martes, 7 de noviembre de 2017

Bobastro: un episodio interesante en la historia de al-Andalus


    Estamos en el año 800. Hace ya casi 90 años de la batalla de Guadalete (710-711), en la que el rey godo Rodrigo fue derrotado por el ejército del Califato Omeya dirigido por Táriq ibn Ziyad. La derrota puso fin a la etapa visigoda en la Península Ibérica, que vivía entonces una época de inestabilidad y debilidad. De hecho la invasión musulmana ocurrió cuando el rey godo luchaba en el norte peninsular contra los vascones. 
    Tras la aplastante derrota, en la que posiblemente murió el rey godo (o, de acuerdo con los romances, de pena y vergüenza en un retirado monasterio portugués), la expansión del ejército bereber de Tarik fue rápida, posiblemente porque el descontento de muchos condes cristianos contra el rey Rodrigo facilitó el avance (recordemos que para muchos, el recién elegido joven rey había “robado” el trono hereditario a los descendientes de Witiza, el bando rival). También bastantes historiadores señalan a la numerosa población judía como la causante de esta caída goda  y la invasión árabe, Al ser perseguida por los visigodos, la comunidad judía, con el conde don Julián de vocal, habría reclamado la ayuda de los judíos marroquíes (recordemos que Tarik lo era), pidiendo cierta represión contra los dirigentes godos.


     Estamos en plena época feudal en la que unos pocos señores eran dueños de grandes extensiones en las que trabajaban miles de familias a cambio de comida y alojamiento, de forma que el momento del “golpe” no pudo estar mejor escogido por los judíos, ayudando a la expansión musulmana por todo el territorio peninsular. Cierto es que no encontró rechazo en el pueblo, por los dos años de fuerte hambruna y epidemias que había padecido. Para el pueblo era indiferente la condición o religión de su señor, siempre que pudiera seguir trabajando sus campos y viviendo en las humildes casas que les ofrecía en su amplio territorio, de ahí el rápido avance musulmán hacia el norte peninsular sin encontrar enfrentamiento alguno. Es cierto que hubo resistencias puntuales en determinadas zonas, pues era costumbre que a la llamada del monarca o señor del lugar los caballeros tomaran las armas y acudieran en su auxilio con todos los hombres hábiles para las armas que para ellos trabajaban, como tropa. Sin embargo, un gran número de estos dirigentes pereció en la batalla de Guadalete. De ahí que quedaran focos aislados de resistencia goda, como en la entrada árabe en la capital visigoda de Toledo, en donde el resto de las huestes visigodas derrotadas, entre ellas las de don Pelayo (familiar del rey godo Rodrigo, como vimos aquí) , intentaron inútilmente frenar el avance. Otro tanto ocurrió en Murcia.

Invasión árabe de la Península Ibérica, hasta entonces Imperio Visigodo (con los Bizantinos en Andalucía). Representación del inicio de la batalla del Guadalete. Recuerde el lector que se agrandará la imagen si pica sobre ella con el ratón.

      Sin embargo, el nuevo ejército que entraba mostraba los mismos problemas que el godo al que destituía y aniquilaba. No fue una conquista de un ejército unido, ya que tras la batalla librada por Tarik, Musa, receloso, en el año 712 decide intervenir al frente de 18 000 árabes, como gobernador del Magreb, avanzando desde Algeciras hacia Toledo, por Carmona, Sevilla, Mérida y encontrándose en Toledo con Tarik. Desde allí, ambos continúan el avance hacia el norte, no encontrando ninguna resistencia desde el valle del Ebro a Galicia. Por su parte, su hijo Abd al-Aziz avanza desde Algeciras por la costa andaluza mediterránea hasta Murcia. En menos de tres años toda la Península Ibérica está en poder musulmán dependiendo del califa de Damasco (con esos pequeños pero enquistados focos de rebelión que se van dando aquí y allá). Fue Wali, el hijo de Musa, el primer gobernador de Al-Ándalus.
De nuevo, otra ocupación, esta vez musulmana, no fue ni mucho menos tranquila ni homogénea. Aunque se impuso una máxima autoridad con el título de emir, dependiente al principio de Damasco, pronto en las pobladas zonas conquistadas aparecieron visires (ministros) que aunque estaban bajo el mando del emir (hagib), no siempre respetaban su mandato. Disponían de ejércitos de mercenarios y mantenían cierta independencia, repitiendo de manera asombrosa lo que siglos antes habían hecho los godos. Las diferentes expediciones llevadas a cabo contra los francos, hicieron que se fuera fragmentando el mando, que se desarboló cuando fueron derrotados definitivamente en la batalla de Poitiers en el año 732 y tras los sucesivos ataques de los francos para expulsar a los musulmanes del territorio pirenaico. Con ésto, cada zona tenía su propio mando, disminuyendo la dependencia con Córdoba. Por otro lado, la población era tan diversa y la situación tan caótica que mantener un control de todo el territorio era tarea altamente difícil. La nueva población de inmigrantes africanos, bereberes, árabes, sirios, muladíes –cristianos conversos al islam-, saqalibas o eslavos, mozárabes -cristianos en tierras de dominio árabe- o moriscos –árabes en tierras de dominio cristiano- tenían que mezclarse con la población local, donde convivían cristianos y judíos, a los que por consenso general entre los historiadores se acepta que los árabes respetaron, tanto su religión como su estatus. No obstante, fueron numerosos los casos en que no fue así y hasta se les esclavizó y vendió, se les encerró o mató o se les impusieron altísimas tasas a cambio de ser respetada su religión y creencias.

Como narro en mis libros “Hitler quiere el Grial” y “Jesús y otras sombras templarias”, cuando el Imperio Romano se ve incapaz de defender sus fronteras y es presa de guerras internas, contratarán a los guerreros bárbaros para frenar el avance de los Hunos hacia el oeste. Frenado y derrotado Atila, los diferentes pueblos bárbaros comprenderán que no tienen rivales en Europa y comenzarán su propia expansión. En la Península Ibérica se instalarán los suevos (Gallaecia), francos, merovingios, visigodos, alanos, vándalos y bizantinos. Los visigodos derrotarán y expulsarán a todos ellos, con excepción de los bizantinos, con los que convivirán en un inestable equilibrio (recordemos que los bizantinos son cristianos católicos, mientras los Vvsigodos son cristianos arrianos, hasta la reconversión de Recadero que instaurará el catolicismo como religión oficial).

    En zonas de la península, llegaban prácticamente a gobernar, nobles visigodos que habían llegado a acuerdos de no agresión contra los invasores a cambio de mantener sus propiedades y su poder, como en el  caso de Teodomiro, que fue gobernador de la otrora provincia Carthaginense hispana (ahora denominado “convento”, el levante español). Los levantamientos continuarán, no sólo en la península sino también al otro lado del Mediterráneo. En el año 750, la estirpe de los Abasidas desplaza a la familia Omeya, que era la que gobernaba aquí, asesinando a todos sus miembros , a excepción de Abd-al-Rahman (el I) que puede escapar de la masacre, desplazando el poder a Bagdad. Seis años después Abd-al-Rahman huye a la península y crea en  Córdoba un emirato independiente, tras sucesivos enfrentamientos con emires de otras zonas. Este emirato se mantuvo hasta el año 929, en el que Abd-al-Rahman III rompe definitivamente todos los lazos con los reinos africanos, recupera la estirpe de los Omeyas y se nombra Emir al-Muminin (príncipe de los creyentes), creando el Califato de Córdoba.

La rápida expansión musulmana por Oriente Próximo, hacia Europa, aprovechando el desgaste de los ejércitos cristianos tras contener a diversos invasores (los hunos, los pueblos del norte), entre ellos y sus diversos reinos, y las distintas hambrunas.

 Con todo ésto, el control del territorio era difícil y los gobernadores zonales tenían que intervenir en levantamientos de pueblos que rechazaban pagar impuestos, a veces abandonando fronteras por la que comenzaban a aparecer nuevos reinos cristianos, siendo los de Asturias y Pamplona los primeros en aparecer a finales del siglo VIII.
Toda esta inestabilidad tuvo también su incidencia muy cerca de la capital de Al-Ándalus, Córdoba, teniendo en cuenta que era la zona más poblada y más rica de la Península Ibérica. Allí surgió, en una zona montañosa entre las grandes urbes de Ronda y Málaga un rebelde incansable que tuvo en jaque al emirato de Córdoba. Ibn Hafsun, Omar Ben Hafsun, fue un caudillo rebelde que hasta la llegada de Abd-al-Rahman III dió continuos dolores de cabeza, al emirato de Muhammad I quién sucedió en el año 852 a su padre Abd-al-Rahman II. Este gobernante, a pesar del progreso de Córdoba, tuvo que enfrentarse a rebeliones en Mérida, Toledo y Tudela, además de guerrear contra los normandos en Sevilla hasta echarlos del puerto de Cádiz, de guerrear contra los árabes de Murcia y contra los bereberes de Córdoba. Ibn Hafsun siguió con su rebeldía hacia el califato de Córdoba hasta su derrota contra Abd-al-Rahman III.
Muhammad I tuvo que continuar con el legado de su padre, ya que tras su muerte tuvo que afrontar una guerra contra los musulmanes de Toledo, ayudados por los cristianos del norte. Todo acabó tras su triunfo en la batalla de Guazalete en el 854, aunque no pudo disfrutar por mucho tiempo de la victoria ya que tuvo que superar dos nuevos levantamientos en los años 856 y 858, así como la rebelión de Ibn Marwan al-Chilliqui (el hijo del gallego), ayudado por el rey leonés Alfonso III, que no logró controlar y que se mantuvo casi independiente hasta la llegada de Abd-al-Rahman III.


Inicios de la Reconquista cristiana de la Península Ibérica, en manos de los árabes.

En medio de este desconcierto aparece Omar Ben Hafsun, hijo de una familia acomodada de Ronda, donde nació, aunque algunos historiadores señalan a Parauta como su lugar de nacimiento. Era nieto de cristianos, aunque sus padres eran musulmanes. Su familia era muladí (cristiano converso al Islam) que provenía de nobles antepasados visigodos (se dice que del rey visigodo Witiza). Su abuelo Chafar Ben Salim fue el primer musulmán de la familia, quien para evitar el pago de la mayor cantidad de impuesto por profesar la fe cristiana, abrazó como otros muchos cristianos, el Islam, Considerados muladíes (musulmanes de segunda generación) son despreciado por los árabes “auténticos”, lo que hizo que se unieran muladíes y mozárabes para levantarse contra los Omeyas. Si bien el inicio no fue tan sincero, en cierto modo fue empujado hacia ello por su carácter temperamental e impulsivo que le hizo discutir con un vecino al que mató, lo que le obligó a  esconderse en la sierra huyendo de la justicia. Durante un tiempo estuvo vagando como bandolero y salteador por la serranía de Ronda, hasta que lo apresaron. Tuvo la suerte de que la guardia lo llevara a Málaga en lugar de a Ronda, ya que en la capital no sabían que se le buscaba por un crimen por el que hubiera acabado en la horca, por lo que sufrió la pena normal de los bandoleros, días de arresto acompañado de fuertes palizas. Tras su salida, cruzó el Estrecho temiendo que llegara a Málaga noticias de su otra fechoría. En África (Tahart) un amigo sastre lo tomó como aprendiz. Pero Omar se aburría en el taller de costura. Un día, un andalusí muladí fue a comprar al taller y charló con Omar, contándole la situación al otro lado del Estrecho, en su tierra natal, y tras conocerlo le animó a que olvidara la miseria en que vivía y se enfrentara a los Omeyas para recuperar sus fueros.
En el año 850 volvía a Ronda, donde aglutinó a un grupo de descontentos que al igual que él estaba dispuesto a vivir fuera de la ley. Ante el gran malestar que había en la zona, pronto se le fueron sumando salteadores y agitadores, sin tardar en ser buscado por la guardia del Emir, por agitador. Buscó un sitio inexpugnable en la altura de un peñasco rocoso en Bobastro y allí levantó una fortaleza y una iglesia, y se dedicó a atracar diligencias que iban desde Ronda a Córdoba o a dar golpes de mano a recaudadores y a lugares oficiales. A tales magnitudes llegó sus actuaciones que Córdoba tuvo que enviar al frente de un ejército a uno de sus mejores y experimentados generales, Hashim ben Abd al-Azid, que hizo salir de Bobastro a Omar. 

Reconstrucción del bastión de Omar Ben Hafsun en la serranía de Málaga y extensión de los territorios fieles a su ideología y rebeldía, dentro del califato Omeya.

Viendo que el enfrentamiento no le iba bien, ya que su táctica era de guerrilla y no de enfrentamiento en campo abierto, pactó con el general viajar a Córdoba y ponerse al servicio del Emir. Cuando llegó a Córdoba en el año 883, pronto se destacó en sus intervenciones militares al frente del leal grupo que capitaneaba en Bobastro. Tan grande fue su popularidad que Muhammad I lo nombró capitán  de su guardia personal y con este grado participó en diferentes batallas a las órdenes del brillante general Hashim ibn Abd al-Aziz llegando a guerrear con él en batallas en Alava. Tras participar en varias expediciones militares, aprendió tácticas y adquirió experiencia de combate. Actuó en el campo de batalla con tal brillantez que Muhammad I llegó a nombrarlo Gobernador de la Cora de Rayya, en tierra de Archidona. Pero nunca obtuvo la admiración de los mandos superiores, de los que sólo logró el desprecio que profesaban a los muladíes, Tras una discusión con el prefecto de Córdoba huyó nuevamente a Bobastro, ocupado por un oficial omeya. Omar reunió fácilmente a su antigua gente y atacó Bobastro desalojando de allí a los omeyas. Tras su victoria pronto se fueron incorporando los que en el pasado había formado su partida, llegando también gentes descontentas nuevas al eco de sus avances y victorias. Tan bien les iba que pronto pensó Omar en crear en Bobastro un principado independiente de los Omeyas.

Omar Ben Hafsun supo aprovechar el momento de crisis y caos que estaba sufriendo el Califato Omeya, con numerosas revueltas y alzamientos internos,  a los que sumar los continuos ataques a sus fronteras por las tropas godas supervivientes y cristianas.

Al frente de gentes bien pertrechadas y utilizando las tácticas aprendidas en sus experiencias en el ejército omeya, pronto llegaron las victorias sobre diferentes destacamentos de poblaciones. De esta forma lo que en un  principio el saqueo y el robo, pronto los cambió por las conquistas de pueblos y tierras. Así fueron cayendo en su poder pueblos como Autha (junto a Riogordo), Mijas, Isbeda, Comares, culminando su labor con la toma de las plazas fuertes de Archidona, Écija y Baeza. Llegó a controlar un vasto territorio que iba desde Algeciras a Murcia, aunque su terreno más extenso lo tenía en la provincia de Málaga. A tal extremo llegó su leyenda que muchos otros rebeldes contra los Omeyas, pedían su ayuda cuando estaban acosados, como fue el caso, en el 886, de Banus Rifa que controlaba las sierras de Alhama. La sociedad con este rebelde le hizo ampliar las fronteras de sus conquistas. Sus ejércitos entraron en Priego, Iznaja, Jaén, Cabra, Rayya, en la Axarquía de Málaga, llegando hasta Takoronna, cerca de Ronda. Tal fue la preocupación que sus éxitos levantaron en Córdoba que el príncipe heredero Al-Mundhir priorizó derrotar a Ibn Hafsun, lanzando contra él un gran ejercito que en los dos años que duró su mandato (886-888) le fue quitando todas las plazas conquistadas, ejecutando a los cabecillas partidarios de Ibn Hafsun, hasta que lo acorraló en el Peñón de Bobastro. Muy posiblemente lo hubiera derrotado si no hubiera frenado el asedio de dos meses a la fortaleza de Bobastro, por la muerte de su padre Muhammad I en Córdoba.

Las hazañas de Omar Ben Hafsun, “el Robin Hood español”fueron tan célebres que en numerosas localidades pueden hallarse referencias a él; sin duda una de las más bellas está en el Mirador de Comares (Málaga), a la izquierda.

Al-Mundhir mandó llamar a su hermano Abd Allah para que continuara el asedio a Bobastro mientras él volvía a Córdoba para ser nombrado Emir. Cuando llegó Abd Allah, encontró a su hermano extrañamente enfermo (¿envenenado?), falleciendo ese mismo día. Las tropas de Al-Mundhir quieren rematar la toma de Bobastro, enterrando allí mismo a Al-Mundhir, pero esto no lo acepta su hermano Abd Allah, que decide llevárselo a Córdoba, por lo que pacta con Ibn Hafsun una tregua y su promesa de no hostigar a la comitiva  mortuoria. Le señala su deseo de mantener buenas relaciones con él, lo que hace que Ibn Hafsun respetase a las tropas que se retiraron con el cadáver de Al-Mundhir. 
Con la muerte de Al-Mundhir, hay un gran desconcierto en Córdoba, que aprovecha Ibn Hafsun para alzarse como orador y político, siendo considerado el paladín de los perseguidos y oprimidos. Su discurso era aceptado por toda la serranía y pronto volvió a verse rodeado por un gran ejército que le permitió reconquistar los lugares perdidos ante Al-Mundhir. Pero su talón de Aquiles será su política de alianzas, que siembra desconfianza en sus hombres: unas veces ataca a los omeyas cordobeses, otras se alinea con ellos, dejando rehenes como gesto de buena voluntad, y les ayuda en expediciones guerreras, no importándole luego abandonarlos a su suerte en la batalla –si pintaba mal- aunque costara la vida de los rehenes; en los enfrentamientos con otras tribus no le importa pedir ayuda a los musulmanes del norte de Africa…Y así hasta que en el año 891 comete su primer gran error, enfrentarse en campo abierto al Emir Abd Allah, en la batalla de Poley (Aguilar de la Frontera) donde es duramente derrotado, al abandonarle parte de sus soldados. A partir de entonces se suceden victorias y derrotas estabilizándose las líneas de combate. No parecía que Abd Allah lo pudiera derrotar, pero entonces Ibn Hafsun comete su segundo error: decide volver a la fe inicial de sus ancestros y se hace cristiano con el nombre de Samuel, por lo que una gran parte de sus muladíes lo abandonan. Alguna parte de su ejército llegó hasta atacarle.

Restos, planta y reconstrucción de la basílica de Bobastro, casi gemela de San Miguel de la Escalada (León).

Cuando negociaba una alianza con los reinos cristianos del norte, ocurre otra desgracia: muere el pacífico Abd Allah y le sucede su nieto, llamando a ser el primer Califa Independiente, el gran guerrero Abd al-Rahman III, que poco a poco le fue conquistado su terreno. La aparición de una gran sequía y del hambre dio una tregua a la batalla. Ibn Hafsun, con sus cinco hijos (4 hombres y una mujer), se hacen fuertes en Bobastro. Hafsun enfermo, se encierra en la iglesia deseoso por rezar por la salvación eterna. Muere en septiembre de 917 y es enterrado allí. De sus cuatro hijos sólo el mayor Cha´far, cristiano, había heredado el espíritu guerrero del padre. Se enfrenta a Abd al-Rahman III y es derrotado por el futuro califa. Durante la tregua es asesinado, en el 920, por su hermano musulmán Sulayman, con el que tenía diferencias religiosas. Con todo, Sulayman prosiguió la guerra contra Abd al-Rahman III hasta la victoria del futuro Califa, en el 927. Éste le cortó la cabeza y la expuso en Córdoba junto a los restos desenterrados de su padre Ibn Hafsun. Su hermano musulmán Hafs intentó mantener inútilmente Bobastro, pero un año después, el 19 de enero de 928, se rindió a Abd al-Rahman III y pidió perdón. El califa lo perdonó y lo integró en su ejército. El último hijo de Ibn Hafsun rindió sus tropas en Ojén y pidió perdón. Acabo de calígrafo en Córdoba. La hija de Ibn Hafsun, cristiana, Argentea, se retiró a un convento y finalmente murió como mártir al enfrentarse a la religión musulmana.
Diez años le costó a Abd al-Rahman III tomar Bobastro y el logro le valió mucha fama en el al-Ándalus y en el norte de África, facilitándole el título de Califa,  ya que la valía como orador, político y guerrero de Omar Ben Hafsun había llegado a límites insospechados. Con él se había creado un “principado” independiente en el corazón de al-Andalus que finalmente desapareció.
Hoy, la visita del lugar es una buena idea para pasar un soleado día entre pinares, montañas y restos de un pasado histórico no muy bien conocido. El yacimiento rupestre está acondicionado y no lejos de allí se encuentra la Cueva de la Pileta, con numerosas pinturas rupestres paleolíticas y epipaleolíticas (al lado de Bobastro está la Cueva de Ardales, también con pinturas rupestres pero su acceso es limitado por motivos de conservación, llamar con tiempo; para los amantes de la espeleología, la visita a la Cueva del Gato), la ciudad romana de Acinipo (que en plena serranía de Ronda permite contemplar el mar), y la encantadora ciudad de Ronda, que en varias ocasiones se ha llevado premios por su belleza, limpieza y oferta gastronómica y cultural. Si se acude allí, recomiendo visitar la (desconocida) ermita prerrománica, no lejos de la población, y asomada a la impresionante garganta fluvial.




4 comentarios:

  1. ¿Cómo se puede llegar a Bobastro desde Antequera?- Gracias

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    1. Hola, jaime y Pilar, pues Bobastro está enclavada cerca del actual pantano de El Chorro (en el que se puede hacer el "caminito del rey", si se quiere una buena dosis de adrenalina y no se tiene vértigo; eso sí, hay que reservar con tiempo). Podéis ir por la A-343 (valle de Abdalajís) y de allí seguir los carteles al pantano (MA-4401/MA-5403), pasar el pantano y seguir las señalizaciones a Bobastro (en la MA-5403, hacia "El Caminito del Rey") o bien por la A-384 (dirección Campillos y poco antes de llegar a la localidad tomáis el desvío de la A-357 dirección al pantano de El Chorro y el Caminito del Rey. Bobastro está señalado bien (recordar, carteles marrones). La segunda opción es ligeramente más corta, pero en la primera véis en toda la inmensidad el entorno, precioso. Un saludo.

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  2. ¿Se puede ver el castillo y la iglesia en Bobastro?. Estuve el domingo allí y solo vi una laguna.

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    1. Hola R. Vázquez. Gracias por su comentario, pero me temo que pasó junto al cartel (pasando de largo) y siguió la carretera, que efectivamente acaba en una laguna, en lo alto, junto a un restaurante muy hogareño. Las ruinas están justo donde el cartel de Bobastro. Allí verá que hay espacio para aparcar junto al enorme cartel. Si se gira, al otro lado de la carretera verá un vallado. Ese es el acceso a las ruinas, que puede pasar desapercibido pues únicamente se ve "campo", no sobresalen ruinas a primera vista. Debe encaminarse, ya dentro del recinto, hacia la roca caliza aflorante y verá en ella tallada la iglesia rupestre, también aquí y allá se aciertan a ver restos de las antiguas construcciones de las casas (era un poblado semitroglodita, o semiexcavado en la roca). También podrá visitar los restos de la fortaleza, en ruinas. Hay que patear por el yacimiento porque lamentablemente está algo disperso. Le recomiendo que pregunte en la cueva de Ardales, o en el Centro de Información y Turismo de Antequera o de otras localidades cercanas, pues suelen tener un folleto del plano de las ruinas que es ideal para orientarse una vez dentro del recinto. Un saludo.

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