expresión “mala calaña eres” (existe un pueblo que se llama Calaña), o “eres un vándalo” (aludiendo a la fama de salvajes que arrasan todo a su paso que se fue labrando siglos más tarde, sobre el pueblo godo de los Vándalos, que finalmente pasaron al norte de África tras asentarse en la Península Ibérica de los siglos IV-VIII, los Visigodos).
Existe cierto consenso en admitir que Cristóbal Colón fue un marrano o judío converso y que se rodeó de ellos en todo momento. De nuevo debemos aclarar lo falso de una idea que se viene sosteniendo cada día con más fuerza por parte del mundo anglosajón y es el hacer ver como dignos herederos de los templarios perseguidos o bien a los escoceses, o bien a los portugueses, cuando lo cierto es que con datos en la mano y archivos de época incluidos, hubo legión de templarios que huyeron a los reinos de España pasando aquí a conformar diversas órdenes monástico-militares que ya existían, como es el caso de la Orden de Santiago, o bien fundando nuevas (orden de Calatrava, en el reino de Castilla; orden de Alcántara en el reino de León; orden de Montesa, en el reino de Aragón-Valencia; entre otras), a las que los reyes de turno no dudaban en hacer generosas donaciones en agradecimiento de su importante colaboración en la Reconquista, pues recordemos que el Temple nació en Tierra Santa para defender a los peregrinos cristianos en su visita a los Santos Lugares. Así por ejemplo, se da el hecho de que cuando el Papa español Benedicto XIII, popularmente conocido como Papa Luna, por ser de dicha familia aragonesa (elegido en 1394 Santo Pontífice, por 20 votos a favor, de los 21 totales) fue usurpado de sus funciones por interés del rey francés que no podía manejar al Papado a su antojo, al ser ahora el Papa español y provocando que llegasen a coexistir tres Papas -Benedicto XIII, el elegido por “el Vaticano de entonces”, que se encontraba desplazado en Avignon en 1394; Gregorio XII, elegido por los cardenales de Roma en 1406 y que terminaría renunciando a su cargo; y Juan XXIII, elegido por los cardenales de Roma en 1410-, sitiando por tierra y mar allí donde el llamado Papa Luna se alojase; finalmente la Orden de Montesa le terminará regalando uno de sus bastiones más estratégicos, el castillo de Peñíscola, donde el Papa Luna se hará fuerte y vivirá el resto de sus días firmando documentos como el auténtico Papa de la Iglesia Vaticana.

Estatua de Benedicto XIII ante los muros del castillo de Peñíscola, lugar donde se grabaría parte de la película “El Cid”, con Sofía Loren y Charlton Heston.

Tampoco será casual que Cristóbal Colón prepare su viaje a América en tierras de la Orden de Calatrava, fundada por templarios y engrosada también por templarios huidos tras la disolución de la Orden debido a la ambición del rey francés Felipe IV el Hermoso (que nada tiene que ver con el rey Felipe el Hermoso esposo de la reina Juana, hija de los Reyes Católicos). En el monasterio de la Rábida, Cristóbal Colón se entrevistó con fray Juan Pérez de Marchina y Garci Fernández, ambos conversos; también fue aquí donde le presentarían a los hermanos Pinzones, fundamentales para el viaje del Descubrimiento y de los que también se sospecha que pudieran ser conversos, al ser referidos en documentos de la época con un apelativo también usado para referirse a Cristóbal Colón, “ginoveses”, ya que el apellido de Pinzón (un tipo de pájaro, recordemos que entre los conversos era frecuente adoptar como apellido un oficio, Escribano por ejemplo, un árbol –Perales, Pino, etc- o una flor –Rosales, Clavel, etc-; tal vez también un ave) lo adoptaron al asentarse en Palos, procedentes de Asturias o de Aragón, no se sabe bien. Muchos creen que en realidad se apellidaban Martín (curiosamente, otro ave se conoce como “Martín pescador” y los Pinzones se dedicaban al comercio marítimo). Ellos ayudarían a enrolar a gran parte de la tripulación de la que se cree que los puestos de responsabilidad los ocuparon judíos conversos de familias aristocráticas o relevantes, mientras que al menos dos tercios del resto de la tripulación eran igualmente judíos más o menos conversos. Martín Alonso Pinzón fue el capitán de la Pinta, mientras que su hermano, Vicente Yánez Pinzón, hacía lo propio en la Niña. Además, convencieron a los hermanos Niño, naturales del cercano pueblo de Moguer, para capitanear la Santa María (propiedad de Juan de la Cosa) por Pedro Alonso Niño y cuya tripulación estaba constituida, un tercio de ellas, por marineros del pueblo natal de los Niño.

Estatua de los hermanos Pinzones, en la calle de Yánez Pinzón, en Palos de la Frontera. Tras ella está la llamada “fontanilla” (donde los barcos que zarparon hacia América llenaron sus barriles de agua) y la iglesia de San Jorge Mártir, donde rezaron los Pinzones antes de embarcarse en el primer viaje a América. A la derecha, detalle de un mapa de la época del Descubrimiento donde aparece el puerto de Palos.

Pues bien, la presencia judía en estas órdenes militares que gozaban de gran prestigio y reconocimiento, era considerable, por lo cual todo el afán de atribuir a la sociedad española un antijudaísmo acentuado es mera falacia. Tal es así que basta observar los diferentes escudos heráldicos de destacadas familias de la época para ver en ellos ballestas (Ballesteros), perales o rosales (otra referencia a familias judías), medias lunas, estrellas e incluso la misma estrella de David. Este hecho casa mal con una persecución visceral que se empeñan en atribuir a las sociedades españolas, diría yo…. Incluso a día de hoy aún se conservan en algunos portales de casas solariegas, vestigios de haber albergado un cartucho con dos versículos de la Torá, que era práctica habitual entre las familias hebreas. Insisto, que estos elementos que evidencian familias judías en ese hogar, hayan sobrevivido desde la Edad Media hasta hoy encaja mal con una persecución sanguinaria a los hebreos. No digo que no ocurriesen asesinatos de judíos, pero no estaba tras ellos un odio racista sino mera codicia (muchos caballeros europeos iban a España a hacer su particular cruzada contra el infiel, arrasando a su antojo juderías y morerías para robar y violar a su gusto, algo que motivo no pocas expulsiones por parte de monarcas de los reinos de España, perdiendo soldados entre sus tropas que tanta falta le hacían en plena Reconquista) o hambre (recordemos las tremendas hambrunas que motivaban dejar todo y embarcarse hacia América en busca de comida y tierras, acudiendo a los puertos andaluces vividores y buscavidas de todos los rincones de Europa).

Detalle de la mezuzá (como se denomina a este cartucho conteniendo parte de la Torá, como protección del hogar; Mezuzah) en la puerta de una casa de Cáceres (izquierda), Gerona (centro) y la soriana Berlanga de Duero (derecha), localidad natal de fray Tomás de Berlanga, quién dio con precisión matemática las coordenadas de las islas Galápagos (Ecuador), a las que también él les dio dicho nombre, en el siglo XVI.

Regresando a Cristóbal Colón, muchos son los detalles destacados de su conducta en vida que para diversos autores delatan claramente su condición de judío converso, encabezados por la propia fecha escogida para su partida hacia el Nuevo Mundo, el dos de agosto de 1492 que coincide con la fecha hebrea de Tishá Be Av o destrucción de los dos templos de Jerusalén. Parece ser que el almirante deseaba partir en tal fecha que la consideraba de buen augurio dado que entre sus objetivos estaba el dar con un lugar con tal riqueza que permitiera acometerse la reconstrucción del templo, alzándose el Tercer Templo, además de lograr dinero suficiente como para sufragar un poderoso ejército cristiano que permitiera conquistar la Santa Ciudad. Recordemos que los Reyes Católicos contaban entre sus títulos con el de monarcas de Jerusalén, título heredado por nuestros reyes actuales y de hecho Felipe VI es actualmente Rey de Jerusalén, entre sus muchos títulos.
Recordemos también que entre las cartas que Colón intercambia con los Reyes Católicos deja entrever que una de sus misiones era buscar y dar con los templarios huidos, para convencerlos de emprender la definitiva Cruzada y tomar Jerusalén.
Sin embargo, tal fue la oposición que los judíos y conversos que formaban las tripulaciones de las tres naves colombinas, para el primer viaje, que se negaban a zarpar en una fecha tan nefasta que Cristóbal Colón se vio obligado a hacerlo al día siguiente.
Con todo, uno de los aspectos que más me llama la atención de este personaje se encuentra en su firma.

Firmas de Cristóbal Colón (izda y centro) y de su hijo Hernando (derecha).

En Cristóbal, destaca el empleo de las referencias a Jesús (X), María (M) y José (Y), que sería una trinidad sacra (la Sagrada Familia), así como otra trinidad representada por las “s”. Si superponemos a un triángulo superior (las “eses” de arriba), otro inferior hacia abajo (alarga a propósito la X y “cola” de Y de Yosua) obtendremos la cruz de David hebrea. También los garabatos en forma de globos que rubrica Hernando, principalmente el de la izquierda, parece representar una estrella de seis puntas. Y esto es simplemente con una primera observación.
No serán los únicos judíos en marchar a América, dado que si tenemos en cuenta las expediciones de Hernando de Soto (ya tratadas aquí), sorprende encontrar en las piedras que dejaron labradas por parte de sus hombres, símbolos recurrentes en el Camino de Santiago español, posteriormente empleados por masones.
            Pero si hay un judío por excelencia entre los Conquistadores españoles, ese es sin duda uno que fue tan sabida su condición de converso que incluso en la actualidad pervive la reminiscencia de esos comentarios, siendo empleados con malicia por parte de los partidarios a engrosar la leyenda negra contra el Imperio Español. Así, los comentarios que le señalaban como marrano (esto es, converso), pasaron a sustituirse maliciosamente por el apelativo de porquero (criador de puercos, marranos o cerdos) desprestigiando así su condición de ser un noble versado en las Ciencias y el Comercio, a ser un inculto criador de cerdos. Me estoy refiriendo a Francisco Pizarro, conquistador del Imperio Inca, casado con una princesa inca a la que no dudó en traer a su palacio en Trujillo y hacerla dueña y señora de su fortuna. Por cierto que en ciertas casas de la judería de su ciudad natal, Trujillo (España) aún se conservan las marcas donde hubo una mezuzá, en su día.
            Recordemos que este personaje, Francisco Pizarro, ni mucho menos fue un pordiosero que vivía entre los cerdos, lleno de barro y excrementos, como se ha querido hacer ver; recibió una educación sumamente selecta llegando a estar bajo las órdenes del mismísimo Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, uno de los mejores militares del Imperio Español, en Italia; solo así se entiende cómo unos pocos puñados de españoles pudieron lograr derrotar al sanguinario Imperio Inca, responsable de la muerte de otros grupos étnicos como por ejemplo el pueblo Chimú, los constructores de las bellas ruinas de Chan-Chan, la ciudad de arena. Pizarro fue hermano de Gonzalo de Pizarro (ver aquí) y primo, además, de otro gran estratega sin igual, Hernán Cortés (ver aquí) . Así pues, es muy posible que gran parte de los Descubridores, Conquistadores y exploradores españoles que mostraron América al mundo occidental, instaurando rutas comerciales y contribuyendo a ampliar los conocimientos –no en vano, el primer viaje de Colón a América supone el fin de la Edad Media, en los libros de Historia- fueran judíos conversos; muchos de estos exploradores ya los citamos aquí.

El Imperio Inca se fundó sobre la sangre de diferencias etnias o grupos indígenas que fueron conquistados, subordinados y en ocasiones exterminados por ellos. Un grupo de españoles, con Francisco Pizarro al frente, doblegaron a los incas con apoyo de los indígenas que se oponían a ellos pero que eran incapaces de alzarse contra los incas por temor a ser aniquilados; los incas, como los aztecas, practicaban los sacrificios humanos.

Y es que insisto, si algo caracterizó a las sociedades de las Españas medievales, exclusiva de ellas, fue el extraordinario sincretismo que se dio en las esferas cultas de las ciudades, de ancestrales conocimientos paganos, cristianos, hebreos, árabes e incluso asiáticos (sirios, del Próximo Oriente y de las Filipinas) y que permitió que la España de entonces fuera la antorcha de conocimiento que durante varios siglos sirvió para asentar las bases de las Ciencias posteriores, cuando contemporáneos de estos hombres en lugares como París, Londres o Frankfurt aún estaban fuertemente influenciados por supercherías, temores ancestrales, una serie de supersticiones y estrictas creencias religiosas, y viviendo inmersos en sociedades muy poco higiénicas, sin apenas empedrados, sistemas de alcantarillado, y conviviendo con animales de granja en sus propias casas. Este sincretismo fue un poderoso imán para los iniciados templarios, quienes no dudaron en asentar sus encomiendas junto a estos lugares de conocimiento tan peculiar, bebiendo de él, protegiéndolo y fomentándolo, codificándolo en parte en las caprichosas decoraciones de sus iglesias y ermitas.

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