En una entrada anterior concluía señalando la extraña relación que unía al bello cuadro Melancolía I de Durero con la no menos
maravillosa Sagrada Familia de Antonio Gaudí.
Pues bien, ha llegado el momento de tocar este asunto, como le prometí a uno de los lectores que dejó su comentario allí.
Si
la figura de Antoni Gaudí y su mentalidad es francamente fascinante, no lo es
menos su inconclusa y magnífica obra, la iglesia de la Sagrada Familia, en Barcelona.
No es de extrañar que desde el momento mismo de su construcción el mundo
contuviera la respiración y acabara influenciado por el edificio en el que,
verdaderamente, nada está dejado al azar y es un cúmulo de simbolismo desde de
la primera a la última piedra.
Como
los antiguos maestros constructores del Medievo, Antonio Gaudí comprendió que
la elaboración de un templo sagrado cristiano equivalía a traer parte de la creación,
del mundo que conocemos, a esa parte de tierra de manera que cualquier persona que
analizara el templo pudiera obtener una visión del mundo y del Universo, así como de algunas de las leyes físicas que lo rigen. Para
ello, como los sabios de la
Antigüedad, se basó en un minucioso estudio de la naturaleza
y de las leyes que la regulan para extrapolarlas a las piedras de la futura iglesia.
De
esta manera llegó a tomar de la naturaleza parte de sus elementos
constructivos. Así, los dientes de león sirvieron de inspiración para los pináculos,
las margaritas y los bosques para el aspecto del interior de su iglesia, las caracolas
para sus escaleras y el propio macizo rocoso de la Sierra de Montserrat, para
una de sus cúpulas principales que se alzan hacia el cielo.
Seguramente
Antonio Gaudí y sus colaboradores debieron tener serias dudas acerca de cómo
transmitir los parámetros del mundo real que conocemos. En ese sentido debieron
verse reflejados con el ángel que, diversas herramientas en mano y alrededores de
distintos oficios, retrató Alberto Durero devanándose los sesos para conocer la
esencia de Dios en su cuadro Melancolía I
y cuyo simbolismo ya analizamos en otra entrada.
Pues
bien, se sorprenderá el lector al comprobar que parte de los elementos que
Alberto Durero añadió a su curioso cuadro están presentes en el monumento de
Antonio Gaudí. ¿No lo creen? Pues nada mejor como las imágenes para despejar
toda duda razonable.
Y
por tener, Gaudí se tomó la licencia de añadir a su obra un laberinto como los
presentes en otros santuarios sagrados, ya fueran prerromanos y con petroglifos,
o bien románico-góticos alzados sobre un antiguo dolmen, como en la catedral
francesa de Chartres. En el caso de la Sagrada Familia, el laberinto
se encuentra en la fachada de la
Pasión, cuyo conjunto escenográfico se ha de leer en forma de
S (¿velada referencia a las fuerzas telúricas representadas en culturas
prerromanas por un símbolo similar y la serpiente?), en la escena relativa a la
negación de Pedro. Las esculturas, como informan Albert Fargas y Pere Vivas,
fueron elaboradas por Joseph Maria Subirachs.
Así
las cosas, trasladémonos frente a la fachada de la Pasión (en la imagen), en
cuyas columnas Gaudí quiso expresar una atmósfera descarnada mediante la
imitación de cartílagos y huesos.
El
primer elemento evidente compartido por Gaudí con Durero y que salta a la vista
es un cuadrado mágico. Como en el cuadro de Durero, Gaudí lo añade como fondo,
sobre una pared. En la Sagrada Familia
acompaña a la escena del beso de la traición de Judas, como se muestra en la
imagen.
Como se
observa, todos estos elementos rodean a las puertas que en todos los idiomas se
plantea “¿Cuál es la verdad?” en la
Puerta del Evangelio, ante cuya entrada Gaudí situó a un
flagelado Cristo con el Alfa y el Omega
(Apocalipsis 22,13: “Yo soy el
alfa y el omega, el primero y el último, el principio y el fin”) coronando
la columna.
Uno
de los elementos que tengo en mis numerosas “tareas pendientes” es centrarme en
la inmensa simbología que se acumula en las maravillosas puertas de bronce del
Portal de la Fe
(Puerta de Getsemaní y Puerta de la Coronación), en un aparente galimatías que para
un buen entendedor, nada tienen de eso. Es precisamente en estas puertas donde
encontramos el resto de los elementos tomados del cuadro de Durero (esfera y
poliedro) e incluso la mención al mismo:
Además de otros curiosos
elementos, como un corazón con forma de hoja o de erizo fósil (equinodermo), una
llave o el detalle de la
Creación de Adán pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y
donde curiosamente la mano de Dios ha sido trazada recordando al Ojo de Osiris
de la milenaria cultura egipcia.
Como
vemos, nada en la obra de Gaudí es casual o meramente ornamental. Igual ocurría
en las ermitas e iglesias románicas entre las que nunca me cansaré de caminar descubriendo
siempre un elemento nuevo o un “mensaje” debidamente escondido a los ojos del mundo no iniciado.
Como siempre, me ha encantado su artículo.
ResponderEliminarMuy didáctico, entretenido y bien argumentado, ayudando a que apreciamos nuestro patrimonio.
Felicidades una vez mas y la ánimo a continuar.
Amparo Alcántara
Muchas gracias, Amparo, por sus palabras. Un saludo.
ResponderEliminarUno de los artículos que más me ha gustado hasta la fecha.
ResponderEliminarMe ha atrapado con su magia y la abundante información de esas curiosísimas concordancia existentes entre tres genios. He sentido por un momento la misma sensación que me invade al entrar en la Sagrada Familia: de ser un ser minúsculo y estar rodeada por algo muy grande que no acierto a comprender.
Grande, grande, Gaudí. Qué gran contraste entre la gran austeridad de su vida, rayana en la miseria, y la grandeza de su obra.
Lo dicho. Un placer. Te animo a seguir acercándonos a esas fuentes de saber puro y a animarnos a sentir la magia en tantos sitios de nuestro gran patrimonio.
Saludos
Muchas gracias, Minuciosa. Ciertamente parece que Gaudí quiso hacerle su pequeño homenaje a la obra de Durero, a la vez que actuó como un maestro de obras de una de las logias medievales del siglo XII, guardando su trabajo mucho paralelismo con cualquiera de las enigmáticas e iniciáticas iglesias románicas primero y luego góticas de nuestra bella y variada geografía española.
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