lunes, 31 de marzo de 2014

La muerte de Ricardo Corazón de León


    Estamos en el siglo XII, época de las Cruzadas, nombre dado a las campañas militares de los ejércitos cristianos de los diversos reinos europeos occidentales, con el fin de arrebatar a los sarracenos los enclaves en los que transcurrió la vida de Jesucristo. 
   Son numerosas las órdenes de caballería que se crean en esta etapa histórica, muchas de ellas adquiriendo tal renombre y fama que su denominación perdura aún en nuestros días. Son distinguibles por las coloraciones de sus emblemas: la orden de los caballeros Teutones, con la cruz paté negra sobre fondo blanco; la orden de los Templarios, cruz paté roja sobre fondo blanco; la orden de los caballeros del Santo Sepulcro, cruz latina roja sobre fondo blanco; la orden de los caballeros de San Juan de Jerusalén (eternos rivales del Temple, en España), cruz paté blanca sobre fondo negro; entre otras. Esta última orden se instaló en Malta a partir de 1530 dando lugar a una nueva orden caracterizada por una cruz paté blanca sobre un fondo rojo, pasando a ser conocida como Orden de Malta.

    Los caballos usados por los caballeros de estas órdenes eran cuidadosamente seleccionados entre aquellas razas de gran resistencia, estabilidad y porte. Podían costar una auténtica fortuna y con frecuencia llegaban a ser para sus dueños tan inseparables como uno de sus hermanos. 
  Durante las distintas contiendas entre árabes y cristianos en Tierra Santa hubo caballeros que se arruinaron o que se vieron obligados a regresar a sus tierras, por motivos familiares o como consecuencia de las heridas sufridas en batalla. Muchos de ellos vieron una alternativa a su lucha, en las batallas a favor del cristianismo en la Península Ibérica, donde se estaba llevando a cabo la conquista de territorios otrora en manos cristianas y entonces en poder del Islam.
    De esta manera se instalaron en territorio peninsular las órdenes del Temple, de los Hospitalarios y otras en menor número. Con el tiempo, fueron fundándose, a la sombra de estas grandes, otras autóctonas que fueron ganando adeptos –la orden de Calatrava, de Alcántara, de Montesa,...- y fama. Pero de todas ellas, la que mayor poder acaparó en relativamente poco tiempo fue la de los templarios.
  Llegaron a destacar tanto en batalla que pronto fueron un ejército que todo rey cristiano deseaba para sí en su bando, capricho que con frecuencia salía caro. De esta manera en apenas 10 años llegaron a poseer un alto porcentaje del territorio europeo, además de grandes sumas de dinero e influencias, pues los hidalgos nobles de las grandes familias europeas poseían con frecuencia algún hijo dentro de esta orden. Así que, con frecuencia los reyes cristianos solían sentirse marionetas en manos de los maestres templarios, situación que les incomodaba sobremanera. 
    Pues bien, tal fue el malestar que causaban, que cuando el rey Ricardo I de Inglaterra, “Corazón de león”, fue herido mortalmente por una flecha en el sitio del castillo de Châulus en 1199, al ser instado por un fraile a renunciar a la ambición, avaricia y lujuria, con el fin de marchar en paz de este mundo, respondió públicamente: ¿Habéis oído lo que me acaba de decir este hipócrita...? Pues bien, voy a hacerle caso: dejo mi ambición a los templarios, la avaricia a los monjes y la lujuria a los prelados.  No puede decirse que el monarca tuviera al clero en muy buena estima.

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