En la historia
del Imperio Español hay miles de episodios que quedan aún mal comprendidos o
que incluso resultan desconocidos para gran parte de los españoles. Y uno de
ellos, sin duda, tiene a un misterioso “Preste Juan” como protagonista. Debemos
situarnos en los siglos XII-XIV, en Europa. Distintos personajes de gran
influencia, tales como el Gobernador de Bizancio (Constantinopla, la actual
Estambul, Turquía), Manuel Comneno (s. XII); el emperador del Sacro Imperio
Germánico, Federico Barbarroja (s. XII); el Papa Alejandro III (s. XII); el
monarca portugués, Afonso Henriques (Alfonso Enríquez, ss. XII-XIII); el rey
francés Luis VII (s. XII) y otros monarcas europeos –algunas fuentes llegan a
mencionar que ya en su día, también el abuelo de Fernando el Católico (Fernando
de Trastámara, Fernando I de Aragón, ss. XIV-XV)- reciben distintas cartas
escritas por un tal Preste Juan, monarca de un riquísimo reino cristiano
rodeado de paganos, que desea estrechar lazos con estos soberanos europeos de
igual religión. Dado que gran parte de dichos monarcas se encontraban en
condiciones económicas difíciles debido al enorme gasto que les suponían las
campañas militares, muchos fueron los que decidieron patrocinar empresas
destinadas a dar con este misterioso Preste Juan, entre ellos el portugués
Enrique el Navegante y posiblemente,
la Corona de Aragón.
Pondremos "la marcha del Temple" como música de fondo para ambientar (si bien la bandera que sale es una burda imitación de la Baussant templaria, que tenía una mitad negra, la otra mitad blanca -la dualidad, los dioscuros y un largo etc- y la cruz paté templaria, en rojo siempre en rojo, jamás blanca):
¿Estuvo el
monarca Fernando de Trastámara, casado con la condesa de Alburquerque, Leonor
Urraca de Castilla, entre los monarcas que recibieron una de las misteriosas
cartas del Preste Juan?, la pregunta es obligada, si analizamos la gran
curiosidad –rayando la obsesión- que tuvo por este enigmático personaje, el hijo
de este matrimonio, Juan II de Aragón, duque de Peñafiel, rey de Navarra, de
Sicilia, de Mallorca, Valencia y de Cerdeña y más conocido por ser el padre de
Fernando el Católico. Este entonces infante, Juan II, pronto comenzará a
recopilar para sí cuántos datos se hallaban sobre el Preste Juan, de manera que
gracias a él se conservan varias copias en latín de algunas de estas misivas en
las que el enigmático personaje decía ser rey de un reino que hacía tiempo
había erradicado la pobreza, que era regado por los ríos del Edén y que era
rico en piedras preciosas (algunas de ellas, con la virtud de hacer invisible
al que las portaba, o de alumbrarles en la oscuridad) y metales nobles, de cuyo reino describía
fantasiosas criaturas (dragones adiestrados, centauros, las guerreras amazonas,
peces que habitaban en un mar de arena, etc) y que ponía a disposición de los
receptores de la carta.
Una muestra del bestiario
románico que lucen los capiteles de numerosas iglesias románicas españolas, con
alegórico significado alquímico. Izda, dragón devorando a un hombre, desnudo,
que saca la lengua (clara alusión al renacimiento iniciático). Centro, pareja
(masculino y femenina) de centauros, junto a una sirena (alusión al elemento
tierra y a la componente húmeda, en la Gran Obra) en San Claudio de Olivares,
Zamora. Dcha, representación del Nacimiento con todos los elementos y
simbología propios de la fase final de la Gran Obra alquímica, en San Juan de
Duero, Soria.
En ella, escribiría sobre sí: “(…) sabed
que me llaman el Preste Juan porque debo ser tan humilde como un sacerdote (…) porque la de sacerdote es la mayor dignidad
que existe y porque Jesucristo fue sacerdote y clérigo, enalteciendo tanto este
nombre, me llaman el Preste Juan”. Pero igualmente decía: “El Preste Juan, por virtud y la
gracia de Cristo Jesús, rey de todos los reyes cristianos y señor de todos los
hombres de la Tierra, salud y gran amor envía al muy gentil Emperador, defensor
de Constantinopla. Sabed que le desea salud para que prevalezca y conquiste
grandes riquezas (…) Soy Señor de los Señores y supero
en toda suerte de riquezas a las que hay bajo el cielo, así como en virtud y en
poder a todos los reyes del universo mundo. Setenta y dos reyes son tributarios
nuestros. Cristiano devoto soy y a los cristianos pobres que, en cualquier
parte se hallan bajo el imperio de Nuestra Clemencia, los protejo (…)” si bien más adelante confesaba que era así porque en su reino
dejaron de existir pobres, todos sus habitantes tenían suficiente riqueza para
poder vivir dignamente. Todas sus cartas, para mayor misterio, aparecían
plagadas de símbolos alquímicos, a lo que debía unirse la constante referencia
del enigmático monarca sobre ciertos animales fabulosos de claras connotaciones
alquímicas.
Otros relatos que
mencionaban a este personaje le atribuían un poderoso ejército de nobles y
fieles soldados cristianos que superaban la cifra de 100.000 hombres,
haciéndole descendiente del mismísimo rey Melchor (el de los tres Reyes Magos),
que según las creencias cristianas le hacían proceder de Armenia, Persia u otro
reino del Próximo Oriente.
Detalle de una tabla románica del románico
catalán en la que se muestran a los tres Reyes Magos. En el bello Museo del
Arte Románico de Montjuic, Barcelona, albergando auténticas joyas de arte como
la mostrada. Repárese en Baltasar, de piel blanca, pues no será hasta finales
del siglo XIII en que sea representado con piel negra.
Incluso en los
escritos de Marco Polo (ss. XIII-XIV), llega a citarse a este enigmático Preste
Juan, apareciendo la ubicación de su reino en diversos lugares de distintos
mapas cartográficos de la época, unas veces en Mesopotamia (en la confluencia
de los ríos Tigris y Éufrates, donde para algunos comenzó la civilización, con
las primeras ciudades y por allí se cree que fluían los ríos del paraíso
Bíblico), otras en África, India e incluso en China.
Tal es así, que el monarca portugués Enrique el Navegante (ss. XIV-XV) envió una
expedición a África Oriental, donde diversas leyendas del continente lo
ubicaban. Se sabe que ésta costeó la costa atlántica africana con el objetivo
de dar con la supuesta desembocadura del Nilo en el Atlántico (de acuerdo con
las suposiciones del sabio griego Eutimenes), para remontarse por el río arriba
y llegar al utópico reino. No obstante, la expedición sufrió muchas
calamidades, pero a la vuelta aseguraron que los etíopes contaban con un
monarca denominado por sus vasallos Negus
negusti o “rey de Reyes”, como se hacía llamar el Preste Juan en sus
cartas. Y era conocida la leyenda que defiende la presencia del Arca de la
Alianza en una iglesia etíope, llevada hasta allí por el hijo cristiano que la
reina de Saba tuvo con el rey sabio Salomón de Israel. Por tanto, ¿era Saba,
Etiopía, el reino tan rico en metales y gemas del misterioso Preste Juan?.
Porción de mapa político actual
de África y diversos mapas cartográficos de África, ubicando el Preste Juan en
la actual Etiopía, en la costa oriental africana bañada por el océano Índico.
Una nueva expedición, esta vez por tierra partiendo
de Egipto, fue encargada por el monarca Joao II a Pero da Covilhao, en 1487. De
El Cairo pasó a la Meca adentrándose en la península arábiga, siguiendo
noticias y rumores que hablaran de la localización del reino de Preste Juan.
Tras no encontrar nada que les animara a proseguir hacia Oriente, regresaron
sobre sus pasos, cruzando nuevamente el Mar Rojo… y perdiéndose la pista a esta
expedición. Lo último que se supo es que marchaban rumbo a Abisinia. Años más
parte otro portugués regresaría a su país contando que había vivido unos años
en ese país y que había conocido a Da Covilhao, que seguía vivo y permanecía en
Abisinia alojado con todos los honores en la corte del Preste Juan, donde era
un consejero respetado.
No obstante, son
varios los monarcas que se inclinan a buscar al curioso monarca en tierras de
la India, entre ellos el propio Papa de Roma que, cinco años después de haber
recibido la carta mandó en 1177 con su respuesta al médico del Vaticano, llamado
Phillipus, del que no se vuelve a tener noticia alguna sobre los resultados de
su misión.
San Luis, por su parte, enviaría al monje
franciscano Longjumeau al conocido como “pueblo de los tártaros”, si bien eran
mongoles, el 1247, con el fin de dar con pistas precisas de la corte del Preste
Juan.
Como no podía ser
de otra manera, no tardarán en aparecer investigadores que no dudan en
relacionar este Preste Juan con el Temple, no sólo por todo el contenido
alquímico que se desprende de sus misivas, sino por testimonios que decían que
más de 12.000 soldados franceses cristianos protegían al monarca (hay que hacer
notar que la orden del Temple no fue únicamente francesa, pues llegó a
extenderse por toda Europa, llegando a operar relativamente independientes en
los diversos reinos cristianos), y por cierto párrafo escrito por el propio
Preste Juan afirmando: “Cuando
procedemos a guerrear contra nuestros enemigos, mandamos llevar ante nuestra
faz, en lugar de estandartes, trece cruces grandes y muy altas, hechas de oro y
piedras preciosas, cada una en un carro; y todas y cada una de ellas son seguidas
por diez mil caballeros y cien mil infantes armados (…)”, algo que por otra parte hacían todos los reinos cristianos en
las Cruzadas. El Temple también llevaba alguna gran cruz, pero sobre todo, lo
que portaban claramente y de manera bien visible abriendo su ejército era la
Baussant, como ya comenté al analizar la heráldica del almirante granadino D.Álvaro de Bazán,
además de considerar que “Preste” procede del término francés que significa
“presbítero” o “sacerdote”.
Con
todo, hay algunos aspectos que comentar, por ejemplo, relativa a las fechas. Si
miramos la carta escrita al “defensor
de Constantinopla”, como lo llama, está datada en
el año 1165. La del Papa está fechada en el 1172, pues su respuesta se produce
en el 1177. No obstante, el viajero y aventurero enviado por el Papa Inocencio
IV al encuentro de los mongoles en la primera mitad del siglo XIII, para
contactar con Preste Juan, volverá contando que era un rey cristiano de una
parte de la India y que, descendiente de Gengis Khan, había logrado derrotar a
los terribles mongoles.
De
finales del siglo XIII data el trabajo de Marco Polo “Libro de las cosas
maravillosas”, en el que mencionará: “en el principio, los tártaros (los mongoles) no tenían un gran señor que los gobernara a todos, pero tenían que
pagar un tributo a Preste Juan, un rey cristiano nestoriano, hasta que la
multitud de los tártaros hizo pensar a Preste Juan a llevar a cabo acciones
punitivas contra ellos (...) Marco Polo aclarará que el Preste Juan era
denominado por los mongoles como Uncan “en
su propia idioma”, o bien como Toghril,
en el mongol. “En 1187, los tártaros,
bajo el liderato de Gengis Kan se rebelaron (...) de tal manera que hubo una gran batalla contra Uncan en la que éste murió; con lo que todos sus
territorios y vasallos pasaron a poder de Gengis Kan, quien desposó a sus
herederos con los descendientes de Preste Juan, de tal manera que son éstos los
que aún en día gobiernan sobre los tártaros y un montón de pueblos más.”
Es
por estos datos que varios investigadores consideran que tal vez “Juan” fuera
un título y no un nombre personal, derivando del término “Jan” o “Khan”. De
esta forma “Juan” sería el equivalente a “Caesar”, título que ostentaban todos
los emperadores romanos. Este título y los comentarios de Marco Polo llevarán a
muchos a ubicar en tierras de Asia (Turquía, India …) al reino del Preste Juan,
cuando posiblemente los portugueses anduvieron más acertados en sus
suposiciones. De hecho, se sabe que en 1245, Juan de Plano Carpini viajará al
reino mongol desde Polonia y Rusia, recogiendo en su obra “Historia mongolorum”
que Gengis Kan había enviado a uno de sus hijos a India Menor (¿península
arábiga?) para conquistarla, topándose con habitantes árabes de piel oscura que
eran denominados “etíopes” y que estaban gobernados por un monarca “comúnmente llamado Preste Juan”.
Sea como fuere, las referencias a este monarca
desaparecerán más allá del siglo XV, e incluso hay quién considera que cuando
Fernando el
Católico encargó a Cristóbal Colón, en su
viaje a “Las Indias”, buscar a los cristianos perdidos que pudieran respaldarle
en su idea de reconquistar Jerusalén a los árabes (como se desprende de la
primera carta que el almirante envía a los Reyes Católicos), posiblemente
llevaba en mente a las huestes y riquezas del Preste Juan. Después de todo,
aunque los descendientes del esquivo monarca entroncaran con los temidos
guerreros de Gengis Khan, habían declarado la guerra a los sarracenos,
arrasando a varios de estos pueblos infieles, y haciendo bueno el dicho “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, posiblemente en esta idea se apoyaría el afán de los distintos reyes
cristianos europeos por contactar con este monarca, para asestar así el
definitivo jaque mate del cristianismo al Islam.
Para
muchos historiadores, esta idea pudo tener su germen en los relatos de un clérigo
de Freishing, el obispo Otto, cuando escribió en su “Historia duabus
civitatibus” , esto es, “Historia de dos ciudades” (1145), cómo el obispo Hugo,
de Jabala, había entablado contacto con un monarca cristiano llamado Preste
Juan, que reinaba “más
allá de Persia y Armenia” y que llevaba años guerreando
contra el sultán de Persia al que terminó venciendo, mandando entonces a sus
huestes en su avance hacia el oeste, derrotando sarracenos. Su intención era
llegar hasta Jerusalén y unirse allí a los Cruzados, tras haber derrotado a los
árabes que encontraba a su paso. Sin embargo, los accidentes del terreno
(cadenas montañosas, ríos, áreas desérticas…) y las batallas fueron pasando
factura a sus guerreros, enfermando y muriendo tantos, que terminó por desistir
en su empeño y emprender el regreso a sus tierras. Por tanto, mientras muchos
investigadores se cuestionan quién era este enigmático personaje y dónde se
ubicaba su reino, yo me he cuestionado muchas veces qué fue de su estirpe y qué
destino les aguardó para no volver a oírse noticias de ellos. ¿Fueron
finalmente conquistados por otros pueblos no cristianos, desapareciendo, o
perduraron en el tiempo, siendo un reino que finalmente conocimos bajo otro
nombre, como Etiopía, por ejemplo?.
Impresionante vista de la iglesia de San Jorge (St. George) desde el suelo y desde el aire, en la ciudad monástica de Lalibela, al norte de Etiopía. Para los lectores interesados en profundizar en la leyenda del Arca de la Alianza en este país, les remito a mi obra "Hitler quiere el grial".
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