Este año se celebra en Almería el
milenio del Reino de Almería durante la etapa musulmana, en la que se construyó
la alcazaba, segunda más grande tras la Alhambra de Granada,
para defender el principal puerto del Al-Ándalus omeya. Sin embargo, en medio
de todos estos festejos y celebraciones ha pasado desapercibida la existencia
de una auténtica ciudad subterránea bajo esta urbe; por su
estado de abandono son muchas las voces que se están alzando con el fin de
frenar su progresivo deterioro que amenaza con la pérdida definitiva. Por esta
razón y desde aquí, me uno a esas voces para darla a conocer y fomentar su
protección.
La
ciudad de Almería sufrió más de cincuenta bombardeos durante la Guerra Civil española, así que
como en otras ciudades se pensó en la necesidad de refugiar a la
población civil bajo tierra. Sin embargo, a diferencia de otras ciudades, en
Almería el arquitecto Guillermo Langle se ofreció para construir una red subterránea
bajo la urbe a la que se pudiera acceder desde cualquier punto y que permitiera
recorrerla bajo tierra, es decir, una auténtica ciudad subterránea. En la
imagen, dos detalles de los bombardeos y casas afectadas, con la Alcazaba como telón de
fondo.
Precisamente
entre las provincias de Málaga y Almería ocurrió una de las mayores masacres acaecidas
durante la Guerra Civil.
La ciudad de Málaga, fuertemente republicana, fue duramente bombardeada, lo que
motivó que cientos de ciudadanos cogieran los pocos pertrechos que pudieron junto a
sus hijos y familiares y huyeran por la carretera costera en dirección a Almería,
ante la inminente entrada de las tropas franquistas en la ciudad, en lo que se
denominó “la espantá” malagueña.
Cuando
amaneció el 8 de febrero de 1937, los rayos del sol se encontraron con una
extensa columna humana de cerca de 120.000 malagueños cubriendo la carretera
Málaga-Motril-Almería, controlada por el Ejército Popular Republicano. Los
franquistas ya habían tomado Málaga, no había vuelta atrás para los
miles de personas que avanzaban dirección a la ciudad de Almería, cuando de
pronto un zumbido lejano al principio y más tarde un ruido infernal trajo
consigo los peores temores. La columna humana fue atacada y bombardeada por mar
y aire, tanto por el ejército franquista español como por tropas fascistas
italianas que actuaban como unidades de apoyo. Las bombas caían en todas
partes, desde todos los lugares, tanto desde aviones que sobrevolaban la extensa
columna como desde los barcos de guerra que desde el litoral barrían la
carretera, fácilmente identificable por la cantidad de gente que se apelmazaba
en ella. Las ametralladoras en distintos puntos, a pie de tierra, se unieron al
desastre. Los automóviles y autocares ardían y estallaban dañando a los más
cercanos con las ondas de choque y fragmentos que salían lanzados a gran
velocidad en todas direcciones, los animales de carga aterrados salían en
desbandada arremetiendo contra todo el mundo, la gente trataba de huir pisando
y empujando a los que entorpecían su camino… Fue una masacre mayor que la de
Guernica (Gernika). Los civiles abatidos se contaron por millares,
fundamentalmente mujeres y niños, muchos de ellos muertos por aplastamiento o
atropello.
Con
todo, numerosos malagueños lograron refugiarse tras los muros de la alcazaba de
Almería. Era un preludio de lo que ocurriría. La ciudad cada vez estaba más
desbordada de refugiados republicanos llegados de todas partes y las medicinas
y alimentos comenzaban a escasear. No había tiempo que perder. Los obreros,
guiados por las pertinaces órdenes del equipo de arquitectos dirigido por
Guillermo Langle Rubio construyeron la Almería subterránea, una red de túneles
interconectados, construidos entre los 9 y 16 metros de profundidad,
con 4. 563 metros
de longitud en los que guarecer a toda la población civil. Tres meses después de
la masacre de la “desbandá”, el 31 de mayo de ese sangriento año de 1937, llegó
el momento más duro de la urbe al ser bombardeada por los alemanes, lanzando
más de doscientos obuses sobre la ciudad durante cuarenta interminables
minutos. La ciudad subterránea cumplió su cometido. Construidos sus muros en
hormigón, resistió bien las ondas de choque de los impactos superficiales. Almería se convirtió en la última ciudad republicana en ser tomada, cayendo el
29 de marzo de 1939.
En
la imagen, detalle de un avión realizado por algún refugiado anónimo en la
pared (izda) y distintos aspectos de los túneles, con bancos adosados a las
paredes, así como pequeños quirófanos cada cierto tiempo. Según los autores
consultados, existieron entre 66 y más de 100 accesos a esta Almería
subterránea conformada por la red de túneles.
Una
vez finalizada la guerra, el dictador general Francisco Franco mandó abandonarlos,
cegando en parte sus entradas. Hace unos años se trató de recuperar esta
curiosa ciudad subterránea, construyéndose tres espacios museográficos, con
pantallas explicativas que han ido abandonándose, sin reparar las averías
aparecidas.
Soy
consciente de que la Guerra Civil
es un tema que aún hace sangrar bastantes heridas a numerosas personas. Sin ir
más lejos, un vecino de Almería me relataba en una comida cómo perdió a uno de
sus familiares, en las trincheras de Granada. Simplemente, me contó, les dijeron
que su unidad se quedó dormida y no amaneció. Murió congelada. A día de hoy no
tiene tumba donde llevarle flores. Son historias comunes en ambos bandos. Sin
embargo no creo que la mejor solución sea mirar hacia otro lado e ignorarlo,
dejando que se caigan por abandono. Aunque duela, hay algunas atrocidades que
conviene mantener en el recuerdo, simplemente para evitar que se repitan. Por
eso apoyo a la asociación “Amigos de la Alcazaba” de Almería en su empeño por seguir
conservando esta red de túneles y sus museos.
De
los 4,5 km
de longitud, únicamente se conservan 965 m, siendo visitables 756 m de ellos.
En
la imagen, detalle del avión realizado por algún refugiado en uno de los
túneles, junto a una fotografía de uno de ellos tomada en la costa de Almería y
granada de la Guerra Civil
encontrada en un paraje de Berja (Almería).
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