Este año de 2014, la ciudad
de Toledo se viste de gala en conmemoración de uno de sus habitantes más
ilustres, el gran pintor Doménikos Theotokópoulos; más conocido
como El Greco.
Fue un artista de tal fuerza que se atrevió a criticar la obra de Miguel Ángel por sus licencias paganas (ver). He
querido elegir el IV centenario de la muerte del pintor para señalar alguna de
las cuestiones que me surgen en lo relativo a la obra del artista. Hay preguntas que siguen siendo motivo de polémica e interpretaciones dispares, por ejemplo, el hecho de que la representación de sus personajes, tan
característicamente alargados, pudiera responder, o no, a algún tipo de defecto en la
vista que tuviera Theotokópoulos, por lo que pudiera no ser consciente al representar a sus personajes bastante más estilizados de lo que en realidad
eran.
La primera cuestión que quiero resaltar es la de la curiosa postura de la mano en la pintura “el
caballero de la mano en el pecho”. Diversos historiadores y libros de arte
han considerado esa postura como un signo de honor del personaje (y el poder de su palabra
dada). Es posible...para ese cuadro concreto. Pero, como decían en una serie
policíaca: “una vez es casualidad, dos puede ser coincidencia, tres es ya una
evidencia", y ese mismo gesto, tan inusual y poco natural (los dedos corazón y anular juntos
pero separados del resto) es algo recurrente en la obra del pintor. Algo
debería significar, digo yo. Porque en otros cuadros suyos son numerosos
los personajes cuyos dígitos se disponen de manera más natural
(“La Sagrada Familia”, “El Entierro del conde Orgaz”, “La dama de armiño”, las
imágenes de San Sebastián, el niño con la cerilla, el apóstol Santiago, el
cardenal Fernando Niño de Guevara, San Ildefonso, etc), o incluso otros personajes que acompañan a los que muestran esa peculiar posición de sus dígitos en alguna de sus obras.
Otro detalle que me
sorprende es que, en el caso en que las manos aparecen con esa curiosa posición
de los dedos, esa mano aparece desproporcionadamente grande en comparación con
el rostro de la persona, lo que me respalda en la idea de que para el pintor dicho gesto era
lo sobradamente importante como para resaltarlo. Baste observar las
proporciones del caballero de la mano en el pecho...
Dejando esto a un
lado, hay otra duda que me surge en la obra del Greco. Sabemos que
durante años habitó en la ciudad de Toledo, con lo cual tuvo tiempo suficiente
para conocer cada uno de los recovecos de la urbe. Más aún siendo pintor. Pero,
sorprendentemente, en una de las representaciones que hizo de la ciudad,
deliberadamente cambió determinados edificios de la ubicación que en realidad
poseen. ¿Por qué lo hizo?. Me estoy refiriendo al cuadro conocido como “vista
de Toledo” (1587), que actualmente puede verse en el museo metropolitano de
Nueva York.
Lo primero que llama la atención del cuadro es la exagerada
vegetación, más propia de la cornisa cantábrica que de los áridos entornos de
Toledo. Los principales edificios, tales como el Alcázar o la Catedral aparecen
destacados por un cielo que amenaza tormenta. A la izquierda, se distingue el
castillo de San Servando, correctamente emplazado, pero no así los grandes
edificios que posee a sus pies y que no han podido ser identificados, creyendo
muchos que fue un añadido del autor para realzar el carácter imperial de
Toledo, capital del imperio español hasta 1567 y ya en su día capital del
imperio visigodo. Los relieves han sido exagerados (por ejemplo, la pendiente
que desde el Alcázar, desciende hasta el río) y algunos elementos, como se ha
mencionado, se han cambiado de lugar. Es el caso de la torre de la Catedral,
que figura a la izquierda cuando en verdad se encuentra a la derecha del
edificio principal, si lo observamos desde la posición escogida
para ver dicha vista de la ciudad retratada en el cuadro (la ciudad vista desde
el norte).
El mérito de este cuadro es que posiblemente sea el precursor del
estilo paisajístico, siendo el primero que se conoce del arte español.
Curiosamente, con posterioridad realizará su obra “vista y plano de Toledo” en la que la ciudad ya aparece centrada (no desplazada a la derecha, como en
“vista de Toledo”) así como el fiel retrato de cada edificio, con sus medidas y
emplazamiento correspondientes. Lo más curioso es que en el propio cuadro, abajo
a la derecha, se representa a un adolescente sosteniendo el mapa de la ciudad.
¿Quizás alguien le reprochó las libertades artísticas que se había tomado en su
anterior obra y quiso así “demostrar” la exactitud de su dibujo de Toledo?.
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