El pasado mes
de octubre una noticia llamaba la atención de numerosos aficionados a la Segunda Guerra Mundial y al
armamento que en ella se diseñó por parte de los científicos alemanes y de cuyo
desarrollo tecnológico se benefició principalmente Estados Unidos y por
difusión, el resto del mundo.
Pues bien, en una
campaña de arqueólogos subacuáticos y buceadores profesionales contratados para explorar las costas de Croacia,
entre distintos hallazgos que están realizando, daban a
conocer una noticia asombrosa. Habían encontrado un bombardero Junker 87 nazi
casi en perfecto estado de conservación.
Las
fotografías no tardaron en difundirse por los cinco continentes y es que el
hecho de conservarse un avión Junker casi intacto era toda una sorpresa, así como una oportunidad que nadie podía esperar de
estudiar de cerca estos míticos aeroplanos.
Porque el Junker 72 supuso un verdadero adelanto tecnológico en su tiempo, al que dediqué un capítulo de mi libro “Hitler quiere el grial”. Los nazis fueron tan celosos con los adelantos incorporados a estas aeronaves que prácticamente se llevaban a Alemania hasta los tornillos de los Junkers que eran derribados, evitando así que los aliados pudieran beneficiarse de su tecnología y grandes avances.
Porque el Junker 72 supuso un verdadero adelanto tecnológico en su tiempo, al que dediqué un capítulo de mi libro “Hitler quiere el grial”. Los nazis fueron tan celosos con los adelantos incorporados a estas aeronaves que prácticamente se llevaban a Alemania hasta los tornillos de los Junkers que eran derribados, evitando así que los aliados pudieran beneficiarse de su tecnología y grandes avances.
Este
bombardero nazi fue igualmente conocido por el nombre de “Stuka”, que derivaba
de la expresión alemana Sturzkampfflugzeug, “bombardero en picado”, aludiendo a
su principal maniobra de ataque, ya que encajaba bien las presiones derivadas de
un vuelo en picado de hasta 600
km/h y una velocidad horizontal en vuelo rasante de
hasta 340 km/h.
Construido en duraluminio, con una longitud de 11 metros por 13, 8 de
anchura (envergadura) y 4,23
m de altura, tenía tren de aterrizaje fijo y un motor delantero
v12 invertido con refrigeración Junker Jumo 211D, de 883 kW de potencia que
movía una hélice de 3,4
m. Podía cubrir 500 km de superficie, portando dos tripulantes (un piloto y un hombre en la
ametralladora de cola) y 500
kg de bombas, en cada vuelo sin repostaje.
En términos
bélicos supuso una tremenda revolución debido a la gran precisión de las
bombas que arrojaba, así como por utilizar por primera vez en el conflicto el miedo
psicológico como arma. Perfeccionados y estrenados durante la Guerra Civil española, los
Junkers fueron la principal baza nazi en los pasos posteriores a la Batalla de Inglaterra, en
los Balcanes, así como en distintas campañas africanas y en el Mediterráneo
(incluyendo Croacia, obviamente), aprovechando la descoordinación de las flotas
aéreas aliadas y las aún poco efectivas aeronaves que manejaban.
Uno de los aspectos que más ha agradado a la comunidad científica y
arqueológica es que el cuadro o monitor de mandos de la cabina del Junker
hundido esté muy completa y bien preservada, como se puede comprobar en las imágenes.
Si se desea comparar con el panel de control de un Junker 52 del Ejército
Español del Aire, puedes hacerlo aquí.
El Junker se
encuentra a unos 28 metros
de profundidad en el mar Adriático, próximo a la isla de Zirje y descansa
perfectamente posado sobre sus ruedas, “como
si hubiera aterrizado sin problemas en el fondo del mar” explica Igor Miholjek, del Instituto de Conservación de Croacia y uno de los descubridores del artefacto. Según los
arqueólogos, el bombardero nazi podría estar siendo trasladado a Italia para
formar parte de los efectivos de la aviación de dicho país cuando fue derribado
por algún barco militar yugoslavo hacia 1941, cuando el país fue invadido por
los nazis y sus aliados.
Los daños que presenta posiblemente fueron provocados en el momento
del impacto con la superficie del mar, encontrándose los mayores daños en el morro o parte delantera del avión, con el motor desplazado, si bien el fuselaje y resto del aparato se encuentran
en tan buen estado que incluso (como se aprecia en la imagen de la izquierda) se han preservado los dos soportes tubulares que anclaban el motor al fuselaje. Como novedad, bajo las alas los Junkers llevaban dos listones de forma rectangular que, a modo de freno en el vuelo en picado, permitían desviar aerodinámicamente las corrientes de aire para otorgar a la cabina una estabilidad idónea para apuntar y lanzar las bombas, evitando vibraciones.
De los más de 7.000 Junkers que se estima que construyeron los
alemanes durante la contienda, únicamente han sobrevivido dos ejemplares, expuestos en el Museo
de la Real
Fuerza Aérea (Hendon) y en el Museo de la Ciencia
e Industria (Chicago). Este sería el tercero en
unirse a la lista, ya que se conocen otros dos hundidos, en aguas de Grecia y
de Noruega pero en malas condiciones de conservación. De ahí su relevancia.
Actualmente los investigadores sopesan la posibilidad de reflotarlo y exhibirlo
en un museo, dada la expectación que ha generado.
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