sábado, 23 de julio de 2022

Los Dromedarios son animales del Ártico

No, no es que haya perdido la cabeza al hacer semejante afirmación, sino que la Naturaleza, que nunca deja de sorprendernos, nos ha dado una nueva lección y un nuevo golpe bajo a nuestra prepotencia, creyendo el ser humano que lo sabe todo cuando lo cierto es que tenemos muy pocas cosas que podemos dar por totalmente ciertas.

Para esta nueva cura de humildad debemos trasladarnos al fiordo de Strathcona, en Ellesmere Island, Nunavut, en pleno Círculo Polar Ártico, a escasos cientos de kilómetros del Polo Norte, al año 2006. Durante una campaña de exploración efectuada en el breve verano ártico, cuando las temperaturas hacen desaparecer el hielo y el permafrost de la tundra se descongela, un equipo de científicos del Canadian Museum of History encuentran lo que parece ser un fragmento de madera fósil (hallazgo relativamente común en la zona) pero que al analizarla con más detalle permite suponer que es en realidad parte de un gigantesco hueso largo.


        Sorprendidos, se centran en acotar la zona y efectuar un reconocimiento superficial reuniendo un total de treinta fragmentos de hueso tal vez de un mismo animal que debió tener dimensiones superiores al del ser humano. Y está fósil, lo que les lleva a descartar a animales actuales como un buey almizclero, un ejemplar grande de reno, etc. 

       Al digitalizar los fragmentos y manejarlos a modo de puzle virtual, descubren que todos los 30 fragmentos eran parte de una enorme tibia (un hueso de la pata trasera de un animal bastante grande), así que creen que pueda tratarse de algún dinosaurio aún desconocido para la Ciencia, pero tras efectuar técnicas de datación de muestras recolectadas en el lugar, en el mismo sedimento de los enormes huesos, resulta que geológicamente hablando se encontraban en la llamada “Edad de los Mamíferos”, mucho después de que los dinosaurios desaparecieran de la faz de la Tierra. Entonces, ¿qué animal fue aquel cuyos restos se habían encontrado?

Se tuvo que esperar aún unos años después para que se encontraran nuevos restos, esta vez más completos, que permiten determinar que se trata de algún ancestro gigantesco un mamífero de pezuña hundida (agrupan a vacunos, cérvidos, cerdos y jabalíes, cabras… ). Afortunadamente el permafrost había conservado la materia orgánica y retrasado su descomposición y fosilización, de modo que los científicos del laboratorio pudieron extraer de las muestras, restos de colágeno lo suficientemente bien conservado para que los análisis genéticos (“técnica de identificación por huella de colágeno” dado que cada especie animal posee un patrón único y distinto) mostraran que estaban estrechamente emparentados, de todos los mamíferos de pezuña hundida existentes actualmente, concretamente con los camélidos.


Parte de los huesos hallados y reconstrucción del animal.

 

Lo más sorprendente es que estos enormes camélidos árticos (por el tamaño de su tibia, en comparación con tibias actuales indican que eran un 30 % más grandes que los camellos de mayor envergadura actuales conocidos; pesaría cada ejemplar una tonelada o algo más) tenían adaptaciones para el hielo que aún hoy siguen manteniendo sus descendientes: gran reserva de líquido para aquellas etapas de escasez de agua líquida; pelo denso y compacto que protege contra el frío y patas provistas de dos dedos fofos y blandos que al pisar se aplasta como si fuera un cojín de agua para evitar que el animal se hundiera en el hielo haciendo un efecto similar a las raquetas de nieve que usamos los humanos.

Este camélido ártico (no se sabe si más parecido a un camello o a un dromedario, es decir si con una o dos jorobas) tiene unos 3,5-4 millones de años, ubicándose temporalmente en el Plioceno (5-2,5 millones de años). A mitad de este periodo, el clima era benigno y había grandes praderas con fieros depredadores como el tigre “dientes de sable”, hienas de mayor tamaño que las actuales o los osos cavernarios; entre los herbívoros se encontraban los grandes ciervos de enormes cornamentas, caballos primitivos, rinocerontes o grandes elegantes, entre otros. Cerca del yacimiento de este camélido se han hallado restos de árboles y otras plantas, así como sedimentos propios de ciénagas.


Los análisis isotópicos efectuados por el equipo científico canadiense (al final de esta entrada se facilita la publicación científica, en inglés) muestra cómo hacia la mitad del Plioceno, cuando vivieron estos camélidos árticos, las temperaturas fueron más cálidas que antes y después, favoreciendo un desarrollo de las especies que allí habitaban. Nada hacía presagiar la glaciación que estaba por llegar.

Sin embargo conforme el Plioceno iba evolucionando, las estaciones fueron haciéndose más acusadas (veranos más secos, otoños más húmedos e inviernos cada vez más fríos y largos; casi como hoy día, ¿estaremos caminando hacia una nueva glaciación?). Los animales, para adaptarse a las nuevas condiciones comenzaron a desarrollar cada vez más pelaje y envergadura para desarrollar una capa de grasa subcutánea aislante del frío que se iba volviendo más acusado.


       Al final del Plioceno se originó la llamada “Edad del Hielo”. Las temperaturas descendieron drásticamente congelándolo todo, de modo que los especímenes que sobrevivieron a las gélidas condiciones, se desplazaron cada vez más hacia el sur (el Mar de Bering era un vasto territorio conformado por miles de capas de hielo tan compactas que resultaban sólidas como un suelo de tierra, de igual forma que ocurre hoy con la Antártida, por ejemplo.

Los supervivientes que cruzaron el congelado estrecho de Bering hacia el continente americano terminaron desplazándose cada vez más hacia latitudes más cálidas. Serán los ancestros de los camélidos tales como las vicuñas y llamas de los Andes. Por su parte los que cruzaron hacia el continente euroasiático hicieron lo propio dando lugar, miles de años de evolución después, a los camélidos de los desiertos africanos y asiáticos (esto se supone, pues hasta la fecha el registro fósil de restos encontrados hace que los paleontólogos sostengamos que los camélidos evolucionaron a partir de ejemplares de Norteamérica, hace unos 45 millones de años, si bien es posible que este camélido ártico sea un eslabón más cercano a las especies actuales de camélidos).

Una vez en estos lugares tan drásticos de humedad y temperatura como son los desiertos, las adaptaciones que estos animales habían heredado de sus ancestros resultaron salvarles de la extinción en los desiertos pues podían reservar agua en sus cuerpos el tiempo suficiente para que se den nuevas lluvias o puedan encontrar un oasis, su denso pelaje evita que el sol les queme la piel a la vez que evita una sudoración excesiva que los deshidrataría y sus curiosos pies adaptados a no hundirse en nieve y hielo, son ideales para caminar sobre toneladas de arenas sueltas.

Esta historia se cuenta brevemente en el siguiente vídeo (en inglés), por la paleontóloga del Canadian Museum of Nature, Natalia Rybczynski:


Y la publicación científica correspondiente puede ojearse haciendo clic aquí (y descargarlo en pdf haciendo clic en el botón “pdf available”, esto es “pdf disponible” que aparece en el enlace anterior (está en inglés). Recuérdese que en inglés “camel” es dromedario, no camello.

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