miércoles, 27 de noviembre de 2019

Mis detalles favoritos del Museo del Prado

Ahora que las hordas de turistas van menguando (es lo que tiene vivir en un país “de mandados”, dependientes casi exclusivamente de visitantes y sin ningún gran centro comercial propio, todos son franceses –Carrefour, Eroski comprado por Carrefour, y L’Ecrerc, Decatlon, Leroy Merlin, etc-, alemanes –Aldi, Lidl- o rusos, como el Día; que el empleo crece casi exclusivamente en el sector servicios -con cientos de licenciados y doctorados trabajando de camareros, reponedores, cajeros de supermercados,…-, o en la construcción –ya hablamos cómo la especulación y el urbanismo desmedido se lleva por delante nuestro fabuloso patrimonio, que nunca llegaremos a saber de su inmensidad real y maravillas que nos aguardaban-, e industria, para mantener el sector servicios especialmente), es el momento de hacer mi pequeño homenaje a la celebración del magnífico museo de El Prado, que tan mal lo pasó durante el paso de la invasión francesa. Afortunadamente hoy va siendo cada vez más fascinante, por lo cual he decidió añadir mi contribución a conocerse mejor no aludiendo a las archifamosas obras que alberga, sino desde mi punto de vista, centrándome de aquellos aspectos que he encontrado más divertidos o curiosos a lo largo de mis numerosas visitas a esta increíble y majestuosa pinacoteca, oficialmente fundada en 1819 y que cuenta con más de 35.000 cuadros a día de hoy.

 Mis rincones favoritos de la web
Supongo que no descubro nada nuevo si aludo a la brillante página web que el museo posee y en el que se incluyen diversos recorridos sugeridos, que podrá ver el lector picando aquí, estimando la duración a invertir en dicho recorrido e incluso agrupando algunos magistrales cuadros de la pinacoteca, por su contenido.
Otro rinconcito que me encanta de esta web es la sección en la que comentan determinados cuadros, añadiendo detalles que podrían pasar desapercibidos e incluyendo breves datos históricos relacionados con la imagen plasmada. Podrá acceder a ellos picando aquí.
Otra esquina fascinante es la que pone a tu disposición emblemáticos cuadros en una resolución altísima para que puedas ampliarlo a tu gusto pudiendo ver hasta la más pequeña pincelada. Es increíble. Dejo una muestra, picando aquí si se desea disponer del cuadro de Las Meninas de Velázquez para nosotros solos, en todo su esplendor.

Si se pica en el enlace anterior, se abrirá esta imagen. Recomiendo descargar el plano que nos adjuntan, que es el que entregan junto con la entrada y donde se localizan los cuadros más buscados y emblemáticos del Museo del Prado. Si picamos en el icono que he destacado con el número 2 nos llevará directamente a contemplar la genialidad del mencionado óleo, al aparecer la siguiente pantalla:


Se abre la imagen de la izquierda y ahora sí, si picamos sobre el cuadro (1), se nos abre la pantalla de la derecha. Fijémonos en el cuadro que aparece a la derecha, que he señalado como 2. Moviendo el ratón sobre él, podremos desplazarnos por el cuadro y dando al más o al menos podremos aumentar o disminuir los detalles, a nuestro gusto. Finalmente podremos decir si nos gusta (marcando el corazón, lo que animará a que se sumen nuevos cuadros), o escuchar información sobre él (picando a los auriculares, 3) e incluso descargárnoslo.

Uno de mis rincones preferidos de El Prado
Permítame el lector curioso que antes de comenzar comparta un par de sugerencias que puede que desconozca y es que
a)      es posible entrar al museo de manera gratuita, media hora antes de cerrar (para mayor seguridad, preguntar en la entrada, que nos informarán amablemente, pues es algo de lo que suelo abusar cuando estoy por Madrid, para escaparme a ver por unos momentos mi cuadro favorito: el caballero de la Mano en el Pecho); también, cómo no, se hacen jornadas de puertas abiertas como el día de los museos, la noche de los museos y otros acontecimientos de los que nos informarán gustosamente, resultando gratis la estancia en él (por otra parte, no es una entrada muy cara y lo cierto es que se dedica íntegramente al mantenimiento de la colección) y
b)      es posible acceder a la cafetería o a la hermosa tienda, sin necesidad de tener que pasar por caja y comprar una entrada al museo; merece la pena pues los precios están tan ajustados que por ejemplo me resulta más barato adquirir una lámina del cuadro aludido, en tamaño bastante generoso, que ir con la imagen a cualquier tienda de fotografía para que me la impriman en tales dimensiones

Dicho esto, pasaré a compartir algunos detalles sobre el contenido de este fascinante museo.

La fachada y acceso principal, emblemático, está presidido por una bella estatua del pintor sevillano Diego de Velázquez. El edificio inicial, obra de Juan de Villanueva (autor igualmente de los edificios del Real jardín Botánico y del Real Observatorio Astronómico), fue concebido como un gran y multidisciplinar museo, pudiéndose acceder al Museo de Ciencias Naturales (pensado en la primera planta) desde la entrada norte (hoy, la de Goya) y a la pinacoteca (en la planta baja) desde el acceso sur (hoy, de Murillo), mientras la oeste, hoy la de Velázquez, daba acceso a la gran Sala de Juntas, para los académicos. Terminado justo cuando se produjo la invasión francesa, fue destrozado por los bombardeos y el saqueo indiscriminado de las tropas napoleónicas, que no dudaron en arramblar con todos los metales que encontraron, fundiendo los bronces y plomos, rompiendo lo que le vino en gana y saqueando lo que quisieron, como el famoso cuadro del matrimonio  José Bonaparte, hermano de Napoleón, no dudó en hacer de este gran edificio un cuartel de parte de sus tropas, usando las bellas salas abovedadas como vulgares almacenes de munición y avituallamiento. Afortunadamente, tras la expulsión de estos salvajes (ver aquí), el arquitecto y sus discípulos se entregaron a la ingente labor de reparar lo dañado, contando con progresivas ampliaciones.
Con todo, hay quién defiende que fue Napoleón Bonaparte, estando en Madrid, el que decidió destinar el gran Museo de Historia Natural del inquieto monarca Carlos III (su curiosidad justificaría que se echara a andar un museo plenamente científico del estudio y conocimiento de la Naturaleza, con piezas traídas de medio mundo), en enorme pinacoteca. Este deseo lo cumpliría el hermano del conquistador que quedó al mando de España, José Bonaparte, mediante su decreto de 20 de diciembre de 1809 en el que transformaba el edificio científico en futura pinacoteca que sería el Museo del Prado que abriría sus puertas bajo el designio del monarca español Fernando VIII, diez años más tarde. Particularmente, encuentro que casa mal tanto deseo primoroso de crear una gran pinacoteca, con ordenar a sus tropas arramblar con todo lo aprovechable en tan magno edificio, pero en fin, aceptaremos pulpo como animal doméstico…
Como se observa, el aspecto de la fachada norte no se distancia mucho de la que inicialmente se concibió (derecha). 

Debo destacar que encuentro muy acertada la tendencia de los directores por optar por salas desprovistas de decoración que puedan restar importancia al contenido de la pinacoteca.
Centrándonos en la fachada principal, la oeste, ¿ha reparado el visitante curioso en toda la información que posee?. Para observar su aspecto inicial, picar aquí. Si se pica aquí se verá en poco menos de un minuto y medio el magnífico aspecto que ha elegido para “vestir de gala” a la pinacoteca por sus 200 años de existencia.
Destaca la majestuosa columnata, reminiscencia de los templos griegos, haciendo del edificio un templo no a la religión sino a las Artes y de ahí su bello bajorrelieve que lo corona. 

Comparación de la fachada oeste del Museo de El Prado con un templo griego en Agrigento (derecha).

En la fachada oeste destaca la estatua de Velázquez, que nos sale a recibir (1), el frontón con todas las deidades grecolatinas alrededor del rey Fernando VII (2), las seis columnas (3), medallones con pintores ilustres (4) y estatuas (5).

                Y es que curiosamente esta fachada huele a masonismo encubierto, por mucho que se trate de esconder, pues resalta las Artes, pero también la proporción y el celo en revelar el saber guardado entre sus muros. Es precisamente su columnata la que lo delata porque aunque es cierto que se ha huido de usar el triángulo tan característico en la arquitectura masónica –casi se extraña uno de que esta imitación de templo griego no incluya su frontón dentro del triángulo, ¿por qué ese fallo si no era porque deliberadamente se buscaba prescindir de este elemento geométrico?-, se descubre (“a buen entendedor…”) personajes versados en los Antiguos Conocimientos dado que, ¿han contado el número de columnas? 6, ¿lo creen casual? Pues déjenme decirles que dicho número es el que representa el Equilibrio, la divina proporción podríamos decir, la Responsabilidad, el Humanismo, la comprensión pero también la fidelidad y el celo. Y vamos a encontrarlo precisamente en el acceso principal a la gran pinacoteca del Museo del Prado. Repito, ¿casualidad?, lo dudo.

En el frontón, obra de Ramón Barba realizada entre 1830 y 1831 (y conocida como “Fernando VII recibiendo los tributos de Minerva y las Bellas Artes” o “Fernando VII recibiendo el homenaje de las Bellas Artes”), de izquierda a derecha podemos reconocer a Poseidón/Neptuno con su tridente (A), el dios del Mar;  Hermes/Mercurio, el mensajero de los dioses, con su bastón con dos serpientes tomado como emblema por los farmacéuticos (B), dios del comercio y del Conocimiento Esotérico;  Apolo con su arpa (C), dios de la belleza;  Minerva (D), diosa de la sabiduría, las Artes y la guerra, con su casco, lanza y collar con la cabeza de Medusa; el monarca español Fernando VII (E), con traje de gala con gola incluida y sombrero de copa de ala corta, sentado junto a un león y tras ambos, una espesa cortina;  la musa de la Pintura, arrodillada y portando un pergamino que muestra al rey (F); Hera/Juno, la diosa del Hogar, Matrimonio y Familia (G), portando un retrato de la primera esposa del monarca, Isabel de Braganza (fundadora del Real Museo de Pintura) y en su otra mano, junto a la pierna, su típica cápsula narcótica de amapola; junto a ella, a la izquierda, está un amorcillo con paleta y pincel; la Escultura, que porta un martillo y a sus pies hay un busto (H), saluda amistosamente a Hera; la Arquitectura (I), junto a varios amorcillos está inmersa en sus medidas y proporciones, con un compás y una esfera del mundo en sus manos;  la musa de las Letras, sentada, anota cuánto acontece (J); Hades con una guadaña (K), el dios de los muertos y del inframundo; y Clío, la Historia (L), permanece de pie, con la mirada perdida.
                A más de un lector le sorprenderá encontrar en este friso al monarca español Fernando VII, pero la explicación es bien sencilla, está ahí porque precisamente la pinacoteca se inauguró con motivo de las segundas nupcias del monarca, en esta ocasión con María Josefa Amalia de Sajonia, al fallecer su primera esposa, Isabel de Braganza, en 1818, por complicaciones durante el segundo parto. De esta manera, la pinacoteca, conocida entonces como Museo Real de Pintura y Escultura, abría sus puertas el 19 de noviembre de 1819. A pesar de su modesta colección, contaba ya con destacados cuadros aportados por Carlos I, su hijo Felipe II (produciendo el aporte más destacado: Tiziano, el Bosco, o el Greco, entre otros), y otros monarcas que siguieron la estela. También Fernando VII dio un impulso a la pinacoteca contando hacia 1827 con casi 4.000 obras de arte (Diego de Velázquez, Murillo, Juan de Juanes, Tiziano, Goya y Claudio Coello, entre otros afamados pintores). Actualmente es una de las pinacotecas más sobresalientes del mundo.

No hay mal que por bien no venga
¿Sabía el curioso lector que el hecho tan devastador de la Guerra Civil española sirvió para que España sentara los cimientos para la apropiada evacuación de estatuas y cuadros, de modo tan efectivo que desde entonces fue el ejemplo a seguir por otras famosas pinacotecas europeas durante las desgracias de la Segunda Guerra Mundial?. Las joyas del museo español fueron trasladadas a países libres de la Guerra, como Francia o Ginebra, involucrando a todo tipo de personalidades en este esfuerzo (incluido en poeta gaditano y republicano, Rafael Alberti).

 Es algo, a mi parecer, digno de tener en cuenta y de lo que sacar pecho. De hecho, por esto y otros motivos se ha galardonado a la pinacoteca y a sus directores en los diversos sectores (incluyéndose a la directora del personal que trabaja y vigila las salas, Laura Fernández) con el premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades de este año. Para más detalles, picar aquí 


De izda a dcha, la Jefa de vigilantes de sala (Laura Fernández Díaz), en el centro el presidente del patronato (Javier Solana), y a la dcha, el director del Museo del Prado, el director Miguel Falomir, comparten su entusiasmo y premio con el público asistente.

Un justo reconocimiento
                Que el Museo del Prado es una de las mayores pinacotecas del mundo, no ya por el número de piezas que posee sino por la calidad e identidad de estos cuadros y elementos, no es un secreto. De hecho, me sentí muy agradecida cuando el 19 de noviembre de este año accedí a internet y para mi sorpresa el Doodle (el dibujito que posee el buscador en su página principal, con su nombre) estaba dedicado a nuestro espléndido museo. Tanto me fascinó que no dudé en hacerle una captura de pantalla:



Curiosidades posiblemente desapercibidas
                Y ya que entramos en materia, me gustaría compartir algunos detalles en los que he ido reparando a lo largo de mis incansables visitas a este fabuloso museo (parafraseando a cierto sabio, tan increíble que si no existiera habría que inventarlo).
                Comenzaré con las Meninas, un cuadro que me resulta sumamente curioso porque aunque se realizó por el genial Diego de Velázquez en 1656, es un ejemplo del populismo que siempre parece haber existido en España, y es que si nos fijamos, se conoce como “Meninas” (desde 1843) que era el nombre que se les daba a las ayudantes de las infantas reales (es decir, se denomina al óleo por las siervas que aparecen, no por la familia real de Felipe IV representada). Y si vemos con detalle el cuadro, el pintor (que porta su traje de gala de la Orden de Santiago) está realizando el enorme óleo (número 1), mirando hacia nosotros. Si miramos lo reflejado en el espejo (número 2) descubrimos que a quién mira el pintor es al matrimonio real que está posando. Por tanto, nosotros, a quienes mira el pintor ¡¡somos los reyes!!.


                Una incongruencia de este cuadro: mencioné que Diego de Velázquez porta la mejor gala que podían llevar los caballeros de la Orden de Santiago. Era tan reverenciada y reconocida que se castigaba con la pena de muerte llevarla sin ser de la orden o sin contar con el permiso para lucir las mejores galas. Pues bien, este cuadro se pintó en 1656 de acuerdo con todos los académicos y guías de pintura que se consulten. Sin embargo, el pintor no formó parte de la elitista orden hasta que el monarca Felipe IV no se lo otorgó en 1659, tres años más tarde de realizado el cuadro.

                A hilo de las Meninas, ¿sabía el lector que el pintor Pablo Picasso insistió en exhibir su gran obra, el Guernica, únicamente junto al citado cuadro de Diego de Velázquez?. Y aunque actualmente el Guernica se encuentra en el Museo de Arte Reina Sofía, no lejos del Museo del Prado, comentaré una curiosidad que me aclaró muchísimas cosas sobre tan extraño cuadro del pintor malagueño, quién por cierto llegó a ser nombrado director del Museo del Prado por Manuel Azaña, aunque desgraciadamente y con el estallido de la Guerra Civil española, el pintor nunca llegó a ejercer tal cargo.
 
                Lo más relevante de esta obra es que por mucho que he invertido horas mirándola nunca encontraba elementos que realmente me mostraran el horror de un bombardeo de una ciudad que siempre se me ha dicho que representaba (el bombardeo  del pueblo de Guernica, el 26 de abril de 1937, durante la Guerra Civil Española). Si yo deseara mostrar el horror de acribillar a una población civil indefensa, no representaría un toro, ni un hombre muerto con una espada en la mano, ni velas, ni mujeres jóvenes. Representaría mujeres mayores llorando o disparadas, edificios medio en ruinas como en Belchite, niños aplastados por muros derribados… No sé, siempre lo he tenido por un cuadro fallido en ese aspecto. Hasta que me llegó una información al respecto que me aclaró todas mis dudas. Resulta que en realidad el pintor malagueño fue contratado por el Gobierno de la República para que realizara un cuadro para la exposición mundial que ese año 1937 se celebraría, creo que en París. Como el pintor estaba en su etapa de pintar corridas de toros y sus elementos, decidió dedicar su obra a la tragedia que ocurrió en una plaza de toros cuando el animal dio muerte al torero Ignacio Sánchez Mejías. El bombardeo a Guernica llegó por sorpresa poco después, de manera que el Gobierno republicano como acto de propaganda que atrajera el apoyo de otras naciones decidió cambiar de nombre el cuadro de la exposición que representaba a España en la exposición mundial. Y de esta manera, ya todo me encajó. Ahora sí entendía el por qué de un hombre joven con una espada en su mano (el torero muerto en 1934), la razón por la que un toro parece presidir el cuadro, incluso de que haya un caballo, lo raro de otra persona que parece esconderse tras un panel extraño (no un muro de una casa bombardeada, sino un burladero de una plaza de toros) y la mujer joven que llora con un niño en sus brazos era en realidad la viuda del torero.
               
         He dicho que el Museo del Prado es mucho más que una pinacoteca, pues además de tener miles de cuadros, posee estatuas, jarrones, joyas, … Y más. De hecho, y a modo de finalización de esta extensa entrada, barreré hacia mi tierra y diré que para información de los curiosos, las pinturas más antiguas que alberga el Prado son parte de los frescos de la maravillosa “capilla Sixtina del Medievo”, la maravillosa joya que es la ermita de San Baudelio de Berlanga (siglo XI), de Soria. Esta ermita (de la que se habló aquí), que transpira esoterismo por sus cuatro costados, además de una palmera central en cuyo centro había un pequeño espacio para que los iniciados se retiraran a su vida contemplativa, posee otras curiosidades que siempre me han resultado graciosas. Y es el comprobar cómo los artistas mozárabes que realizaron estos frescos seguramente procedían del sur o del área levantina de la Península Ibérica. ¿Qué por qué digo esto? Fácil, ¿se han parado a comprobar el increíble dibujo que hacen de animales tan comunes en Soria y norte de España como eran los osos? se diría que en su vida habían visto uno, y sin embargo, los perros los dibujan como galgos (no como lobos, que era lo habitual por estas latitudes) y los elefantes los representan muy reales. Curioso, ¿no?.

      Y en fin, que lamento cortar aquí, con los cientos de detalles y curiosidades que se me quedan en el tintero, pero no puedo extenderme más. Eso sí, animo a los lectores a visitar la increíble pinacoteca y que ellos mismos reparen en sus propias curiosidades. La verdad que se logra ver el museo con otros ojos.





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