domingo, 2 de noviembre de 2014

Una joya nazi bajo el mar de Croacia


El pasado mes de octubre una noticia llamaba la atención de numerosos aficionados a la Segunda Guerra Mundial y al armamento que en ella se diseñó por parte de los científicos alemanes y de cuyo desarrollo tecnológico se benefició principalmente Estados Unidos y por difusión, el resto del mundo.
Pues bien, en una campaña de arqueólogos subacuáticos y buceadores profesionales contratados para explorar las costas de Croacia, entre distintos hallazgos que están realizando, daban a conocer una noticia asombrosa. Habían encontrado un bombardero Junker 87 nazi casi en perfecto estado de conservación.


         Las fotografías no tardaron en difundirse por los cinco continentes y es que el hecho de conservarse un avión Junker casi intacto era toda una sorpresa, así como una oportunidad que nadie podía esperar de estudiar de cerca estos míticos aeroplanos.
       Porque el Junker 72 supuso un verdadero adelanto tecnológico en su tiempo, al que dediqué un capítulo de mi libro “Hitler quiere el grial”. Los nazis fueron tan celosos con los adelantos incorporados a estas aeronaves que prácticamente se llevaban a Alemania hasta los tornillos de los Junkers que eran derribados, evitando así que los aliados pudieran beneficiarse de su tecnología y grandes avances.
Este bombardero nazi fue igualmente conocido por el nombre de “Stuka”, que derivaba de la expresión alemana Sturzkampfflugzeug, “bombardero en picado”, aludiendo a su principal maniobra de ataque, ya que encajaba bien las presiones derivadas de un vuelo en picado de hasta 600 km/h y una velocidad horizontal en vuelo rasante de hasta 340 km/h. Construido en duraluminio, con una longitud de 11 metros por 13, 8 de anchura (envergadura) y 4,23 m de altura, tenía tren de aterrizaje fijo y un motor delantero v12 invertido con refrigeración Junker Jumo 211D, de 883 kW de potencia que movía una hélice de 3,4 m. Podía cubrir 500 km de superficie, portando dos  tripulantes (un piloto y un hombre en la ametralladora de cola) y 500 kg de bombas, en cada vuelo sin repostaje.
En términos bélicos supuso una tremenda revolución debido a la gran precisión de las bombas que arrojaba, así como por utilizar por primera vez en el conflicto el miedo psicológico como arma. Perfeccionados y estrenados durante la Guerra Civil española, los Junkers fueron la principal baza nazi en los pasos posteriores a la Batalla de Inglaterra, en los Balcanes, así como en distintas campañas africanas y en el Mediterráneo (incluyendo Croacia, obviamente), aprovechando la descoordinación de las flotas aéreas aliadas y las aún poco efectivas aeronaves que manejaban.
Uno de los aspectos que más ha agradado a la comunidad científica y arqueológica es que el cuadro o monitor de mandos de la cabina del Junker hundido esté muy completa y bien preservada, como se puede comprobar en las imágenes. Si se desea comparar con el panel de control de un Junker 52 del Ejército Español del Aire, puedes hacerlo aquí.
El Junker se encuentra a unos 28 metros de profundidad en el mar Adriático, próximo a la isla de Zirje y descansa perfectamente posado sobre sus ruedas, “como si hubiera aterrizado sin problemas en el fondo del mar” explica Igor Miholjek, del Instituto de Conservación de Croacia y uno de los descubridores del artefacto. Según los arqueólogos, el bombardero nazi podría estar siendo trasladado a Italia para formar parte de los efectivos de la aviación de dicho país cuando fue derribado por algún barco militar yugoslavo hacia 1941, cuando el país fue invadido por los nazis y sus aliados.
Los daños que presenta posiblemente fueron provocados en el momento del impacto con la superficie del mar, encontrándose los mayores daños en el morro o parte delantera del avión, con el motor desplazado, si bien el fuselaje y resto del aparato se encuentran en tan buen estado que incluso (como se aprecia en la imagen de la izquierda) se han preservado los dos soportes tubulares que anclaban el motor al fuselaje. Como novedad, bajo las alas los Junkers llevaban dos listones de forma rectangular que, a modo de freno en el vuelo en picado, permitían desviar aerodinámicamente las corrientes de aire para otorgar a la cabina una estabilidad idónea para apuntar y lanzar las bombas, evitando vibraciones.
De los más de 7.000 Junkers que se estima que construyeron los alemanes durante la contienda, únicamente han sobrevivido dos ejemplares, expuestos en el Museo de la Real Fuerza Aérea (Hendon) y en el Museo de la Ciencia e Industria (Chicago). Este sería el tercero en unirse a la lista, ya que se conocen otros dos hundidos, en aguas de Grecia y de Noruega pero en malas condiciones de conservación. De ahí su relevancia. Actualmente los investigadores sopesan la posibilidad de reflotarlo y exhibirlo en un museo, dada la expectación que ha generado.


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