martes, 10 de febrero de 2015

La tumba de un príncipe celtibero


      Ya en otra entrada me refería a la sepultura de un príncipe ibero o de un personaje aristocrático de importancia en la sociedad ibera, aquí. De paso aprovechaba para comentar igualmente la tumba de un alto aristócrata tartesio, mostrando una imagen de la reconstrucción de una de las sepulturas de la necrópolis de La Joya (Huelva), donde el difunto yacía incinerado dentro de un cofre sobre un bello carro, econtrándose cerca braseros, perfumadores y otros objetos decorados con flores de loto (nenúfar). En esta ocasión, hablaré de la sepultura de un personaje importante en la sociedad celtibera, en uno de los territorios que más quebraderos de cabeza dieron al imperio romano por la fuerte resistencia que pusieron a ser invadidos y controlados por Roma.
       Como se mencionó en otra entrada (aquí) para los celtiberos era una desgracia no morir luchando y por ello se han preservado pocas tumbas de jerarcas celtiberos con un ajuar que permitiera deducir cómo vestían y qué grado de refinamiento tenían en su día a día. Posiblemente por ello se ha tendido a ver a los celtiberos como gentes algo bárbaras, sin apenas preocupación por el aseo personal y por productos de distinción y lujo, ya que posiblemente estos elementos acabaron siendo pasto de las llamas al ser incinerados o repartidos entre familiares y personas cercanas, tras morir. También debemos “agradecer” a Julio César esta visión tan poco refinada de los pueblos celtiberos, al hacer una perfecta labor desinformativa y de manipulación al hablar de estos pueblos con los que guerreó.  Pero si tratamos de dejar a un lado esa mala influencia y prestamos atención a los escasos hallazgos que nos han llegado, veremos que era un pueblo altamente jerarquizado y, como cualquier hijo de vecino, con gusto por los buenos productos.

   En la imagen se observa un mapa que da idea de lo que costó la conquista del territorio a los ejércitos romanos, así como una cerámica y unos bastones de mando encontrados en Numancia, la capital del territorio celtibérico (actual Garray, Soria).

   Si nos fijamos en las cerámicas, se representan a sí mismos de lo más arregladitos, muy lejos de la visión de semibárbaros dejados, vistiendo burdas pieles de oveja. con la que nos deleitó Hollywood basándose en los escritos de Julio César. De hecho, calzan botines, visten pantalones hasta la rodilla ceñidos por anchos cinturones, posiblemente chalecos, y prendas con tachuelas (detalles de metal); es muy probable que llevaran la parte posterior de su cabeza tapada con cuero, dejando el rostro al aire, y coronaban su cabeza con cascos con adornos (aquí podemos ver alguno). En este sentido, encuentro que la serie “Hispania” representa a Viriato (en la imagen), caudillo lusitano que tenía grandes lazos de apoyo mutuo con Numancia, y por tanto con el mundo celtíbero, vestido a la usanza ibera, no celtibera. Y creo que es un error porque no me imagino a Viriato con la faldita, en lugar de con pantalones hasta la rodilla, que estimo que sí vestía. E incluso los iberos, en ocasiones vestían esos pantalones (ver aquí para más detalle), de acuerdo con la estatuaria conservada.

   Además, los celtiberos en sus celebraciones religiosas solían vestirse a imitación de diversos animales adorados por ellos, tales como buitres (atando palos a sus brazos), toros (portando máscaras), ciervos (coronando su cabeza con astas de estos animales), caballos (adornando sus cuerpos con adornos similares a los que llevaban estos animales), etc. Y todo ello, siempre añadido a sus trajes con esos inconfundibles pantalones y botitas bajas.

     Las mujeres, por su parte, parecían vestir una falda con delantal y con adornos en cada pecho. Se adornaban con anchos brazaletes en los brazos y varios collares simples. Respecto al peinado, tal vez sea coincidencia que las dos representaciones que nos han llegado de Numancia (en la imagen) tengan pelo corto (o tal vez recogido). Al igual que los hombres, ceñían sus cinturas con anchos cinturones. Entre los adornos, eran comunes los anillos, pulseras, torques y brazaletes (en las mujeres, de brazo, no de muñeca; en los hombres al contrario), hebillas con caballos y lobos, etc. Los hombres solían adornarse con elementos útiles en batalla o que le conferían más fuerza y resistencia en todos los sentidos (adornos con ciervos como en el pectoral de Tiermes mostrado en la imagen abajo a la derecha, caballos, colgantes fálicos, …).

   Todo ello, como digo, debemos extrapolarlo de las figuraciones que ellos mismos realizaban de su sociedad ya que, con frecuenci,a los restos de los guerreros eran dejados en una colina sagrada para que los buitres limpiaran los huesos, que eran posteriormente incinerados y enterrados junto con sus armas inutilizadas (como se muestra en la imagen). Con frecuencia solía colocarse una piedra, estela, o incluso un pequeño menhir junto a la urna funeraria. No obstante, de vez en cuando la casualidad da una alegría, arrojando algo de luz con nuevos hallazgos que completen nuestro conocimiento de estas sociedades, desterrando falsos mitos. Tal es el caso de la necrópolis celtibera de Navafría (Maranchón, Guadalajara) que ha facilitado un bello collar con aves (en la imagen anterior).
   El celtibero parecía sentir una predilección por el cobre, más barato que el oro y abundante en suelo peninsular pero que brillaba como el sol. El problema es que los detectores de metales (ilegales en España) han favorecido el expolio de todos estos elementos, contribuyendo así a que se siga teniendo una idea del pueblo celtibero como poco dado al arreglo personal y que creo  no es cierta.
  En la imagen se muestran distintos detalles de una tumba celtibera, así como uno de tantos santuarios al aire libre en los que posiblemente dejaban los cuerpos de los guerreros caídos en la lucha o donde incineraban posteriormente sus huesos, junto con las armas ya inservibles.




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