sábado, 29 de marzo de 2014

Destruid el Partenón


    Posiblemente una de las imágenes más evocadoras de la antigüedad es la de la acrópolis de Atenas, con las ruinas del magnífico Partenón y el templo de las Cariátides, increíblemente blancas, presidiendo la colina a cuyos pies se ubica la actual capital de Grecia. 
      El edificio del Partenón fue realizado por los arquitectos Ictino, Calícrates y el escultor Fidias en tan sólo nueve años (447-438 a.C.), albergando en su interior una estatua de doce metros de altura de la diosa Atenea, patrona de Atenas, cuya lechuza se mostraba en las monedas de esta ceca griega. Se construyó fundamentalmente con elementos dóricos y, en menor medida, algunos jónicos.
   Presenta en sus dimensiones el conocimiento que la antigua Grecia tuvo de las matemáticas como expresión de las proporciones y de la belleza. Aquí está inmortalizado el número áureo, pero también otros efectos ópticos. Así, si nos situamos a escasos metros de la fachada y observamos los escalones o las columnas comprobaremos que las rectas pasan a ser curvas, las paralelas se convierten en rectas divergentes pero todo en su conjunto crea un efecto perfectamente geométrico. En la imagen he señalado mediante rectas rojas las líneas que se pueden trazar en el edificio y, en azul, las que deberían haberse hecho de buscar el perfecto paralelismo o los 90 grados (perpendicularidad). Aún con estos “defectos” intencionados, el resultado es perfecto. Son muchos los que hubieran dado lo que les pidieran por haber llegado a presenciar este magnífico edificio intacto, tal cual fue en su día.

  Pues bien, ¿qué pasaría si les dijera que el Partenón permaneció intacto hasta 1687?. Lo cierto es que, conscientes de la admiración que el mundo occidental sentía por este majestuoso edificio, emblemático de la etapa de Pericles (s. V a.C.), las tropas turcas que habían tomado la ciudad decidieron usarlo como polvorín (almacén de armas y pólvora). 
   Por entonces era usado como mezquita ya que tiempo antes, con la llegada del cristianismo, el templo a Atenea pasó a ser una iglesia bizantina. 
   Durante las peleas por el dominio de la ciudad, una de las bombas venecianas fue a parar al Partenón y, acrecentada por el contenido que los turcos almacenaban en el edificio, voló todo por los aires, quedando en el lamentable estado en que hoy día se encuentra. 
   Aprovechando los desperfectos, a comienzos del siglo XIX Thomas Bruce Elgin –entonces embajador británico en Estambul- mandó para Inglaterra gran cantidad de restos decorados, entre los que se encontraban parte de frisos, frontones y métopas que pasaron a formar parte de los fondos del Museo Británico. Desde entonces la polémica está abierta pues si bien existen partidarios de devolver las piezas a Atenas tras la II Guerra Mundial, para que se visiten donde fueron creadas, hay otros que consideran que han sido protegidas durante todo este tiempo y que, de no haber estado en el museo Británico, hoy posiblemente formaran parte de diversas colecciones privadas de todo el mundo.

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