miércoles, 18 de febrero de 2015

La UME y el regreso a los orígenes


         Aún no se han borrado de la retina de los españoles las imágenes de los efectivos de la UME o Unidad Militar de Emergencias de España rescatando a numerosos conductores y familias atrapados por una repentina y copiosa nevada en el norte de nuestro país. Y hablando de ellos, los informativos hacían hincapié en que precisamente se cumplían diez años desde la creación de esta unidad. Sin embargo, si echamos una mirada atrás, nos preguntaremos, ¿realmente es tan novedoso este cuerpo?.



            Que la UME realiza una tarea encomiable no lo discute nadie. Basta ver las imágenes aludidas de la abundante nevada que ha paralizado el norte de España para comprobarlo, o esperar a la llegada del verano para encontrar a estos militares realizando actividades en los bosques o acudiendo a apagar incendios forestales (de los que por desgracia una alta mayoría son provocados).
            Sin embargo, por extraño que resulte encontrarse a militares realizando tareas forestales desbrozando el monte en lugar de estar en ejercicios militares con tácticas de combate, se sorprenderá el lector al saber que estas tareas campestres están más asociadas al ejército de nuestro país de lo que cabría esperar.

       De hecho, en la Edad Media existía un servicio militar conocido con el nombre de “azaría” o “acería” realizado por distintos pueblos de nuestra geografía que se encontraban ubicados en zonas peligrosas, fronterizas o próximas a los territorios ocupados por los “moros”. Las tareas que se realizaban eran precisamente de protección del monte, de su limpieza y vigilancia de una tala razonable que no supusiera un peligro para la futura permanencia y pervivencia del bosque.


     Igualmente de esta época y en relación con los ejércitos, procede la expresión “bagaje” que actualmente usamos para denominar a la carga emocional y de vivencias que acarreamos a lo largo de la vida, pero que inicialmente designaba al equipo militar y el conjunto del equipaje que los ejércitos desplazaban a su paso. Y es que existió una norma denominada “contribución de bagajes” que obligaba a todos los habitantes de las localidades por las que marchaban los ejércitos a acudir en ayuda de éstos con carros, animales de carga y todo aquello que poseyeran y pudiera ayudar a transportar heridos, armas, enseres, etc hasta llegar a otra localidad que les sustituyera en el transporte. Como se imaginará el lector, esta obligación acarreó muchos problemas ya que, a pesar de que el ejército solía dar una bonificación monetaria a estos transportistas obligados, muchos protestaban ante las autoridades debido a que ese pago no cubría el dinero perdido por dejar de realizar sus jornales y tareas en el campo cuando acudieron a auxiliar a las tropas militares.  Por si esto fuera poco, como venía siendo habitual, los inquisidores y sus familiares cercanos, eclesiásticos, nobles y regidores quedaban exentos de cumplir esta obligación. Y es que siempre hubo clases y favorecidos…


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