Esta pregunta es una duda que
suele plantearse y es que. si tenemos en cuenta los escritos de
numerosos cronistas latinos y grecolatinos, la ciudad de Cádiz fue fundada como
Gádir por comerciantes fenicios poco después de la caída de la mítica Troya (ya
comentada aquí).
He
aprovechado el puente de la
Hispanidad para pasar unos cinco días por El Puerto de Santa María, San Fernando y Cádiz
en general, para ver si puedo dar respuesta a una serie de
cuestiones históricas de las que posiblemente hablaré en alguna entrada futura,
visitando determinados monumentos y yacimientos arqueológicos que ya tengo anotados en mi hoja de ruta
(entre ellos, el Panteón de los Marinos Ilustres que salió a colación en una de
las entradas sobre Blas de Lezo).
Entre las
cuestiones que deseo analizar se encuentra, con prioridad, la pregunta que da paso a
este artículo.
De acuerdo con escritos latinos, la ciudad de Gádir se fundó tan sólo ochenta años después
de la caída de Troya, lo que sitúa tal fundación allá por el siglo XIII a.C.,
de manos de colonos tirios (de la ciudad de Tiro). Incluso estas
crónicas recogen cómo el legendario rey tartesio Argantonio ofrece a los tirios ayuda económica para ayudarles a resistir el sitio al que
fueron sometidas Tiro y otras capitales fenicias que finalmente terminaron cayendo
ante el envite de sus enemigos.
Con todo, la
ciudad de Gádir siguió prosperando y su templo a Hércules en una isla en las
aguas del Estrecho de Gibraltar se hizo tan importante que el propio general
cartaginés Aníbal acudió a hacer unas ofrendas al dios Melkart para que propiciara su viaje hacia
Roma, a la que llegó a sitiar tras convertirse en el terror de las legiones del
Imperio Romano, atendiendo a los escritos de Tito Livio. Verdaderamente debió ser
un templo con muy buenas “relaciones divinas”.
Detalle del mítico
templo de Hércules, en Sancti Petri (Cádiz).
El
problema llega cuando acudimos a los museos arqueológicos y encontramos que los
vestigios fenicios más antiguos hallados en la ciudad corresponden al siglo
VIII a.C., si no más modernos, aportando así poco respaldo a la afirmación de
Gádir como ciudad más antigua de Occidente.
Si tenemos en cuenta los vestigios arqueológicos, encontramos que bajo
la ciudad de la actual Huelva –donde Adolf Shulten llegó a considerar que se
encontraba la cuna de Tartessos– se encuentran vestigios que se remontan varios
milenios antes de Cristo, entre ellos la fascinante tumba de La Joya, con el carro-ajuar
funerario del que ya hablaba aquí.
Desde entonces, allá por el II milenio a.C., la ciudad de Huelva ha estado
habitada.
Imagen de una de las
tumbas del Cabezo de la Joya
(Huelva), señalado por el fallecido arqueólogo Juan Pedro Garrido Roig.
No
será la única, ya que si desde Cádiz, en lugar de hacia occidente (Huelva)
enfilamos hacia el este (Málaga) nos encontramos con otra milenaria ciudad,
Malacca. Junto a la desembocadura del Guadalhorce, rescatadas numerosas veces de
los fangos depositados por el río durante las distintas crecidas otoñales,
están las ruinas de la urbe que no deja de levantar polémica sobre la
atribución de sus fundadores, ¿griegos?, ¿fenicios?, ¿o simplemente autóctonos
iberos?. Hay teorías (y evidencias) para todos los gustos. Pero si nos
desplazamos hacia el corazón de la actual ciudad de Málaga encontramos que a
los pies de la Alcazaba
se encuentran las ruinas del anfiteatro romano. Lo que posiblemente pocos
malagueños y visitantes conozcan es que bajo las ruinas romanas se encuentra
una necrópolis de silos votivos del III-II milenio a.C. No muy lejos de allí,
en los sótanos de la Casa-museo Pablo
Picasso y en el parking subterráneo de la Marina se encuentran restos de murallas y
viviendas fenicias mostrando que también en Málaga la ocupación de la ciudad se
remonta a varios milenios de antigüedad (¡al menos cinco milenios nos
contemplan!). Y qué decir de la factoría de Toscanos, junto a la
desembocadura del río Vélez (Torre del Mar, Vélez-Málaga), considerada una de
las fundaciones fenicias más antiguas de la Península Ibérica, anterior a las gaditanas.
Vista nocturna de Málaga, desde el castillo de Gibralfaro y vista del anfiteatro a los pies de la Alcazaba.
No
será la única, ya que otra ciudad actual posee bajo sus viviendas auténticos
tesoros arqueológicos, lo que ocurre en Jaén, con la amurallada ciudad de Marroquíes Bajos
dispuesta en anillos que recuerda a los Millares de la sierra de Gádor
(Almería) y cuyos vestigios han arrojado una luz del III milenio a.C. En la
imagen, reconstrucción de la ciudad calcolítica de acuerdo con el arqueólogo
Narciso Zafra.
Detalle de los distintos sectores excavados en el yacimiento de Marroquíes Bajos, en Jaén capital.
Y
esto es sólo tras analizar alguna de las ciudades de Andalucía, si bien me
consta que otras actuales urbes españolas (y numerosos pueblos) descansan sobre
restos de distintas culturas que se han ido sucediendo ininterrumpidamente durante varios milenios.
Con
este estudio no trato de echar tierra sobre Cádiz sino todo lo
contrario, mostrar que no sólo esta ciudad fue la urbe más antigua de Occidente sino
que toda la Península Ibérica
llevaba ya varios milenios de florecimiento cultural cuando ciudades de
otros países comenzaban su andadura histórica (llevada muy posiblemente por colonos y comerciantes procedentes de la Península Ibérica).
Esta tesis es la que sostuve en mi libro “Tartessos,
12.000 años de existencia” que actualmente me encuentro actualizando debido
a que en varias ocasiones, allí donde decía que debtera existir una urbe o vestigios
de acuerdo con mis deducciones basadas en amplia documentación arqueológica y escritos clásicos, en los últimos años las excavaciones arqueológicas me han dado la
razón, así que he preferido sustituir todas esas suposiciones por recientes
publicaciones científicas que respaldan mis ideas. En el próximo año espero
dar salida a la nueva edición de la obra actualizada.
En
lo concerniente a la ciudad de Cádiz, evidentemente por su localización
geopolítica de gran valor estratégico tanto actual como de antaño, las
investigaciones arqueológicas son claramente deficientes, muy limitadas por
permisos burocráticos y la gran masificación urbanística que dificulta bastante
estas investigaciones. Con todo, confío que el tiempo nos deparará sorpresas agradables y sorprendentes en un futuro no muy lejano.
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