Estamos en el año 800. Hace ya casi 90 años de la batalla de Guadalete
(710-711), en la que el rey godo Rodrigo fue derrotado por el ejército del Califato
Omeya dirigido por Táriq ibn Ziyad. La derrota puso fin a la etapa visigoda en
la Península Ibérica, que vivía entonces una época de inestabilidad y debilidad.
De hecho la invasión musulmana ocurrió cuando el rey godo luchaba en el norte peninsular
contra los vascones.
Tras la aplastante derrota, en la que posiblemente murió el rey godo (o, de acuerdo con los romances, de pena y vergüenza en un retirado
monasterio portugués), la expansión del ejército bereber de Tarik fue rápida,
posiblemente porque el descontento de muchos condes cristianos contra el rey
Rodrigo facilitó el avance (recordemos que para muchos, el recién elegido joven rey
había “robado” el trono hereditario a los descendientes de Witiza, el bando
rival). También bastantes historiadores señalan a la numerosa
población judía como la causante de esta caída goda y la invasión árabe, Al ser perseguida
por los visigodos, la comunidad judía, con el conde don Julián de vocal, habría reclamado
la ayuda de los judíos marroquíes (recordemos que Tarik lo era), pidiendo
cierta represión contra los dirigentes godos.
Estamos en plena época feudal en la que unos pocos señores eran dueños
de grandes extensiones en las que trabajaban miles de familias a cambio de
comida y alojamiento, de forma que el momento del “golpe” no pudo estar mejor
escogido por los judíos, ayudando a la expansión musulmana por todo el
territorio peninsular. Cierto es que no encontró rechazo en el pueblo, por los dos
años de fuerte hambruna y epidemias que había padecido. Para el pueblo
era indiferente la condición o religión de su señor, siempre que pudiera
seguir trabajando sus campos y viviendo en las humildes casas que les
ofrecía en su amplio territorio, de ahí el rápido avance musulmán hacia el
norte peninsular sin encontrar enfrentamiento alguno. Es cierto que hubo resistencias
puntuales en determinadas zonas, pues era costumbre que a la llamada del
monarca o señor del lugar los caballeros tomaran las armas y acudieran en
su auxilio con todos los hombres hábiles para las armas que para ellos trabajaban, como tropa. Sin embargo, un gran número de estos dirigentes
pereció en la batalla de Guadalete. De ahí que quedaran focos aislados de
resistencia goda, como en la entrada árabe en la capital visigoda de Toledo, en
donde el resto de las huestes visigodas derrotadas, entre ellas las de don
Pelayo (familiar del rey godo Rodrigo, como vimos aquí)
, intentaron inútilmente frenar el avance. Otro tanto ocurrió en Murcia.
Invasión árabe de la
Península Ibérica, hasta entonces Imperio Visigodo (con los Bizantinos en
Andalucía). Representación del inicio de la batalla del Guadalete. Recuerde el
lector que se agrandará la imagen si pica sobre ella con el ratón.
Sin embargo, el nuevo ejército que entraba mostraba los mismos problemas
que el godo al que destituía y aniquilaba. No fue una conquista de un
ejército unido, ya que tras la batalla librada por Tarik, Musa, receloso, en el
año 712 decide intervenir al frente de 18 000 árabes, como gobernador del
Magreb, avanzando desde Algeciras hacia Toledo, por Carmona, Sevilla, Mérida y
encontrándose en Toledo con Tarik. Desde allí, ambos continúan el avance hacia
el norte, no encontrando ninguna resistencia desde el valle del Ebro a Galicia.
Por su parte, su hijo Abd al-Aziz avanza desde Algeciras por la costa andaluza
mediterránea hasta Murcia. En menos de tres años toda la Península Ibérica está
en poder musulmán dependiendo del califa de Damasco (con esos pequeños pero
enquistados focos de rebelión que se van dando aquí y allá). Fue Wali, el hijo
de Musa, el primer gobernador de Al-Ándalus.
De nuevo, otra ocupación, esta
vez musulmana, no fue ni mucho menos tranquila ni homogénea. Aunque se impuso
una máxima autoridad con el título de emir, dependiente al principio de Damasco, pronto en las pobladas zonas conquistadas aparecieron visires (ministros)
que aunque estaban bajo el mando del emir (hagib), no siempre respetaban su
mandato. Disponían de ejércitos de mercenarios y mantenían cierta independencia,
repitiendo de manera asombrosa lo que siglos antes habían hecho los godos. Las
diferentes expediciones llevadas a cabo contra los francos, hicieron que se fuera
fragmentando el mando, que se desarboló cuando fueron derrotados
definitivamente en la batalla de Poitiers en el año 732 y tras los sucesivos
ataques de los francos para expulsar a los musulmanes del territorio pirenaico. Con ésto, cada zona tenía su propio mando, disminuyendo la dependencia con
Córdoba. Por otro lado, la población era tan diversa y la situación tan caótica
que mantener un control de todo el territorio era tarea altamente difícil. La
nueva población de inmigrantes africanos, bereberes, árabes, sirios, muladíes
–cristianos conversos al islam-, saqalibas o eslavos, mozárabes -cristianos en
tierras de dominio árabe- o moriscos –árabes en tierras de dominio cristiano-
tenían que mezclarse con la población local, donde convivían cristianos y
judíos, a los que por consenso general entre los historiadores se acepta que
los árabes respetaron, tanto su religión como su estatus. No obstante, fueron
numerosos los casos en que no fue así y hasta se les esclavizó y vendió, se
les encerró o mató o se les impusieron altísimas tasas a cambio de ser
respetada su religión y creencias.
Como narro en mis libros
“Hitler quiere el
Grial” y “Jesús y otras sombras
templarias”, cuando el Imperio Romano se
ve incapaz de defender sus fronteras y es presa de guerras internas,
contratarán a los guerreros bárbaros para frenar el avance de los Hunos hacia
el oeste. Frenado y derrotado Atila, los diferentes pueblos bárbaros
comprenderán que no tienen rivales en Europa y comenzarán su propia expansión.
En la Península Ibérica se instalarán los suevos (Gallaecia), francos, merovingios, visigodos, alanos, vándalos y bizantinos. Los visigodos derrotarán
y expulsarán a todos ellos, con excepción de los bizantinos, con los que convivirán
en un inestable equilibrio (recordemos que los bizantinos son cristianos
católicos, mientras los Vvsigodos son cristianos arrianos, hasta la
reconversión de Recadero que instaurará el catolicismo como religión oficial).
En zonas de la península, llegaban prácticamente a gobernar, nobles visigodos que habían llegado a acuerdos de no agresión
contra los invasores a cambio de mantener sus propiedades y su poder, como en
el caso de Teodomiro, que fue gobernador
de la otrora provincia Carthaginense hispana (ahora denominado “convento”, el levante
español). Los levantamientos continuarán, no sólo en la península sino también al
otro lado del Mediterráneo. En el año 750, la estirpe de los Abasidas desplaza
a la familia Omeya, que era la que gobernaba aquí, asesinando a todos sus
miembros , a excepción de Abd-al-Rahman (el I) que puede escapar de la
masacre, desplazando el poder a Bagdad. Seis años después Abd-al-Rahman huye a
la península y crea en Córdoba un
emirato independiente, tras sucesivos enfrentamientos con emires de otras
zonas. Este emirato se mantuvo hasta el año 929, en el que Abd-al-Rahman III
rompe definitivamente todos los lazos con los reinos africanos, recupera la
estirpe de los Omeyas y se nombra Emir al-Muminin (príncipe de los creyentes),
creando el Califato de Córdoba.
La rápida expansión
musulmana por Oriente Próximo, hacia Europa, aprovechando el desgaste de los
ejércitos cristianos tras contener a diversos invasores (los hunos, los pueblos
del norte), entre ellos y sus diversos reinos, y las distintas hambrunas.
Con todo ésto, el control del
territorio era difícil y los gobernadores zonales tenían que intervenir
en levantamientos de pueblos que rechazaban pagar impuestos, a veces
abandonando fronteras por la que comenzaban a aparecer nuevos reinos cristianos,
siendo los de Asturias y Pamplona los primeros en aparecer a finales del siglo
VIII.
Toda esta inestabilidad tuvo también
su incidencia muy cerca de la capital de Al-Ándalus, Córdoba, teniendo en
cuenta que era la zona más poblada y más rica de la Península Ibérica. Allí
surgió, en una zona montañosa entre las grandes urbes de Ronda y Málaga un
rebelde incansable que tuvo en jaque al emirato de Córdoba. Ibn Hafsun, Omar
Ben Hafsun, fue un caudillo rebelde que hasta la llegada de Abd-al-Rahman III dió continuos dolores de cabeza, al emirato de Muhammad I quién
sucedió en el año 852 a su padre Abd-al-Rahman II. Este gobernante, a pesar del progreso de
Córdoba, tuvo que enfrentarse a rebeliones en Mérida, Toledo y Tudela, además
de guerrear contra los normandos en Sevilla hasta echarlos del puerto de Cádiz,
de guerrear contra los árabes de Murcia y contra los bereberes de Córdoba. Ibn Hafsun siguió con su rebeldía hacia el califato de Córdoba hasta su derrota contra Abd-al-Rahman III.
Muhammad I tuvo que continuar con el
legado de su padre, ya que tras su muerte tuvo que afrontar una guerra contra
los musulmanes de Toledo, ayudados por los cristianos del norte. Todo acabó
tras su triunfo en la batalla de Guazalete en el 854, aunque no pudo disfrutar
por mucho tiempo de la victoria ya que tuvo que superar dos nuevos
levantamientos en los años 856 y 858, así como la rebelión de Ibn Marwan
al-Chilliqui (el hijo del gallego), ayudado por el rey leonés Alfonso III, que
no logró controlar y que se mantuvo casi independiente hasta la llegada de
Abd-al-Rahman III.
Inicios de la Reconquista
cristiana de la Península Ibérica, en manos de los árabes.
En medio de este desconcierto
aparece Omar Ben Hafsun, hijo de una familia acomodada de Ronda, donde nació,
aunque algunos historiadores señalan a Parauta como su lugar de nacimiento. Era
nieto de cristianos, aunque sus padres eran musulmanes. Su familia era muladí
(cristiano converso al Islam) que provenía de nobles antepasados visigodos (se dice que del rey visigodo Witiza). Su abuelo Chafar Ben Salim fue el primer
musulmán de la familia, quien para evitar el pago de la mayor cantidad de impuesto por
profesar la fe cristiana, abrazó como otros muchos cristianos, el Islam, Considerados muladíes (musulmanes de segunda generación) son despreciado por los árabes
“auténticos”, lo que hizo que se unieran muladíes y mozárabes para levantarse
contra los Omeyas. Si bien el inicio no fue tan sincero, en cierto modo fue
empujado hacia ello por su carácter temperamental e impulsivo que le hizo
discutir con un vecino al que mató, lo que le obligó a esconderse en la sierra huyendo de la
justicia. Durante un tiempo estuvo vagando como bandolero y salteador por la
serranía de Ronda, hasta que lo apresaron. Tuvo la suerte de que la guardia lo
llevara a Málaga en lugar de a Ronda, ya que en la capital no sabían que se
le buscaba por un crimen por el que hubiera acabado en la horca, por lo que
sufrió la pena normal de los bandoleros, días de arresto acompañado de fuertes
palizas. Tras su salida, cruzó el Estrecho temiendo que llegara a Málaga
noticias de su otra fechoría. En África (Tahart) un amigo sastre lo tomó como
aprendiz. Pero Omar se aburría en el taller de costura. Un día, un andalusí
muladí fue a comprar al taller y charló con Omar, contándole la situación al
otro lado del Estrecho, en su tierra natal, y tras conocerlo le animó a que
olvidara la miseria en que vivía y se enfrentara a los Omeyas para recuperar
sus fueros.
En el año 850 volvía a Ronda, donde
aglutinó a un grupo de descontentos que al igual que él estaba dispuesto a
vivir fuera de la ley. Ante el gran malestar que había en la zona, pronto se le
fueron sumando salteadores y agitadores, sin tardar en ser buscado por la
guardia del Emir, por agitador. Buscó un sitio inexpugnable en la altura de un
peñasco rocoso en Bobastro y allí levantó una fortaleza y una iglesia, y se
dedicó a atracar diligencias que iban desde Ronda a Córdoba o a dar golpes de
mano a recaudadores y a lugares oficiales. A tales magnitudes llegó sus
actuaciones que Córdoba tuvo que enviar al frente de un ejército a uno de sus
mejores y experimentados generales, Hashim ben Abd al-Azid, que hizo salir de
Bobastro a Omar.
Reconstrucción del
bastión de Omar Ben Hafsun en la serranía de Málaga y extensión de los
territorios fieles a su ideología y rebeldía, dentro del califato Omeya.
Viendo que el enfrentamiento no le
iba bien, ya que su táctica era de guerrilla y no de enfrentamiento en campo
abierto, pactó con el general viajar a Córdoba y ponerse al servicio del Emir.
Cuando llegó a Córdoba en el año 883, pronto se destacó en sus intervenciones
militares al frente del leal grupo que capitaneaba en Bobastro. Tan grande fue
su popularidad que Muhammad I lo nombró capitán
de su guardia personal y con este grado participó en diferentes batallas
a las órdenes del brillante general Hashim ibn Abd al-Aziz llegando a guerrear
con él en batallas en Alava. Tras participar en varias expediciones militares,
aprendió tácticas y adquirió experiencia de combate. Actuó en el campo de
batalla con tal brillantez que Muhammad I llegó a nombrarlo Gobernador de la
Cora de Rayya, en tierra de Archidona. Pero nunca obtuvo la admiración de los
mandos superiores, de los que sólo logró el desprecio que profesaban a los
muladíes, Tras una discusión con el prefecto de Córdoba huyó nuevamente a
Bobastro, ocupado por un oficial omeya. Omar reunió fácilmente a su antigua
gente y atacó Bobastro desalojando de allí a los omeyas. Tras su victoria
pronto se fueron incorporando los que en el pasado había formado su partida,
llegando también gentes descontentas nuevas al eco de sus avances y victorias.
Tan bien les iba que pronto pensó Omar en crear en Bobastro un principado
independiente de los Omeyas.
Omar Ben Hafsun supo
aprovechar el momento de crisis y caos que estaba sufriendo el Califato Omeya,
con numerosas revueltas y alzamientos internos, a los que sumar los continuos ataques a sus
fronteras por las tropas godas supervivientes y cristianas.
Al frente de gentes bien pertrechadas
y utilizando las tácticas aprendidas en sus experiencias en el ejército omeya,
pronto llegaron las victorias sobre diferentes destacamentos de poblaciones. De
esta forma lo que en un principio el
saqueo y el robo, pronto los cambió por las conquistas de pueblos y tierras.
Así fueron cayendo en su poder pueblos como Autha (junto a Riogordo), Mijas,
Isbeda, Comares, culminando su labor con la toma de las plazas fuertes de
Archidona, Écija y Baeza. Llegó a controlar un vasto territorio que iba desde
Algeciras a Murcia, aunque su terreno más extenso lo tenía en la provincia de
Málaga. A tal extremo llegó su leyenda que muchos otros rebeldes contra los Omeyas,
pedían su ayuda cuando estaban acosados, como fue el caso, en el 886, de Banus
Rifa que controlaba las sierras de Alhama. La sociedad con este rebelde le hizo
ampliar las fronteras de sus conquistas. Sus ejércitos entraron en Priego,
Iznaja, Jaén, Cabra, Rayya, en la Axarquía de Málaga, llegando hasta Takoronna,
cerca de Ronda. Tal fue la preocupación que sus éxitos levantaron en Córdoba que
el príncipe heredero Al-Mundhir priorizó derrotar a Ibn Hafsun, lanzando contra
él un gran ejercito que en los dos años que duró su mandato (886-888) le fue
quitando todas las plazas conquistadas, ejecutando a los cabecillas partidarios
de Ibn Hafsun, hasta que lo acorraló en el Peñón de Bobastro. Muy posiblemente
lo hubiera derrotado si no hubiera frenado el asedio de dos meses a la
fortaleza de Bobastro, por la muerte de su padre Muhammad I en Córdoba.
Las hazañas de Omar
Ben Hafsun, “el Robin Hood español”fueron tan célebres que en numerosas
localidades pueden hallarse referencias a él; sin duda una de las más bellas
está en el Mirador de Comares (Málaga), a la izquierda.
Al-Mundhir mandó llamar a su hermano
Abd Allah para que continuara el asedio a Bobastro mientras él volvía a Córdoba
para ser nombrado Emir. Cuando llegó Abd Allah, encontró a su hermano
extrañamente enfermo (¿envenenado?), falleciendo ese mismo día. Las tropas de
Al-Mundhir quieren rematar la toma de Bobastro, enterrando allí mismo a
Al-Mundhir, pero esto no lo acepta su hermano Abd Allah, que decide llevárselo
a Córdoba, por lo que pacta con Ibn Hafsun una tregua y su promesa de no
hostigar a la comitiva mortuoria. Le
señala su deseo de mantener buenas relaciones con él, lo que hace que Ibn
Hafsun respetase a las tropas que se retiraron con el cadáver de
Al-Mundhir.
Con la muerte de Al-Mundhir, hay un
gran desconcierto en Córdoba, que aprovecha Ibn Hafsun para alzarse como orador
y político, siendo considerado el paladín de los perseguidos y oprimidos. Su
discurso era aceptado por toda la serranía y pronto volvió a verse rodeado por
un gran ejército que le permitió reconquistar los lugares perdidos ante
Al-Mundhir. Pero su talón de Aquiles será su política de alianzas, que siembra
desconfianza en sus hombres: unas veces ataca a los omeyas cordobeses, otras se
alinea con ellos, dejando rehenes como gesto de buena voluntad, y les ayuda en
expediciones guerreras, no importándole luego abandonarlos a su suerte en la
batalla –si pintaba mal- aunque costara la vida de los rehenes; en los
enfrentamientos con otras tribus no le importa pedir ayuda a los musulmanes del
norte de Africa…Y así hasta que en el año 891 comete su primer gran error,
enfrentarse en campo abierto al Emir Abd Allah, en la batalla de Poley (Aguilar
de la Frontera) donde es duramente derrotado, al abandonarle parte de sus
soldados. A partir de entonces se suceden victorias y derrotas estabilizándose
las líneas de combate. No parecía que Abd Allah lo pudiera derrotar, pero
entonces Ibn Hafsun comete su segundo error: decide volver a la fe inicial de
sus ancestros y se hace cristiano con el nombre de Samuel, por lo que una gran
parte de sus muladíes lo abandonan. Alguna parte de su ejército llegó hasta
atacarle.
Restos, planta y
reconstrucción de la basílica de Bobastro, casi gemela de San Miguel de la
Escalada (León).
Cuando negociaba una alianza con los
reinos cristianos del norte, ocurre otra desgracia: muere el pacífico Abd Allah
y le sucede su nieto, llamando a ser el primer Califa Independiente, el gran
guerrero Abd al-Rahman III, que poco a poco le fue conquistado su terreno. La
aparición de una gran sequía y del hambre dio una tregua a la batalla. Ibn
Hafsun, con sus cinco hijos (4 hombres y una mujer), se hacen fuertes en
Bobastro. Hafsun enfermo, se encierra en la iglesia deseoso por rezar por la
salvación eterna. Muere en septiembre de 917 y es enterrado allí. De sus cuatro
hijos sólo el mayor Cha´far, cristiano, había heredado el espíritu guerrero del
padre. Se enfrenta a Abd al-Rahman III y es derrotado por el futuro califa.
Durante la tregua es asesinado, en el 920, por su hermano musulmán Sulayman,
con el que tenía diferencias religiosas. Con todo, Sulayman prosiguió la guerra
contra Abd al-Rahman III hasta la victoria del futuro Califa, en el 927. Éste le
cortó la cabeza y la expuso en Córdoba junto a los restos desenterrados de su
padre Ibn Hafsun. Su hermano musulmán Hafs intentó mantener inútilmente Bobastro,
pero un año después, el 19 de enero de 928, se rindió a Abd al-Rahman III y
pidió perdón. El califa lo perdonó y lo integró en su ejército. El último hijo de
Ibn Hafsun rindió sus tropas en Ojén y pidió perdón. Acabo de calígrafo en Córdoba.
La hija de Ibn Hafsun, cristiana, Argentea, se retiró a un convento y finalmente
murió como mártir al enfrentarse a la religión musulmana.
Diez años le costó a Abd al-Rahman
III tomar Bobastro y el logro le valió mucha fama en el al-Ándalus y en el
norte de África, facilitándole el título de Califa, ya que la valía como orador, político y
guerrero de Omar Ben Hafsun había llegado a límites insospechados. Con él se
había creado un “principado” independiente en el corazón de al-Andalus que
finalmente desapareció.
Hoy, la visita del lugar es una buena
idea para pasar un soleado día entre pinares, montañas y restos de un pasado
histórico no muy bien conocido. El yacimiento rupestre está acondicionado y no
lejos de allí se encuentra la Cueva de la Pileta, con numerosas pinturas
rupestres paleolíticas y epipaleolíticas (al lado de Bobastro está la Cueva de
Ardales, también con pinturas rupestres pero su acceso es limitado por motivos
de conservación, llamar con tiempo; para los amantes de la espeleología, la
visita a la Cueva del Gato), la ciudad romana de Acinipo (que en plena serranía
de Ronda permite contemplar el mar), y la encantadora ciudad de Ronda, que en
varias ocasiones se ha llevado premios por su belleza, limpieza y oferta
gastronómica y cultural. Si se acude allí, recomiendo visitar la (desconocida)
ermita prerrománica, no lejos de la población, y asomada a la impresionante
garganta fluvial.
¿Cómo se puede llegar a Bobastro desde Antequera?- Gracias
ResponderEliminarHola, jaime y Pilar, pues Bobastro está enclavada cerca del actual pantano de El Chorro (en el que se puede hacer el "caminito del rey", si se quiere una buena dosis de adrenalina y no se tiene vértigo; eso sí, hay que reservar con tiempo). Podéis ir por la A-343 (valle de Abdalajís) y de allí seguir los carteles al pantano (MA-4401/MA-5403), pasar el pantano y seguir las señalizaciones a Bobastro (en la MA-5403, hacia "El Caminito del Rey") o bien por la A-384 (dirección Campillos y poco antes de llegar a la localidad tomáis el desvío de la A-357 dirección al pantano de El Chorro y el Caminito del Rey. Bobastro está señalado bien (recordar, carteles marrones). La segunda opción es ligeramente más corta, pero en la primera véis en toda la inmensidad el entorno, precioso. Un saludo.
Eliminar¿Se puede ver el castillo y la iglesia en Bobastro?. Estuve el domingo allí y solo vi una laguna.
ResponderEliminarHola R. Vázquez. Gracias por su comentario, pero me temo que pasó junto al cartel (pasando de largo) y siguió la carretera, que efectivamente acaba en una laguna, en lo alto, junto a un restaurante muy hogareño. Las ruinas están justo donde el cartel de Bobastro. Allí verá que hay espacio para aparcar junto al enorme cartel. Si se gira, al otro lado de la carretera verá un vallado. Ese es el acceso a las ruinas, que puede pasar desapercibido pues únicamente se ve "campo", no sobresalen ruinas a primera vista. Debe encaminarse, ya dentro del recinto, hacia la roca caliza aflorante y verá en ella tallada la iglesia rupestre, también aquí y allá se aciertan a ver restos de las antiguas construcciones de las casas (era un poblado semitroglodita, o semiexcavado en la roca). También podrá visitar los restos de la fortaleza, en ruinas. Hay que patear por el yacimiento porque lamentablemente está algo disperso. Le recomiendo que pregunte en la cueva de Ardales, o en el Centro de Información y Turismo de Antequera o de otras localidades cercanas, pues suelen tener un folleto del plano de las ruinas que es ideal para orientarse una vez dentro del recinto. Un saludo.
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