El pasado mes
de octubre una noticia llamaba la atención de numerosos aficionados a la Segunda Guerra Mundial y al
armamento que en ella se diseñó por parte de los científicos alemanes y de cuyo
desarrollo tecnológico se benefició principalmente Estados Unidos y por
difusión, el resto del mundo.
Pues bien, en una
campaña de arqueólogos subacuáticos y buceadores profesionales contratados para explorar las costas de Croacia,
entre distintos hallazgos que están realizando, daban a
conocer una noticia asombrosa. Habían encontrado un bombardero Junker 87 nazi
casi en perfecto estado de conservación.
Las
fotografías no tardaron en difundirse por los cinco continentes y es que el
hecho de conservarse un avión Junker casi intacto era toda una sorpresa, así como una oportunidad que nadie podía esperar de
estudiar de cerca estos míticos aeroplanos.
Porque el Junker 72 supuso un verdadero adelanto tecnológico en su tiempo, al que dediqué un capítulo de mi libro “Hitler quiere el grial”. Los nazis fueron tan celosos con los adelantos incorporados a estas aeronaves que prácticamente se llevaban a Alemania hasta los tornillos de los Junkers que eran derribados, evitando así que los aliados pudieran beneficiarse de su tecnología y grandes avances.
Porque el Junker 72 supuso un verdadero adelanto tecnológico en su tiempo, al que dediqué un capítulo de mi libro “Hitler quiere el grial”. Los nazis fueron tan celosos con los adelantos incorporados a estas aeronaves que prácticamente se llevaban a Alemania hasta los tornillos de los Junkers que eran derribados, evitando así que los aliados pudieran beneficiarse de su tecnología y grandes avances.

En términos
bélicos supuso una tremenda revolución debido a la gran precisión de las
bombas que arrojaba, así como por utilizar por primera vez en el conflicto el miedo
psicológico como arma. Perfeccionados y estrenados durante la Guerra Civil española, los
Junkers fueron la principal baza nazi en los pasos posteriores a la Batalla de Inglaterra, en
los Balcanes, así como en distintas campañas africanas y en el Mediterráneo
(incluyendo Croacia, obviamente), aprovechando la descoordinación de las flotas
aéreas aliadas y las aún poco efectivas aeronaves que manejaban.

El Junker se
encuentra a unos 28 metros
de profundidad en el mar Adriático, próximo a la isla de Zirje y descansa
perfectamente posado sobre sus ruedas, “como
si hubiera aterrizado sin problemas en el fondo del mar” explica Igor Miholjek, del Instituto de Conservación de Croacia y uno de los descubridores del artefacto. Según los
arqueólogos, el bombardero nazi podría estar siendo trasladado a Italia para
formar parte de los efectivos de la aviación de dicho país cuando fue derribado
por algún barco militar yugoslavo hacia 1941, cuando el país fue invadido por
los nazis y sus aliados.
Los daños que presenta posiblemente fueron provocados en el momento
del impacto con la superficie del mar, encontrándose los mayores daños en el morro o parte delantera del avión, con el motor desplazado, si bien el fuselaje y resto del aparato se encuentran
en tan buen estado que incluso (como se aprecia en la imagen de la izquierda) se han preservado los dos soportes tubulares que anclaban el motor al fuselaje. Como novedad, bajo las alas los Junkers llevaban dos listones de forma rectangular que, a modo de freno en el vuelo en picado, permitían desviar aerodinámicamente las corrientes de aire para otorgar a la cabina una estabilidad idónea para apuntar y lanzar las bombas, evitando vibraciones.

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