lunes, 21 de octubre de 2019

Los faros nucleares soviéticos. Peligroso ataque a la naturaleza

La costa norte rusa es un vasto territorio de varios miles de kilómetros dentro del Círculo Polar, donde la luz solar es prácticamente inexistente en los largos inviernos polares, en los que la oscuridad dura varios meses. Por otro lado, sus costas abruptas y peligrosas, atacadas por terribles tempestades y espantosos vientos árticos, con olas que superan fácilmente los 8 metros, cuando no impulsan bloques de hielo, suponían un gran problema para la seguridad de cientos de barcos mercantes que usaban esta ruta para conectar la Rusia oriental con la occidental. Esto hizo que el Gobierno Comunista de la desaparecida U.R.S.S. se planteara la construcción de una serie de faros que cubrieran miles de kilómetros de costa para que dieran luz en la heladora oscuridad y alertaran de los escollos costeros o icebergs en el mar. Con esta idea construyeron toda una cadena de faros que evitaron que el comercio se viera interrumpido por efecto de la climatología, siempre tan dura en aquellas zonas. No obstante, su puesta en marcha conllevaba una gran dificultad: aquellos inhóspitos lugares en aquél extenso territorio estaban completamente despoblados ¿Quién iba a atender los faros y qué fuente energética duradera podría utilizarse en su funcionamiento?


Fue entonces cuando se pensó en la energía atómica como una posible solución. Pero a la hora de diseñar el reactor se buscó únicamente la solución inmediata a un tema económico sin tener en cuenta posibles consecuencias futuras, porque si bien la energía atómica podía facilitar una autonomía absoluta en los reactores a tales faros, no se plantearon otros temas como la sustitución del material radiactivo consumido, las averías y la seguridad de ese tipo de reactores. Se sabía que el Medio Ambiente nunca fue una prioridad para los rusos y que posiblemente la construcción de estos faros aislados y lejanos no tendrían los dispositivos de seguridad adecuados ni siquiera la atención necesaria aunque fuera de tiempo en tiempo.
Así comenzaron la construcción de los primeros faros nucleares de la larga cadena ya planificada. Los ingenieros soviéticos utilizaron baterías con determinados reactivos nucleares de menor intensidad que el radio, polonio o plutonio para solucionar el problema, ya que estos reactores atómicos podían proporcionar electricidad durante mucho tiempo sin requerir intervención humana. Montaron reactores atómicos en serie que utilizaban un tipo de Generador Termoeléctrico de Radioisótopos (GTR), especie de batería empleada en satélites y sondas espaciales, que se alimenta por desintegración radiactiva.
Estos faros soviéticos utilizan un tipo de estos generadores que, de forma general, consistente en un simple generador eléctrico que se alimenta por desintegración radiactiva. En un GTR el calor se libera al desintegrarse un material radiactivo, y utilizando termopares se puede transformar el calor en  electricidad. Por tanto el riesgo tiene su origen en el propio material nuclear en descomposición. Material nuclear que está clasificado como fuente de máxima peligrosidad, que puede producir graves quemaduras y la muerte por exposición. A diferencia de lo que ocurre en una central nuclear, no hay fisión de núcleos sino que el calor se genera al desintegrarse el material radiactivo, generalmente estroncio-90.
Los faros se podían ajustar automáticamente para cuando fuera necesario su encendido y podían enviar señales de advertencia por radio a los barcos que se acercaran mucho. En general, parecía ser la fuente más adecuada para sitios inhóspitos, de difícil acceso y sin personal ni mantenimiento, para faros que necesitaban apenas unos centenares de vatios de energía durante períodos demasiado largos, evitando el alto coste de alimentarlos con células de combustible, baterías o generadores, adecuados también allí donde no eran viables las células solares.


 Funcionaron durante varias décadas, pero con la caída de la Unión Soviética, la aparición de satélites y la navegación con GPS, se abandonaron y con el tiempo sus luces se apagaron para siempre. La crisis que conllevó el desmembramiento de la Unión Soviética hizo que no hubiera dinero para atender a estos faros, verdaderos peligros en aquellas costas lejanas. Nadie se preocupó de aquellos antiguos y ruinosos faros de las remotas costas del norte, olvidando que en ellos había reactores nucleares, con material radiactivo en los pequeños reactores y pilas atómicas. Pasado un tiempo comenzaron a surgir las primeras averías, los primeros fallos, los primeros parpadeos y al final dejaron de funcionar, y con ello volvió la oscuridad. No hubo equipos de reparación, ni siquiera un cierre adecuado de seguridad. En algunos, los más prioritarios, se intentó activar el sistema de funcionamiento, pero la mayoría se quedaron en silencio, al alcance de los saqueadores.

 Y, precisamente por necesidades económicas, la mayoría de los faros fueron víctimas de vándalos que, buscando cobre y demás metales de valor, se llevaron todo lo que pudieron, incluyendo una buena dosis de radiación, que probablemente les produjo leucemia u otro tipo de enfermedades mortales, desatendiendo los carteles de “peligro radiactivo” que rezaban a la entrada, ya que estas edificaciones se abandonaron muy contaminadas radioactivamente. Aún hoy, tras décadas de abandono, en varios de estos faros existen altos niveles de radioactividad. En 2003, en Cabo Pihlissar, cerca de Kurgolovo, se encontró el generador radiactivo de uno de estos faros, a 200 metros de distancia, “sumergido en aguas poco profundas del Mar Báltico”. También en Georgia, en 2001 y 2002 aparecieron otros GTR abandonados en bosques, en medio de la nieve, que causaron graves lesiones y quemaduras a los leñadores y pastores que los encontraron. Según el Organismo Federal de Energía Atómica de la Federación de Rusia (ROSATOM), los GTR instalados en los faros ya han superado su tiempo de vida y, de los 650 GTR que es necesario retirar y sustituir en Rusia, 200 están (o estaban) en faros de las regiones de Murmansk y Arkhangelsk, relativamente cerca de Noruega. Precisamente Noruega colabora desde finales de los 90 en la retirada de todos los GTR de la región noroeste de Rusia y, a pesar del riesgo del proceso, ha conseguido retirar un tercio de los GTR sin incidentes.


 Impresiona la visita a estas construcciones. Son muy grandes, ya que en esas latitudes tan septentrionales suele haber 100 noches perpetuas al año, por lo que deben ser visibles a gran distancia. Los mayores están situados en las siguientes zonas: Arkhangelsk,  Kirkenes y Murmansk, en el Mar de Barents, en la isla de Dikson y en Tiksi, en Pevek, al norte del estrecho de Bering, y en Anadyr, al sur de Bering. Su estado de abandono es lamentable.
La visita a estos faros saqueados produce una visión terrorífica. Los ladrones forzaron la cámara donde estaba situado el reactor, lo arrancaron y se llevaron de allí cuanto estimaron de valor, dejando otros pertrechos menos valorados pero muy contaminados radiactivamente. Al ser desmantelados, el riesgo radiactivo quedó más a la vista, más en la superficie, y lo peor es que seguirán envenenando toda aquella zona. Posiblemente a esos incultos saqueadores ese robó  les costó la vida, pero el daño sigue ahí presente, sin que nadie preste atención a esos remotos lugares.



            El peligro se acentúa aún más ahora, cuando la avanzada tecnología hace que los barcos dispongan ya de su propia ingeniería para surcar esas zonas norteñas del Polo sin necesidad de la ayuda de los faros. Pero el daño está hecho. Al no necesitarse esos faros, nadie va a destruirlos o a encofrarlos al menos con una estructura parecida a la que se hizo con el reactor destruido de Chernóbil. Entretanto toda esta zona del norte de Rusia donde está situada la línea de faros nucleares, sigue siendo una de las partes del planeta con mayor índice de contaminación radiactiva. Ese fue el legado que dejaron unas construcciones sin control ni vigilancia, en cuyo diseño se omitió cualquier análisis de las repercusiones medioambientales que podían darse a medio y largo plazo, optando por el uso de energía nuclear en lugares lejanos, inhóspitos y finalmente abandonados a su suerte.

8 comentarios:

  1. Nos gustó su artículo Valeria y doy fe de lo que dice. Hacae años visité uno de ellos en el mar de Karag y jamás vi un lugar tan inhóspito, tan dresolado y tan peligroso. Buen trabajo

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Uribe. Créame que le envidio por contemplar esos parajes que yo sólo puedo imaginar (bueno, la exposición a la radiactividad, eso no lo envidio). Estoy de acuerdo en calificarlos de inhóspitos, dadas las duras actividades climatológicas que hay en aquella zona del Océano Ártico, y que medio año sea allí de noche ya explica su opinión, pero mire las ventajas, un par de semanas en esas instalaciones ¡y brilla en la oscuridad! (es broma). Saludos.

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  2. Cuando señala que son faros nucleares ¿quiere decir que obtienen luz de una bomba atómica?

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    1. Gracias por su comentario, Ramiro y paso a explicarle. Una reacción nuclear no tiene por qué ser una bomba atómica. Una reacción nuclear, de la que se desprende energía, ocurre cuando un núcleo inestable de un elemento químico busca transformarse en estable emitiendo radiaciones o partículas. No lo hace en un sólo paso, si no que, antes de llegar al núcleo estable del que ya sería otro elemento, va pasando por diferentes núcleos también inestables hasta llegar al núcleo final. En cada paso suele ir emitiendo más o menos energía, que es de la que se obtiene electricidad. Una bomba atómica se da cuando se toman núcleos muy, muy, inestables y se rompen o fisionan de golpe en dos trozos o fragmentos, ambos inestables pero menos que la madre. La energía que se libera es tan grande que así quedaron Hiroshima y Nagasaki. Saludos.

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  3. ¿No se puede frenar o limpiar la contaminación radiaactiva?

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    1. Gracias por su comentario, Rose, respondo a sus preguntas. La radiactividad no es un proceso que se pueda limpiar o frenar, de ahí que uno de los grandes problemas que tengamos con las centrales nucleares sea el depósito de los productos finales radiactivos y del material que ha podido estar expuesto a su actividad, bajo tierra y por mucho tiempo. No hace falta indicarle que hubo mucha gente que murió en Nagasaki o Hiroshima años después del lanzamiento de aquellas dos bombas atómicas, “de juguete” comparadas con la potencia de las actuales. Igual ocurrió con las gentes que evitaron una tragedia mucho mayor en Chernóbil intentando controlar aquel reactor abierto con productos radiactivos. Le cuento una anécdota de las muchas que hay relativas a los efectos de la energía nuclear. Las primeras pruebas nucleares, cuando se desconocía casi todo de la energía atómica, se realizaron en el desierto de Nevada. Algo más de diez años después, en 1956, se rodó allí una película titulada “El conquistador de Mongolia” (The Conqueror) en la que intervinieron actores famosos, como John Wayne, Susan Hayward o Pedro Armendáriz, entre otros. Todos los que estuvieron mucho tiempo allí, en el área de grabación, los actores principales, acabaron falleciendo por los cánceres y tumores producidos por la intensa radiación que aún quedaba en ese lugar. Sobre el tema del lavado, es normal que los técnicos que entran con trajes especiales a cambiar algunas piezas o barras del reactor, a pesar de su protección, puedan llevar alguna contaminación radiactiva en sus trajes, que se disminuye duchándose con el traje puesto bajo un chorro de agua caliente. Un saludo.

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  4. ¿No hay faros nucleares también en los paises del Mar Mediterráneo o en sus islas? ¿Aquí tenemos tres centrales nucleares que contaminan mucho?

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    1. Gracias por su comentario Mariana, contestando a su pregunta le diré que en el Mar Mediterráneo no hay ningún faro cuya luz se obtenga de una pila atómica. Por otro lado, no debe confundir un faro nuclear con una central nuclear. En el primero se empleaban pilas atómicas con sustancias radiactivas mientras que en una central nuclear se utilizan núcleos inestables radiactivos cuya ruptura para liberar energía se controla de diferentes formas, sería una pequeña “bomba atómica” controlada, cuyo inconveniente radica en que los productos que al final se obtienen siguen siendo radiactivos; aunque ya no se obtenga de ellos energía siguen desprendiendo durante largo tiempo partículas y radiaciones que matan. A propósito, en España no hay tres centrales nucleares, sino cinco: 1. Ascó II (2059 Mwe) , 2. Valdelló II (1087 Mwe) en Tarragona, 3. Cofrentes (1097 Mwe) en Valencia, 4. Trillo (1066 Mwe) en Guadalajara y 5. Almaraz (1964 Mwe)en Badajoz. Y aún funciona una sexta: Santa Mª de Garoña (466 Mwe) en Burgos, con la edad de funcionamiento cumplida. Un saludo.

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