Ya comenté en mi anterior entrada los comentarios de Alejandro Humboldt
(Alexander von Humboldt), considerado el padre de la Geografía Moderna Universal,
denominado “Príncipe de los viajeros” por sus múltiples expediciones
científicas a Venezuela, Nuevo Reino de Granada, Cuba, Bogotá, Quito, Perú,
Nueva España (México), Estados Unidos… cuando en una importante conferencia a
principios del siglo XIX, afirmó que la Humanidad debería mostrar eterna
gratitud a los monarcas españoles porque gracias a la gran cantidad de
expediciones científicas que habían financiado se había conseguido la enorme
cantidad de conocimientos científicos, claves para el conocimiento geográfico
actual de nuestro mundo. No estaba equivocado este geógrafo, astrónomo,
humanista, naturalista y explorador prusiano. En su época de esplendor se
afincó en París entre 1804 y 1827 y se dedicó al estudio de lo analizado en los
diferentes viajes, complementando su trabajo con lo obtenido por los diversos
navegantes españoles, que le permitió la publicación de 30 volúmenes de su obra
“Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”. El reconocimiento de tan admirable personaje
al comienzo de su carrera dentro de la Edad de Oro de las expediciones
científicas, es de agradecer, ya que en ella tuvimos mucho que ver los
españoles.
Entre las primeras expediciones, y
de las más importantes, figura la realizada entre los años 1735 y 1746 por los
grandes navegantes e investigadores ilustrados, Jorge Juan (ver entrada anterior) y Antonio de Ulloa, que aprovecharon el viaje a la Audiencia de la ciudad
peruana de Quito para medir el grado de meridiano en el Ecuador, en compañía de
un grupo de investigadores franceses. En esa expedición también se
desarrollaron algunos encargos del virrey del Perú. Aquel viaje se rentabilizó
en nuestro país al aportar interesante información sobre la navegación marina y
sobre la geografía de ultramar, creándose templos de sabiduría como Aulas de la
Naturaleza, Jardines Botánicos, Escuelas Náuticas, Gabinetes de Historia Natural
y hasta Observatorios Astronómicos, por iniciativa de Jorge Juan, uno de
nuestros mejores investigadores de aquella época; pero no fue el único. Junto a
él estuvo Don Antonio de Ulloa, un apasionado de la Ciencia. Su figura está
necesariamente ligada a la de Jorge Juan, ya que sus primeros pasos científicos
los dio con él, pero al final tuvo idéntica relevancia y nadie duda de que
ambos personajes fueron dos de las figuras más importantes de la Ilustración
científica española.
Izda, estatua de D. Antonio de Ulloa (obra
de José Alcoverro) en la fachada del Ministerio de Agricultura de Madrid,
España. Dcha, sello en honor al científico.
Don Antonio de Ulloa nació en Sevilla
el 12 de Enero de 1716 en el seno de una familia noble; su padre fue el Regidor-veinticuatro
de Sevilla y un reconocido economista. Desde muy joven sus padres le
enseñaron a leer y escribir y le
inculcaron un profundo interés por las matemáticas y la náutica. Continuó su
formación científica en el colegio de Santo Tomás donde se preparó para
solicitar ingreso, con 14 años, en la Real Compañía de Guardias Marinas de
Cádiz, algo que no logró, lo que hizo que se ofreciera voluntario y navegara en
un barco de la flota de galeones que dirigía el también sevillano Manuel López
Pintado. Fue una decisión afortunada que le sirvió para ampliar su aprendizaje
en la práctica náutica. Partió de Cádiz con destino a Cartagena de Indias en
1730 en el que sería su viaje de iniciación y a su regreso superó el examen de
ingreso en la Real Compañía, obteniendo plaza de guardiamarina en 1733, donde
pronto destacó en matemáticas, náutica, física y astronomía, entre otras
materias, que posteriormente le valieron en la construcción naval y en los
brillantes estudios cartográficos de costas que realizó. El 28 de noviembre de 1733 participó en el
barco “Santa Teresa” escoltando
tropas de infantería desde Barcelona para ayudar al Infante de Nápoles
don Carlos (Carlos III) en la Guerra de Sucesión contra el Imperio austriaco,
que pretendía poner como rey a un Austria. Felipe V lo eligió, previa petición
francesa, junto a Jorge Juan de Santacilia, para participar en la expedición
hispano-francesa, que en Quito iba a realizar la medición del grado terrestre
(el achatamiento) en el Ecuador.
Placas conmemorativas y busto del científico
en Ecuador.
Ese viaje y su trabajo con Jorge
Juan, dos guardiamarinas entonces desconocidos, de 21 y 19 años respectivamente,
les valió un gran reconocimiento por sus actuaciones científicas y técnicas. Para
ir en aquella expedición francesa dirigida por Pierre Bouguer, tuvieron que ser
nombrados Teniente de Navío, lo que significaba un ascenso de cuatro grados. En
aquella expedición iban científicos franceses muy reconocidos a nivel europeo
como La Condamine, Godin y Jusieu; sin embargo, los datos de esos jóvenes
guardiamarinas resultaron ser los más exactos de todo el trabajo realizado; y
no fueron esos sus únicos logros. Ulloa en América aún sacó tiempo para
realizar diferentes estudios botánicos, antes de que, acompañado de nuevo por
Jorge Juan y los compañeros franceses estudiaran la Geodesia de aquella zona en
1736.
Fue en esta expedición cuando Ulloa
tuvo conocimiento de una impureza metálica en el oro americano, a la que
denominó “platina” que ya se
conocía desde 1690 en el Virreinato de
Nueva Granada como una impureza que acompañaba al oro en la región de Chocó (actual
Colombia), de ahí que Ulloa señalara su
existencia al pasar por Popayán, pues era muy difícil de eliminar en la Casa de
la Moneda. Ya en España, en 1748, Ulloa lleva una muestra del mineral y en la
publicación con Jorge Juan “Relación Histórica” señalan por vez primera
que la platina era una piedra de las minas de lavadero “de tanta resistencia, que no es fácil romperla, ni desmenuzarla con la
fuerza del golpe sobre el yunque de acero y que ni la calcinación la vence”.
Mientras tanto, el platino ya se estaba estudiando en Inglaterra. En 1741 el
británico Charles Wood halló en Jamaica unas muestras de ese metal,
obtenidas de Cartagena de Indias por contrabando. Envió el material al médico
William Brownrigg, quien estudió este nuevo metal y presentó sus resultados a
William Watson, un miembro de la Royal Society, que le dio el nombre que le
había asignado Ulloa y publicó algunas referencias en la revista Philosophical
Transactions entre 1749 y 1750. Allí señalaba que “Esta sustancia no se menciona en ningún autor que yo haya encontrado,
excepto por nuestro valioso hermano Don Antonio d’Ulloa”. Hay que señalar
que Watson y Ulloa llegaron a conocerse en Londres cuando el barco de regreso de
Ulloa a España fue apresado por los ingleses, lo que retrasó la mención de
Ulloa de ese mineral en España. Pero a pesar de la innegable relevancia de
Ulloa en la historia del platino, otra cuestión es que el español merezca el
crédito del descubrimiento. El metal ya era conocido por las culturas
precolombinas, y en Europa existía conocimiento de esa tenaz impureza desde
1557; de ahí que sea razonable la duda acerca de la paternidad de Ulloa en su
descubrimiento. Los ingleses compiten con Ulloa, señalando que éste no
investigó sus propiedades y que no debe confundirse “la difusión de la existencia de un nuevo material en Europa con el
descubrimiento de un nuevo metal”. No obstante la discusión sobre su
descubrimiento está servida.
Después,
por orden del Virrey español, como Teniente de Navío de la Real Armada española,
Ulloa revisó en 1740 todas las construcciones defensivas de varios puntos de la costa pacífica, como
la del puerto del Callao, el de Guayaquil y otras amplias zonas del litoral americano;
se puede decir que con Jorge Juan exploraron, cartografiaron y fortificaron
todo el litoral del Pacífico desde Panamá hasta Chiloé. Incluso participó Ulloa
con la expedición francesa en el seguimiento y observación de un cometa. A la
vuelta a España, partiendo del Callao, Jorge Juan y él lo hicieron en barcos
diferentes, llevando cada uno una enorme cantidad de datos de sus estudios y
observaciones. Querían evitar así que pudieran a caer en manos inglesas, que
también robaban documentos científicos. Ulloa fue capturado por los británicos,
que le llevaron a Gran Bretaña; durante su estancia contactó, a través del
anterior embajador inglés en España, con el presidente de la Royal Society de
Londres y fue muy bien recibido en ella, incluso asistió a varias reuniones de
la Sociedad, y el 29 de mayo de 1746 allí expusieron un amplio extracto de las Observaciones
de Ulloa en el Perú, tras lo cual fue nombrado miembro de dicha Sociedad
Científica el 11 de diciembre. Un par de meses después volvió a España con sus notas
y observaciones, que posiblemente ya habían copiado los ingleses. Comparando y
estudiando los datos obtenidos con Jorge Juan, ambos publicaron con el respaldo
del Marqués de la Ensenada una serie de libros claves para la Armada y la
navegación: “Relación histórica del viaje a la América meridional”
(1748), “Observaciones astronómicas y phísicas” (1748), “Disertación
histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación” (1749) y “Discurso
y reflexiones políticas sobre el estado presente de los reinos del Perú”.
Esta última obra fue editada malévolamente en Londres en 1826 con el título de “Noticias
secretas de América”, sabedores los ingleses que en España las informaciones de
la situación política de los Virreinatos tenían carácter reservado. Tras estas
publicaciones, y ascendido Ulloa a Capitán de Fragata, el Marqués de la
Ensenada le encargó viajar por Europa para recabar información técnica y
científica de los distintos países. Entre 1749 y 1752 visitó Francia, Flandes,
Holanda, Suiza, Alemania, Países Bálticos y Rusia. En París, Suecia y Berlín
debatió con los presidentes de las Academias de Ciencias datos y observaciones
científicas, logrando ser nombrado miembro de cada una de las tres Academias. A
la vuelta y con la amplia información estudiada, desarrolló importantes
proyectos como el del Canal de navegación y riego de Castilla la Vieja; creó la
Real Casa de Geografía y el Gabinete de Historia Natural, que llegó a dirigir
entre 1752-1755; también creó el primer laboratorio metalúrgico y fomentó los
Colegios de Medicina y Cirugía. En colaboración con Jorge Juan, estudió el
desarrollo de las minas de Almadén y mejoraron su producción y rendimiento.
A su vuelta, Ulloa recibió un nuevo
encargo de desplazarse a los territorios españoles de América como científico y
tomar nota de los avances que se iban produciendo. En 1758 fue nombrado gobernador
de Huancavelica en Perú y Superintendente de aquella zona minera. Intentó
rentabilizar las explotaciones mineras de mercurio reformando los procedimientos
de extracción y la administración, pero tuvo que hacer frente a una acusación
de abuso de autoridad para frenar aquellas avanzadas ideas en la explotación
que perjudicaban a determinados caciques. Allí publicó el manual “Relación y
superintendencia de la Real mina de azogues de la villa de Guancavélica “(1758).
En 1765 fue nombrado Gobernador de La Luisiana, cedida a España por Francia en
el Tratado de Fontaine de 1762 tras la Guerra de los Siete Años, y tuvo que
aguantar una fuerte oposición de los colonos franceses. Fue sustituido un par
de años después por Bernardo de Gálvez, que tras acabar con el contrabando
inglés y favorecer el comercio con Francia y el libre tráfico con Cuba y
Yucatán tranquilizó los ánimos, para lo que tuvo que reconquistar La Florida a
los ingleses, cedida anteriormente a cambio de La Habana. Fue Antonio de Ulloa
en 1766 el primer Gobernador de la Florida Occidental, y años después fue
nombrado jefe de la Marina Real de Nueva España (México). Durante su vuelta a
España en 1768 observó y estudió por primera vez un eclipse solar total en alta
mar, trasladando los datos a los nuevos observatorios españoles fundados por
Jorge Juan y dando lugar a una nueva publicación. Después se dedicó a acciones
puramente militares, que no era lo suyo, ya que a pesar de su alta graduación
militar su verdadera pasión era el trabajo científico. De hecho no le fue bien
su trabajo puramente militar. Entre 1776 y 1778 organizó la flota del Virreinato de
la Nueva España (México) y creó un astillero en Veracruz. En 1779 fue
ascendido a Teniente General de la Armada, participó en el sitio de
Gibraltar y un año después, en 1780, estuvo al mando de la gran flota de Azores
que intentó reconquistar La Florida, que logró después Gálvez.
El fracaso de Ulloa en la
reconquista de La Florida le valió un Consejo de Guerra que, aunque lo declaró
inocente y lo exoneró de sus
responsabilidades de mando, dejó una marca en su prestigio militar que
nunca recuperó del todo a pesar de que fuera designado Director General de la
Armada Española, cargo que ocuparía hasta su muerte, en 1795 en la Isla de León,
si bien no ejerció el mando de forma continuada, sólo un par de escapadas con
la flota. Se dedicó más activamente al trabajo científico, colaborando
en el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid y trabajando en el Observatorio
Astronómico de la Isla de León, en Cádiz, creado por Jorge Juan.
Admirable personaje, aunque me ha sorprendido que a tan enorme científico no le acompañara su inteligencia en el mando militar. Me ha sorprendido lo del Consejo de Guerra por el tema Florida. Interesante artículo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Benitez. Efectivamente fue mejor científico que militar, lo que no quiere decir que fuese mal militar, solo que no tuvo suerte en una de sus intervenciones, motivo por el que le castigaron con un Consejo de Guerra, del que debemos recordar que fue declarado inocente. La diferencia radica en que, fueron tantos los títulos científicos que acumuló y los logros conseguidos, que superaba con creces cualquier gesta militar o nombramiento político; haber colaborado con tantas sociedades científicas mundiales, haber sido fundador del Estudio y Gabinete de Historia Natural - antecesor del Real Gabinete de Historia Natural, ahora Museo Nacional de Ciencias Naturales -, del Observatorio Astronómico de Cádiz y del primer laboratorio de metalurgia español, así como haber logrado además ser miembro de la Royal Society de Londres, de la Real Academia de las Ciencias de Suecia, de la Academia Prusiana de las Ciencias - conocida como Academia de Berlín- y de la Real Academia de Ciencias de París, además de Comendador de Ocaña en la Orden de Santiago, y de tantas muchas otras cosas, hace, que oscurezca cualquier otra actividad en la que participó, pero no debemos olvidar que en el ejercito llego hasta el grado más alto, el de Teniente General de la Armada. Saludos.
EliminarLe agradecemos que sume a su galeria de Ilustrados a D. Antonio de Ulloa, el que se inició como discipulo de D. Jorge Juan y brillara después con luz muy propia. ¿Solo construyó un astillero en México? Saludos
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Uribe, que me conste, sólo construyó de principio a fin un único astillero, pero lo cierto es que, al igual que D. Jorge Juan, intervino en la reforma y modernización de otros astilleros en España, como el de Cádiz, pero eso fue una ocupación “menor” ya que su genio e inquietud hacían que interviniera en cualquier plan que mejorara extracciones, construcciones, explicaciones de hechos naturales… cualquier cosa, nada le era ajeno. Cabe señalar que, estando en La Habana a espera de destino una vez que dimitiera como Gobernador, aprovechó su estancia en Cuba para elevar un informe sobre el funcionamiento de las comunicaciones postales entre España y el Perú, recién creada la empresa estatal de los Correos Marítimos. Perú era uno de los territorios españoles más ricos del continente americano, sin embargo la correspondencia entre Madrid y Perú tardaba mucho, ya que todo el correo salía de España hacia La Habana y desde allí se distribuía por todos los territorios americanos. Ulloa publico en 1765 un gran informe titulado ”Modo de facilitar los Correos de España con el Reyno del Perú”, en el que, además, de tachar de inviable la ruta de correos existente, proponía una posible alternativa al respecto, que consistía en otra línea que fuera desde La Coruña a Buenos Aires. Línea que comenzó a funcionar en 1767 y que acortaba el tiempo de reparto del correo a los países del virreinato del Perú y del Cono Sur en más de un mes. Saludos.
EliminarFaltaba Ulloa. Otro de los grandes marinos investigadores españoles, aunque tengo una duda ¿ese admirado investigador llegó a Teniente General de la armada?. Tendremos un buen debate.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Aróstegui, efectivamente alcanzó ese grado de Teniente General de la Armada en 1779, aunque fue ya al final de sus andanzas oceánicas, ya que no tuvo mucha fortuna en las dos intervenciones que hizo a continuación, en el gran sitio de Gibraltar ese mismo año, y el ya mencionada intento de conquista de La Florida al mando de la flota de Las Azores. Sin embargo, fue posteriormente nombrado Director General de la Armada Española y en ese cargo realizó un crucero al Cabo Espartel, si bien aun manteniendo ese cargo hasta su muerte en 1795, los últimos años los pasó al frente del Observatorio Astronómico de Cádiz. Saludos.
EliminarTerminamos el debate Valeria, ha sido interesante. Nos ha gustado la visión que da del marino descubridor que fue más cientifico que político y hombre de armas. Nos alegra que lo haya homenajeado en su blog. Son personas que hicieron historia y merecen ser recordadas. Enhorabuena por su trabajo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. De la Seca. Estoy totalmente de acuerdo con Vd en que estos grandes hombres deberían tener un privilegiado lugar en todos los libros de la Historia del país; esa es mi humilde pretensión en este blog. Saludos.
EliminarUna pregunta Valeria ¿Geológicamente se acepta que Don Antonio de Ulloa fuese el descubridor del platino?¿Tuvo beneficios para España ese descubrimiento?. Muy atractiva su exposición sobre la biografía de ese gran marino. Nos ha gustado. Saludos
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Candau. Fue en el año 1735 cuando con 19 años encabezaba una expedición geodésica enviada por la Academia de Ciencias de París, que pretendía medir un arco del meridiano que pasaba por Colombia, por lo que penetró en la selva húmeda del Chocó. En ella, en un yacimiento abandonado, observó que determinadas minas habían sido descartadas por contener un metal tan duro que no se alteraba por la calcinación. En su ‘Relación histórica del viaje a la América Meridional’ explicó que los mineros lo consideraban una maldición, porque los confundía y les retrasaba el trabajo: “oro no parece, plata no es”. Sin embargo, los indios del lugar no pensaban igual; le veían ciertas propiedades interesantes; era resistente, no se oxidaba, era muy duro, y no comprendían que los españoles lo tiraran como desecho o basura. Ulloa lo estudió y le dio el nombre de ‘platino’, pues los mineros lo llamaban ‘plata de la mala’. Ulloa redescubrió ese mineral para los europeos. A la vuelta a España, Ulloa fue apresado por los británicos, pero cuando se puso en contacto con la Royal Society de Londres obtuvo la admiración de los ingleses, que le nombraron Socio Honorario de su sociedad científica. Ulloa les explicó las propiedades del nuevo mineral, iniciando los ingleses su estudio, al igual que Ulloa lo hizo cuando volvió a España. Pronto se dieron cuenta de que era un elemento químico nuevo de extraordinarias propiedades, que tenía tanto valor como el oro; su estabilidad, consistencia y resistencia le hizo ser usado para determinados fines, sobre todo en joyería. A pesar de que los ingleses hicieron un estudio más profundo del nuevo mineral, Ulloa permanecerá para siempre en la historia como el descubridor del platino, uno de los minerales más valiosos, con número atómico 78 y situado en el grupo 10 de la Tabla Periódica de los elementos. Por su parte, España se benefició del hallazgo y de su valor y, por supuesto, dejaron de tirar toneladas de ese material como desecho, dado el extraordinario valor monetario que pronto comenzó a tener. Saludos.
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