Ya en su momento
se habló de los poblados y cementerios celtiberos, con el fin de
acercar al lector a su día a día. Ahora hablaremos de los celtas, ese grupo
tribal (o cultural, según autores) que habitó en Galicia, sur de Portugal,
Francia y parte de Gran Bretaña.
Son
contemporáneos a los pueblos celtiberos e iberos del ámbito peninsular y, como
estos últimos, tuvieron más contacto con comerciantes fenicios y cartagineses
que los celtiberos, ubicados en el interior de la península.
Las viviendas celtas eran más pequeñas que las celtiberas y,
a diferencia de aquellas, eran redondas, si bien conforme trataron más a fenicios y otros pueblos fueron
adaptando la rectangularidad para sus casas.
Debido a ese
contacto con otros pueblos comerciantes mediterráneos, usaron herramientas más
modernas que sus equivalentes celtiberas. Así por ejemplo, mientras en las
mesetas se continuaban usando molinos simples para obtener harina, en Galicia
y el litoral ibero se manejaban molinos de rueda, más eficaces. En la imagen
compuesta observamos dos fotografías del ámbito celtibero. La primera
corresponde a diversos molinos hallados en las ruinas de Numancia, viendo en
primer plano los simples mientras que al fondo se observan los de rueda. Al lado
está la fotografía de un molino de rueda, introducido en tiempos más modernos,
principalmente por comerciantes y por romanos, cuando se asentaron en la región.
Los historiadores vienen sosteniendo que en las mesetas no hubo
megalitismo, sino que éste se dio en las zonas costeras y por eso los celtas sí
lo conocían y usaban. Esto es absolutamente falso. Son numerosos los dólmenes
que se han mencionado en la Comunidad de Madrid y ambas Castillas. Incluso el
dolmen que ha dado las dataciones más antiguas de todo Occidente (remontándolo
al VIII milenio antes de nuestra era), se encuentra en Burgos (Castilla y León).
Pueden mencionarse otros, por ejemplo, en Soria, el de Carrascosa, el del alto
de la Tejera, el de la Sierra del Madero y el túmulo con sepulcro de corredor de La Mestilla, entre otros. En Burgos, el de Mazariegos
y el de La Cabaña, entre otros muchos. En Valladolid, mencionaremos el de
Arroyo. En Segovia, el de la Aldehuela y el de Castrocerracín, por ejemplo. Los
dos a resaltar para Guadalajara son los de El Portillo de las Cortes (Aguilar
de Anguila). Para Madrid,
citaremos el de Entretérminos y los de Alpedrete, entre otros megalitos. En Toledo, mencionaremos dos ejemplos de
megalitismo: el bello menhir -con serpiente en relieve incluida- en el dolmen de
Navalcán y el dolmen de la Estrella o de La Aldehuela. Ávila, por su parte,
cuenta con los de El Prado de las Cruces y los de Aldeagordillo, entre otros.
En Ciudad Real se ubican los de Castillejo del Bonete y de Fuente el Fresno. Y
podríamos continuar así mucho tiempo, pero como no deseo agotar la paciencia de
los lectores, creo que estos ejemplos bastan para mostrar lo erróneo de
las teorías que defienden la ausencia de megalitos en el interior peninsular. También en Extremadura son
bastante abundantes los megalitos.
Hay un documental realizado en España que retrata bastante bien
los diferentes oficios, así como el aspecto que presentaban distintos castros
galaicos excavados en las últimas década, por lo que recomiendo su visionado
(eso sí, dura unos 45-50 minutos) aquí,
para hacernos una idea de la sociedad celta de la Península Ibérica.
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