domingo, 22 de agosto de 2021

Detalles en las peliculas de Stanley Kubrick

Mucho se ha laureado a Stanley Kubrick como director de cine y guionista, principalmente. Lo cierto es que nunca me había interesado especialmente por este director, si bien me ha sorprendido un poco la cantidad de películas suyas que había visto, sin ser consciente de ello.

Hace unos días, haciendo zapping, pillé por casualidad en televisión su última película, Eyes Wide Shut (1999), con el joven matrimonio Kidman-Cruise (antes de divorciarse) y lo cierto es que me llamó la atención no ya la historia que parece ser sumamente actual –la de matrimonios “divinos de la muerte” que hay actualmente, que viven del aparentar, de hacerse lucir como triunfadores del materialismo imperante, aún por encima de sus posibilidades, pero que entre ellos ni se conocen ni saben de qué hablarse, y devoran con la mirada a otros y otras con los que se cruzan o incluso llegan a traspasar el respeto mutuo al decirse cómo desean acostarse con otra persona o que han soñado cosas muy subidas de tono con terceros/as-, lo que realmente me sorprendió era ese doble lenguaje cromático del que hizo uso el director a lo largo de toda la película.

Se que soy muy detallista, así que para no aburrir al lector explicando las escenas o hacerle recordar determinadas imágenes –en las que a lo mejor ni reparó-, me tomaré la licencia de mostrarlo con fotografías concretas de la película. Por motivos de decoro (sé que mi blog se consulta en algunos centros de educación), prescindiré de escenas subidas de tono. El lector que haya visto la película, al comentarlas por encima, ya sabrá de cuáles hablo. Dicho esto, comencemos.

En verdad el uso que hace para este doble lenguaje de la película se basa fundamentalmente en dos simples colores: el rojo-rosa (como deseo carnal, instintivo, pura atracción sexual sin connotación sentimental alguna, también evidencia de celos y de infidelidad; los instintos más básicos y primarios) y el azul (representando el amor conyugal, platónico, la inocencia y el romanticismo; el cuento de hadas repetido infinitamente por los cuentos infantiles, películas románticas, telenovelas y Walt Disney).

Con esta premisa en mente, vemos que la puerta de la casa donde vive el matrimonio protagonista, Kidman-Cruise, con su hija es lógicamente de color azul, como las paredes del cuarto de la niña o la ropa de Nicole mientras arregla a su hija, Helena. La niña viste un jersey rojo con borlas de todos los colores, como sus cortinas, multicolores, representando la banalidad y materialismo en el que está creciendo la niña.


Por su parte, el rojo aparece cuando la pareja está en su dormitorio. Y estas escenas son sumamente reveladoras porque ella, Nicole Kidman, a pesar de ser galerista de arte ha optado por tener como única tarea el mostrarse como mujer florero –pasa delante del espejo media película, mostrando su narcicismo y deseo de ser centro de atención de todos-, es una mujer mantenida que solo muestra su verdadera forma de ser cuando está drogada o borracha, entonces trata de seducir a todos, disfruta tentando a los hombres e incluso diciendo a su marido cómo siente que todos la desean. Y esa personalidad oculta de ella la muestra Kubrick en un dormitorio que comienza con tonos cálidos, sobre azul (matrimonio y romanticismo) pero que conforme ella va mostrando su personalidad, se va tornando roja hasta un rojo pasión carnal e instintivo que solo busca el placer sexual por él mismo:

La escena de dormitorio que ocurre más tarde en la película es igualmente reveladora pues él viene de ese mundo frívolo e instintivo a su hogar y por esa razón él entra por una habitación rosa-roja (instintos básicos) a la habitación azul (hogar y familia). Pero se encuentra que en su mujer, en su subconsciente, aflora su verdadero ser y le relata que ha tenido un sueño que ha disfrutado donde cruelmente y ante los ojos de su marido, se acuesta con otros hombres. En ese momento, mientras se lo cuenta, es ella la que se recorta sobre la luz roja-rosa y tiene detrás el cabezal de la cama rojo pasión, mientras él está rodeado de azul.



Así por ejemplo, la puerta de la consulta del médico que es Tom Cruise aparece coloreada en azul, e igual ocurre cuando el magnate que dio la fiesta del inicio de la película, le llama a Cruise para tratar el malestar de una mujer que resulta ser prostituta. De nuevo la chica aparece tumbada en un sofá rojo pasión, pero como Cruise la ve como una paciente, la arropa con una manta azul (no tiene pensamientos libidinosos). En esta escena aparece otro de los iconos reveladores de Kubrick en sus películas: los aseos. Si nos fijamos, el de la pareja protagonista es vulgar, pequeño, pero saturado de todo tipo de productos. Son nuevos ricos que se han sentido seducidos por el mundo material del “miras o te miran”, del escaparate social banal. En cambio el del magnate es espacioso, lujoso y minimalista, casi un salón de baile que tiene grifos dorados, amplia bañera, un sofá y hasta chimenea.





Frente a este mundo aparentemente contrapuesto de la vida familiar y fiel (azul) frente a la satisfacción de los instintos carnales sin necesariamente amor (rojo), aparece para trastocar ese frágil equilibrio, difuminándolo, el arco iris, representado por luces de navidad que fue una licencia de Kubrick, ya que la novela no transcurre en navidad sino en carnavales (cuando en el mundo gracolatino se celebraban las bacanales), pero el mensaje es el mismo, la banalidad de la vida, lo superfluo, las modas pasajeras que arrollan a casi todo aquel que no tiene la cabeza bien asentada y que no duda en invertir cuánto tiene para ser lo máximo de dichas modas que nada aportan salvo insatisfacción (la industria del mercado capitalista ya procura renovar constantemente modas, artículos y accesorios para que nunca se puedan tener todos ellos, dejando a los consumidores siempre con la necesidad de necesitar comprar algo más, para sentirse por ello superior del que tiene al lado). Las luces de navidad o arco iris representan por tanto en la película esa hoguera de las vanidades. Y las encontramos en la casa del magnate que da la fiesta al inicio de la película, donde el matrimonio protagonista Cruise-Kidman llegan juntos, pero pronto se separan para cada uno iniciar sus conversaciones subidas de todo con otros invitados, paseando peligrosamente por la delgada línea de la infidelidad y de la seducción.




Mientras Nicole Kidman baila con un hombre que le habla de obras clásicas del Arte de Amar y del Placer, tema que no parece disgustarla (sobre ambos personajes aparece la estrella de la diosa mesopotámica Ishtar, equivalente a la grecorromana Venus-Afrodita, del placer y del erotismo), su marido Tom Cruise disfruta siendo “secuestrado” por dos bellas mujeres que desean llevarlo “donde termina el arco iris”. Tras él, vemos luces arco iris de navidad.

“Casualmente” cuando el matrimonio baila junto, las luces vuelven a ser blancas, recordando más a una celebración de bodas (mundo idílico) que a una fiesta prenavidad:




El arco iris vuelve a aparecer en la calle de tiendas para adultos y sobre la tienda de la que Tom Cruise obtendrá su disfraz para poder acudir a la fiesta de la logia que será su perdición, señalando que se adentra en un peligroso mundo banal y frívolo donde toda perversión está permitida. Con igual significado, cuando Cruise ha sufrido su caída en desgracia y se ha asomado al abismo con el que estaba jugando, simbólicamente apaga las luces del árbol de navidad de su casa, representando su resignación del mundo ideal del hombre casado y la familia feliz. Si observamos bien, la luz de su hogar es azul, salvo la sala donde está el árbol que es rosa-roja (imagen inferior):



                          Y aquí reside el matiz de la película, que los nuevos ricos nunca llegarán a ser ricos propiamente dichos y por tanto, nunca podrán pertenecer a su predilecto club porque les falta esa esencia de vivir por encima del bien y del mal, ajenos al dolor y necesidades reales ajenas, en el que se han movido desde que nacieron (los nuevos ricos nacieron con carencias que arrastrarán, de manera emocional, el resto de sus vidas). Así, aunque Cruise –llamado Bill en la película, “cuenta”, en inglés- derrocha dinero a espuertas precisamente para hacerse ver como rico, llegará a la reunión de la secta en taxi (será el único en hacerlo) y también será el único en alquilar su disfraz para la ocasión (y en su abrigo, además, le encontrarán el recibo de ese alquiler, que lo ha llevado a la fiesta consigo). Eso le delatará, como su comportamiento. Entonces le harán ver que no es un elegido porque no es de ellos, por mucho que trate de aparentar que sí.

                Una de las escenas que más polémica ha levantado en esta película es aquella en que al llegar a casa encuentra la máscara se su disfraz sobre la almohada (roja) de su cama de matrimonio. A su lado, duerme su mujer. Mucho se ha escrito, pero personalmente creo que de nuevo alude al lado oscuro de su esposa, que así como él ha usado esa máscara para adentrarse en un mundo peligroso de libertinaje, ella usa sus sueños para hacerlo y de ahí que sea su “máscara” porque no los suele compartir con él pero en ellos da rienda suelta a todo tipo de fantasías.

                Particularmente, me hacía gracia cómo Kubrick llega a emplear ambos colores de manera tan sutil que llega incluso a marcar ese punto “cruce de caminos”, donde con frecuencia debemos tomar decisiones cruciales que nos llevarán a una caída en picado o a la gloria. Por ejemplo, si nos fijamos con detalle en el momento aparentemente anecdótico en el que Cruise llega con el taxi a la mansión de la fiesta bacanal, la verja es azul pero le acude a recoger un coche rojo. Es decir, de la verja para adentro comienza el mundo frívolo y perverso, de él depende adentrarse o darle la espalda. Igual pasa en otras escenas, donde aparecen ambos colores, señalando sutilmente que es uno de esos momentos donde uno se la juega con la decisión que tome. Como dicen los anglosajones: “el diablo está en los detalles”, así que en cualquier momento puede aparecer el detalle que nos lleve a tomar una mala decisión.

               El final de la película no puede ser más cruel: Cruise le cuenta a su esposa que se ha adentrado en ese mundo frívolo y perverso, con infidelidad incluida. Ella lo encaja bien, en silencio, afloran levemente las lágrimas pero traga saliva y le dice que la hija de ambos quiere que la lleven a hacer compras de navidad. Y allí terminan, de nuevo en el mundo banal de las compras, con luces de arco iris incluidas (pero los tres llevando azul, metidos en su papel de mostrar al mundo que son una familia feliz o tal vez resignados a ello porque Cruise es consciente que nunca llegará a ascender más allá: él viste abrigo azul, la niña sombrero y abrigo azul y la madre, jersey de cuello alto azul), y la niña eligiendo una muñeca rosa-roja entre estrellas de Isthar, mostrando que su futura filosofía de vida se ajusta a la mentalidad de su madre, ser una mujer florero, deseada, que siga manteniendo esa hoguera de las vanidades que es la sociedad actual en la que en el fondo se siente totalmente insatisfecha. Para Kubrick el matrimonio no deja de ser un mero matrimonio de conveniencia donde unos obtienen sostén social, otros compañía y status, así como descendencia, una mera transacción económica más y puros convencionalismos sociales.




                         También se ha hablado mucho de los distintos osos que aparecen en la película, uno enorme que tiene una muñeca rubia y sexy en su regazo y que simbolizaría la sexualización de las adolescentes y preadolescentes por los adultos, hoy día. No entraré en este tipo de análisis, si bien vuelve a aparecer este asunto en otra película de Stanley Kubrick, en famoso “El Resplandor”.

          De igual forma, estos convencionalismos sociales se evidencian bien, de nuevo en otra escena de otra película de Kubrick, La Naranja Mecánica. Una vez que está totalmente escayolado en el hospital, tras haber intentado suicidarse, van a visitarle llenos de hipocresía los padres que le dieron la espalda, renegaron de él y cortaron todo contacto, así como el Ministro del Interior que ordenó someter a Alex al traumático tratamiento-terapia para erradicar sus comportamientos violentos (Tratamiento Ludovico), evitando toda responsabilidad al argumentar que se limitó a seguir recomendaciones del equipo de expertos que le asesoraban. Por su parte, en la Chaqueta metálica vemos cómo el sargento  pretende hacer de los jóvenes cadetes, "hombres de provecho", aplicándoles métodos de bullying como es la humillación pública y constante, la crueldad innecesaria, ponerles motes humillantes, hacerles comportarse como inmaduros adolescentes cantando coplas burdas, ridiculizarles constantemente, gritarles a doce centímetros de su nariz o dejarles claro que ni quiere oír sus ideas ni las aprecia. Al contrario, premia la crueldad entre compañeros, que se limitan a repetir el comportamiento de su oficial superior. Y luego la sociedad se escandaliza de los disparos en cualquier ámbito social norteamericano, incluyendo colegios y universidades.




             Así como en Eyes Wide Shut me ha pasmado el uso que Kubrick hizo de los colores, debo admitir que en El Resplandor me llamó mucho la atención el mensaje de los espejos que da a entender a lo largo de toda la película. Sirva de ejemplo la escena del “red rum” que va repitiendo el niño y que al ver el reflejo, dice “murder”, “asesinato” (por cierto que de nuevo, si observamos, la madre lleva una bata azul)




                Las mismas gemelas –reconozco que hay un hotel en un lugar de Galicia que no diré, pues el personal es encantador, pero admito que sus pasillos daban miedito y la sensación de que una se iba a topar con estas niñas en cualquier giro de corredor- son ligeramente distintas, con una algo más alta que otra y los lazos anudados de manera distinta. Si caemos en el detalle, mientras que la película nos las muestra como unas inquilinas más, la niña de la izquierda pone su mano por encima de la de la derecha pero una vez que ya las hemos visto salvajemente asesinadas, es la niña de la derecha la que pone su mano por encima y parece ser una imagen simétrica de la anterior. ¿Nos trata de decir Kubrick que como Alicia, ese mundo del hotel de El Resplandor se encontraba dentro del espejo, de la mente del niño y del padre, en un muro paralelo y ficticio? Por cierto que el escritor de la novela, Stephen King, detesta el film porque cree que Kubrick lo distorsionó, desviándose de su obra.



 

                De todas formas, dado lo compleja que es cada película, pues es sabido que Stanley Kubrick nunca dejaba nada al azar y de hecho llegaba a repetir hasta la saciedad la grabación de cada escena (el propio Cruise, con la presión y tensiones del rodaje llegó a desarrollar una úlcera que pidió que se ocultara por todos los que conocieron su enfermedad), prefiero centrarme en esa película y, tal vez en 2001: una odisea espacial, así como en otros detalles de otras películas del director, en otra entrada más adelante. 

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